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08-11 Declaraciones del presidente Bush sobre los mercados financieros y la economía

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Noviembre del 2008

08-11 DECLARACIONES DEL PRSIDENTE BUSH SOBRE LOS MERCADOS FINANCIEROS Y LA ECONOMIA MUNDIAL

Manhattan Institute, Federal Hall National Memorial
Nueva York, Nueva York

Muchísimas gracias. Sírvanse tomar asiento. Gracias por darnos a Laura y a mí la oportunidad de venir a este histórico recinto para hablar sobre un gran problema que enfrenta el mundo. Y les agradezco por darme la oportunidad de venir hoy a describir las medidas que Estados Unidos y nuestros asociados están tomando y tomarán para superar esta crisis financiera.

Y le agradezco al Manhattan Institute por todo lo que hace. Agradezco el hecho de estar aquí en esta fabulosa ciudad para pronunciar este discurso. La gente me pregunta, ¿tiene confianza en nuestro futuro? Y la respuesta es, por supuesto que sí.

Y es fácil sentir confianza en una ciudad como la Ciudad de Nueva York. Al fin y al cabo, hay un espíritu increíble en esta ciudad. Esta es una ciudad cuyo horizonte delineado por rascacielos les ha ofrecido a los inmigrantes su primera visión de la libertad. Esta es una ciudad donde la gente se unió cuando la libertad estuvo bajo ataque. Esta es una ciudad cuyos mercados de capital atraen inversiones de todo el mundo y financian los sueños de empresarios de todo Estados Unidos. Esta es una ciudad que ha sido, es y siempre será la capital financiera del mundo.

Y agradezco estar en la presencia de dos personas que prestan servicios de forma capaz y noble a la Ciudad de Nueva York: el alcalde Koch y el alcalde Giuliani. Gracias a todos por venir. Me complace que estén aquí. Le agradezco a la Junta de Regentes del Manhattan Institute y a su presidente, Paul Singer, por realizar una buena labor, ser un buen centro de política. Y antes de comenzar, debo decir que espero que Ray Kelly le diga a lo mejor de Nueva York cuánto aprecio la gran hospitalidad que siempre se nos brinda aquí en la Ciudad de Nueva York. Está usted a cargo de una fabulosa fuerza policial, y se lo agradecemos muchísimo, señor.

Vivimos en un mundo en que nuestras economías están interconectadas. La prosperidad y el progreso tienen un alcance nunca antes visto en la historia. Desafortunadamente, como hemos visto en meses recientes, el torbellino financiero en cualquier lugar del mundo afecta a las economías de todo el mundo. Así que, este fin de semana, voy a ser el anfitrión de la Cumbre sobre Mercados Financieros y Economía Mundial, con líderes de países desarrollados y en desarrollo que representan 90 por ciento de la economía mundial. Estarán presentes también líderes del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, las Naciones Unidas y el Foro de Estabilidad Financiera. Cenaremos en la Casa Blanca mañana y nos reuniremos gran parte del sábado.

Los líderes que asistan a la reunión de este fin de semana concuerdan en un claro propósito: solucionar la actual crisis y sentar las bases para reformas que ayuden a evitar una crisis similar en el futuro. También estamos de acuerdo en que esta tarea es demasiado grande para culminarla en una sola sesión. Los asuntos son demasiado complejos, el problema es demasiado importante como para tratar de resolverlo o para tratar de producir recomendaciones sensatas con sólo una reunión. Entonces esta cumbre será la primera de una serie de reuniones.

Se concentrará en cinco objetivos clave: comprender las causas de la crisis global, examinar la efectividad de nuestra respuesta hasta la fecha, sentar los principios para reformar nuestros sistemas financieros y normativos, lanzar un plan específico de acción para implementar dichos principios y reafirmar nuestra convicción de que los principios del libre mercado ofrecen el camino más seguro hacia la prosperidad duradera.

En primer lugar, tratamos de llegar a un común entendimiento de las causas de la crisis global. Naturalmente, diferentes países ofrecerán diferentes perspectivas, pero hay ciertos puntos en que todos podemos estar de acuerdo:

En la década pasada, el mundo experimentó un periodo de sólido crecimiento económico. Los países acumularon enormes cantidades en ahorros y buscaron lugares seguros donde invertirlos. Debido a nuestro atractivo clima político, legal y empresarial, Estados Unidos y otras naciones desarrolladas recibimos una considerable porción de ese dinero.

El flujo masivo de capital extranjero, combinado con bajas tasas de interés, produjo un periodo de crédito fácil. Y ese crédito fácil afectó especialmente al mercado inmobiliario. Muchos prestamistas, inundados de dinero, otorgaron hipotecas y muchos prestatarios no pudieron pagarlas. Luego, las instituciones financieras adquirieron estos préstamos, los consolidaron y los convirtieron en títulos valores complejos concebidos para rendir ganancias considerables. Estos títulos valores fueron entonces adquiridos por inversionistas e instituciones financieras en Estados Unidos y Europa y muchos otros lugares, a menudo con escaso análisis del verdadero valor que acarreaban.

La crisis financiera se desencadenó cuando los prósperos mercados inmobiliarios empezaron a bajar. A medida que las casas se devaluaban, muchos prestatarios dejaron de pagar sus hipotecas, y las instituciones que habían adquirido los valores respaldados por esas hipotecas sufrieron serias pérdidas. Debido a estructuras normativas anticuadas y prácticas ineficientes en la administración del riesgo, muchas instituciones financieras en Estados Unidos y Europa estaban excesivamente endeudadas. Cuando hubo escasez de capital, muchas se vieron en peligro financiero. Esto llevó a la quiebra a entidades de alto perfil en Estados Unidos y Europa, provocó contracción del crédito y ansiedad generalizada, todo lo cual contribuyó a vertiginosas caídas en los mercados de valores.

Estos acontecimientos han abrumado a gente trabajadora en todo el mundo. Las caídas en las bolsas de valores han erosionado el valor de los ahorros de jubilación y fondos de pensión. La menor disponibilidad de crédito ha hecho más difícil que las familias obtengan préstamos para autos, para remodelar sus casas o para la educación de sus hijos. A las empresas se les ha hecho más difícil obtener préstamos para expandir sus operaciones y generar empleo. Muchos países han sufrido pérdidas en puestos de trabajo y les preocupa seriamente que la economía empeore. Los países en desarrollo se han visto muy afectados por el nerviosismo de inversionistas que han retirado su capital.

Enfrentamos la posibilidad de una crisis mundial. Y por lo tanto, hemos respondido con medidas valientes. Soy una persona orientada hacia el mercado, pero no cuando nos enfrentamos a la posibilidad de una crisis mundial. En la cumbre del sábado, examinaremos la eficacia de nuestras medidas.

Aquí en Estados Unidos, hemos tomado medidas sin precedente para aumentar la liquidez, recapitalizar instituciones financieras, garantizar la mayor parte de los nuevos préstamos emitidos por bancos asegurados y evitar el colapso desordenado de empresas grandes e interconectadas. Las medidas que se tomaron fueron históricas y necesarias para evitar una crisis económica que afectara a millones de nuestros conciudadanos.

En Europa, los gobiernos también están adquiriendo participación en bancos y proporcionando garantías gubernamentales para préstamos. En Asia, países como China y Japón y Corea del Sur han reducido las tasas de interés y han puesto en marcha importantes planes de estímulo económico. En el Oriente Medio, países como Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos han garantizado depósitos y expandido los préstamos gubernamentales para bancos.

Asimismo, muchos países de todo el mundo han tomado medidas concertadas sin precedente. El mes pasado, varios bancos centrales llevaron a cabo una reducción coordinada de la tasa de interés. La Reserva Federal está aumentando la liquidez que necesitan bancos centrales en todo el mundo. El FMI y el Banco Mundial se esfuerzan por asegurar que las naciones en desarrollo puedan superar esta crisis.

Esta crisis no surgió de un día para otro, ni se resolverá de un día para otro. Pero nuestras acciones están teniendo impacto. Se está reactivando el mercado crediticio. Las empresas están obteniendo acceso a financiamiento esencial a corto plazo. El sistema financiero nacional e internacional está recuperando cierta estabilidad. Requerirá más tiempo ver el pleno efecto de estas mejoras, y quedan por delante más días difíciles. Pero Estados Unidos y nuestros asociados están tomando medidas acertadas para salir de esta crisis.

Además de hacerle frente a la crisis actual, también será necesario que realicemos reformas más extensas para darle mayor solidez a la economía mundial a largo plazo. Este fin de semana, los líderes determinarán los principios para que nuestros sistemas financieros se adapten a la realidad del mercado en el siglo XXI. Trataremos medidas específicas que podemos tomar para implementar dichos principios. Les daremos instrucciones a nuestros ministros de finanzas para que trabajen con otros expertos y nos presenten informes con recomendaciones detalladas sobre medidas sensatas adicionales.

Un principio vital en la reforma es que nuestros países deben incrementar la transparencia de nuestros mercados financieros. Por ejemplo, debemos considerar mejoras a las normas contables sobre títulos valores, de manera que los inversionistas alrededor del mundo puedan comprender el verdadero valor de los activos que compran.

En segundo lugar, debemos asegurarnos de que los mercados, firmas y productos financieros estén debidamente reglamentados. Por ejemplo, el intercambio de riesgo por incumplimiento del deudor (credit default swaps) -productos financieros que aseguran contra pérdidas potenciales- debe ser tramitado por medio de entidades centralizadas, en vez del mercado extrabursátil no regulado. Al darle mayor estabilidad a este gran e importante sector financiero, reducimos el riesgo en nuestro sistema financiero general.

En tercer lugar, debemos aumentar la integridad de nuestro mercado financiero. Por ejemplo, las autoridades en todos los países deben volver a examinar las normas que rigen la manipulación del mercado y el fraude, y asegurarse de que los inversionistas estén debidamente protegidos.

En cuarto lugar, debemos aumentar la cooperación entre las autoridades financieras del mundo. Por ejemplo, los países líderes deben coordinar mejor las leyes y normas internas. También debemos reformar las instituciones financieras internacionales, como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que en gran parte están basados en el orden económico de 1944.

Para reflejar mejor la realidad de la economía mundial de la actualidad, tanto el Fondo Monetario como el Banco Mundial deben modernizar sus estructuras de control. Deben considerar otorgarles mayor derecho de votación a los dinámicos países en desarrollo, particularmente en la medida en que aumenten sus contribuciones a dichas instituciones. Deben considerar formas de simplificar sus juntas ejecutivas y hacerlas más representativas.

Además de estos importantes cambios administrativos, debemos proseguir con otras reformas para hacer al Fondo Monetario y al Banco Mundial más transparentes, responsables y eficaces. Por ejemplo, el FMI debe acordar trabajar más estrechamente con los países miembros para asegurar que su política sobre tasas de cambio sea más equitativa y esté más orientada hacia el mercado. Y el Banco Mundial debe asegurarse de que sus programas para el desarrollo reflejen las prioridades de los pueblos a los que se debe destinar su ayuda y se concentren en resultados cuantificables.

Todos estos pasos requieren medidas decisivas de gobiernos de todo el mundo. Al mismo tiempo, debemos reconocer que la intervención gubernamental no es una panacea. Por ejemplo, hay quienes le echan la culpa de la crisis a la insuficiente reglamentación del mercado hipotecario estadounidense. Pero muchos países europeos tenían normas mucho más extensas y aun así, tuvieron problemas casi idénticos a los nuestros.

La historia ha demostrado que la mayor amenaza para la prosperidad económica no es que la participación del gobierno en el mercado sea insuficiente, sino excesiva. Lo vimos en el caso de Fannie Mae y Freddie Mac. Como estas firmas fueron constituidas por el Congreso de Estados Unidos, muchos creían que contaban con el pleno respaldo del gobierno de Estados Unidos. Los inversionistas invirtieron enormes cantidades de dinero en Fannie y Freddie, que éstas utilizaron para crear carteras irresponsablemente extensas de valores respaldados por préstamos hipotecarios. Y cuando el mercado de vivienda comenzó a caer, estos valores, desde luego, cayeron vertiginosamente. Fue necesario un plan de rescate respaldado por los contribuyentes para evitar que Fannie y Freddie colapsaran de una manera que habría hecho estragos en el sistema financiero mundial. Y la lección es clara: nuestro objetivo no debe ser una mayor participación del gobierno, sino mayor sensatez en el gobierno.

Todo esto nos lleva al principio más importante que debe guiar nuestra labor: Aunque la reforma del sector financiero es esencial, la solución a largo plazo para los problemas de la actualidad es el crecimiento económico sostenido. Y las vías más seguras para ese crecimiento son el libre mercado y la libertad de los pueblos.

Éste es un momento decisivo para la economía mundial. Tras la crisis financiera, voces de izquierda y derecha están identificando el sistema de libre empresa con la avaricia y la explotación y el fracaso. Es cierto que esta crisis incluye fracasos: de prestatarios y prestamistas y de firmas financieras y de gobiernos y entidades normativas independientes. Pero la crisis no fue un fracaso del sistema de libre mercado. Y la respuesta no es tratar de reinventar ese sistema. Es solucionar los problemas que enfrentamos, hacer las reformas que necesitamos y avanzar con los principios de libre mercado que han producido prosperidad y esperanza en pueblos de todo el globo.

Como cualquier otro sistema concebido por el ser humano, el capitalismo no es perfecto. Puede ser susceptible a excesos y abuso. Pero con mucho, es la forma más eficiente y equitativa de estructurar la economía. En su nivel más básico, el capitalismo les ofrece a los pueblos la libertad de escoger dónde quieren trabajar y qué quieren hacer, la oportunidad de comprar o vender los productos que quieren y la dignidad que proviene de beneficiarse de su talento y trabajo arduo. El sistema de libre mercado otorga incentivos que llevan a la prosperidad: el incentivo para trabajar, innovar, ahorrar, invertir sensatamente y generar empleos para otros. Y cuando millones de personas van juntas en pos de estos incentivos, sociedades enteras se benefician.

El capitalismo de libre mercado es mucho más que teoría económica. Es el motor de la superación social, la ruta hacia el Sueño Americano. Es lo que hace posible que un matrimonio comience su propio negocio o un nuevo inmigrante abra un restaurante o una madre sola reanude sus estudios y tenga una carrera mejor. Es lo que permitió que los empresarios de Silicon Valley cambiaran la forma en que el mundo vende productos y busca información. Es lo que transformó a Estados Unidos de una frontera agreste al mayor poder económico de la historia, una nación que le dio al mundo el barco a vapor y el avión, la computadora y la tomo-densitometría, el Internet y el iPod.

A fin de cuentas, la mejor prueba a favor del capitalismo de libre mercado es su desempeño en comparación con otros sistemas económicos. El libre mercado permitió que Japón, una isla con pocos recursos naturales, se recuperara de la guerra y pasara a ser la segunda economía del mundo. El libre mercado permitió que Corea del Sur pasara a ser una de las sociedades más tecnológicamente avanzadas del mundo. El libre mercado convirtió lugares pequeños como Singapur y Hong Kong y Taiwán en protagonistas económicos mundiales. Hoy, el éxito de las mayores economías del mundo proviene de su apoyo al libre mercado.

Mientras tanto, países que han seguido otros modelos han obtenido resultados devastadores. El comunismo soviético hizo pasar hambre a millones, llevó un imperio a la bancarrota y colapsó de forma tan contundente como el Muro de Berlín. Cuba, que en un momento era conocida por sus extensos sembríos de caña de azúcar, ahora se ve forzada a racionar el azúcar. Y mientras que Irán cuenta con reservas petrolíferas gigantescas, sus pobladores no tienen suficiente gasolina para sus autos.

Los resultados son fehacientes: si desean crecimiento económico, si desean oportunidades, si desean justicia social y dignidad humana, el sistema de libre mercado es la forma de lograrlo. Y sería un grave error permitir que unos cuantos meses de crisis menoscaben 60 años de éxito.

Tan importante como mantener el libre mercado dentro de los países es mantener la circulación libre de bienes y servicios entre países. Cuando los países abren sus mercados al comercio y la inversión, sus empresas y agricultores y trabajadores encuentran nuevos compradores para sus productos. Los consumidores se benefician de más opciones y mejores precios. Los empresarios pueden poner sus ideas en práctica con financiamiento de cualquier parte del mundo. Gracias en gran medida a los mercados abiertos, el volumen del comercio internacional hoy en día es casi 30 veces mayor de lo que lo era hace seis décadas, y algunos de los logros más impresionantes los han experimentado países en desarrollo.

Como Presidente, he visto de cerca el poder transformativo del comercio. Fui a la fábrica de Caterpillar en East Peoria, Illinois, donde las exportaciones generan miles de empleos bien remunerados para estadounidenses. Recorrí una feria comercial en Ghana, donde conocí a mujeres que mantienen a sus familias exportando vestidos y joyas hechas a mano. Hablé con un agricultor en Guatemala que decidió plantar cultivos rentables que podía vender en el extranjero y ayudó a generar más de 1,000 puestos de trabajo.

Ejemplos como éste muestran por qué es tan importante mantener los mercados abiertos al comercio y la inversión. Esta apertura es particularmente urgente durante tiempos de crisis económica. Poco después del colapso de la bolsa en 1929, el Congreso aprobó los aranceles Smoot-Hawley, una medida proteccionista concebida para proteger la economía de Estados Unidos de la competencia mundial. El resultado no fue la seguridad económica. Fue la ruina económica. Y los líderes de todo el mundo deben tener en cuenta este ejemplo y rechazar la tentación del proteccionismo.

Los países pueden demostrar de maneras claras el compromiso con los mercados abiertos. El Congreso de Estados Unidos tiene la oportunidad inmediata de aprobar tratados de libre comercio con Colombia, Perú* y Corea del Sur. Estados Unidos y otros países ricos también deben asegurarse de que esta crisis no pase a ser una excusa para revertir nuestro compromiso con el mundo en desarrollo. Y los países en desarrollo deben continuar la política que promueve la libre empresa e inversión. Asimismo, todos los países deben comprometerse a finalizar este año un marco que produzca exitosamente un acuerdo de Doha.

Enfrentamos este desafío juntos y lo superaremos juntos. Estados Unidos está decidido a mostrar el camino de regreso al crecimiento económico y la prosperidad. Sé que hay quienes se cuestionan si continuará el liderazgo de Estados Unidos en la economía mundial. El mundo puede estar seguro de que continuará, porque nuestros mercados son flexibles y podemos recuperarnos de reveses. Vimos esa capacidad de recuperación en los años cuarenta, cuando Estados Unidos salió de la Depresión, organizó una fuerza armada poderosa y ayudó a salvar al mundo de la tiranía. Vimos esa capacidad de recuperación en los años ochenta, cuando los estadounidenses superaron las colas para comprar gasolina, convirtieron la estanflación en sólido crecimiento económico, y ganaron la Guerra Fría. Vimos esa capacidad de recuperación después del 11 de septiembre de 2001, cuando nuestra nación se recuperó de un ataque brutal, revitalizó una economía vapuleada y unificó a las fuerzas de la libertad para la gran lucha ideológica del siglo XXI.

El mundo volverá a ver la capacidad de recuperación de Estados Unidos. Trabajaremos con nuestros aliados para corregir los problemas del sistema financiero internacional. Recuperaremos nuestra fuerza económica. Y continuaremos dirigiendo al mundo hacia la paz y la prosperidad.

Gracias por venir, y que Dios los bendiga.

*Panamá

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Actualizado 19/07/2011 a las 10:03 por Boletín ANFE

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