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10-05 Mitos agrícolas

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Mayo del 2010

10-05 MITOS AGRÍCOLAS


Por Andrés I. Pozuelo Arce*


Al igual que ocurre con las distintas culturas, en las actividades económicas también hay mitos. Dada cierta condición rural que la sociedad latinoamericana aún conserva, así como un innegable romanticismo con el que muchas personas miran la vida en el campo, en el caso de la actividad agrícola son varios los mitos que la rodean. La existencia de estos mitos, al desfigurar la realidad y adoptar un carácter de verdad indiscutible, dificulta la implementación de políticas efectivas que logren afianzar procesos de transformación y cambio necesarios para conseguir una agricultura dinámica y moderna capaz de competir en mercados globalizados.

Veamos algunos de dichos mitos y tratemos de desvelar su mítica existencia.

1) El problema de la agricultura latinoamericana se resuelve con la reforma agraria. En este contexto, reforma agraria se entiende en su acepción más tradicional, como la repartición de tierras. En este mito prevalece la idea, muy propia de los fisiócratas y de los tiempos feudales, que la principal fuente de riqueza es la tierra y, en concreto, su posesión. Con esta idea se ignoran dos cosas: una, que más que poseer la tierra como activo productivo importa el acceso efectivo a la misma; la otra, que en el mundo moderno son más importantes las capacidades que los activos como fuentes generadoras de ingresos y riqueza. De allí el énfasis que recibe tanto la educación como la conformación de capital social como medios para alcanzar el progreso individual y colectivo. El conocimiento es el único capital verdadero.

2) Los principales beneficiarios de la protección agrícola son los pequeños productores. Este es un clásico mito que se alimenta de la existencia de posiciones ideológicas extremas, ignorando lo que las cifras y los análisis dicen. En Latinoamérica, los pequeños productores dedican el grueso de sus esfuerzos a producir bienes alimenticios que fundamentalmente se dirigen a los mercados regionales, los que a su vez se caracterizan por tener una muy escasa competencia del exterior. La geografía en estos casos se convierte en la mejor protección, pues la protección arancelaria no cobija este tipo de cultivos, como sí ocurre con otros cultivos modernos. Las protecciones benefician generalmente a los agricultores grandes organizados e ineficientes, desplazando a los agricultores pequeños a terrenos menos productivos o a las ciudades

3) Los principales perjudicados con la apertura de los mercados son los pequeños productores. Si hay un grupo social que conoce de la realidad de los mercados, en donde los distintos bienes se someten a la indefectible ley de la oferta y la demanda, es el de los pequeños productores, quienes a diario los encaran. En Latinoamérica la formación del precio de un grupo importante de alimentos no se origina en la existencia de un arancel alto o de un mecanismo de estabilización, sino en las condiciones operantes en los distintos mercados regionales.

4) Las grandes oportunidades comerciales que se presentan en los mercados externos están en los bienes tradicionales. Este constituye un clásico mito que nos mantiene anclados en el pasado. La realidad actual del comercio mundial agrícola muestra que bienes como las frutas y hortalizas, los pescados y las carnes rojas ocupan un alto porcentaje de dicho comercio, en tanto que los bienes tradicionales han perdido participación al punto que además de ocupar los últimos lugares de participación en el comercio exterior agrícola presentan las menores tasas de crecimiento. Adicionalmente, los mercados mundiales privilegian la variedad de la oferta y no la homogeneidad, como en el pasado, con lo cual se premian la innovación y el ingenio.

5) En agricultura no aplican las ventajas comparativas. No se puede concebir que la muerte de las ventajas comparativas, concepto económico fundamental de la teoría del comercio internacional, nazca de las visiones erradas que se tienen de la agricultura latinoamericana. Por el contrario, si hay un sector que puede mostrar la vigencia de este concepto económico es la agricultura. Los casos de las flores, banano, pina, para señalar sólo dos experiencias, ilustran cómo a partir de la disponibilidad de un factor natural específico, que permite obtener una productividad relativamente alta, se desarrolla una creciente y dinámica actividad exportadora que da lugar al desplazamiento o la sustitución de otros cultivos que como el arroz, la papa o el maíz presentan bajos niveles de productividad y que, por ende, resulta mejor importar.

6) Desarrollo agrícola es sinónimo de la mecanización del campo. Infortunadamente, esta concepción ha prevalecido en el país durante los últimos cincuenta años. Debido a esta visión, y a la aplicación de políticas inspiradas en la misma, en pasadas décadas se presentó la acelerada migración de la población rural pues, en vez de promover alternativas productivas intensivas en mano de obra, factor abundante en el sector rural latinoamericano, se incentivaron cultivos que utilizaban intensamente la maquinaria agrícola, factor relativamente escaso en las economías en desarrollo. La mayoría de los cultivos de exportación innovadores, cuya producción debe competir abiertamente en los mercados externos, son dominantemente intensivos en mano de obra y no en maquinaria.

7) Seguridad alimentaria equivale a autoabastecimiento a cualquier costo. Al final de la Segunda Guerra Mundial prevaleció entre el grupo de los hoy denominados países desarrollados la necesidad imperiosa de garantizarle a su población el acceso a los alimentos básicos como manera de asegurarse contra una nueva confrontación global. De allí nacieron los famosos subsidios agrícolas de estos países. En la actualidad, a nivel internacional ya no se habla de seguridad alimentaria en los términos de autoabastecimiento, sino que, según la FAO, dicha seguridad se da cuando las personas, en todo momento, tienen acceso físico, social y económico a suficientes alimentos para tener una vida activa y saludable; en este caso no importa el origen de la oferta.

8) Los mercados de exportación representan un alto riesgo para los países en desarrollo. El corolario que necesariamente se sigue de este mito es que, como medida para mantener y desarrollar sus agriculturas, es mejor proteger las economías agrícolas de los países en desarrollo, pues las distorsiones reinantes en los mercados agrícolas hacen imposible que los dichos países puedan derivar beneficios del comercio de exportaciones. La experiencia de muchos países en desarrollo de distintos continentes es que el comercio exterior, por el contrario, constituye una fuente cierta de crecimiento económico, innovación y de progreso social.

9) Los subsidios de los países desarrollados impiden el progreso agrícola. Este mito es el preferido de algunas tendencias ideológicas y de ciertos funcionarios públicos como justificación para imponer barreras al comercio de bienes agrícolas y para evitar la apertura de los mercados a la competencia. La evidencia inobjetable y cierta es que los países desarrollados tienen una estructura de subsidios que aunque afecta el comportamiento del comercio mundial de bienes agrícolas no constituyen el factor determinante del mismo. Como se dijo anteriormente, en la actualidad el comercio mundial agrícola está dominado por bienes no tradicionales y las tendencias señalan que cada vez más se abren mayores posibilidades de crecimiento a estos bienes, contrario a lo que se espera que ocurra con los tradicionales.

10) Los comerciantes y la industria son los que se quedan con las ganancias del agricultor. Si este mito fuera enteramente cierto no habría actividad en el campo, pues la agricultura no sería rentable. La verdad es que cada vez más los agricultores entienden la necesaria especialización que se tiene que dar en las cadenas productivas y que tanto ellos como los otros agentes que intervienen en dichas cadenas, juegan un papel vital en el interior de las mismas y que su presencia se justifica mientras agreguen valor.

Otras realidades:

La protección de monocultivos como la caña de azúcar, siempre tendera a ir en contra de la seguridad alimentaria del país. El énfasis en precios altos al consumidor interno y a la exportación de excedentes vía cuotas preferenciales, crea distorsiones en usos de suelos, transferencias de consumidor pobre a productor y una baja remuneración de la mano de obra agrícola.

El proteccionismo que aplica un país, lo hace en contra de sus propios consumidores y no en contra de otros países. Criticar el proteccionismo de otra nación es totalmente inútil, dado que es una decisión soberana, la de empobrecerse encareciendo los productos que compran sus ciudadanos.

La protección o subsidio de una actividad económica siempre tendera a castigar a otro grupo económico más grande y más relevante para la economía. Las actividades subsidiadas nunca encuentran un punto óptimo de eficiencia y el uso indiscriminado de los recursos a su disposición hace que estas tarde o temprano desaparezcan.
*El Ingeniero Pozuelo es miembro de la Junta Directiva de ANFE.

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