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Boletín ANFE

09-03 Sombrero en el suelo

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Marzo del 2009

09-03 SOMBRERO EN EL SUELO

Andrés I. Pozuelo A.

Yo antes me consideraba un realista, y con esto me refiero al realismo científico. El realismo científico sostiene que (i) existe una realidad objetiva, (ii) que el objetivo primordial de la ciencia es describir y explicar (además de predecir) los hechos de la realidad y (iii) que la ciencia consigue su objetivo gracias a la aplicación del método científico (Wikipedia, 2009). del conocimiento (Hayek) de lo que va a pasar y de lo que deviene, de acuerdo con nuestra limitada observación, se ha convertido en un arma suicida.

Esto me llevó inclusive a aceptar que la política no es el arte de lo posible, sino el arte de lo predecible, según la visión de Morgenthau (Politics Among Nations). Pero, al observar lo que acontece hoy en el mundo, debo admitir que los seres humanos no estamos del todo estructurados para analizar las cosas más allá de lo que ocurre en el momento inmediato y que la presunción.

Por eso, tratar los fenómenos complejos como si fueran simples o pretender encapsular lo desconocido en estructuras de ideas y conceptos ingeniosos es precisamente lo que está causando el aparente caos económico actual. Los políticos y economistas le siguen dando rienda suelta a su arrogancia, al querer planificar, intervenir, medir y predecir los fenómenos económicos complejos. “Existen muchas razones –dice Hayek– para estar precavidos de los peligros de la aceptación poco crítica de enunciados que tienen la apariencia de ser científicos”; y si a esto le añadimos el batallón de expertos en política pública y gurús económicos (que abundan) podemos decir que el futuro luce sombrío.

En la reunión de los miembros del G–20, o mejor, el P–20 (por Perdidos en el Espacio), las sacadas de pecho no se hicieron esperar. El flamante presidente de Francia Nicolas Sarkozy amenazo incluso con levantarse de la silla, al mejor estilo napoleónico, si al fin de la reunión no se conseguía el marco regulatorio que él deseaba en el plano internacional. No le conviene a Sarkozy olvidarse de la anécdota histórica conocida como “el sombrero en el suelo”, alusivo a la histórica reunión entre Napoleón y el princípe austriaco Matternich en junio de 1813. En dicha reunión, posterior a la derrota de Francia en Rusia, Napoleón trata de intimidar al príncipe con el objeto de que no insista en una coalición europea antinapoleónica para detener el poderío francés. Napoleón, furioso, tira su sombrero al suelo… que nadie recogerá, excepto el propio y desventurado Napoleón.

No es mi deseo ver al actual presidente francés humillado, pero sí creo que conviene a todos estos líderes pensar menos como príncipes del universo y sentirse, en cambio, como aquellos necesarios jardineros que preparan el terreno para que otros mortales lo cultiven y así aprovechen los frutos del trabajo. Eso les evitaría, como sucedió al cierre de la cita que acaba de finalizar en Londres, tener que recoger los sombreros que antes habían tirado al suelo.

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