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Boletín ANFE

10-01 En Guardia

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Enero del 2010

10-01 EN GUARDIA

Por Jorge Guardia Quirós*

Voy a terciar en un viejo e inconcluso debate sobre las bondades del salario mínimo, revivido con pasión en esta campaña electoral por economistas de distintos partidos.

¿Conviene establecer un salario minino en una economía de mercado, como han hecho otros países desarrollados, incluyendo EE.UU.? Antes de contestar, formulo la misma pregunta pero con una connotación distinta: ¿Conviene establecer mínimos legales para todas las categorías de empleo, como ha hecho Costa Rica? La queja es que, a pesar de haberse decretado salarios mínimos para una amplia gama de actividades, en la práctica no se cumple en su totalidad. Y hay que jalarles las orejas –dicen– a los empresarios.

Algunos sostienen que es conveniente hacerlo sin que, por ello, nos volvamos socialistas. Yo concuerdo parcialmente. La fijación de un salario mínimo no necesariamente resulta incompatible con una economía capitalista, pues el mercado simplemente se acomoda. Si para una categoría determinada el salario fijado resulta inferior al de mercado, la fijación es irrelevante. El mercado se encarga de que los patrones cumplan voluntariamente, pues, si no, no pueden contratar a nadie. Pero si es superior, los patronos reducirán el número de trabajadores contratados y aumentan el desempleo y subempleo.

La razón por la que los patronos reducen los niveles de contratación se relaciona con la estructura productiva de la firma y la demanda por sus bienes a la que se enfrenta en el mercado (microeconomía elemental). Los salarios son costos de producción, al igual que las materias primas, intereses y otros gastos de administración que inciden en el valor total de los bienes y servicios. Si la demanda del público por sus bienes finales no permite aumentos salariales por encima del mercado, no podrán trasladar el costo al precio final de sus bienes. En esas circunstancias, tendrá que reducir la producción pues los consumidores no estarían dispuestos a demandar las mismas cantidades a esos niveles de precios. Y, claro, al bajar la producción, desciende el nivel de empleo.

No es tan sencillo afirmar que forzar (con cárcel o multas elevadas) el cumplimiento de los salarios mínimos serviría para incrementar los salarios reales sin afectar el nivel de contratación. Si fuera tan fácil, ya todos los países, hubieran lanzado los salarios mínimos a niveles de nunca jamás. Pero la teoría y la realidad andan por otro lado. La mejor forma de ayudar al trabajador es incentivar la producción y consumo para que las firmas produzcan más y contraten más empleados. Así habría crecimiento real y sostenible de los salarios.

Abogado-economista y Ex presidente de ANFE. El artículo fue originalmente publicado en La Nación del 26 de enero.

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