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Boletín ANFE

10-06 El crimen que México combate se mueve hacia Guatemala

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Junio del 2010

EL CRIMEN QUE MEXICO COMBATE SE MUEVE HACIA GUATEMALA


Por Róger Pardo Maurer*


No trajo buenas noticias; por el contrario vino con una predicción de incremento de la delincuencia y una advertencia: si no se combate regionalmente, las probabilidades de éxito son mínimas.

Según Róger Pardo-Maurer,

No hay conciencia de las dimensiones del problema.

No hay estadísticas confiables ni para describir el problema, ni para medir progreso ni para asignar prioridades.
No hay voluntad política y cuando la hay no hay competencia técnica.

No hay organización pública para apoyar algo que va a ser un esfuerzo muy difícil.


La violencia es un monstruo que se mueve. Que recorre territorios, arrasa con lo que puede y cuando le atacan, cuando se siente amenazado, busca nuevas víctimas, nuevos sitios dónde expandirse. No muere, sólo cambia de lugar. Esa es la teoría de Roger Pardo-Maurer, subsecretario de Defensa de Estados Unidos de 2001 a 2006. Su pronóstico espanta: el monstruo viene para Guatemala, “la situación aquí se va a poner mucho mucho peor”, advierte.

Pardo-Maurer estuvo al frente del proyecto estadounidense que colaboró con Colombia en la reducción de la violencia. Los resultados fueron asombrosos: en 2002 en Colombia fueron asesinadas 29 mil personas, mientras que en 2008 los homicidios bajaron a 16 mil. Redujeron la tasa a casi la mitad, pero no mataron al monstruo, logró huir y viajó a México, donde la tasa de homicidios subió de 10 por cada 100 mil habitantes en 2007 a 12 en 2008. “Es el efecto globo”, explica Pardo–Maurer, “cuando aprietas un extremo de un globo se infla el otro”. Eso quiere decir que mientras un país tenga éxito en reducir su criminalidad, otro sufrirá las consecuencias.

Lo que preocupa es que Estados Unidos acaba de implementar el plan Mérida, que otorgará US$1.4 millardos a México para combatir el crimen organizado, es decir, están apretando un lado del globo, y la predicción es que el extremo que se inflará es Centro América.


¿El éxito de otros países es nuestra condena?

– El éxito de México y Colombia ya está repercutiendo de forma negativa en Centroamérica, sobre todo en Guatemala. En la medida en que Colombia tiene éxito en combatir al narco, las FARC y al crimen organizado; en la medida que México podrá tener éxito contra el problema suyo, esas fuerzas criminales se tienen que mover y ven una oportunidad en Centro América que son estados más pequeños, más débiles, con sociedades civiles desarticuladas y eso les abre una gran oportunidad.

Hay que aclarar que no toda la violencia tiene que ver con el narcotráfico, pero lo que viene para Centroamérica debido al narcotráfico apenas lo están comenzando a sentir, se va a poner mucho mucho peor. La estrategia del presidente Calderón apenas está empezando a surtir efectos, la ayuda de los Estados Unidos por medio de la iniciativa Mérida está comenzando a llegar. México está donde estaba Colombia en el 2001, toma varios años implementar un plan de acción, requiere entrenar a los efectivos de seguridad, desarrollar las tecnologías y llevarlas al terreno para golpear a los maleantes, todo eso toma tiempo. México inicia con ese pequeño progreso ya se siente una marejada de criminalidad que se mueve a Centro América. Por eso todos los logros que ha obtenido la sociedad civil de las últimas dos décadas están en peligro. Guatemala está retrocediendo a una velocidad vertiginosa.


¿Qué debería estar haciendo el Gobierno para evitar que el éxito del plan Mérida nos afecte?

– A mí me asombra todavía la falta de una estrategia coordinada por todos los gobiernos de Centro América. Yo sé que hay voluntad en Estados Unidos de cooperar con Centro América, sé también que hay voluntad de Colombia para ayudar a la región y casi puedo asegurar que México también estaría dispuesto a participar. Pero cooperar con cinco países distintos, cada cual con un plan de acción diferente es muy difícil. Los centroamericanos tiene que hacer un intento más fuerte de integración, deben entender que esto es un trabajo de suma urgencia. Si logramos un plan regional los resultados van a ser mejores y el plan Mérida no afectaría tanto.

La única salida que hemos encontrado los guatemaltecos es pagar por nuestra propia seguridad, ya casi no quedan colonias sin garitas. ¿Esta es una solución realmente?

– Es absolutamente claro que el crimen está organizado en Guatemala y la seguridad privada no está organizada. Así va a ganar el crimen, de hecho ya está ganando. Los guatemaltecos ya están pagando un impuesto enorme por seguridad, y por una seguridad desorganizada donde a veces los guardias son enemigos pagados.

Los guatemaltecos tienen que retomar el sentido soberano de ciudadano, ellos tienen que tener la voluntad política de que el Gobierno haga algo. Por eso me parece importante reemprender el diálogo de seguridad y justicia, no sólo a nivel de país sino regional y eso requiere participación ciudadana. Por poner un ejemplo, en 2004 en Argentina secuestraron y asesinaron a un joven de apellido Bloomberg. Ese caso provocó una serie de manifestaciones y marchas que pusieron presión al Gobierno para que actuara, para que buscara frenar los secuestros.


En Guatemala la sociedad se ha convertido en una especie de hámster que corre en una ruedita y luego se pasa por túneles seguros hasta la otra ruedita y se moviliza sólo así, por túneles, pero que no puede ver el exterior, no puede conocer el mundo porque está encerrada.

¿Qué hizo Colombia para reducir sus niveles de criminalidad?

– Lo más importante fue que los colombianos se dieron cuenta de que estaban perdiendo su Estado y se preocuparon. Dentro del sistema democrático eligieron un presidente que les dio el liderazgo y la firmeza, pero también la sabiduría e inteligencia para elaborar una estrategia de seguridad acompañada de todo un contexto de medidas sociales para que el Estado ejerciera soberanía sobre todo el territorio, que el Estado estuviera presente. En 2000, de las mil municipalidades de Colombia había 150 que no tenían ni un solo policía. Entonces lo que se hizo es casi una operación matemática: que hubieran suficientes elementos por pobladores. Primero, expandir enormemente la fuerza pública, había muy pocos policías, era un número increíblemente bajo y eso mismo está pasando en Guatemala.

Pero no se puede expandir la presencia policial sin que antes haya entrenamiento, fiscalización y una reforma judicial, es un paquete. Y no es fácil, estas cosas toman muchos años, y las decisiones en los gobiernos democráticos son sumamente lentas y eso hace que la gente se desencante. Los gobiernos son lentos y los grupos ilegales son rápidos.
Ahora bien, algo muy importante es que los indicadores del éxito tienen que ser claros. La política de apoyo de Estados Unidos a Colombia tuvo un cambio interesante, primero la meta era detener el flujo de droga, pero después cambió a controlar o reducir el flujo de droga, reconoció que no se puede eliminar y pasó a un objetivo de acabar a otro de reducir. El objetivo estratégico oficial de los Estados Unidos en Colombia fue rescatar el Estado, ayudar a un Estado democrático a ejercer la soberanía en todo su territorio.

¿Cuál debería ser el objetivo de Guatemala?

– Lo tendría que pensar muy bien, eso es algo que debería meditarse mucho, así que voy a dar una respuesta interina. Lo que Guatemala tiene que hacer primero es entender las dimensiones del problema que enfrenta, que los guatemaltecos se den cuenta que las cifras de violencia no son normales, no son aceptables y no deben tolerarse.
Luego readecuar la ecuación entre policías y criminales. La cosa más obvia es la debilidad de las fuerzas del Estado, debilidad no sólo de números sino de capacidades también. Los números entre malhechores y elementos de seguridad son abismalmente distintos, así que hay que rebalancear esta ecuación.

¿Qué papel juega el sector privado en la seguridad ciudadana?

– Es sorprendente la ausencia total del sector privado en toda Centro América como fuerza catalizadora. Están gastando en seguridad privada, pero están ausentes del diálogo nacional para atacar el problema. El sector privado podría traer sus recursos, su liderazgo, su capacidad técnica a un diálogo cívico. El sector privado hace falta, mucha falta.
Hay una total desconfianza de los datos sobre criminalidad de los que disponen los Estados centroamericanos, no son fiables. Desarrollar este tipo de datos es difícil, es algo muy técnico, pero es precisamente este tipo de habilidad técnica la que puede aportar el sector privado. Hay un papel para todos, para los empresarios, para organizaciones cívicas, para centros de estudios, para los ciudadanos, para las ONG, pero están todos muy desarticulados y es preciso que se organicen pronto porque las cosas se van a poner mucho más difíciles.
Lo primero que deberían hacer los empresarios es coordinarse con sus colegas en toda Centroamérica, de una forma abierta y transparente. Pueden trabajar por medio de instituciones como las casas presidenciales o el Incae, como sea, para ofrecerse en el proyecto de rescate del Estado. Tienen también que aportar sus recursos para crear centros de estudios y apoyar a los movimientos civiles que dicen ya basta.
En México acaba de salir una encuesta que dice que el 40 por ciento de los mexicanos cree que es un estado fracasado. Pero México está entrando a la fase más difícil en la lucha contra los cárteles, en esta parte es donde se ven el mayor número de bajas, donde la violencia es más horripilante y el progreso más lento, entonces naturalmente hay una crisis de la moral. En Colombia pasó lo mismo en 2001, el 60 por ciento de los colombianos pensaba que el estado había fracasado. Es posible darle vuelta a la situación, pero requiere mucho tiempo y es vital la participación popular y jamás va a tener éxito sin la participación de los líderes del sector empresarial.


La desertificación de los Estados Unidos, ¿realmente ayuda a combatir el narcotráfico?, ¿incita a los gobiernos a actuar?

– Es un instrumento que tiene más importancia internamente en la discusión política de Estados Unidos para determinar si un país tiene voluntad política o no. Si le ayuda al país o no, dependerá de cada país.

La estrategia contra la droga en Estados Unidos no es coherente, a veces hasta se socava a sí misma. El ejemplo clásico es Manuel Noriega. Nunca hubo cooperación contra el narcotráfico como la que se dio con Noriega en Panamá, el problema es que Noriega estaba trabajando para uno de los cárteles colombianos, entonces le daba inteligencia a Estados Unidos para que desarticularan al otro cártel. Los narcotraficantes estaban burlando el sistema.

¿Legalizar podría ayudar en algo?

– Para ciertas categorías de drogas la despenalización puede ser una estrategia efectiva. Por ejemplo, se gasta mucho en el combate a la marihuana y hay que preguntarse si empujar esta droga a la ilegalidad no está siendo contraproducente, porque se invierte en su lucha cuando quizá sería mejor dirigir los recursos a drogas que son comprobadamente más peligrosas.

Pero legalizar todo no responde al problema importante que es el de salud pública. Los estupefacientes no son ilegales por capricho sino porque son realmente destructivos, el consumo sostenido de drogas destruye al individuo, socava la sociedad, es un problema muy serio.

¿Puede Guatemala combatir el crimen organizado?

– Hay fuerzas que son más grandes que Guatemala, vientos globales que Guatemala por cuenta propia no puede compartir. Hay que entender que el problema de desorden y criminalidad que afecta a Guatemala tiene una dimensión local, social, causada por factores internos y otra regional e incluso global. Ningún país, ni siquiera los Estados Unidos puede enfrentarse a la dimensión global en solitario y por cuenta propia. Son fenómenos transnacionales que requieren de cooperación entre países.

Guatemala puede combatirlo en ciertos aspectos que tienen que ver con la idiosincrasia, pero no en cosas que tienen que ver con los cambios geopolíticos. Lo que está claro es que no puede hacer ni lo uno ni lo otro sin voluntad política y voluntad política no va a haber sin voluntad ciudadana.
Quiero insistir en que los guatemaltecos no deberían aceptar la situación en la que están viviendo. Tienen niveles de violencia absolutamente extraordinarios, anormales e inaceptables. Uno se puede acostumbrar a cualquier nivel de violencia, y por eso es importante recordar que los índices aquí son extraordinarios.

*Róger Pardo-Maurer, ex subsecretario de Seguridad de Estados Unidos para Asuntos del Hemisferio Occidental, estuvo en Guatemala para impartir un seminario sobre seguridad impartido por la Universidad Francisco Marroquín. Es veterano de las fuerzas especiales en Afganistán e Irak. Entrevista tomada de El Periódico, Guatemala, domingo 4 de julio del 2010 y hecha por la periodista Marta Sandoval.

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Actualizado 26/07/2011 a las 12:33 por Boletín ANFE

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