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Boletín ANFE

09-04 Un mundo Cubista

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Abril del 2009

09-04 UN MUNDO CUBISTA


Andrés I. Pozuelo Arce




En contraposición al reduccionismo clásico, el principio emergente establece que, en los sistemas complejos, el todo es algo más que la suma de las partes. El entorno económico, no estatista, por ejemplo, se compone de un sinfín de relaciones entre empresas y consumidores, a partir de las cuales se pueden desarrollar ciertos teoremas, aunque nunca lleguemos a observar dichas relaciones en su totalidad. De hecho, hoy más que nunca, estamos sumergidos en una especie de obra cubista, donde el camuflaje que nos rodea impide la observación de los detalles que definen los procesos económicos globales. No solo no tenemos todas las respuestas, sino que ni siquiera podemos anticipar las preguntas.

No obstante, el intencionalismo y el artificialismo antropomórfico que caracterizan el momento que ahora vivimos van más lejos: amenazan con quitar el camuflaje que todavía nos protege de las intenciones violentas de los estados y de sus burocracias, tratando de reducirnos a una predecible y aburrida obra realista. Una obra en la cual los sujetos somos nosotros, suspendidos en una pose inmóvil y llenos de nostalgia inducida por la falta de espontaneidad y de emergencia que domina la realidad económico–social.

“Nos hemos hundido a tal profundidad que la repetición de lo obvio se ha convertido en el deber primordial de los hombres inteligentes” (George Orwell, 1939); y en estos trances históricos, lo obvio parece limitarse a seguir los caminos populistas, intervencionistas y constructivistas de aquellos mismos estados que no supieron crear en el pasado las condiciones apropiadas para que, sobre la base de una genuina libertad, conocimiento y acceso a la propiedad, surgieran procesos económicos dinámicos y autocorregibles.



No hay nada más frustrante que encontrarse en esta línea difusa entre lo viejo y lo nuevo, y ver que lo nuevo es una obra de arte con un estilo anticuado y engañoso, según argumentaban los cubistas: el realismo constructivista es una mentira, sobre todo porque congela a los objetos de una manera muy simple y porque lo hace dentro de un contexto artificial. La gente no cambia de una generación a otra; lo que cambia es el entorno y, si el entorno no evoluciona libremente, lo que tendremos es un futuro sin inspiración ni anhelo de lo desconocido. Un futuro –y valga la paradoja– que no tendrá porvenir.

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