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09-02 Plan B frente a la crisis

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Febrero del 2009

09-02 PLAN B FRENTE A LA CRISIS

Luis E. Loría*


Luego de analizar la propuesta del Gobierno, presentada por don Óscar Arias Sánchez el pasado 29 de enero de 2009, parecería que no existe claridad en términos de una necesaria visión de largo plazo. El Plan Escudo se puede considerar como un listado de buenas intenciones, como las que se hacen al inicio de cada año, la mayoría de las cuales no se cumplen.

El plan incorpora algunas medidas necesarias y deseables, como apoyos puntuales a grupos necesitados en materia social. Sin embargo, claramente, su filosofía subyacente es más cercana a la de regalar pescado en lugar de enseñar a pescar. En otras palabras, el fuerte énfasis en la coyuntura actual parece que impidió a quienes estuvieron a cargo de su elaboración el elevar la mirada para ver más allá del muy corto plazo.

Concretamente, varias de las propuestas que ahora parecen buenas—en caso de que se implementen—podrían tener impactos negativos en el mediano y largo plazo. Incluso, aunque solamente se analice el corto plazo—hablemos de 2009 y 2010—no es claro que las medidas propuestas lograrían cumplir con el ambicioso objetivo planteado de blindar nuestra economía frente a la crisis internacional.

Entonces la pregunta sigue siendo: ¿Cómo enfrentar la crisis?

Lo principal es contar con una visión clara de hacia dónde queremos ir. Al enfrentar situaciones extremas—por supuesto, la crisis califica como una de ellas—es importante no perder la calma, aunque sintamos que atravesamos un valle de tinieblas y que lo peor todavía no ha llegado.

Si existe esa claridad de visión, proceder a trazar la hoja de ruta que se debe seguir para llegar allá es una tarea sencilla. En contraste, en los casos que no existe claridad, no hay manera de diferenciar las medidas que nos ayudan a avanzar de las que representarán un retroceso. Como escribió Lewis Carroll, en Alicia en el país de las maravillas, “Si no sabes hacia dónde te diriges, cualquier camino te conducirá hacia allá.”

No es posible, en materia de políticas públicas, apostar por dos cosas distintas al mismo tiempo. La realidad es una sola y las decisiones que tomemos hoy marcarán definitivamente nuestras opciones y posibilidades de desarrollo con miras al futuro. Por eso, la decisión más importante que la crisis nos obliga a tomar es determinar qué queremos ser. Esa realidad fundamental, la capturó perfectamente Ortega y Gasset, en su libro Historia como sistema, cuando indicó: “En cada momento de mi vida se abren ante mí diversas posibilidades: puedo hacer esto o lo otro. Si hago esto, seré A en el instante próximo; si hago lo otro, seré B.”

La decisión que debemos tomar ahora no es sencilla y se puede resumir, de manera simple, en dos alternativas. La alternativa A, revivir y alimentar a un gran estado paternalista para que extienda, nuevamente, sus tentáculos para introducir distorsiones en diversos ámbitos de la actividad económica y otorgar superpoderes a quienes desde una posición cómoda de planificador central (Banco Central y Ministerio de Hacienda) están convencidos de que ellos conocen qué es lo que más le conviene a cada uno de nosotros.

Esa es la alternativa por la cual, de manera implícita se inclina el Gobierno para enfrentar la crisis. Por ejemplo, el Plan escudo menciona cómo el Estado, en calidad de superhéroe, intervendrá para, entre otras cosas:

1. Reducir por razones políticas las tasas de interés.
2. Aumentar en un 15% las pensiones del régimen no contributivo de la Caja (en otras palabras, compensar por la inflación del 2008).
3. Intentar garantizar el empleo (aunque signifique que los trabajadores ganen la mitad mientras sus costos se mantienen iguales).
4. Incrementar la deuda pública para invertir en infraestructura (la cual sería pagada por todos los costarricenses y solamente beneficiaría a un sector particular).
5. Canalizar recursos de la Banca de Desarrollo hacia actividades básicas de subsistencia (en contraste con apostar por la creación de nuevas empresas de rápido crecimiento en actividades intensivas en el uso de nuevas tecnologías, el conocimiento y la innovación) y
6. Fortalecer con un préstamo del BID al Banco Central, principal responsable por los empobrecedores resultados económicos en el país.

La alternativa B, es la de romper decididamente con el status quo en materia de política fiscal y política monetaria para buscar una mayor libertad económica. El conjunto de medidas que se requiere para avanzar en esa dirección es radicalmente distinto al de la propuesta gubernamental.

En términos generales, lo que se buscaría es aumentar las libertades individuales para tomar las decisiones que afectarán, de manera directa, su futuro. Más concretamente, en el tema fiscal, se propondría una reducción muy importante en la carga impositiva a través de la reducción permanente del impuesto sobre la renta para que su tasa máxima no supere el 15%, eliminación de impuestos menores y la reducción unilateral de aranceles. Todas estas medidas se traducirían en que cada individuo, hogar y empresa contaría con más recursos para consumirlos o invertirlos en la manera que mejor satisfaga sus necesidades; apoyo directo y decido a la formación de nuevas empresas y a mejorar el entorno de negocios.

Algunas medidas en esa dirección serían incentivos para empresas dinámicas e innovadoras—compatibles con las disposiciones de la Organización Mundial del Comercio más allá del 2015—programas especiales de apoyo a nuevos empresarios, incubadoras de empresas, aceleradoras de negocios, etc.

Finalmente, no existe libertad económica cuando el poder de compra de mi salario, de la riqueza fruto de mi trabajo (ahorros y pensiones) y las utilidades que resultan de mi esfuerzo emprendedor me pueden ser arrebatados injustamente por una decisión arbitraria de la Junta Directiva del Banco Central de Costa Rica (BCCR). Para poner fin a la expoliación legal que ejecuta diariamente el BCCR, es necesario eliminar el colón costarricense y adoptar una moneda fuerte y de aceptación internacional como el dólar. Al hacerlo, mejoraría el atractivo del país para la inversión nacional y extranjera, las tasas de interés caerían de manera natural a la mitad, la inflación sería del orden del 2% al 5% y los salarios, ahorros y pensiones mantendrían mejor su valor en el tiempo.

Como no se pueden perseguir al mismo tiempo las dos visiones alternativas es el momento de determinar con claridad qué queremos ser: A o B.

*Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad de Costa Rica. Reproducción autorizada por el autor y la Revista Poder febrero 2009.

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