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10-10 Algo le pasa al liberalismo político

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Diciembre del 2010

10-10 ALGO LE PASA AL LIBERALISMO POLÍTICO

Por Jaime Gutiérrez Góngora*


Le agradezco a don Mario Brenes y a la Fundación Neumann que patrocinaran esta obra de don Jorge Corrales, Mitología Acerca del Liberalismo. Agradezco también a Jorge por su invitación de comentar su libro. Conozco mis limitaciones y no pretendo contribuir al pensamiento liberal clásico. Don Lidio Arce, campesino de San Cristóbal Norte una vez me aconsejó: “No opine cuando el tema está más allá de los límites de su ignorancia”. He tratado siempre de hacerle caso.

Me referiré entonces, dada mi afición a la historia, a la tesis de que algo le pasa al liberalismo político. Está para más. Don Jorge me estimuló a preguntarme por qué.

No he visto ninguna ideología que goce de una aceptación tan universal y homérica como la libertad. Tampoco una ideología política que le cueste tanto ganar el poder en una elección, aunque esto no quiere decir que lo haga mal una vez que el liberalismo ejerce el gobierno. Por el contrario, una vez en el poder, a la gente le gusta lo que produce. Los chilenos, Reagan, Thatcher y Aznar, por ejemplo, fueron reelectos. Merkel y sus asesores liberales han manejado la actual crisis financiera mejor que el resto de Europa y que Estados Unidos.

Pero pareciera que produciendo libertad, trabajo, crecimiento económico, baja inflación, y estabilidad, el liberalismo debía ser un modelo para que los pueblos lo lleven al poder con más periodicidad. En cambio, aún con más de una década de globalización, demasiados pueblos les ha costado afiliarse al liberalismo. Muchos siguen apostando a la izquierda.

La lista de mitos que se han divulgado contra el liberalismo lo debilita políticamente. Y es que los socialistas mienten mejor y en la política el que miente mejor gana elecciones. En cambio, después del alarde de fracasos del socialismo en los últimos 50 años, es extraordinario que el liberalismo, cuando ejerce el poder, a menudo lo hace como socio minoritario.

¿Cómo ocurrió el origen del auge del socialismo?

El socialismo político brotó con bríos después de la Segunda Guerra Mundial. Fue impulsado por razones vitales para la preservación de la libertad y la democracia en el mundo. Fue un recurso geopolítico que utilizó Estados Unidos, o mejor dicho la CIA, usando el socialismo democrático para enfrentarlo al socialismo totalitario que con éxito impulsaba Stalin. En un continente empobrecido, los partidos comunistas actuaban abiertamente por toda Europa ofreciendo lo esencial-comida y trabajo- a cambio de lealtad al Estado totalitario.

Desde luego que no era un mundo socialista con lo que Estados Unidos soñaba para Europa y para el mundo al terminar la Segunda Guerra. Esperaba que al terminar el conflicto, por fin, se inaugurara una nueva era de crecimiento económico y paz por medio del libre comercio y de la libre empresa. Se creyó que el momento de la libertad económica había llegado. Paul Hoffman, sub-Secretario del Tesoro de Estados Unidos desde que se vislumbraba el fin de la Segunda Guerra Mundial, ya había hecho detallados planes para un mundo de libre comercio y libre empresa.

Pero este afán tuvo que posponerse. Acheson y Truman concluyeron que el socialismo democrático era el único antídoto político que existía para enfrentar políticamente al comunismo en un continente empobrecido y caótico. Y creo que la historia les dio la razón. La CIA financió a los partidos de la izquierda no totalitaria lo mismo que a los sindicatos de Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia, principalmente. Con el socialismo democrático era como se iba a combatir el socialismo totalitario. Fue en ese tiempo que surgió con fuerza, la mitología que don Jorge nos relata en su libro. Se atacaba al liberalismo como retrógrado, anti-solidario, anti-democrático, nazi-fascista etc.

Así fue como el socialismo conquistó el futuro. Para enfrentarse a Stalin, los socialistas aprendieron a mentir como Stalin. Descubrieron que la gente traga mentiras. Es más, en muchos casos la demanda. Creó la idea perversa de un Estado Benefactor que le pone impuestos a los ricos y se los reparte a los pobres por medio de un Estado Grande gobernado por los partidos socialistas y una burocracia glotona, ineficiente y eventualmente corrupta y represiva. Les decían: “Gente pobre, les ofrecemos trabajo, vivienda, salud y educación “gratis”. ¿Qué más pueden querer los ingenuos pueblos que le den lo esencial a cambio de nada?

¿Cómo respondió el liberalismo?

Hay que recordar que en 1947 ya le estaban lloviendo millones de dólares al socialismo. El Manifiesto liberal redactado ese mismo año probó ser políticamente ingenuo. Con respecto a la propiedad privada, no hacía ningún esfuerzo de justificar su existencia con la obligatoria coletilla de una supuesta "función social" que la reivindicara. Simplemente declaraba que sin propiedad privada no era posible salvaguardar las libertades individuales o progresar en forma sostenida. No apelaba tampoco al nacionalismo que en ese tiempo era todavía un tema emocional de gran trascendencia. En medio de un necesario fortalecimiento del Estado por la amenaza comunista, el Manifiesto se dejó decir que el destino correcto del Estado era servir al individuo y no al revés, o sea, debilitar el Estado. Tampoco negaba su apoyo abierto y claro a los mecanismos del mercado. Proclamaba el compromiso de los liberales con la libertad política y con la economía en momentos en que el Plan Marshall estaba buscando la creación de Estados socialistas para financiarlos.

El Manifiesto hacía que ser antisocialista, en cualquiera de sus variantes, era pertenecer a una desprestigiada burguesía reaccionaria que ofrecía sus propios mitos en un mundo que lo que demandaba era pan.

El liberalismo tampoco supo como explotar el triunfo de la libertad contra el totalitarismo hitleriano y el estalinismo soviético. Ganaba una guerra pero perdió la paz. En su nombre se ganaban grandes epopeyas. El lema de la gesta contra el hitlerismo fue la libertad. Cuando la guerra terminó, los afiches en las camisas, los carteles en las calles y los editoriales en los medios celebraban el histórico triunfo de la libertad.

En el triunfo de la Guerra Fría también se celebró la libertad como gestora de esa epopeya. El Muro de Berlín se presentó como el más luminoso testimonio del fracaso del intento de reprimir el anhelo de libertad. Y, como en el caso de la Segunda Guerra Mundial, su derrumbamiento se celebró como un triunfo de la libertad.

Pero en ambos casos, la celebración de la libertad duró poco tiempo porque su auge no se tradujo en un éxito proporcional en el campo político, en darle fuerza política a la idea de la libertad. No pudieron o no supieron los herederos de Hayek convertir el triunfo de la libertad contra el nazismo en un proyecto político que le habría ahorrado al mundo las consecuencias dolorosas de 100 millones de muertos de la Guerra Fría y medio siglo de socialismo, pobreza y represión.

Todos los epítetos que le han sido endosados al liberalismo y que don Jorge analiza, han contribuido de forma quizá definitoria a mantenerlo a la defensiva en el campo político. Insistiendo en responder con razones a los ataques en su contra, el liberalismo no ha llegado a reconocer que la mentira, aunque sea camuflageada, es un instrumento político más efectivo, especialmente cuando encuentra eco en los medios controlados en su gran mayoría por la izquierda. Para muchos liberales, aún las mentiras veniales son pecado mortal.

Otro tema que el liberalismo ha tenido problemas en manejar es el tema del trabajo. El socialismo lo soluciona fácilmente y rápidamente inflando el Estado.

San Pablo lo solucionaría de otra manera: (2 Tesalonicenses 3:6-10) “Hermanos, en el nombre del Señor Jesucristo les ordenamos que se aparten de todo hermano que esté viviendo como un vago…El que no quiera trabajar, que tampoco coma”.

Casi medio siglo antes de Cristo, Marco Tulio Cicerón abogó por balancear presupuestos, reducir el endeudamiento, controlar la burocracia y la ayuda extranjera. Pero también dijo: “La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado”. En parte por sus principios libertarios eventualmente fue declarado enemigo del Estado y fue asesinado en al año 43 antes de Cristo.

En Costa Rica el trabajo es un derecho. En Corea del Sur es un deber. Pero corregir esa mentira en nuestro país es, hoy día, un suicidio político.

Pero en todo caso, la realidad es que el socialismo está haciendo agua. En España, el viejo líder comunista Santiago Carrillo acusa al gobierno socialista de Zapatero de “deshacer el estado benefactor”.

En Suecia, los socialdemócratas en el poder desde 1932 acaban de perder su dominio sobre el Estado al no recabar más que el 30.9% de los votos.

En América Latina, después del “paredón” y del exilio de un 20% de la población, los Castro descubrieron que en Cuba nadie trabaja. Lo dijo Raúl: “Tenemos que borrar para siempre la noción de que Cuba es el único país en el mundo donde uno puede vivir sin trabajar”. Todavía les falta descubrir otras eternas verdades. Va ser interesante ver si irán a permitir que los nuevos empresarios tengan éxito. ¿Qué harán con los nuevos ricos?

En Europa, países como Gran Bretaña, Francia, Alemania y sobre todo los países escandinavos hasta hace poco se han aferrado al socialismo. Pero el liberalismo ha logrado tener un impacto en impulsar una mayor libertad económica en algunos de esos países pero sobre todo de los “tigres asiáticos”. Sin embargo, en el resto del mundo lo que el liberalismo ha logrado impulsar ha sido a través de su participación como socios minoritarios en una coalición de partidos como en el caso de Alemania.
Recientemente se ha producido un repunte del liberalismo. Pero lo irónico de esta tendencia es que no es producto de un reconocimiento de su valor intrínsico intelectual y moral sino por el evidente fracaso del socialismo tanto totalitario como el socialismo democrático y por la popularidad del candidato liberal pero no tanto por el mensaje libertario.

Hay algo difícil de concretar en todo esto. ¿Por qué es que se castiga más a los de derecha y se perdona más a los de izquierdista? Hay muchos ejemplos. Allende fue un héroe y Pinochet un criminal. Creo que todos nosotros estaríamos de acuerdo en que el comunismo mató o mutiló más víctimas que el nazismo o fascismo combinados. Sin embargo, el nazismo y el fascismo fueron sometidos a juicios por genocidio en Nurenberg y Tokio en 1945, pero hasta ahora, no ha habido un solo juicio contra el comunismo que fue responsable de más millones de muertos que durante el auge de la derecha totalitaria. Stalin y Mao mataron entre ellos más personas que las que murieron en la Segunda Guerra Mundial.

Debe haber muchas razones para esta inmunidad del izquierdismo totalitario.

Creo que en el mundo “intelectual”, sobre todo, el comunismo todavía goza de una especie de inmunidad ideológica porque reclama para sí, con evidente efectividad, que está del lado del progreso. Son “progres” y todos los otros no.

Segundo, porque hay todavía muchos gobiernos comunistas en el mundo como en Pekín, Pyongyang, Hanoi y Habana. Esto ayuda también.

Pero donde los izquierdistas han hecho alarde de su extraordinaria habilidad política es en los países donde perdieron el ejercicio del poder. El más evidente e ilustrativo caso es el de la antigua Unión Soviética. Ahí los comunistas se agenciaron su propia inmunidad convirtiéndose en social demócratas, hombres de negocios o líderes nacionalistas.

Opina Montaner que “el gran espaldarazo al liberalismo no vendrá del reconocimiento de su peso intelectual… sino de la crisis del llamado socialismo real y del descrédito total de sus variantes populistas… De pronto, opina, el liberalismo quedaba como la única opción razonable… ¿Cuáles son las alternativas disponibles?” se pregunta. Escoge don Alberto minimizar la capacidad infinita de los pueblos de inventar locuras y maldades.

Creo que los “verdes” están destinados a ser un elemento político apenas marginal. Pero hay un movimiento político en Estados Unidos que hay que ponerle atención. Desde hace muchas décadas ha existido en esa gran democracia un variable grado de insatisfacción con sus dos grandes partidos políticos. Esta vez, en momentos de crisis real en el país, ha ido surgiendo, con creciente ímpetu, el llamado Tea Party que hasta ahora ha incorporado elementos de esos dos partidos y que representa un popurrí de ideas que pueden llegar a cuajar en una doctrina política arraigada y sólida.

Cuando mi profesor Samuel P. Huntington publicó su libro en 1996 sobre el “choque de civilizaciones” predijo que terminaba la alegre tesis sobre la globalización y un mundo sin fronteras. Enfatizó que existen más de mil millones de personas en pos de un califato mundial con socios como Chávez. Sería un serio error minimizar su impacto en la geopolítica y en el liberalismo.

Recomiendo el libro El Privilegio de Morir de Cambanis sobre la enorme fuerza política que ha desarrollado el extraordinario líder de Jezbolá, Nasralá. Logró salir victorioso en la invasión de Israel en el 2006 porque estableció la fuerza político-militar más dinámica de Oriente Medio basada, primero, en seguridad pero sobre todo en servicios sociales y un amalgamador sentido de comunidad.

Una especie de socialismo utópico que ha creado un estado exitoso dentro de un estado libanés caótico. No es jugando este exitoso experimento político. Podría ser copiado por países en desarrollo y no necesariamente islámicos.

El desafío para el liberalismo no es tanto persuadir a la gente de la respetabilidad de su doctrina sino buscar la forma de venderle la idea a los electores para ganar elecciones y gobernar bien. No se ganan elecciones sin desarmar la mitología socialista en su contra. Y sin ganar elecciones, el liberalismo sirve para iluminar salas de debates pero no para mejorar la vida de la gente. El liberalismo político sirve, solo si puede gobernar. Ese, creo yo, es el desafío del liberalismo y el optimismo actual es prematuro.

Pero el liberalismo está para más y eso está en manos de liberales que deben cambiar su mentalidad hacia ganar elecciones en lugar de ganar puntos en un argumento. No es con violines que se ganan. La política es guerra.

*El Dr. Jaime Gutiérrez Góngora es Premio a la Libertad de ANFE.

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