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10-02 La ética del lucro

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Febrero del 2010

10-02 LA ÉTICA DEL LUCRO

Por Alejandro Barrantes Requeno*

Muchas veces encontramos fundaciones y asociaciones que se presentan ante el público como agrupaciones sin fines de lucro; en ocasiones, vemos a políticos erigir la bandera del sistema tributario de tipo progresivo, donde los que ganan más, pagan más. También están aquellos que ensalzan la pobreza y la austeridad, al tiempo que rechazan la riqueza, el dinero y el lucro, por considerarlos responsables de todos los males de la humanidad. Pues bien, estas manifestaciones se han consolidado y hoy día, forman parte del imaginario social dominante, especial aunque no exclusivamente, en las sociedades latinoamericanas.

¿Por qué? Una posible respuesta a esta interrogante nos la ofreció Weber tiempo atrás, cuando explicó en su libro "La ética protestante y el espíritu del capitalismo" que la religión podría tener algún tipo de influencia respecto a las consideraciones acerca del dinero, a partir de sus observaciones en el sur de Europa, donde los países eran predominantemente católicos y pobres, contrario a los del norte, protestantes y considerablemente más ricos que sus vecinos. Para él, la razón de tal situación descansaba en que el catolicismo veía con malos ojos a la riqueza, mientras que el protestantismo la consideraba una bendición.

Siguiendo ese razonamiento, podría establecerse que, al ser las sociedades latinoamericanas eminentemente católicas, las consideraciones negativas acerca de la riqueza, el lucro y el dinero han calado hondo en la mentalidad de los individuos. Y aunque quizá no pueda establecerse que tal relación sea directa, la realidad permite generar ciertas suspicacias, máxime cuando es en esta región del mundo donde la "Teología de la liberación" se ha desarrollado sobre la base de un discurso eminentemente redistributivo y colectivista. Precisamente, este último punto hace más interesante el análisis, puesto que es en Latinoamérica donde el influjo colectivista, en cualquiera de sus expresiones teóricas y políticas, ha persistido con más fuerza (quizá exceptuando a Rusia y China).

Sea con los regímenes socialistas moderados de Arbenz o Allende, con el estatismo socialdemócrata costarricense, con el socialismo revolucionario cubano, el socialismo del Siglo XXI venezolano, el peronismo argentino, el aprismo peruano, el sandinismo nicaragüense o el priismo mexicano, los países de la región latinoamericana han transitado, durante más de un siglo, por el camino de la lucha de clases, el revanchismo, la ignorancia, la indecencia y el robo institucionalizado como elementos legitimadores de un discurso populista que se ha afincado no sólo en el poder sino que también en los fundamentos éticos de los individuos en torno a la riqueza, el lucro y el dinero.

Por supuesto que han existido variaciones de grado en cuanto a estos regímenes: mientras en Cuba y Venezuela, la riqueza es inaceptable para los individuos libres (no para los gobernantes) y está prohibida por ley, en otras como Costa Rica y Argentina, se permite la acumulación siempre y cuando los ciudadanos se resignen a ver cómo se les arrebata "solidariamente" su dinero para dárselo a otros, en un acto que los progresistas gustan llamar "justicia social" como eufemismo para validar el robo. En cualquier caso, sea por una cuestión religiosa o por una tradición ideológico-política específica, lo cierto es que en esas sociedades, las calificaciones negativas respecto a la riqueza, el dinero y el lucro, se han ido consolidando hasta el punto de servir de acicate para la aparición de cierto tipo de líderes. En esos contextos es donde han surgido los Fidel Castro, los Hugo Chávez, los Pepe Figueres, los Juan Domingo Perón, los Salvador Allende y otros que, posiblemente, no rechazaban obtener riqueza para sí mismos, pero que indudablemente se aprovecharon de una mentalidad imperante en sus sociedades para arribar y mantenerse en el poder. Así, durante su vida y hasta después de su muerte –gracias a los herederos de su tradición- este tipo de líderes ha alimentado el odio, la envidia, la mediocridad y la creencia de que la riqueza es obtenida a partir de un juego de suma cero o que conseguirla es un acto indigno que debe avergonzar a las personas con "conciencia social", por lo que deben deshacerse de ella a la mayor brevedad posible.

Sin embargo, esa mentalidad no sólo atenta contra el progreso individual sino contra la libertad misma, pues en tanto que en una sociedad persista un odio visceral hacia la riqueza, la propiedad privada, el esfuerzo, el trabajo y el ahorro, la fórmula política terminará en un autoritarismo que procure emparejar a todos hacia abajo, redistribuir la riqueza quitándole a unos para dárselo a otros sin importar que no lo merezcan, incentivar la mediocridad de quienes se atienen a esperar la "justicia social" como regalo prometido. Una sociedad guiada por este tipo de regímenes es la antesala de la esclavitud y la pobreza, donde unos trabajarán para que otros disfruten de lo producido o donde ninguno se esforzará porque no tendría sentido hacerlo si todo lo que logre se lo quitarán. Es el camino de servidumbre del que Hayek nos hablaba en su reconocida obra literaria.

¿Qué hay de malo en querer ser rico? ¿Qué hay de malo en trabajar duro, aplicarse disciplinadamente a una actividad honesta y disfrutar de los resultados? Siempre y cuando la riqueza sea generada por la libre empresa y el libre intercambio, por individuos que voluntariamente disponen de sus bienes, habilidades y recursos y que acuerden, sin coacción alguna, realizar transacciones y entablar relaciones, no habrá ningún daño a los demás. Y, como bien nos enseñó Smith, gracias a la búsqueda del interés individual, consigue el progreso social.

*Politólogo

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