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Boletín ANFE

09-04 La incertidumbre atormenta el mejor sistema

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Abril del 2009

09-04
LA INCERTIDUMBRE ATORMENTA AL MEJOR SISTEMA


Edmund Phelps*

En países que operan un sistema esencialmente capitalista, no parece existir un entendimiento amplio de los actores y de quienes lo vigilan ya sea sobre sus ventajas como de sus peligros. La ignorancia acerca de lo que él puede contribuir ha conducido a que en el pasado algunos países se deshagan del sistema o que le recorten sus alas. La ignorancia acerca de los peligros ha hecho más factible la imprudencia en los mercados y el descuido en las políticas. Recuperar un capitalismo que funcione bien requerirá de una reeducación y de reformas profundas.

El capitalismo no es el “libre mercado” o el laissez faire –un sistema de cero gobierno “además del alguacil”. Los sistemas capitalistas funcionan mucho menos bien sin la protección del estado para los inversionistas, prestamistas y las empresas contra el monopolio, el engaño y el fraude. Estos sistemas pueden carecer del soporte político requerido y causar estreses sociales si no se tienen subsidios que estimulen la inclusión de los menos favorecidos en la economía de los negocios formales que hay en la sociedad. Por último, un extenso sistema de seguridad social, con los resultantes impuestos elevados, menores ingresos para los hogares y una riqueza reducida, puede ser que no dañe al capitalismo.

En esencia, los sistemas capitalistas son un mecanismo por el cual las economías pueden generar un crecimiento del conocimiento –con mucha incertidumbre durante el proceso, debido a la calidad de incompleto que posee el conocimiento. El crecimiento en el conocimiento conduce a que se dé un crecimiento del ingreso y a una satisfacción con el trabajo; la incertidumbre hace que la economía se vea impulsada a tener oscilaciones súbitas –todos estos fenómenos fueron notados por Marx en 1948. Sin embargo, el entendimiento de ellos fue muy lento en darse.

Bien entrado el siglo XX, los académicos vieron los avances económicos como resultado de innovaciones comerciales facilitadas por los descubrimientos de los científicos –descubrimientos que surgieron de fuera de la economía y de fuente desconocida. ¿Por qué, entonces, las economías capitalistas se beneficiaron más que las otras? La temprana teoría de Joseph Schumpeter proponía que una economía capitalista era más rápida en apropiarse de las oportunidades súbitas y que por ello tiene una mayor productividad, gracias a la cultura capitalista: el celo de los empresarios capaces y la diligencia de los banqueros expertos. Pero la idea de banqueros que todo lo saben y de empresarios que no se equivocan es risible. Los académicos encuentran ahora que el mayor crecimiento en conocimiento no es impulsado por la ciencia (science-driven). La economía Schumpeteriana –Adam Smith más sociología- captura muy poco.

Friedrich Hayek ofreció otro punto de vista en los años treinta. Cualquier economía moderna, capitalista o dirigida por el estado, es una gran sopa de conocimiento (know-how) privado disperso entre los participantes especializados. Nadie, dijo él, ni aún una agencia estatal, podía acumular todo el conocimiento que cada participante “en el sitio” (“on the spot”) inevitablemente requiere. El estado no tendría ni idea de adónde invertir. Sólo el capitalismo resuelve este “problema del conocimiento”.

Con posterioridad, Hayek desarrolló una teoría de cómo es que el capitalismo por sí mismo hace “descubrimientos”. El no tenía problema con el concepto de una idea innovadora, porque entendió que, aún entre expertos, el conocimiento es incompleto acerca de la mayoría de las cosas que aún no han sido experimentadas. De manera que se sintió libre para suponer que, gracias a los discernimientos (insights) especializados que cada uno adquiere, un administrador o un empleado puede algún día “imaginar” (como lo hubiera puesto David Hume, el héroe de Hayek) una desviación comercial –una que no podía ser inferida o imaginada por gente de fuera de la línea de trabajo del individuo. Luego él muestra un sistema capitalista que funciona bien como un organismo que posee una base amplia, de decisiones que van de abajo hacia arriba (bottom-up), que le da a diversas nuevas ideas, oportunidades de competir con su desarrollo y, con suerte, para que sean adoptadas por el mercado. Ese “procedimiento para el descubrimiento” lo hace mucho más innovador que los sistemas de decisiones que van de arriba hacia abajo (top-down) del socialismo o del corporativismo. Estos últimos son muy burocráticos para aprender ideas que vienen desde abajo y que difícilmente obtienen el apoyo de todos los compañeros sociales (social partners) de ideas que logren traspasar.

Las economías capitalistas que funcionan bien, con su alta propensión para innovar, sólo podían surgir cuando estuvieran en su lugar instituciones útiles. Las libertades acarreadas por la Revolución Gloriosa de Inglaterra en 1688 y la “sociedades comerciales” de los Escoceses no fueron suficientes. Tenían que existir instituciones financieras adonde hubiera financistas imparciales, cada uno tratando de hacer la mejor inversión y –muy importante- en donde hubiera una pluralidad de puntos de vista entre ellos, de forma que los financistas destinaran fondos para una diversidad de proyectos. También tenía que existir una responsabilidad limitada para las empresas y un mercado que permitiera tomar posesión de ellas (takeover). Tales instituciones tuvieron que esperar para ser demandadas por un amplio número de personas de negocios que quisieran construir un nuevo producto o un nuevo mercado o un nuevo modelo de negocios. Instituciones rudimentarias empezaron a surgir a inicios del siglo XIX, desde leyes sobre empresas y bolsas de valores a bancos constituidos como sociedades anónimas y bancos “comerciales” que prestaran a la industria.

Beneficios sin precedentes pronto se vieron en Europa y América: surgieron nuevas ciudades, crecimiento sin rupturas de la productividad, salarios aumentando constantemente y, por lo general, un nivel de empleo elevado. Mejoraron las perspectivas de vida para todos o casi todos los participantes. Si bien es difícil de medir, pero en última instancia es algo fundamental, un número creciente de gente en las economías capitalistas disfrutó de carreras que los involucraban y que fue energizado en sus desafíos y sus exploraciones. Para ellos el capitalismo fue un regalo bendito (godsend).

Desde los inicios, el mayor aspecto negativo fue que la creación de empresas arriesgadas (creative ventures) causó incertidumbre no sólo a los empresarios propiamente, sino a todo mundo en la economía global. Las oscilaciones de la actividad empresarial arriesgada crearon un ambiente económico fluctuante. Frank Knight, observando al capitalismo de los Estados Unidos en su libro de 1921, dijo que una compañía, en todas sus decisiones, excepto algunas pocas rutinarias, encaraba lo que ahora se denomina la “incertidumbre Knightiana”. En una economía que innova no hay suficientes precedentes que permitan estimar la probabilidad de este o aquel resultado. En 1936 John Maynard Keynes insistió en la “precariedad” de mucho del “conocimiento” usado para valorar una inversión –de aquí la “debilidad” en las creencias de los inversionistas. (Sin embargo, ahora él es visto como “Smith más oscilaciones psicológicas”).

Nunca se ha sugerido una justificación moral para deshacerse de un sistema que provee una novedad invaluable e irreemplazable, una solución a problemas y a la exploración y, por tanto, al crecimiento personal. Por el contrario, la filosofía humanista ha continuado, desde tiempos antiguos, sosteniendo tales experiencias como “la buena vida”. Los socialistas y los corporativistas nunca ofrecieron una buena vida alternativa.

Simplemente alegaron que el sistema que ellos proponían podía sobrepasar al capitalismo: una prosperidad más amplia o más empleos o más satisfacción con los trabajos. Desafortunadamente, aún no existe un entendimiento amplio entre el público de los beneficios que justamente pueden ser acreditados al capitalismo y de por qué estos beneficios tienen sus costos. Este fracaso intelectual ha hecho que el capitalismo sea vulnerable ante sus oponentes y ante la ignorancia que hay dentro del sistema.

El capitalismo perdió mucho de su lugar durante el período entreguerras, cuando muchos países en el occidente de la Europa continental cambiaron hacia sistemas corporativistas. Este fue un punto bajo en la percepción pública acerca de la economía política. Al final de cuentas, las promesas de una prosperidad mayor y de oscilaciones menores no pudieron ser cumplidas. Las naciones que mantuvieron el capitalismo, al tiempo que hacían reformas, algunas buenas y otras tal vez no, en última instancia de nuevo tuvieron un buen desempeño –hasta ahora. Aquellos que rompieron con el capitalismo fueron menos innovadores. Después de los disturbios de los años setenta, vieron como el desempleo se elevó mucho más de lo sucedido en las naciones capitalistas. También fueron peores en cuanto a inclusión económica.

Ahora el capitalismo está en medio de su segunda crisis. Una explicación ofrecida es que los banqueros, cualquiera cosa que sea lo que ellos pudieran conocer acerca del capitalismo, sabían que para conservar sus trabajos y sus bonificaciones tenían que pedir prestado más y más, para prestar más y más, a fin de satisfacer los objetivos de ganancias y de regulación que gobierna el apalancamiento del capital de los bancos, a niveles que hizo a los bancos vulnerables por una caída de los precios de las viviendas.

Pero, ¿por qué los grandes accionistas no se movilizaron para parar el endeudamiento exagerado, antes de que llegara a niveles peligrosos? ¿Por qué los legisladores no demandaron una intervención regulatoria? La respuesta, creo, es que no tenían ni idea de la incertidumbre Knightiana. De manera que no tenían idea de la posibilidad de una caída enorme en los precios de las viviendas y ningún sentido acerca de la inaplicabilidad fundamental de los modelos de administración de riesgo usados en los bancos. “Riesgo” vino a significar volatilidad en algún pasado reciente. Se consideró la volatilidad del precio al vibrar alrededor de alguna trayectoria, pero no en cuanto a la incertidumbre de la trayectoria en sí: el riesgo de que ella se fuera a caer. También los principales ejecutivos de los bancos tuvieron poco dominio de la incertidumbre. Algunos tuvieron el instinto de ir a comprar seguros, pero no vieron la incertidumbre de la solvencia de los aseguradores.

Hay mucha disfuncionalidad en los Estados Unidos y en Inglaterra: un sector financiero que se alejó del sector de los negocios, que luego causó su auto-destrucción y un sector empresarial ahogado por el cortoplacismo. Si es que aún mantenemos nuestros valores humanistas, trataremos de reestructurar estos sectores y hacer que el capitalismo de nuevo trabaje bien –protegernos mejor contra un desprecio atolondrado de la incertidumbre en el sector financiero, al mismo tiempo que se revive la capacidad innovadora de las empresas. No cerraremos la puerta a sistemas que dieron a números crecientes vidas que valen la pena.

*El autor es director del Centro sobre el Capitalismo y la Sociedad de la Universidad de Columbia y ganador del Premio Nobel en Economía en el 2006. Este artículo fue publicado en el periódico Financial Times del 14 de abril del 2009. La traducción (aficionada) fue hecha por Jorge Corrales Quesada.

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Actualizado 21/07/2011 a las 10:49 por Boletín ANFE

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