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08-12 El fracaso del mercado. Un modelo fracasado

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Enero del 2009

08-12 EL FRACASO DEL MERCADO. UN MODELO FRACASADO

Por Philip Booth2


Si les fuera a dar una conferencia de ingeniería y empezara diciendo, creo que correctamente, que la máxima velocidad teórica para un carro perfecto sería la velocidad de la luz3 y que un carro que viajara a cualquier velocidad menor que esa sería “un carro fracasado” o que sufriría del “fracaso del vehiculo”, probablemente Ustedes pensarían que fue una conferencia sumamente inútil. Y estarían en lo correcto.

Sin embargo, un enfoque común en la enseñanza de la economía es enseñar acerca de las precondiciones de un llamado mercado perfecto –información plena, que no haya costos de transacción, que no existan externalidades, etcétera- para ver luego cómo los mercados, en la práctica, se desvían de ese modelo del libro de texto. Luego, entonces, llamamos a estas desviaciones “fracasos del mercado”. Esto sucede a pesar del hecho de que es tan imposible tener un mercado perfecto como lo es tener un carro perfecto.

Intuitivamente, a pesar de no ser ingenieros, Ustedes probablemente sabrían cuál el mejor método para evaluar carros –toman un par de carros y miran las diferentes características y evalúan cuál es el mejor para un propósito particular. Cuando los economistas enseñan acerca del fracaso del mercado, ellos, en vez de eso, sugieren políticas que los gobiernos, en teoría, podrían usar para hacer perfecto a un mercado imperfecto, sin tomar en cuenta si es posible, en la práctica, mejorar el bienestar económico con la adopción de tales políticas.

La obsesión con el enfoque del fracaso del mercado para el análisis de políticas es relativamente nueva y probablemente se le puede adscribir a Pigou. El ejemplo obvio, que proviene de Pigou, es la idea de un impuesto óptimo para lidiar con la contaminación. Si mi fábrica contamina su tierra, dice el argumento, el problema se puede resolver con un impuesto óptimo a mis actividades. El problema es que no sabemos cómo sería tal impuesto. Las preferencias de las personas sobre diferentes bienes económicos son reveladas tan sólo por los precios que pagan en las transacciones en el mercado.

El gobierno sólo podría tener la información para resolver cuál es el impuesto óptimo si tuviera toda esa información acerca de los costos y los beneficios de todos los usos potenciales de los recursos económicos. Si tuviera esa información, entonces, planificar centralizadamente la economía podría funcionar con mayor generalidad. Y sin embargo nosotros sabemos que la planificación central es una catástrofe. La idea parece ser que tenemos un gobierno perfectible que no sólo siempre actúa en favor de los intereses de los participantes en los mercados, sino que también tiene la información para corregir las imperfecciones en los mercados. Estoy seguro de que esta es la única racionalidad que puede usarse para justificar la aceptación automática de la intervención gubernamental para resolver los llamados fracasos del mercado.

Entes Reguladores
Este enfoque para enseñar la economía es luego aplicado a la política práctica. Muchos entes reguladores en Inglaterra han adoptado el enfoque del fracaso del mercado para la regulación. Esto significa que el desarrollo de la regulación puede involucrar un proceso por el cual el ente regulador identifica los fracasos del mercado y luego desarrolla instrumentos enfocados a “corregirlos”. Es interesante esta afirmación de la Autoridad de Servicios Financieros (FSA; equivalente a la SUGEF o a la SUGEVAL de Costa Rica).

La FSA dijo:

“Para lograr nuestros objetivos de una manera consistente con los principios de una buena regulación, hemos adoptado un enfoque regulatorio basado en corregir los fracasos del mercado… Sin embargo, hay numerosos casos en donde los mercados no regulados no lograrán el mejor resultado debido a alguna forma de fracaso del mercado, haciendo que sea necesaria la acción de parte nuestra.” (FSA, 2003; el énfasis es del autor del ensayo).

Esta es una afirmación fuerte, porque todos los mercados se queden cortos del modelo de mercado perfecto, de manera que eso sugiere que no haya límite alguno sobre la intervención reguladora. La última frase, que la intervención del gobierno es necesaria, particularmente nos dice mucho.

Ideas Provenientes de la Economía de la Elección Pública (Public Choice)

La economía de la elección pública tiene algunos mensajes incómodos para el modelo del fracaso del mercado.
La premisa más importante de la economía de la elección pública es muy directa: no debemos suponer que la gente se comporte de una forma en la arena política y de otra diferente en la arena económica.

En la arena económica reconocemos que, por lo general, los agentes actúan en función de sus mejores intereses propios y que ellos tienen un conocimiento imperfecto. En la esfera política los agentes también tienen esas características. Esto no significa que se diga que todos los agentes en la esfera política actuarán tan sólo en función de sus mejores intereses propios: el altruismo es posible en ambas arenas, la política y la económica. Sin embargo, es prudente adoptar una hipótesis que funcione acerca de la prosecución del interés propio al juzgar los actos de los votantes, los burócratas y los políticos.

Hay un número de implicaciones que surgen de combinar el supuesto del participante interesado en lo propio en el proceso político con nuestro entendimiento de los diversos aspectos administrativos del proceso regulatorio. Estas son las siguientes:
• Los burócratas no pueden “corregir” el fracaso del mercado, aún cuando así lo deseen, porque carecen de información para conocer el resultado del mercado que se habría dado si no hubiera existido el llamado “fracaso”.

• Los burócratas actuarán en función de sus mejores intereses propios, tomando cursos de acción que los conducirán hacia su promoción y avance. Es posible que quieran evitar el escándalo, lo cual los hace adversos al riesgo, de manera que pueden regular para reducir los riesgos a un grado mayor que el que los consumidores desean. También desearán incrementar el tamaño de su menú de regulaciones.

• Los electores, en general, no tienen interés en estar perfectamente informados acerca de temas políticos, porque es minúscula la probabilidad de que el voto de un individuo impacte el resultado de una elección.

• Por ello, hay numerosas asimetrías entre los entes reguladores y aquellos a quienes en última instancia deben dar cuentas: los electores. Así, los electores están en desventaja relativa al evaluar los méritos de las regulaciones que se proponen.

• Cuando los beneficios de la acción gubernamental se concentran en un grupo particular de votantes o instituciones o empresas, tales grupos tienen un incentivo para hacer cabildeo (lobby) que incremente la protección regulatoria. Cuando el costo de esa regulación se dispersa entre los votantes, los perdedores no tienen incentivos para cabildear oponiéndose a que aumente tal regulación, porque el costo esperado del cabildeo para el votante individual será muy grande, en comparación con el beneficio esperado.

• Los políticos, si otras cosas se mantienen constantes, responderán a las preferencias del “votante mediano” en vez de actuar para crear instituciones regulatorias que puedan enfrentar problemas genuinos de fracaso del mercado.
Las características arriba expuestas tienden a sesgar las instituciones políticas a favor de un nivel mayor de regulación que aquel que conduciría a soluciones que maximicen el bienestar. También sesgarán las instituciones políticas a favor de formas de intervención que favorecen a los grupos de interés en los que se concentran los beneficios. De manera que, si es que del todo queremos usar el concepto de “fracaso del mercado”, que yo creo que no deberíamos usarlo, deberíamos tener cuidado de balancearlo con la idea de “fracaso del gobierno”. La economía de la elección pública sugiere que, en la práctica, no es posible perfeccionar el llamado mercado imperfecto. Pero deberíamos ir mucho más allá y yo sugiero que del todo abandonemos esta idea del fracaso del mercado. Podemos llegar a esta conclusión si entendemos mejor qué es el proceso de la competencia.

Ideas Provenientes de los Modelos Austriacos de Competencia
El modelo de los libros de texto sobre competencia perfecta es uno en el cual hay un conocimiento perfecto y en donde productos idénticos se venden a un precio igual al costo marginal. Esto conduce, cuando se les combina con otros supuestos, a que sean explotadas todas las oportunidades de maximizar el bienestar. Pero debería ser obvio que no puede existir un mercado perfectamente competitivo. Su prevaleciera la competencia perfecta, no habría innovaciones ni diferenciación de productos. Si los consumidores o los productores descubren un nuevo conocimiento, o tendrían que compartirlo inmediatamente con otros en el mercado o terminaría el estado de competencia perfecta. Sin embargo, en los mercados de la vida real continuamente ocurren innovaciones y nuevo conocimiento. En efecto, una economía en donde no fuera éste el caso, sería considerada como estancada.

De manera que a la competencia se le debe considerar como el proceso por el cual los consumidores y los productores buscan nuevo conocimiento para permitir la producción de nuevos bienes o de los bienes existentes pero a un precio menor, por lo tanto expandiendo el bienestar. Si existiera el modelo teórico ideal de una competencia perfecta, el proceso de la competencia se acabaría.

De forma que, yo diría, si vamos a tener intervenciones regulatorias, mejor servirían los intereses del mercado si se removieran inhibiciones para el proceso de la competencia, en vez de tratar de recrear el resultado hipotético que resulta de la llamada competencia perfecta.

También hay un segundo problema que surge con este modelo de fracaso del mercado. La ausencia de competencia perfecta significa que hay algunas oportunidades no descubiertas que permitan aumentar el bienestar del consumidor. Pero, ¿cuáles son esas? No lo podemos saber porque requerimos que el proceso de competencia las descubra. Un regulador no puede saber cuáles son las oportunidades no descubiertas que aumenten el bienestar en un mercado imperfecto. Por ello, tal como lo puso Hayek, “si están ausentes los requisitos fácticos para la ‘competencia perfecta’ no es posible hacer que las firmas actúen ‘como si’ tal cosa existiera.”

Alternativas al Fracaso del Mercado
De manera que, si no debemos usar el enfoque del fracaso del mercado, ¿qué deberíamos hacer? Un enfoque es evaluar cuál de los enfoques alternativos acerca de la organización económica es el más efectivo –tanto en teoría (bajo ciertos supuestos) como en la práctica. Eso es lo que hacemos cuando comparamos carros de carrera. Hay también otros enfoques. Yo empecé con el ejemplo de que mi fábrica podría estar contaminando su tierra. ¿Cómo deberíamos de tratar esto? Pigou sugirió el impuesto óptimo. Una alternativa es pensar cómo el mercado podría hacerse más completo mediante la definición apropiada de los derechos de propiedad, de manera que Usted podría pagarme por no contaminar (si el derecho de contaminar es legalmente mío) o yo le puedo pagar por el derecho a contaminar (si el derecho a no ser contaminado es legalmente suyo). Esta es una solución mucho mejor que el llamado impuesto óptimo. Puede conducir a una solución que refleje las preferencias de la gente en vez de aquéllas del burócrata, quien es disciplinado a través de un mecanismo muy imperfecto por sus amos políticos, cual es que estén sujetos a elecciones cada cinco años. De manera que, en vez de tener gobiernos corrigiendo mercados fracasados, los gobiernos podrían enfocarse en tratar de remover restricciones institucionales a que los mercados sean más completos.

Pero tal vez nos adentramos en áreas más complejas, tales como el control de las emisiones de CO2, en donde lo que yo haga en Londres podría afectar a alguien en (digamos) Pakistán. Los costos de transacción pueden ser muy grandes como para poder desarrollar una situación que involucra hacer un mercado más completo. Pero, sin embargo, la economía de la elección pública, las ideas austriacas sobre la competencia y los discernimientos provenientes de Coase nos brindan un mejor marco de pensamiento. No deberíamos estarnos preguntando ‘¿cuál es el impuesto óptimo?’ sino hacernos una serie de preguntas más sutiles, tales como que ‘dado lo que sabemos acerca de las imperfecciones del gobierno, ¿puede la no intervención ser mejor que intervenir?’, ‘si intervenimos, ¿cómo minimizamos la posibilidad de la captura burocrática?’, ‘¿cómo nos aseguramos que los derechos para producir CO2 sean poseídos por la gente que más los valora?’. Estos son el tipo de preguntas que yo pienso que los economistas clásicos habrían querido formular. Aquellos quienes siguen el método del fracaso del mercado para analizar cómo corregir los errores de los mercados imperfectos, terminan formulando una pregunta conceptualmente simple que no tiene respuesta práctica.
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1.- Esta breve charla fue dada en una conferencia para Maestros del Instituto para Asuntos Económicos (Institute for Economic Affairs-IEA) en junio del 2008. Como tal está diseñada para la discusión y no está rigurosamente referenciada.
2.- Director Editorial y de Programas del Instituto para Asuntos Económicos
3.- Este ejemplo no es original –creo que por primera vez fue sugerido por David Friedman.
Traducción al español de Jorge Corrales Quesada







Obama's So-Called Stimulus: Good For Government, Bad For the Economy



Daniel J. Mitchell explica cómo George Bush estuvo "estimulando" la economía con grandes aumentos del gasto público. Si no funcionó el "estímulo" keynesiano de George Bush, ¿ por qué entonces se espera que funcione el "estímulo" keynesiano de Barack Obama?. El video original de YouTube se encuentra en http://www.youtube.com/watch?v=2mKE16Exh9k

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Actualizado 19/07/2011 a las 12:48 por Boletín ANFE

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