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09-06 ¿Somos todos Keynesianos?

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Junio del 2009

09-06 ¿SOMOS TODOS KEYNESIANOS?

Ennio Rodríguez Céspedes*

La frase que comúnmente se escucha en la actualidad “todos somos keynesianos ahora” fue pronunciada por Richard Nixon precisamente hacia el final del dominio intelectual de política económica keynesiana. Fue el ex presidente Nixon, quien al abolir el patrón oro, socavó una de las bases del orden mundial de la posguerra, el cual funcionó durante las décadas de los cincuentas y sesentas, y cuyo principal arquitecto fue precisamente el economista inglés John Maynard Keynes. En el periodo inmediatamente posterior a la Segunda Guerra un conjunto de negociaciones para definir la arquitectura financiera del mundo produjo las instituciones globales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Se conocen como las instituciones de Bretton Woods por el lugar donde fueron diseñadas (cerca de Washington D.C.).

Pero quizás algo de lo más sorprendente, a partir de setiembre 2008, es el retorno de algunas recomendaciones de política de ascendencia keynesiana al punto que la frase de Nixon es un lugar común. No cabe menos que recordar otra frase del propio Keynes cuando señaló que “hombre prácticos, quienes piensan que están exentos de cualquier influencia intelectual son usualmente esclavos de algún economista difunto”.

De manera simplificada, hacia finales de la Gran Depresión, Keynes propuso que los mercados no necesariamente alcanzan el pleno empleo, como aseguraban la mayoría de los economistas de su tiempo. Puede haber equilibrios con desempleo. Por lo tanto, el Estado debe intervenir mediante un aumento del gasto fiscal para estimular la economía. Las tasas de interés pueden tener una limitada capacidad, a partir de cierto punto, para lograr el estímulo económico. Así nació la macroeconomía.

Milton Friedman, entre otros, lideró el ataque contra el keynesianismo, a partir de la posibilidad no prevista en este enfoque, de desempleo con inflación. Recupera por lo tanto, la prioridad de la lucha contra la inflación. Sin embargo, a raíz de la crisis, el retorno “keynesiano” incluye, no solo la defensa de los déficits fiscales (12 % del PIB en Estados Unidos), sino también el apoyo a las instituciones de Bretton Woods (ver declaración del G-20).

Cabe recordar que el periodo posterior al abandono del patrón oro se caracterizó por la adopción del patrón dólar, lo cual permitió a Estados Unidos acumular desequilibrios comerciales y fiscales, y a los países europeos y emergentes asiáticos acumular superávits comerciales que retornaban como inversiones a los mercados financieros seguros y ampliamente desarrollados del país cuya moneda se convirtió en la reserva mundial. El mundo pasó a depender de los desequilibrios estadounidenses, los cuales mediante la desregulación iniciada en la Administración Reagan y políticas monetarias y fiscales expansionistas, han generado la locomotora para acarrear el dinamismo de la producción mundial. Todo esto acompañado de un cambio tecnológico sin precedentes. No obstante, la combinación de la desregulación de mercados con asimetrías de información de parte de los agentes económicos y las políticas expansivas generó, mediante el abuso, las burbujas especulativas, las cuales, al pincharse eventualmente, sumieron al mundo en crisis económica.

Este desequilibrio global es absolutamente contrario a la visión de Keynes, quien propuso un Fondo Monetario Internacional capaz de disciplinar no solo a los países en desarrollo, sino también a los ricos, y para evitar desbalances como los actuales, también a los países superavitarios en su comercio exterior. Tampoco es compatible con los modelos keynesianos la actual globalización del comercio y las finanzas. Las propuestas de este economista suponían economías cerradas, donde el comercio era relativamente marginal al tamaño de las economías desarrolladas (como lo fueron efectivamente durante su vida).

Si bien algunas de las prescripciones de política económica en boga tienen un claro antecedente keynesiano, la integración global de mercados, gracias a las nuevas tecnologías, cambió los supuestos de la política económica de Keynes y de muchos otros. Pero también cabe especular que Keynes estaría absolutamente desvelado por los desequilibrios globales de comercio y finanzas que tienen atrapada a la economía mundial más allá de la crisis actual.

*Este ensayo del economista Ennio Rodríguez fue publicado en el periódico La Nación del 5 de junio del 2009.

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