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09-08 Columna libre:Primeras cinco afirmaciones, explicaciones acerca del liberalismo

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Agosto del 2009

09-08 COLUMNA LIBRE - PRIMERAS CINCO AFIRMACIONES Y EXPLICACIONES ACERCA DEL LIBERALISMO:


PARTE I


Es mi objetivo presentar en el Boletín de ANFE veinte argumentos que se suelen formular en contra del liberalismo, así como la explicación de por qué ellos son errados, se refieren a visiones equivocadas del liberalismo o bien pueden ser parcialmente ciertos. Espero desarrollarlos en el curso de cuatro ediciones del Boletín, de manera que, para esta ocasión, analizo los primeros cinco cuestionamientos que se le formulan, escogidos sin ningún orden prioritario o de importancia relativa o absoluta: Tan sólo porque se me ocurre así presentarlo.

Muchos de estos cuestionamientos suelen ser lugares comunes en la crítica al liberalismo en tanto que otros se encuentran en algunas referencias concretas que analizan esta visión política, pero todos son interesantes en cuanto a que, con su respuesta, espero que se me permita explicar algunos matices del liberalismo que a veces no se notan fácilmente y que por ello inducen a apreciaciones erradas acerca de su naturaleza y contenido.

El denominado liberalismo clásico creo que se caracteriza esencialmente porque maximiza la libertad y minimiza al Estado y ha sido expuesto a través de los tiempos por pensadores tales como Aristóteles, Smith, Hume, Hayek, Locke, Friedman, Montesquieu, de Tocqueville, Burke, Popper, entre otros, y que es diferente de aquel liberalismo que se caracteriza por una expansión de la autoridad del Estado sobre casi todo tipo de conducta humana, principalmente en el campo económico, y que es la forma en que actualmente se le conoce principalmente en los Estados Unidos.

Creo conveniente señalar que comparto lo que expresa Raimondo Cubbedu acerca de la concepción del liberalismo y que puede servir de marco general para los comentarios que siguen. Dice que “El liberalismo… tiende a identificarse con la búsqueda de un tipo de asociación política en la que la libertad y las expectativas individuales puedan realizarse con independencia del poder político. Por consiguiente, se preocupa básicamente de encontrar la mejor solución para que individuos libres, dotados de un conocimiento limitado y falible, y de diversas expectativas de tiempo, puedan mejorar la propia situación sin limitar las posibilidades de los demás de hacer lo mismo, y sin que tales mejoras tengan el efecto (voluntario o no) de incrementar el poder de los gobernantes.” (Raimondo Cubbedu, Atlas del Liberalismo, Madrid: Unión Editorial, 1999, p. 166).

AFIRMACION No. 1: EL LIBERALISMO DESCANSA EN LA LEY DE LA SELVA.
EXPLICACION: La expresión “ley de la selva” aplicada a la posición liberal se usa básicamente para dar a entender que en dicho orden político cada persona está por sí misma, sin tomar en cuenta a las demás, en donde todo se vale, primando la supervivencia del más fuerte. La falla atribuida al liberalismo es que asume que la persona tiene como único interés el propio y que no toma en cuenta a intereses distintos de éste, actuando así en consonancia.

El liberalismo como sistema político está reglado por el principio de legalidad, que esencialmente garantiza la libertad de cada individuo frente a la coerción. Esto es, asigna al Estado la función de protegerlo del abuso que otros puedan pretender imponer sobre su persona. Se supone que en una “ley de la selva” el más fuerte sería quien se impusiera –como “animalitos”- mientras que en una sociedad liberal el principio de la igualdad ante la ley de las personas garantiza la igualdad de los derechos de cada individuo. Esto implica someter con la fuerza de la ley ejecutada por el Estado a quien pretenda despojar a otros de de su libertad innata. “El más fuerte” sería así restringido cuando intente ir más allá de los límites fijados a su propia libertad, esencialmente que se le impida traspasar los dominios de libertad de otras personas en sociedad.

En el sistema liberal el monopolio de la fuerza en manos del Estado garantiza que los individuos sean iguales ante la ley. Garantiza la libertad de los individuos ante quien amenace despojarles de ella. En la concepción liberal el Estado es también limitado, a diferencia de lo que caracteriza a órdenes políticos totalitarios. Aquí resulta crucial la existencia de una Constitución que de alguna manera reconozca los derechos primarios innatos a las personas; esto es, su libertad, ante el poder del Estado. Es necesario que el Estado tenga un lugar propio limitado por el principio de legalidad, de manera que se proteja a las personas del abuso que ese Estado puede cometer contra ellas.

Entre las instituciones básicas que se ha ido diseñando a través del tiempo para limitar dicho poder del Estado se encuentran no sólo aquellas propias del orden político, tales como división de poderes, frenos y contrapesos entre distintos poderes públicos, la existencia de un parlamento, sino crucialmente el derecho a la propiedad que poseen las personas. Como dice Hayek, “La ley, la libertad y la propiedad son una trinidad inseparable. No puede haber ley en el sentido de reglas universales de conducta que no determine límites a los dominios de la libertad al fijar reglas que permiten a cada cual estar seguro de adónde es libre de actuar.” (Friedrich A. Hayek, Law, Legislation and Liberty, Vol. 1: Rules and order, Chicago: The University of Chicago Press, 1973, p. 107). De aquí se deriva aquella idea fundamental de que los individuos son libres de actuar en todo aquello que la ley no prohíba, en tanto que el Estado sólo puede actuar en aquello que la ley le permite hacerlo.

En la anarquía –ausencia de Estado- regiría la ley del más fuerte en el sentido de que no habría ley que limitara tal posibilidad (excepto algunos teóricos que señalan que la ley, mediante la costumbre, surgiría espontáneamente, limitando el accionar de los individuos). No voy a referirme al tema de las utopías como tampoco al hecho de que es imposible, en un orden que cambia permanentemente como el liberal, definir para siempre los derechos de propiedad, lo cual requiere de un Estado que evite conflictos sobre derechos de propiedad que los defina. Me parece que este es un papel que el Estado debe desempeñar en un orden político liberal.

Por lo expuesto, se puede rechazar la aseveración inicial de que el orden liberal se apoya en la llamada “ley de la selva”, sino todo lo contrario dado que, si bien limita el papel del Estado a un mínimo necesario para garantizar la libertad de los individuos, el interés propio se ve limitado por el derecho que por ley poseen las demás personas.

Una consideración final acerca de la idea de que la falla del liberalismo radica en que en dicho orden político la persona tiene como único fin el interés propio sin tomar en cuenta otros intereses diferentes a éste. A esto es lo que en ciertos sectores se le ha llamado el carácter egoísta del liberalismo. Otras versiones destacan que el liberalismo se fundamenta en la avaricia o en el consumo sin freno. Pero hay un error en adscribirle exclusividad en cuanto a defectos humanos, que son propios de cualquier orden político. Por ello me parece muy afortunada la advertencia que formula Schwartz, al indicar que “todos esos vicios connaturales a los seres humanos (avaricia, egoísmo, prepotencia ante el consumo) aparecen en la sociedad libre más a las claras que en las pacatas (tímidas, tranquilas o pacíficas) sociedades cerradas de la Edad de Oro ‘dichosa’, como decía Don Quijote, ‘porque entonces los que en ella vivían ignoraban dos palabras de tuyo y mío.’” (Pedro Schwartz, “Los límites de la razón y la ética del liberalismo,” en Nuevos Ensayos Liberales, Madrid: Espasa Hoy, 1999, p. 223. Los paréntesis son míos.).

No sólo las sociedades abiertas son precisamente más abiertas en cuanto a que permiten reflejar las debilidades individuales, pero no significa ello que tales debilidades están ausentes en otros órdenes políticos, los cuales, al posiblemente no ser tan abiertos como el orden liberal, lo que hacen es ocultar tales condiciones. En todo caso, el error radica en confundir el término egoísmo con lo que podría denominarse amor propio, que cuando se degenera es que se convierte en egoísmo. Por ello es que Adam Smith en la Teoría de los Sentimientos Morales nos dice que “También interesarse en nuestra propia felicidad e interés en muchas ocasiones aparecen ser principios de acción muy plausibles. Los hábitos de la economía, la industria, la discreción, la atención y la aplicación del pensamiento, se suponen que generalmente son cultivados a partir de motivaciones en el interés propio y al mismo tiempo son entendidos como calidades muy valiosas que merecen la estima y aprobación de todos.” (Adam Smith, The Theory of Moral Sentiments, Indianapolis: Liberty Classics, 1969, p. 481.).

La libertad, que es la base del orden liberal, para proseguir los intereses propios es tan importante para el individuo egoísta como al mayor de los altruistas, quienes así pueden actuar en el logro de sus propias escalas de valores. Lo normal en la conducta de las personas es incorporar los intereses propios en su toma de decisiones, pero también los de sus familias, amigos, vecinos y asociados; esto es, como dice Hayek, “Uno de los derechos y deberes fundamentales del hombre libre es decidir qué necesidades y qué necesitados se les antojan más importantes” y señala que “parte esencial de la libertad y de las concepciones morales de una sociedad libre es la elección de nuestros asociados y, generalmente, de aquellos cuyas necesidades hacemos nuestras.” (Friedrich A. Hayek, Los Fundamentos de la Libertad, Madrid: Unión Editorial, 1975, p. 94).

AFIRMACION No. 2: EL LIBERALISMO ES CONSERVADOR.
EXPLICACION: Una vez que el pensador liberal Friedrich Hayek había escrito su famoso libro Los Fundamentos de la Libertad, decidió añadir al texto un capítulo titulado “Por qué no soy conservador”, en el cual explica claramente la diferencia entre el liberal y el conservador. (Ibíd., p. p. 417-430). Tomo como base dicho Post-Scriptum para exponerlas. En primer lugar, mientras el conservador tiene un temor a la mutación y al cambio, un miedo a lo que es nuevo por el hecho de ser nuevo, el liberal mantiene una actitud abierta y confiada en el cambio que surge libremente y en la evolución de las cosas, si bien es consciente de que a veces el hombre procede a ciegas. Mientras que el gobernante conservador tiende a paralizar la evolución por el hecho de ser desconocidos sus resultados finales, el gobernante liberal la acepta confiado en que, de manera espontánea, aquélla acomodará las nuevas circunstancias. Así, mientras el conservador requiere de una mente superior, alguna autoridad que vigile esos cambios, el liberal, si bien acepta que hay gentes que poseen cierto grado de superioridad sobre otras, no que alguien de por sí tenga la atribución de asumir esas posiciones. Como dice Hayek, “quienes pretenden ocupar en la sociedad preponderante posición deben demostrar esa su pretendida superioridad acatando las mismas normas que a los demás se aplican” (Ibíd., p. 422); esto es, se aplica el principio de igualdad ante la ley.

El conservador se opone a todo nuevo conocimiento pues teme que derive en consecuencias para él indeseables, en tanto que el liberal acepta como principio la crítica racional de ideas que pueden o no ir en contra de lo que cree. Por ello el oscurantismo que suele rodear al conservador y que muchas veces lo empuja al “nacionalismo patriotero”, incapaz de comprender que las ideas no conocen patria y que por el hecho de ser concebidas por algún connacional no las convierte en sabiduría y corrección, sino tal vez lo contrario.

Hay sí un grado en que el liberal se acerca al conservador, cual es en la desconfianza de la razón en cuanto a que se considere que las instituciones humanas sólo pueden existir si han sido objeto del diseño deliberado de los hombres. Por supuesto, no en cuanto a que el uso de la razón deba ser el elemento esencial en la crítica. Cuando hablamos de “irracionalismo” nos referimos a la pretensión de que las instituciones sólo pueden existir gracias a alguna estructuración deliberada; por el contrario, los liberales son conscientes de las limitaciones humanas en cuanto al conocimiento, lo que Hayek llama “la humana ignorancia”, lo que le aleja de las creencias de naturaleza sobrenatural o de índole autoritaria cuando la razón no nos brinda argumentos en uno u otro sentido. Por ello, el liberal no pretende imponer sus creencias a terceros, pues con claridad separa los ámbitos espirituales de los temporales.

El liberal respeta la tradición y las costumbres en cuanto sean convenientes y que apuntan hacia los fines que el liberal desea conseguir, no por el hecho de ser antiguas. Las respeta porque son resultado de la conducta humana que en medio de la evolución ha conjuntado comportamientos que les son útiles a los individuos para vivir libremente en sociedad; porque facilitan la adaptación de las personas a los acontecimientos según se evoluciona y que no es posible predecir de antemano. Claro que dicha adaptación no es perfecta, aunque se puede suponer que su existencia se da porque le ha generado ventajas a los individuos en sociedad, pero esa misma imperfección, en especial ante nuevos acontecimientos, exige un lugar a la posibilidad del cambio y aquí es en donde difieren radicalmente el conservador del liberal. Mientras el primero quiere la vigencia del status quo, el segundo acepta el cambio en cuanto le sea útil a sus propósitos individuales en sociedad: no se opone a la evolución y al progreso.

Por lo anterior no es correcta la presunción de que liberalismo y conservadurismo sean lo mismo, si bien en el liberalismo hay elementos conservadores, como el respeto a la tradición en cuanto resultado de experiencias adaptativas a la incertidumbre en que se desenvuelve el individuo. Pero el liberal siempre tiene campo para que varíen las cosas, para que el individuo se pueda adaptar a las nuevas circunstancias siempre cambiantes en que se desenvuelve.

AFIRMACION No. 3: EL LIBERALISMO ES ANTI-EMPRESARIO.
EXPLICACION: Vean qué interesante: mientras algunos señalan que el liberalismo casi que es un instrumento político al servicio de los empresarios, hay otros quienes consideran que el liberalismo se opone al empresario. Por ello, creo que es necesario hacer una explicación en doble vía acerca de la relación que puede existir entre el pensamiento liberal y la importancia del empresario en la vía económica.

El empresario puede ser entendido como el individuo que está alerta en el descubrimiento de oportunidades que hasta el momento han sido soslayadas, que hayan pasado inadvertidas, y que puede explotarlas traduciéndose en ganancias inmediatas o futuras. Esto bien puede requerir buen juicio y creatividad, pero lo importante es el proceso de descubrimiento que implica el papel del empresario. Su gran utilidad descansa en que, en el marco de un mercado que asigna económicamente los recursos, es capaz de descubrir esas oportunidades previamente no descubiertas. Es así como juega un papel vital en la lucha contra la escasez.

La sociedad puede progresar y amplía su libertad cuando dispone de mecanismos que den prioridad a nuevas soluciones que faciliten nuestra adaptación al cambio. Eso se logra gracias a la invención y al desarrollo de los mercados, en donde el empresario es quien descubre esas nuevas soluciones traducidas en su posible explotación que le reditúe ganancias.

Pero es crucial la existencia de la competencia abierta para que esa búsqueda no se convierta en un feudo a explotar por los individuos que se benefician con ella, sino que sea un proceso que permita sin interrupción el descubrimiento de nuevas oportunidades. En el orden del mercado hay un tendencia natural a que surjan monopolios: es propio de los individuos tratar de forjar barreras de todo tipo para impedir no sólo que otros compitan con ellos, sino porque consideran que tales barreras son las que les permiten competir con otros, pero es muy frecuente la práctica de tratar de que sea el Estado quien les otorgue monopolios legales que les permitan conservar el privilegio. Por ello lo esencial en un orden liberal es evitar el daño que causa la limitación a la competencia. La mayor fuente de impedimento es el acceso político que se puede tener para que se cree una regulación estatal favorable a la conservación de alguna actividad económica específica. Esta es una razón por la cual en un orden liberal se debe disponer de normas generales y no específicas que permitan evitar dichas limitaciones a la competencia.

Cuando un liberal estimula el surgimiento de reglas universales que limitan el privilegio concedido a alguno o algunos para evitar la competencia por medio del uso de legislación o regulación específicas, es que se escucha el clamor de que el liberalismo es contrario a la empresa privada. Sí, es contrario porque no considera conveniente que se otorguen privilegios que impidan la libre competencia. El liberal cree en un empresariado descubridor y explotador de las oportunidades previamente no descubiertas, pero sujeto a la regla general de la competencia y no de la regla específica estatal que cohonesta el monopolio.

Lo expuesto explica la fuerte asociación histórica del pensamiento liberal en contra del proteccionismo comercial con la creencia en la empresa privada como elemento dinamizador del cambio y del progreso económico. Nos oponemos al proteccionismo porque afecta al consumidor cuya satisfacción es el fin último en una economía, en tanto que otorga un beneficio particular a algún grupo productor o importador concreto gracias a la imposición de aranceles que efectúa el Estado, impidiendo una competencia deseable. Creemos en la empresa en competencia, en donde si bien cada una de ellas actúa probablemente tratando de lograr una posición monopólica, es la misma competencia la que le impide el logro permanente de dicho privilegio.

AFIRMACION No. 4: EL LIBERALISMO ES PATERNALISTA.
EXPLICACION: Entre pensadores liberales hay actualmente una discusión interesante en torno al tema del papel del Estado en cuanto a las decisiones que deben tomar los individuos libres en sociedad. Una visión es la llamada “paternalismo duro” que considera que el Estado desempeña un papel autoritario por el cual define mediante su poder la toma de decisiones por parte del individuo. Por ejemplo, he escuchado la propuesta de que el Estado debería prohibir la venta de bebidas gaseosas azucaradas pues ello provoca obesidad entre los ciudadanos. En síntesis, en esta visión se elimina la libertad de escoger de las personas, sustituyéndola por la prohibición y el mandato de ciertas conductas específicas según el criterio de la autoridad; esto es, en última instancia asoma un carácter autoritario del Estado aunque presuntamente se haga en beneficio de las personas para las cuales dicta su decisión. Los órdenes fascistas y socialistas, e incluso partes del ideario político social-demócrata, se pueden caracterizar por ese “paternalismo duro”

La otra visión ha sido denominada paternalismo “del tío” en vez de la figura “paternal” del paternalismo usual. Con esta expresión se quiere dar a entender que la acción del Estado se asemejaría más al interés que puede mostrar “un tío” en vez de la “orden” que le suele inferir un padre a su hijo en cuanto a la bondad o corrección de ciertas acciones que éste lleva a cabo. A aquella versión de paternalismo también se le ha llegado a conocer como “paternalismo suave”, que en esencia se basa en la presunción de que el Estado puede ayudar a la persona a tomar decisiones que las hubiera realizado si hubiera tenido una mayor fuerza de voluntad o conocimiento sobre ellas.

Hay algunos teóricos liberales clásicos quienes, especialmente en el campo económico, han incidido para que esta última posición sea objeto de meditación dentro del campo de las políticas liberales. Me refiero, por ejemplo, a Vernon Smith, del Departamento de Economía de la Universidad George Mason, ganador del Premio Adam Smith de la Asociación para la Educación sobre la Empresa Privada, además de Premio Nobel en Economía en el 2002 junto con Daniel Kahneman, quienes escribieron acerca de lo que hoy se conoce como economía del comportamiento, que es la base política de lo que se ha mencionado como paternalismo blando o paternalismo “del tío”. Brevemente, por ejemplo, resaltan que los individuos suelen valorar más los resultados en el corto plazo sobre otras opciones que, si bien les otorgan mayores beneficios, los recogen a un plazo más largo o que, según sea la forma en que a los individuos se les presentan las opciones, por ejemplo, una disyuntiva definida en términos positivos ante otra en términos negativos, ello incidirá en la toma de decisión de las personas. En resumen, se define a un individuo menos hiper-racional de lo que suelen asumir los análisis económicos neoclásicos.

Si esa hiper-racionalidad no está siempre presente, se puede considerar la posibilidad de que el Estado modifique sutilmente las decisiones de las personas, por ejemplo, alterando la forma en que se presentan las opciones o bien modificando las expectativas en el tiempo de los flujos de beneficios. Eso sí, lo proponen sin que en esencia haya una alteración de la libertad de elección que poseen los individuos, pero se les informaría debidamente acerca del porqué de la propuesta estatal. Se supone que, de esta manera, se ayudaría a las personas a que tomen las decisiones correctas. Así esta propuesta de “paternalismo suave” tiene una diferencia con los paternalistas duros, quienes creen que los individuos no son capaces de decidir por sí mismos en función de su bienestar y que el Estado debe ser el que decida por ellos.

Se puede considerar que en la posición del paternalismo “del tío” o “paternalismo suave” de lo que se trata no es de dar pescado a la gente, sino de enseñarla pescar; esto es que, a diferencia del “paternalismo duro”, en que el Estado interviene dándole el pescado a la gente, su función aquí es la de darle instrumentos que le permitan mejorar su estrategia de elección, mediante una valoración adecuada (más informada) de los pros y de los contras de ellas.

La tesis que debe ser cuestionada en este último enfoque es, en primer lugar, si el Estado es capaz de mejorar las decisiones de los individuos, aún cuando estemos de acuerdo en que sus decisiones son “equivocadas”. Los individuos, aún disponiendo de la información que ahora les brinda el Estado, bien podrían continuar haciendo elecciones “equivocadas”.

En segundo lugar, la suposición o hecho de que los individuos se equivocan en su toma de decisiones se puede extender fácilmente a la toma de decisiones de los mismos burócratas que, en este análisis, serían quienes presuntamente saben cuáles son las decisiones correctas. A diferencia de la posibilidad de que en un marco competitivo los individuos tengan un incentivo para corregir sus errores, en un proceso en donde la misma toma de decisiones induce a que la gente vaya tomando mejores decisiones, tal corrección no se extiende tan fácilmente al burócrata en el seno de un monopolio público o de una agencia gubernamental, en donde no se presentan los incentivos requeridos que permitan internalizar los costos de tomar decisiones equivocadas.

Precisamente uno de los problemas serios con la toma de decisiones burocráticas, como lo ha expuesto el análisis del “Public Choice”, es la estructura de incentivos que no conduce a la solución competitiva óptima, pues los incentivos pueden más bien incitar hacia la permanencia de rentas que percibe el burócrata. Deben tenerse presente que los burócratas son seres humanos con ambiciones propias, quienes tienen un conocimiento limitado y carecen muchas veces de la voluntad requerida para tomar ciertas acciones, al igual que como puede suceder con el resto de las personas. Entonces, ¿cuál es la diferencia que surgiría mediante políticas de “paternalismo suave”? Ello se lo preguntó en una ocasión el economista austriaco Mario Rizzo, al discutir sobre este tema (Mario Rizzo en el blog del 25 de mayo del 2007 del Wall Street Journal, “Should Policies Nudge People To Make Certain Choices?“:“¿En quién se puede confiar más: en individuos que enfrentan los costos y los beneficios resultantes de sus propias acciones o en políticos y burócratas quienes no los encaran?” Yo dejo que la respuesta la formule el amigo lector. En todo caso, en el seno del liberalismo la idea de un “paternalismo suave” como parte de su accionar político no es un tema que esté resuelto.

AFIRMACION No. 5: EL LIBERALISMO ES RETRÓGRADO.
EXPLICACION: Empecemos por entender al término “retrógrado” como lo contrario del “progreso”, comprendido esto último como alguna forma de adelanto cultural y técnico que se presenta en una sociedad. El término retrógrado se suele asociar con los enemigos del cambio y de la innovación.

¿Será cierto, entonces, que el liberalismo es enemigo del cambio, de la innovación, del progreso?; ¿que es partidario de la idea de que todo tiempo pasado fue mejor?

Es momento de formular algunas explicaciones de cómo las sociedades han evolucionado desde sistemas tribales de grupos humanos de tamaño reducido a lo que hoy podemos denominar, siguiendo a Hayek, como “Sociedad Libre” o la “Gran Sociedad” que mencionó Smith, o la que Popper, denominó como la “Sociedad Abierta”. Esto es, un orden espontáneo que resulta de la interacción de individuos separados, cuya coordinación se define al seguir ciertas reglas generales de conducta; un orden más complejo que persiste a través de un proceso evolutivo que permite adaptarse a sí mismo como un todo, a aquellos cambios acerca de los cuales cada uno de los individuos que participa en él sabe tan sólo una pequeña fracción. Así, a diferencia de un “grupo pequeño”, que posee fines específicos, en una sociedad espontánea con multiplicidad de individuos y con muy diversos fines, se da un acomodo de esos muy diversos intereses concretos individuales o de grupos pequeños.

Las sociedades espontáneas suelen ser complejas en las cuales el conocimiento se coordina en el marco de reglas generales y no mediante la dirección ordenada del comportamiento de los individuos. Como señala Hayek, “El orden espontáneo surge a partir del balance que cada elemento hace de todos los diferentes factores que operan sobre él y por el ajuste que hacen entre sí de sus diversas acciones, un balance que se vería destruido si algunas de las acciones son determinadas por alguna otra agencia con base en un conocimiento diferente y al servicio de fines diferentes.” (Friedrich A Hayek, Law, Legislation and Liberty, Vol. 1, Op. Cit., p. 51).

La libertad es un artefacto resultante de la evolución cultural en que la gente aprendió reglas de conducta que le permitieron adaptarse eficientemente a las situaciones cambiantes. Estos son sistemas caracterizados por ser órdenes que han surgido espontáneamente sin que haya sido diseñado por mente alguna. Como dice Hayek: “La libertad fue hecha posible por la evolución gradual de la disciplina de la civilización que es al mismo tiempo la disciplina de la libertad. Protege al hombre por medio de reglas abstractas impersonales contra la violencia arbitraria de otros y permite que cada individuo trate de construir por sí mismo un dominio protegido en el cual a nadie más le es permitido interferir y en el cual él puede usar su propio conocimiento para sus propios propósitos.” (Friedrich A. Hayek, Law, Legislation and Liberty, Vol. 3: The Political Order of a Free People, Chicago: The University of Chicago Press, 1979, p. 163).Así se pudo transitar de una sociedad de grupos cerrados en que los individuos se conocían entre sí íntimamente, a una sociedad abierta en que lo que los une es la obediencia a reglas abstractas concretas. De esta manera fue factible evolucionar de una sociedad compuesta por unos pocos agricultores o cazadores a otra más compleja basada en el intercambio que practican sus integrantes.

La mayoría de la gente aprendió estas reglas generales que conformaron la costumbre y la tradición de cierto momento y ello permitió que surgiera una sociedad caracterizada por el intercambio y la división del trabajo que permitió un enorme progreso y desarrollo económico. Estos se originaron cuando el individuo dejó de producir tan sólo para sus pocos allegados y se dedicó a satisfacer las necesidades de muchísimos desconocidos.

Si bien se podría identificar la evolución de la tradición con el progreso, la evolución espontánea es condición necesaria pero no suficiente para el progreso. A lo más que podemos aspirar es a crear aquellas condiciones que sean favorables para progresar, pues nunca es posible saber con certeza si una medida propuesta nos garantiza que progresemos. Simplemente la evolución es indefinida y no se sabe que turnos podrá tomar, de manera que lo esencial es disponer de instituciones que permitan la mayor flexibilidad de adaptación al cambio y la evolución. En el campo económico, a fin de resolver el problema de la escasez y la incertidumbre de los cambios y la evolución, así como de la imperfección natural del hombre, la institución del mercado libre ha permitido tal adaptación que hasta la fecha parece haber dotado de un enorme progreso a las personas.

Como bien lo resume Pedro Schwartz, el mercado es una condición necesaria para la libertad, pues “en un mundo dominado por la Ignorancia, la Escasez y la Incertidumbre, las sociedades liberales ha producido inintencionadamente una institución que aumenta sus posibilidades de Conocimiento, Abundancia y Progreso.” (Pedro Schwartz, “Bases Filosóficas del Liberalismo,” en Nuevos Ensayos Liberales, Op. Cit., p. 128).

Esa institución es un mercado libre, descentralizado, que permita que los empresarios (cada uno de nosotros de cierta manera casi que lo es) puedan descubrir y explotar aquellas oportunidades que hoy yacen escondidas, con lo cual es posible progresar. Esto es, que el progreso sea una posibilidad, porque la evolución no nos garantiza a futuro si se logrará el progreso. Lo que si puede darnos una idea del progreso es lo que ha sucedido a través de la historia de la civilización, cuyo mejor resultado es el aprecio que se le suele tener a los órdenes basados esencialmente en la libertad de los individuos en contraste con otros sistemas totalitarios, cuyos resultados difícilmente podríamos calificar como “progresos”. De aquí que lo crucial en cuanto a la virtud de un orden liberal es si dispone, gracias a la vigencia de la libertad, de instrumentos que permitan a la sociedad adaptarse al cambio inesperado. Esos instrumentos son ciertas normas de conducta generales aprendidas que facilitan la colaboración entre los individuos, en donde también el aprendizaje que han tenido nuestros antepasados se recoge en tradiciones que han probado ser útiles y que ahora se nos transmiten. Claro, estas tradiciones no son útiles eternamente pues las circunstancias cambian, de manera que por ello el liberal esta lejos de ser un conservador, sino que aprecia la importancia de las tradiciones en la vida social.

En resumen, como dice Hayek, “todo proceso evolutivo… es un fenómeno que implica la incesante adaptación a un conjunto de acontecimientos imprevistos, a un cúmulo de circunstancias cuya evolución nadie puede prever…”, por lo que el caso a favor del liberalismo está en destacar como, mediante la herramienta de la libertad, ese orden posee las vías por las cuales “las estructuras de índole compleja comportan mecanismos de corrección que, aunque sin duda condicionarán el futuro acontecer, nunca eliminará su condición de impredecible.” (Friedrich A. Hayek, La Fatal Arrogancia: Los errores del socialismo, Obras Completas de Hayek, Vol. I, Madrid: Unión Editorial, 1994, 9 216.)

Carlos Federico Smith
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Actualizado 21/07/2011 a las 16:13 por Boletín ANFE

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