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10-10 Columna libre: Plata, más plata-Parte I

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Octubre del 2010

10-10 COLUMNA LIBRE: PLATA, MAS PLATA- PARTE I

Por Carlos Federico Smith

Una vez que había terminado este artículo, que originalmente era uno sólo, me di cuenta que era muy extenso y que sólo lograría que la gente se aburriera con su lectura. Por ello decidí dividirlo en dos partes, la primera trata sobre el concepto general del déficit en nuestro país y las propuestas de impuestos que se están formulando para eliminarlo, en tanto que la segunda expone quince posibles usos de gasto público que se podría llevar a cabo, si es que se recaudan mayores recursos provenientes de los bolsillos de los costarricenses.

Cada vez que el gobierno se acerca a límites en su gasto -esto es, a situaciones de déficit considerados como insostenibles- lo primero que los políticos nos dicen es que los costarricenses pagamos relativamente pocos impuestos en comparación con otros países del mundo, para agregar de inmediato que, además, el país tiene una serie de necesidades que deben ser satisfechas a través del gobierno; esto es, por más gasto público.

No sólo no parecen ser enteramente ciertas las afirmaciones de que pagamos relativamente pocos impuestos si se toman en cuenta las llamadas cargas sociales, que no son más que gravámenes a los salarios, sino que, una vez más, el gobierno, inmerso en un proceso de anunciación de nuevos impuestos, nos repite el sainete de las necesidades insatisfechas para justificar su angurria. En realidad lo que tal pretensión debería provocar es que prestemos mayor atención a los gastos que se propone financiar:
que pensemos cuál será el uso posible que el gobierno le dará a esta plata que nos quitarán con mayores impuestos. Es cierto que uno siempre encontrará el cinismo en el camino de ese ejercicio mental: me acuerdo, cuando ya hace varios años, un amigo empresario me reclamó por mi posición firme a favor de reducir el gasto público, en vez de aumentar los impuestos, como en aquella ocasión también proponía el gobierno para bajar el déficit. Me dijo que estaba de acuerdo con mi planteamiento siempre y cuando el gobierno no redujera el gasto que hacía comprándole productos a su empresa. Por supuesto que no les diré ni el santo ni la limosna; ni el nombre ni el producto, pues de inmediato casi que adivinarían y en estos casos es mejor que exista, al menos en vida, cierto misterio elegante acerca de los verdaderos motivos que a veces aparecen tras los deseos de las personas.


En la actualidad la economía mundial sufre de una grave crisis económica y para enfrentarla se han seguido básicamente dos enfoques gubernamentales contrastantes en lo referente a la política fiscal. Por una parte, y como ejemplo, está el del gobierno de Obama, que, como ningún otro antes, ha endeudado a su país en el monto más elevado de su historia, arguyendo que si el gobierno no gasta recursos, ante la insuficiencia de gasto de parte del sector privado, la economía se sumiría en una enorme depresión con niveles trágicamente altos de desempleo. En esta forma de enfrentar la crisis le acompañan, como ejemplos, otras naciones de Europa, como podría ser el caso de Francia, Italia, Grecia, Portugal, entre otras.

El otro camino que se ha seguido -o intentado, al menos- para enfrentar la crisis es reducir el enorme gasto público y la consecuente deuda fiscal, dejando que las economías se ajusten y que la recuperación retorne principalmente por la acción de los agentes privados, junto con una política monetaria expansionista, que afortunadamente también la han seguido las naciones señaladas en la alternativa previa. Este parece ser el caso de Inglaterra y, tal vez sorprendentemente, en algún grado y de manera reciente España, la cual, si bien aún continúa embarrada por las prácticas anteriores proclives al gasto, parece ahora parece que se ha visto forzada a reducir el aparato estatal.

Inglaterra está en un proceso un reducción del 20% de la fuerza de trabajo empleada en el sector público y no hace mucho redujo sustancialmente los salarios de los altos funcionarios estatales, lo cual también incluyó que a los miembros del gabinete se les quitaran sus vehículos de uso discrecional. Creo que tan sólo al Primer Ministro se le conservó ese privilegio. Los otros altos funcionarios, si ahora requieren transporte dado su cargo oficial, deben utilizar los vehículos regulares del parque del Ministerio correspondiente -nada de llevárselo a casa... En España, ante el desmadre fiscal de ese país, a pesar de la enorme cantidad de impuestos que había implantado durante los últimos años, el socialista Zapatero se vio obligado a recortar en un 10% los salarios de los altos empleados públicos, así como eliminar numerosas dependencias que duplicaban sus funciones dentro del gobierno.

En cuanto a la economía estadounidense, a la fecha en que esto se escribe -octubre del 2010- presenta la tasa de desocupación más alta de su historia reciente: un 9.6% de su fuerza de trabajo. Por ello vale la pena recordar que cuando la administración Obama propuso aumentar enormemente el gasto estatal como programa anti-deflacionario, dijo que, de no tomarse tales medidas, para esta época el desempleo llegaría a un 9% desde el previo 7% que existía en aquellos momentos. Pero logró romper un récord: en vez de ese 9% de desempleo que auguró se presentaría si no se tomaban las medidas de expansión del gasto que proponía, una vez que fueron tomadas, en vez de lograr reducir el desempleo, éste es hoy un 9.6%. Vale la pena, entonces, preguntarse, ¿de qué valió todo ese aumento del déficit gubernamental de casi un 1.3 trillones de dólares (tal como se mide en los Estados Unidos) sólo en el 2010, si más bien la recesión -expresada por el desempleo- terminó por ser mayor? ¿De qué valió llevar al gobierno (al país) a una deuda de más de $13.600 millones de dólares? El monto exacto de la deuda del gobierno federal de los Estados Unidos al 22 de octubre del 2010 es de $13.672.149.113.835, 15 y crece a un monto diario de $4.17 billones. Cada ciudadano de ese país hoy debe más de $43.800.

Ante este panorama ajeno, ¿cómo se compara la situación del déficit en nuestro país? Hace unos tres años, cuando la economía venía creciendo, se generaba suficientes recursos para no tener un déficit inmanejable y las autoridades de ese entonces así lo destacaron. Pero la cosa se jodió, una vez más. Asustado el Presidente Arias ante la recesión norteamericana y aprovechando que la circunstancia servía como justificación para su clara inclinación previa por aumentarle los impuestos a los costarricenses, siguió el llamado Plan Escudo que, en síntesis, consistió en incrementar enormemente la planilla estatal mediante puestos fijos, permanentes, de forma que, cuando la economía cesó su caída, mas no una recuperación plena, los ciudadanos hemos tenido que seguir pagando esa nueva burocracia y la cual el nuevo gobierno no pudo -o no quiso- quitar. El gasto estatal aumentó, mientras los impuestos se cayeron al reducirse la actividad económica y, en consecuencia, el déficit aumentó. El camino estaba abierto una vez más para el nuevo pedido de más y más plata… simplemente obtener más recursos para poder seguir gastando.

Entendamos una cosa: en asuntos de platas, el estado debe ser visto como un todo. Para nuestros efectos, la plata que gasta una institución descentralizada proveniente de nuestros recursos es la misma ya sea que lo haga el gobierno central o la Asamblea Legislativa u otro órgano público. Al fin de cuentas, de algún lado el financiamiento de ese gasto sale del bolsillo del costarricense.

Si el gobierno considera que cierto tipo de gasto es prioritario, generalmente es capaz de, por ejemplo, dejar un puente sin mantenimiento, con tal de que los recursos que quedan así liberados puedan emplearse en alguna otra cosa, como por ejemplo, aumentar los sueldos de los empleados públicos o financiar un nuevo programa estatal. Por tanto, debemos ser vigilantes de todo este tipo de procesos y en su momento formularnos una pregunta crucial: ¿para qué quieren más plata los políticos?

No subestime el amigo lector la inteligencia de aquellos que van a apropiarse de sus ingresos por medio de impuestos. De tontos no tienen un pelo. Si Usted les pregunta ¿en qué van a gastar esos recursos?, lo primero que le responderán, ante la angustia real de los ciudadanos y porque la justicia y la represión siguen siendo una función esencial del Estado, es que serán usados para combatir la delincuencia. Y para ello es que ahora le atragantan nuevos gravámenes, cualesquiera que sean, porque las propuestas para quitarnos nuestro dinero que han ido apareciendo en estas últimas fechas son de la mayor variedad y a veces hasta lucen hasta folklóricas. Es más, dichas propuestas hoy día no han sido enteramente definidas, pues se está en cabildeos con grupos de presión, lo que posiblemente significa es que cada uno de ellos, por separado, posiblemente luchará porque a ellos no les toque -al menos directamente- y que sea “otro” el que pague. Esta es una razón muy poderosa para que existan tales grupos de presión.

Ante este panorama, tal vez lo mejor para nosotros, ciudadanos comunes y corrientes, podría ser mostrar algunos de los usos posibles que los políticos podrían tener en mente con los fondos nuevos que esperan recaudar. Ello a sabiendas de que alegarán que se usarán para otros fines que podrían ser muy necesarios ante nuestros ojos, pero también teniendo presente que, al disponer de más y nuevos fondos para estos “buenos objetivos,” se liberarían recursos antes usados para esos fines loables, que ahora podrían emplearse en otros que tal vez no serían tan bien vistos por los ciudadanos, aunque sí deseables para los intereses propios de los políticos. Esta es la esencia del jueguito fiscal al que nos estamos enfrentando. Una lista de ejemplos será analizada en el Boletín del próximo mes.

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