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09-09 Dolarización para las Américas

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Setiembre del 2009

09-09 DOLARIZACIÓN PARA LAS AMÉRICAS

Luis E. Loría*

Un país soberano puede decidir, de manera unilateral, eliminar su moneda para adoptar una mejor moneda. A estos casos, sin importar si la moneda que se adopta es el marco alemán, el euro, el yen, el yuan o el dólar americano, nos referiremos como dolarización. La medida, una vez implementada, puede considerarse irreversible, ya que los costos asociados económicos, sociales y políticos que acompañarían el regreso a una moneda nacional resultan, en la práctica, prohibitivos. ¿Por qué, entonces, la dolarización debe considerarse, seriamente, como una opción para los países de las Américas que aun no la han adoptado oficialmente?

Una respuesta técnica ajustada a la realidad singular de cada una de las economías nacionales rebasa, claramente, los objetivos del presente artículo. Sin embargo, consideramos que un repaso de las objeciones tradicionales y algunas de las principales razones por las cuales los países se deciden a implementarla contribuirá a informar y a elevar el debate.

Objeciones tradicionales
Las objeciones tradicionales se pueden dividir en dos grupos. El primero, son las que obedecen a un emotivo argumento de soberanía nacional o patriotismo—muchas veces combinado con descoloridos sentimientos de resentimiento y odio en contra de los Estados Unidos y condimentado con insípidas teorías de conspiración para el dominio del mundo. Estos argumentos nacionalistas carecen de sustento técnico, pero son aprovechados por un discurso populista de retórica encendida para tratar de justificar la existencia de una moneda nacional. En la práctica, la existencia de una moneda nacional permite a varios gobiernos en América Latina aplicar, reiteradamente, mecanismos de expoliación legal—como el injusto impuesto inflacionario y la manipulación del tipo de cambio para realizar ganancias cambiarias abominables en mercados cambiarios ineficientes (mercados pequeños, pocos grandes jugadores y utilización de información privilegiada para realizar ganancias extraordinarias). El diccionario de la Real Academia Española define expoliar como despojar con violencia o con iniquidad. A su vez, define iniquidad como maldad, injusticia grande.

Esto nos lleva al segundo grupo, que se opone a la dolarización, supuestamente, con argumentos técnicos. En este grupo se ubica, normalmente, al Fondo Monetario Internacional (FMI), a los Bancos Centrales y a técnicos de organizaciones que se benefician de la especulación con monedas. En el caso del FMI y los Bancos Centrales, es muy claro que la dolarización implica una pérdida de poder muy importante. El FMI ya no puede opinar acerca de lo que conviene o no al país en temas monetarios y cambiarios. El Banco Central ya no tiene que velar por la estabilidad interna y externa de la moneda—sus principales objetivos. Al mismo tiempo, su poder para influir en temas relacionados con el crecimiento económico se ve seriamente limitado. En otras palabras, renuncia a la posibilidad de recurrir a la emisión inorgánica para financiar requerimientos de gasto del gobierno y a utilizar la devaluación para favorecer artificialmente la competitividad de las exportaciones. Esto promueve, a su vez, la disciplina fiscal y el que las empresas se preocupen por mejorar su productividad y competitividad real, en lugar de esperar a que el gobierno las favorezca.

Una moneda nacional también será defendida con fuerza por aquellos grupos que se benefician de la especulación en mercados cambiarios locales y que ganan con las transacciones de cambio de moneda. La dolarización de la economía elimina la posibilidad de arbitrar con moneda extranjera en mercados cambiarios ineficientes y elimina los importantes costos de transacción que restan eficiencia al sistema económico, dificultan el cálculo monetario en la sociedad e introducen incertidumbre asociada al riesgo cambiario. John M. Keynes, en un pasaje del libro The Economic Consequences of Peace, captura la esencia del problema expuesto:
“Se dice que Lenin ha declarado que la mejor manera de destruir el sistema capitalista era corromper la moneda. Con un continuo proceso de inflación, los Gobiernos pueden confiscar, en secreto y sin ser observados, una importante parte de la riqueza de sus ciudadanos. Con este método no sólo confiscan sino que confiscan arbitrariamente; y aunque el proceso empobrece a muchos, enriquece a algunos. La contemplación de esta redistribución arbitraria de la riqueza atenta no sólo contra la seguridad sino también contra la confianza en la equidad de la distribución actual de la riqueza. Aquellos a los que el sistema reporta ganancias imprevistas, muy superiores a las que merecen e incluso a sus expectativas o deseos, se convierten en “especuladores”, objeto del odio de la burguesía, a la que la inflación ha empobrecido, igual que al proletariado. A medida que avanza la inflación y que el valor real de la moneda experimenta grandes fluctuaciones de un mes a otro, todas las relaciones permanentes entre los deudores y los acreedores, que constituyen el fundamento último del capitalismo, se alteran tanto que pierden casi todo su sentido; y el proceso de obtención de riqueza degenera en una apuesta y una lotería.

Lenin tenía, desde luego, razón. No hay forma más sutil y segura de destruir la base de la sociedad que corromper la moneda. El proceso sitúa todas las fuerzas ocultas de la ley económica del lado de la destrucción y lo hace de una manera que nadie entre un millón es capaz de diagnosticar.”

Principales razones por las cuales dolarizar
Los países de la región han experimentado con un gran número de esquemas que caen dentro de un espectro que oscila entre la libre flotación sin intervención del Estado, en un extremo, hasta la dolarización oficial de la economía, en el otro. En el medio, el menú es amplio e incluye, entre otras alternativas, flotación administrada (flotación sucia es un mejor término), metas de inflación, bandas cambiarias, minidevaluaciones, tipo de cambio fijo y caja de conversión. En muchos casos, los costos de esos experimentos han demostrado ser devastadores para las economías de la región. Los casos de México y Argentina ocupan un lugar de privilegio en nuestra memoria, pero otros países también han sufrido las consecuencias de políticas monetarias y cambiarias desacertadas o irresponsables como Bolivia, Perú, Ecuador, Nicaragua y Costa Rica.

Desde un punto de vista técnico, la discusión acerca de cuál esquema conviene más se ha polarizado cerca de los extremos del espectro descrito en el párrafo anterior. Por un lado, encontraríamos algo cercano a una libre flotación, o al menos con una mínima intervención del Estado, en donde se esperaría que el tipo de cambio converja a un equilibrio. Esta opción presenta algunas dificultades. Por ejemplo, cómo darse cuenta de que el tipo de cambio es, efectivamente, de equilibrio es un detalle técnico al cual no se le presta suficiente atención. De la misma manera, lo que un Banco Central considera “mínima intervención” y las reglas que utilice, en caso que las anuncie con anticipación (ese no es el caso en Costa Rica), pueden contribuir a restar transparencia. También, el Banco Central usa, y en muchos casos abusa, de otros instrumentos de política monetaria, como las tasas de interés, para influir sobre los niveles del tipo de cambio o para contribuir a alcanzar sus metas de inflación. Todas estas intervenciones, aparentemente inofensivas y revestidas de justificaciones con lenguaje técnico, se traducen en distorsiones capaces de restar o eliminar la rentabilidad de un negocio particular o de arrebatar injustamente la riqueza de un grupo para transferirla y subsidiar a otro grupo.

Por otro lado, estaría lo que se conoce como un “hard peg”, un elemento externo que contribuye a anclar las expectativas de inflación y de devaluación. Dentro de las alternativas, se encuentran las cajas de conversión que fijan la paridad de una moneda con otra y la dolarización. El problema que han demostrado tener las primeras es que esa paridad se mantendrá vigente hasta que llegue el momento, no anunciado previamente, en que el Gobierno decida romperla. En otras palabras, no elimina el riesgo cambiario. En contraste, la segunda, la dolarización oficial de la economía, sí elimina el riesgo cambiario de manera definitiva. Es un compromiso mucho más creíble y permanente. La dolarización oficial de la economía es una decisión acerca de cuál es la moneda que más le conviene utilizar al Estado para sus transacciones (cobro de impuestos, pago de salarios, contratos, pensiones, etc.).

Aunque la economía se dolarice oficialmente, se debe garantizar la libertad de los ciudadanos para realizar contratos y transacciones en la moneda que ellos prefieran. Esto quiere decir que puedo, como individuo o empresario, continuar firmando contratos y realizando transacciones en euros, francos o yenes, si así lo prefiero.

¿Cuáles son los beneficios que se esperan al dolarizar una economía? Algunos de los que comúnmente surgen en la discusión son: i) convergencia de la inflación a niveles internacionales, ii) dinero mantiene mejor su valor en el tiempo (menor inflación y devaluación), iii) mejora estabilidad económica, iv) reducción significativa en las tasas de interés, v) elimina costos de transacción, vi) obliga a una mayor disciplina fiscal (cierra la llave al financiamiento del gasto público por medio de la emisión monetaria), vii) facilita la integración financiera, viii) mejora el atractivo del país para la inversión extranjera y ix) facilita la inserción del país en los mercados internacionales. No existe discusión alrededor de que todo lo anterior es deseable.

La pregunta que lógicamente surge es: ¿Podría lograr todo lo anterior y mantener, al mismo tiempo, la moneda nacional? La mayor parte de los beneficios listados en el párrafo anterior se pueden alcanzar por medio de la aplicación consistente y sostenida en el tiempo de políticas monetarias y fiscales responsables. La credibilidad del Banco Central como institución es clave. Los resultados en distintos países son mixtos y muy variables. Por supuesto, sería absurdo argumentar que todos los beneficios asociados con la dolarización descrita arriba se alcanzan simplemente con cambiar la moneda que utiliza el Estado. Sin importar si hablamos de una moneda local o de adoptar el dólar, los esfuerzos por mejorar el ambiente de negocios, garantizar la propiedad privada y la libertad económica siempre demostrarán ser rentables en términos del atractivo a la inversión, tanto nacional como extranjera, y facilitarán la inserción en los mercados internacionales.

El punto crítico que inclina la balanza a favor de la dolarización de la economía es que facilita el cálculo monetario. Su importancia crítica, la subraya Ludwig von Mises, en Human Action:

“El cálculo monetario es el norte de la acción dentro de un sistema social de división del trabajo. Viene a ser la brújula que guía al hombre cuando éste se lanza a producir. Mediante el cálculo consigue distinguir, entre las múltiples producciones posibles, las remuneradoras de las que no lo son; las que seguramente serán apreciadas por el consumidor soberano de las que lo más probable es que éste rechace. Cada etapa y cada paso de la actuación productiva ha de ponderarse a la luz del cálculo monetario.”

La dolarización se convierte en una camisa de fuerza que garantiza la responsabilidad monetaria futura. Esto es algo que la distingue de otras alternativas o esquemas cambiarios que no pueden hacerlo. En todos los otros casos, el manejo responsable depende del “buen comportamiento” de los gobernantes y burócratas de turno. Aunque estos hayan mantenido un comportamiento responsable hasta ahora, el sistema económico no será inmune a decisiones arbitrarias e irresponsables en materia monetaria y cambiaria en el futuro. La historia económica de los países latinoamericanos está plagada de ejemplos de ese tipo de manejo irresponsable de la moneda y no existe una buena razón para asumir que esos costosos experimentos no regresarán para acompañar inclinaciones oportunistas o populistas de gobernantes insensatos. La dolarización permite eliminar, de manera definitiva, esos peligros de expoliación legal monetaria, facilita el cálculo monetario y garantiza la responsabilidad monetaria futura. La pregunta relevante, ante esa realidad, sería: ¿Por qué no dolarizar las Américas?

Publicado en la Revista Perspectiva de Colombia, edición No. 21, de agosto del 2009.

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Actualizado 22/07/2011 a las 08:54 por Boletín ANFE

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