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09-05 El Jack Kemp que yo conocí

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Mayo del 2009

09-05 EL JACK KEMP QUE YO CONOCÍ


Por Richard W. Rahn*


Un mariscal de campo de la revolución republicana que redujo los impuestos

Se podría discutir que sin Jack Kemp la revolución Reaganiana del enfoque de oferta y de un alto crecimiento económico nunca hubiera podido ocurrir. El Sr. Kemp, un joven congresista de Buffalo, Nueva York, convenció a Ronald Reagan y a gran parte del país acerca de la sabiduría de cortar radicalmente los impuestos sobre el trabajo y el capital.

Cuando Ronald Reagan se lanzó para presidente en 1980, sabiamente endosó un proyecto de ley –el Plan Kemp-Roth- para reducir los impuestos sobre la renta en un 30 por ciento en todos los tramos. Era una idea radical, pero funcionó tan bien que ni aún el Presidente Obama hoy está proponiendo que se regrese a la tasa marginal existente en 1980.


Jack Kemp fue un exitoso mariscal de campo del equipo de los Buffalo Bills, quien luego fue electo al Congreso de los Estados Unidos. El Sr. Kemp era un líder natural. Tenía una impresionante presencia física y un intelecto rápido y fue un orador destacado.

En esa época los Republicanos estaban envueltos a un debate poco inspirador acerca de qué tanto reducir el presupuesto, en vez de uno sobre cómo reiniciar el crecimiento económico y la creación de empleo. El Sr. Kemp entendió intuitivamente que un simple recorte del presupuesto no era una posición ganadora ni política ni económicamente para los Republicanos ni para el país.

Como hijo de padres que construyeron una exitosa pequeña compañía de transporte de carga, Jack Kemp entendió las dificultades que los empresarios enfrentan en la edificación de cualquier negocio y que las políticas destructivas tributarias y regulatorias pueden convertirse para muchos en obstáculos casi insalvables.

A mediados de los setenta, el Sr. Kemp conformó un grupo de economistas altamente talentosos y de escritores de temas de economía para que le dieran consejo y le brindaran ideas. Este grupo incluía a Robert Mundell, quien luego obtuvo el Premio Nobel en Economía, y a Arthur Laffer, autor de la afamada Curva de Laffer. Norman Ture, Paul Craig Roberts, Steve Entin y Bruce Bartlett fueron consejeros y luego sirvieron como funcionarios del Ministerio de Hacienda de los Estados Unidos. Bob Bartley, quien era editor del periódico Wall Street Journal y Jude Waninski, escritor de la página editorial de ese medio, fueron también consejeros claves.

A pesar de la ausencia de una educación formal en Economía, el Sr. Kemp venía leyendo libros de texto y estudios de economía y se convirtió en un intenso e incisivo formulador de preguntas a sus consejeros, a fin de poder formular sus ideas propias y aclarar sus pensamientos. El Sr. Laffer estaba dando clases en la Universidad de California del Sur en Los Angeles a finales de los setenta. Ocasionalmente tomaría el último vuelo nocturno hacia Washington, llegando allí a las cinco y media de la mañana y allí estaba yo recogiéndolo en el Aeropuerto Dulles para llevarlo a la casa del Sr. Kemp en Bethesda. En ella, Jack, en bata, nos preparaba el desayuno mientras rociaba a Arthur con preguntas y desafíos a sus planteamientos.

Más tarde ese día, el equipo económico de Kemp a menudo se reunía en el hotel de Art en la ciudad de Washington para discutir las ideas sobre políticas y para explicar mejor el plan tributario a otros Republicanos, empresarios, gente de los medios y al público en general.

Jack tenía la capacidad notable de tomar las verdades económicas y hacerlas entendibles a todo el mundo –“Usted no puede odiar a quien da empleo y amar al empleado.” No había nadie mejor que Jack para explicar cómo todos se benefician de un pastel económico más grande. En sus propias palabras, él era un “liberal con corazón” (“bleeding-heart conservative en la terminología estadounidense), y entendió que, sin una rápida creación de empleo, los pobres y muchas minorías no tendrían posibilidad de disfrutar de vidas mejores.

Jack fue un cruzado de la reducción de impuestos, no debido a alguna noción filosófica abstracta, sino porque entendía claramente cómo las tasas tributarias altas reducían los incentivos y el capital que se necesitaba para la creación de empleos –“¿Cuántos choferes de camiones van a existir si Usted no puede pagar por los camiones?

A pesar de los embates de sus críticos de la izquierda, Jack nunca afirmó que todos los recortes impositivos se pagaban a sí mismos, pero creyó que déficits modestos eran preferibles a altas tasas de impuestos que mataban al crecimiento. A diferencia de la mayoría de los Republicanos y de casi todos los Demócratas, Jack tenía un plan para salir del estancamiento con inflación de fines de los años setenta durante la administración Carter, época en que hubo un crecimiento bajo y una tasa de inflación del 13.5 por ciento. Los Keynesianos de esa época favorecían la expansión monetaria para reducir las tasas de interés y altas tasas de impuestos para contener la inflación. El Sr. Kemp y sus asesores señalaron que los Keynesianos lo tenían todo al revés y que la solución era reducir las tasas de los impuestos para levantar la economía y restringir el crecimiento de la oferta de dinero para bajar la inflación.

El Sr. Kemp le vendió exitosamente esta idea a Ronald Reagan, que la convirtió en el fundamento de su ganadora campaña presidencial de 1980. (En la fracasada campaña de 1976, el Presidente Reagan había enfatizado reducir el gasto en vez de rebajar los impuestos). Con el Sr. Kemp dirigiendo la lucha en el Congreso, se aprobó el plan de reducción de los impuestos, la economía creció fuertemente (un 7.2 por ciento en 1984) más allá de las expectativas de cualquiera y los ingresos federales llegaron a niveles mucho más altos de los que hubieran esperado tanto críticos como promotores del plan de reducción de impuestos. El Sr.

Reagan y el Sr. Kemp apoyaron a Paul Volcker en el Banco de Reserva Federal, quien logró exprimir lo necesario a la inflación al restringir el crecimiento de la oferta monetaria a principios de los ochenta, aunque muchos políticos de ambos partidos estaban gritando por una expansión monetaria.

No ha existido otro político quien en décadas recientes haya tenido un mejor entendimiento de las consecuencias de políticas económicas que Jack Kemp.

El Sr, Kemp, a diferencia de aquellos en la administración actual y en la mayoría distrital de los Demócratas, sabía que, sin una política monetaria sólida y tasas impositivas bajas, no podríamos tener una economía vibrante. Mucha de la prosperidad y de la creación de empleo que tuvimos en el último cuarto de siglo que va de 1983 al 2007, puede ser directamente atribuida a los esfuerzos notables y a la habilidad de vender los puntos de vista económicos de Jack F. Kemp.

Hemos perdido la voz de Jack Kemp en favor de principios económicos duraderos justamente en momentos en que los necesitamos más que nunca.

*Richard Rahn es un investigador senior del Instituto Cato y presidente del Instituto para el Crecimiento Económico Global. Este ensayo fue publicado en el Washington Times del 4 de mayo del 2009.

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