Mostrar Feed RSS

Boletín ANFE

09-10 Comentario en exposición de Alberto Bernal

Calificar esta Entrada
Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Noviembre del 2009

09-10 COMENTARIO EN EXPOSICIÓN DE ALBERTO BERNAL:“ENSEÑANZAS DE LA CRISIS FINANCIERA INTERNACIONAL Y POSIBLES ESCENARIOS A FUTURO PARA LA REGIÓN EMERGENTE”

San José, Miércoles 4 de noviembre de 2009

Muy buenas noches, señoras y señores:
Es mucho lo que podría comentar de la exposición del Dr. Bernal, principalmente sobre su excelencia, si bien debo decir que, en este arte adivinatorio, es posible construir diversos escenarios partiendo de diferentes supuestos. Su afortunada exposición parte de supuestos que uno podría cuestionar, especialmente sobre el manejo que los políticos hacen de las medidas económicas y con ello arribar a diferentes conclusiones. Por ejemplo, si Estados Unidos decide poner orden a corto plazo en su astronómico déficit fiscal, principalmente fortaleciendo el valor internacional de dólar, mediante un aumento de la increíble tasa de casi cero fijada por la FED, podría esperar un escenario muy diferente al expuesto. Dependemos de lo que políticos puedan decidir hacer y dada la dificultad de predecir su comportamiento, vale la pena tener como referencia lo señalado por el Dr. Bernal, pero sin negar que hay altas posibilidades de variaciones a sus interesantes conclusiones. Dr. Bernal, muchas gracias por las ricas consideraciones expuestas esta noche.

Me preocupa la facilidad con que ciertos analistas y políticos proponen introducir más regulaciones a diversos mercados, en especial los financieros, con el objetivo, según ellos, de evitar los próximos ciclos, pero sobre todo para sancionar lo que consideran conductas impropias de los actores en esos mercados.

Lo interesante es que, al menos en los Estados Unidos, no parece haber una aceptación amplia de la forma en que esa nueva regulación se debería llevar a cabo, sino que parece primar la idea de que, a como sea, hay que regularlos más. Aquí, algunos, no tanto interesados en aprender buenas prácticas, consideran ideas similares, pero más parece que desean aumentar el poder personal y el del Estado, y no mejorar la eficiencia y la concurrencia en los mercados. Las propuestas suelen implicar mayor papeleo y costos mucho más elevados, que precisamente no contribuyen a mejorar el funcionamiento de los mercados.

Por ello, vale la pena hacer algunas consideraciones acerca de qué fue lo que sucedió en aquella nación que originó la crisis actual, así como sobre el papel que en ésta desempeñó el aparato regulatorio vigente. Así podríamos pensar un poco más acerca de cuán necesaria es una mayor regulación, sin que para ello se midan ni sus costos ni sus posibles efectos negativos.

Ante propuestas que uno escucha hacia una mayor regulación e intervención del Estado para corregir un presunto fracaso del mercado en el marco de la crisis actual, es necesario señalar lo expuesto por el economista Thomas Sowell (autor del libro The Housing Boom and Bust, en el cual me baso en mucho para esta exposición). Nos recuerda que “quienes están hoy diciendo que una mejor regulación podría conducir a mejores resultados, están expresando un axioma atrayente que, en el mundo real, induce gravemente al error. No hay duda que una regulación perfecta del gobierno podía haber resuelto los problemas del mercado de la vivienda. Pero también esos problemas los podía haber resuelto una operación perfecta de los mercados libres. Y que seres humanos perfectos podían haber prevenido que los problemas surgieran en una primera instancia. Pero cualquier intento serio de tratar con problemas serios debe empezar con las personas humanas, e instituciones humanas, tales como son –no como deseamos o tenemos la esperanza de que sean…” (Sowell, p. 118)

Destaco una característica de la crisis del mercado de la vivienda de los Estados Unidos: fue en regiones concretas de ciertos estados, en donde gobiernos locales y estatales habían impuesto restricciones en los mercados de vivienda, en donde los precios de las casas subieron más y luego cayeron con mayor estrépito al presentarse la crisis. Muchas de esas regulaciones sencillamente fueron tomadas a la sombra y sonidos del coro en favor de “la protección del medio ambiente”, “la salvaguardia de los espacios abiertos”, “del resguardo de las tierras agrícolas”, “de la preservación de los sitios históricos.” Pero todas tuvieron un resultado imprevisto en común: provocaron una elevación sustancial de los costos de construcción de las viviendas, al restringir la cantidad de tierras disponibles para su edificación. Tomo como ejemplo a California, en donde las fuertes alzas en los precios de las viviendas fue el resultado de un enorme aumento de leyes y regulaciones restrictivas del uso de la tierra para construir casas.

Algo similar sucedió en otros estados, pero tal vez no con la severidad de California. Pero en todos los casos abundaron medidas restrictivas asociadas con la zonificación, con una restricción de la altura permitida para construir casas, con tamaños mínimos a la tierra en que se podía construir, con más restricciones de permisos para construir, todo lo cual se tradujo en un fuerte aumento de los costos de ofrecer vivienda. Observen, así, el papel que puede haber jugado este tipo de regulaciones en la crisis que estaba por venir.


Durante los primeros cinco años de esta década surgió lo que se ha llamado “financiamiento creativo”. Ante el enorme crecimiento de los precios de las casas, muchos compradores estuvieron dispuestos a acudir a medios más riesgosos que les permitieran financiar sus compras y ello fue lo que les ofreció un mercado distorsionado por una serie de incentivos deliberados provenientes de los políticos.

Desde que aparecieron estos nuevos instrumentos surgieron advertencias sobre las consecuencias negativas que podrían tener en los mercados de vivienda. Sin embargo, uno de los políticos más destacados en esta debacle, el congresista demócrata Barney Frank, las rechazó, insistiendo en que Fannie Mae y Freddie Mac (empresas privadas patrocinadas por el gobierno, con un importante papel en todo el aparataje regulatorio, que compraron más de una tercera parte de todas las hipotecas del país, vendidas por los bancos y entidades financieras quienes originalmente las financiaron), “han desempeñado un papel muy útil en ayudar a hacer que las viviendas fueran más asequibles,” y que aquellos críticos “exageraban las amenazas a la seguridad” de esas empresas paraestatales. Agregando que se “hacían conjeturas acerca de la posibilidad de serias pérdidas financieras al Tesoro de los Estados Unidos y que él (Frank) no las vislumbraba,” al tiempo que reiteró el apoyo a las políticas de “vivienda asequible para todos”. Incluso dijo que “quisiera que Fannie y Freddie se metieran más profundamente a ayudar a adquirir vivienda a los de bajos ingresos y que posiblemente se muevan hacia lo que es más explícitamente un subsidio.” (Citado en Sowell, p. p. 48 y 49).
Lo grave de esto fue que el marco regulatorio se acomodó para que la política pública de “vivienda para todos” pudiera tener éxito.

Así cobijó las prácticas de nuevos “instrumentos creativos” ofrecidos por entidades financieras privadas, como fueron hipotecas que no requerían del pago de una prima o montos muy bajos por adelantado o ya sea de hipotecas que al principio sólo requerían del pago de los intereses o con tasas de interés variable o ajustable, las cuales empezaron a utilizarse con enorme frecuencia.


La regulación estatal no se dio cuenta de que, en gran medida gracias a un marco más permisivo, “Las hipotecas tradicionales a 30 años plazo con una tasa de interés fija, las cuales constituían un 57 por ciento de todas las hipotecas en el 2001, cayeron, a finales del 2006, a un 33 por ciento de todas las hipotecas. Mientras tanto, las llamadas hipotecas sub-prime (que es el término con el cual se califican aquellas hipotecas que no cumplen los requisitos usuales para ser otorgadas y que, al constituir un mayor riesgo, se les debería cobrar una tasa mayor de intereses), se elevaron, desde un 7 por ciento del total de los préstamos hipotecarios, a un 19 por ciento en el lapso de esos mismos años.” (Sowell, p. 42).

Ante la pregunta elemental de ¿Por qué fue que los bancos aceptaron como hipotecas “buenas” aquellos préstamos sub-prime más riesgosos?, la repuesta es muy concreta: Porque así lo permitieron los organismos encargados de la regulación, quienes con ello facilitaron su expansión institucional. Por ejemplo, un regulador clave, el Ministerio de Vivienda de los Estados Unidos, impulsó este problema, por medio de Fannie Mae y Freddie Mac, al fijarles cuotas de cumplimiento de préstamos para la adquisición de una “vivienda asequible”, en donde mediaba una garantía implícita de estos organismos paraestatales, para que los bancos y entidades financieras expandieran sus colocaciones de hipotecas sub-prime, que después descontaban en Fannie Mae y Freddie Mac. Los reguladores no advirtieron el riesgo moral que surgía de esta garantía o subsidio implícito y más bien fueron omisos ante la enorme y preocupante expansión que tuvieron Fannie y Freddie.

Hagamos la pregunta de otra manera: ¿por qué los bancos accedieron a seguir dicho camino? Hay varias razones, de las cuales, la obvia, es que les permitía lograr enormes ganancias y con poco riesgo, pues podían descontar las hipotecas en Freddie Mac y Fannie Mae, pero también porque las entidades bancarias fueron sujetas de presiones políticas. Por ejemplo, de acuerdo con una Ley de 1999, para obtener los permisos para operar, los bancos tenían que poseer una calificación de ‘registro satisfactorio de cumplimiento con las necesidades de crédito de las comunidades’, cumplimiento que también debían de llenar cuando los organismos de regulación les hiciera a cada institución el examen más reciente.

Todo esto estimuló la politiquería local de ciertos activistas frente a las actuaciones de los bancos, pues impulsaron activamente y lograron que los bancos relajaran sus requisitos al conceder hipotecas, a cambio de apoyarlos en la obtención de permisos para operar en ciertas comunidades.

Muy importante en el surgimiento de la crisis fue la decisión del Banco de Reserva Federal de los Estados Unidos (FED) en cuanto a su política de intereses. En el 2004 la tasa de interés fijada por ese banco central llegó a niveles históricamente bajos en épocas recientes: un uno por ciento anual. Eso se reflejó en las tasas de interés cobradas a hipotecas convencionales a 30 años plazo, pues habían pasado de cerca de un 8 por ciento en 1973 a un 18% en 1981 y luego se redujeron a tan sólo un 6% en el 2005. Al abaratarse enormemente el costo de endeudarse, provocó un fuerte incremento de la demanda de vivienda, con el consecuente aumento de sus precios hasta llegar a niveles récord.

Esta decisión sobre las tasas de interés, aunado al relajamiento de las regulaciones y a una supervisión acomodada para cumplir con el mantra de “vivienda asequible para todos”, hizo que se formara una burbuja en el mercado de vivienda lista para estallar en cualquier momento: esto se forjó al pasar la FED de una tasa ridículamente baja de un 1% en el 2004 a un 5.25% en el 2006, por la presencia de presiones inflacionarias.

Ante la crisis provocada por las políticas de tasas de interés de la FED y el populismo en el sector vivienda, abundaron las propuestas para tener una mayor regulación de los mercados. Pero, ¡si existen mercados profundamente regulados -lo cual no quiere decir que ésta sea “buena o adecuada”- son los financieros en los Estados Unidos! Nada más les voy a dar un dato: Hay 39.000 personas trabajando a tiempo completo en tan sólo regular los mercados financieros de los Estados Unidos.

La equivocada interpretación la expuso muy bien el economista Peter Boettke al señalar que el problema estaba en la regulación y no en el funcionamiento de los mercados: “Si Usted le amarra los pies y las manos al nadador Michael Phelps, ganador de la medalla de oro olímpica, lo agobia con cadenas, lo tira a una piscina y se hunde, Usted no llamaría a eso ‘un fracaso de la natación’. De manera que, cuando los mercados han sido abrumados por una regulación inepta y excesiva, ¿por qué llamar a eso un “fracaso del capitalismo’?”. (Eammon Butler, “Believers in free markets are fighting back,” The Times, 9 de marzo del 2009.)

Llama la atención que, a pesar de una enorme cantidad de entes supervisores, no pudieron supervisar los nuevos y muy variados tipos de acuerdos financieros, precisamente diseñados para cumplir con los propósitos jerárquicamente más elevados de los políticos promotores de los programas de “vivienda asequible para todos”.

Claro que no toda supervisión o regulación es indeseable. Lo importante es la forma en que se practica. Martin N. Baily, Robert E. Littan y Matthew S. Johnson, de la Institución Brookings señalan que, en el caso de los Estados Unidos, “No existe un sistema unificado de supervisión de la banca, sino un campo parchado de reguladores estatales y federales” y enfatizan “la complejidad bizantina de la estructura regulatoria de los Estados Unidos.” (Martin N. Baily, Robert E. Littan & Matthew S. Johnson, The Origins of the Financial Crisis, Brookings Institution: initiative on Business and Public Policy, Fixing Finance Series, Paper 3, noviembre del 2008, p. 40).

La regulación del sector financiero es importante, por dos razones. La primera es preservar la estabilidad del sistema financiero de reserva fraccional, lo cual requiere de un comportamiento responsable de los bancos y, en segundo lugar, evitar que, cuando las familias realizan una de las compras más importantes de su vida, cual es la de vivienda, en que suelen mediar acuerdos financieros complejos, comprendan adecuadamente su grado de sofisticación. Es lo que llaman el problema de asimetría de la información.
No debe caerse en la aceptación de un genérico “mayor regulación”, sin mediar tanto la posibilidad de ejercerla, dada la complejidad de muchos instrumentos, sino que también se efectúe sin estorbar el buen desempeño competitivo de las empresas.

Las reglas regulatorias que se propongan deberán ser muy específicas y no simples generalidades, pues hasta las muy laudadas reglas de Basilea II, no impidieron la crisis, siendo España, fiel seguidor de la reglas de Basilea II., un ejemplo de ello. La experiencia muestra que, a pesar del enorme aparato regulatorio, las presiones políticas incidieron en rebajar las normas previamente establecidas y probadas durante de muchos años. Por lo tanto, cuando en un mercado como ese, “muchos de los pagos por hipotecas dejan de hacerse, ninguna cantidad de experiencia financiera de Wall Street o una intervención reguladora del gobierno desde Washington, puede salvar toda la estructura de inversión construida con base en esos pagos de las hipotecas...” (Sowell, p. 118).


La propuesta para “mejorar” la regulación vigente con base en el argumento de la asimetría de la información, deber estar sujeta al escrutinio desde varios puntos de vista, algunos de los cuales sólo voy a señalarlos.

En primer lugar, evaluar si efectivamente el mercado hipotecario es afectado de manera significativa por dicho problema de asimetría de la información. La investigación empírica debe señalar no sólo si el problema existe, pero, ante todo, si es de tal magnitud que amerita una reforma regulatoria.

En segundo lugar, los mercados suelen desarrollar por sí mismos instrumentos que tienden a mitigar el problema. Aquí entra el tema del prestigio, la confianza y sobre todo asegurarse que los clientes vuelvan a usar los servicios de la empresa, motivando así que las firmas no se aprovechen de las ventajas de disponer de una información asimétrica; es decir, tal asimetría da campo para que las empresas obtengan ganancias con una estrategia de transparencia en la información.

En tercer lugar, si el argumento a favor de una mayor regulación descansa en la presunta existencia de problemas de asimetría en la información, cabe preguntarse si el Estado, a diferencia del mercado, sabe mejor cuándo se está en presencia de dichas asimetrías. Esta evidencia debe tenerse presente a la hora de pensar en simplemente incrementar lo que ya parece ser una excesiva regulación en estos mercados.

En cuarto lugar, evaluar si la tarea que se les exigiría cumplir a estos órganos regulatorios ampliados va a ser posible cumplirla dada la enormidad de tareas que podría requerir. Esto conduce a hacer el planteamiento general de que tal regulación puede imponer costos exageradamente altos en función de los beneficios esperados, lo cual requiere que dicho análisis de costos y beneficios se defina claramente, previo a cualquier puesta en práctica de una regulación ampliada.

Finalmente, quiero tan sólo hacer una lista, que por supuesto no es exhaustiva, del enorme número de entidades públicas que tienen que ver con la regulación directa o indirecta de los mercados de vivienda de los Estados Unidos. Sólo menciono entidades federales, pues desconozco los nombres de un gran número de entes regionales, estatales y locales que también tienen que ver con asuntos regulatorios. Menciono al Ministerio de Vivienda y Desarrollo Urbano, al Banco de Reserva Federal, a Fannie Mae y Freddie Mac, al Comité de Servicios Financieros de la Casa de Representantes (un importante Comité del Congreso de los Estados Unidos), al igual que el Comité de Banca del Senado de ese país, la Oficina de Supervisión de Empresas Federales de Vivienda, agencia dependiente del Ministerio de Vivienda, que si bien oportunamente señaló serios problemas en Fannie Mae y Freddie Mac, fueron “tapados” por ciertos políticos en el Congreso y el Senado, la Comisión de Valores, el Departamento de Justicia del gobierno federal y el equivalente de la Contraloría General Federal, que informa al Congreso de los Estados Unidos.

Teniendo presente esta larga lista de reguladores que fracasaron en señalar el problema y su magnitud, deseo concluir con la siguiente inquietud: Todo esto lo que nos dice no es que se deben crear nuevos entes de vigilancia o reguladores -dada incluso la mala coordinación existente entre ellos- sino que tal vez lo apropiado sea una mayor y mejor regulación de los reguladores, quienes, en vez de pretender continuar regulando los mercados privados, lo que deberían de hacer es reaccionar oportuna y decididamente ante las apetencias de políticos que tanto daño causan al afectar los mercados. ¿Qué tal si buscamos algo que regule a los políticos, tal vez evitando así que nos causen tanto daño?
Muchas gracias por su gentil atención.

Jorge Corrales Quesada

Enviar "09-10 Comentario en exposición de Alberto Bernal" a Digg Enviar "09-10 Comentario en exposición de Alberto Bernal" a del.icio.us Enviar "09-10 Comentario en exposición de Alberto Bernal" a StumbleUpon Enviar "09-10 Comentario en exposición de Alberto Bernal" a Google

Actualizado 22/07/2011 a las 16:15 por Boletín ANFE

Etiquetas: jorge corrales q Agregar / Editar Etiquetas
Categorías
Sin Categoría

Comentarios