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08-10 Columna libre: ANFE 50 años fomentando la libertad

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Octubre del 2008

08-10 COLUMNA LIBRE:
ANFE: 50 AÑOS FOMENTANDO LA LIBERTAD
DISCURSO DE JORGE CORRALES QUESADA, PRESIDENTE DE ANFE

EN EL SEMINARIO “AMENAZAS A LA LIBERTAD Y LA DEMOCRACIA EN AMERICA LATINA”, EL 28 DE OCTUBRE DEL 2008


Son muchas las cosas que pasan por mi mente y acerca de las cuales debería de referirme en ocasión de celebrar el 50 aniversario de la fundación de ANFE. Opté por presentar mi visión personal de cuál ha sido la lucha de ANFE en defensa de la libertad durante este lapso, pero sin hacer una narración de su historia. Esa indispensable labor ya la realizó Cecilia Valverde, nuestra apreciada anfista, quien lo hizo en un artículo titulado “ANFE. Algunos aspectos sobre su origen y su lucha,” en un libro que la Academia de Centro América publicó en el 2002 y que lleva por nombre Ensayos en Honor a Alberto Di Mare, nuestro querido ex Presidente de ANFE y, en mi opinión, el pensador liberal más destacado del siglo recién pasado. De paso, la Academia de Centro América fue gestada por una mayoría de anfistas allá en el año 69 y tenía como propósito realizar investigaciones de tipo económico para las cuales la ANFE no estaba especialmente diseñada.

Cuando ANFE se fundó a finales de 1958, yo apenas tenía 13 años. Es cierto que, desde ese entonces, tenía un enorme interés por los temas políticos, sociales y económicos, razón por la cual me llamó la atención el que en dicho momento esa entidad viera la luz, pues leía en los periódicos las opiniones que ANFE empezaba a formular en torno a una serie de temas de gran importancia nacional.

En esos inicios yo no era un anfista y tal vez ni siquiera un liberal, pero lo que tal vez más me impresionó fueron los calificativos que rápidamente le endilgó el establishment político estatista, en su intento usual de descalificar todo aquello que amenaza el status quo en el cual moran y suelen defender, aunque sin decirlo claramente y menos aún aceptarlo. Un suplemento periodístico de tono humorístico abundaba en su interpretación de las siglas ANFE: Asociación Nacional de Frenéticos Especiales, pero otras personas, más ideologizadas, no tardaron en calificar a sus miembros como retrógrados, cavernícolas, servidores del imperialismo yankee, entre muchos otros epítetos de igual valía. Pero, la verdad es que ANFE se convirtió en una pesadilla para muchos de quienes asumían, arrogantemente, que sus ideas eran inmutables, progresistas, de avanzada y, sobre todo, invencibles ante la crítica.

Me he puesto a pensar un poco acerca de aquel momento histórico y, antes de exponer algunas de las razones por las cuales ANFE surgió a la vida, debo mencionar, como mi forma de agradecimiento, los nombres de aquellas personas, amigos entre ellos e incluso también lo eran entre sí sus esposas, quienes por primera vez se reunieron a principios de 1958 con la idea de forjar la asociación: Fernando Trejos Escalante, Walter Dittel Mora, Rodolfo Gurdián Montealegre, Carlos Lachner Guier, Mario González Feo, Gorgonio Herrero Serrano, Fernando Ortuño Sobrado y Claudio Alpízar Vargas. Con posterioridad ellos, como parte de un grupo de 78 personas, en agosto de ese año crearon formalmente la Asociación Nacional de Fomento Económico, luego conocida sencillamente como la ANFE.

El panorama económico en los momentos de la fundación de ANFE era, por decirlo de la forma más gentil, deprimente. No sólo se tenía una herencia intelectual bastante proclive a la intervención del estado en los asuntos económicos, principalmente, sino que, también, las propuestas para incrementar ese intervencionismo brotaban constantemente y desde las más diversas fuentes.
La ideología de fascistas y socialistas, en boga en los años treintas y cuarentas, ya habían dejado su huella en muchas instituciones del país y constituía un serio obstáculo para las posibilidades de progresar económicamente a finales de los años cincuentas. En ese entonces existía una ley abrumadora de control de precios, un dañino control de los alquileres, una fuerte regulación de los intereses activos y pasivos, una herencia de viejos monopolios, como en el campo de los seguros y otros incluso más recientes como de las cuentas bancarias, telefonía y electricidad. Se escuchaban prédicas en favor de instituir políticas de planificación central –diferente de la evidente necesidad de que el estado planifique su accionar-, había un oneroso y corrupto control de mercados de productos básicos, al igual que una legislación laboral restrictiva que, disfrazadamente, obstaculizaba el bienestar de los trabajadores. Incluso, en esos momentos, de hecho se preconizaba una ampliación del proteccionismo doméstico a través del llamado Mercado Común Centroamericano, alrededor de cuya virtud de ampliar el comercio, se pretendía definir empresas “estratégicas”, que, en síntesis, eran aquellas que los políticos y los estados apreciaban por el poder que les brindaba para intervenir en las economías.

En esa época no sólo era popular la noción de un activismo estatal en la economía y que era aceptada por la intelectualidad del momento (interviniendo, para dar unos ejemplos, en el régimen cambiario y en los mercados de crédito, así como en la naturaleza de la educación, en general, y universitaria en lo particular), sino que, también, inducía a una dependencia de los sectores privados que se veían motivados a entrar en simbiosis fascistoides con el estado, pues esa era la forma de tener “éxito” y hasta de sobrevivir desde el punto de vista económico. Si a esto agregamos que se observaba una actitud casi general de indisposición hacia la inversión extranjera, era evidente que en ese marco las posibilidades de crecimiento del país eran muy bajas.

Por otra parte, la situación internacional tampoco ayudaba mucho desde el punto de vista de la libertad, particularmente en el campo económico. En América Latina era muy influyente la CEPAL, organismo de las Naciones Unidas, que claramente favorecía un modelo proteccionista y de sustitución de importaciones, en el cual predomina el papel profundamente activista del estado. La CEPAL fue gestora de las teorías de la dependencia en boga en esos años.

Ese activismo cepalino se vio fortalecido, pocos años después, por las políticas derivadas de la Alianza para el Progreso, patrocinada por el gobierno de los Estados Unidos y la cual hacía descansar nuestras posibilidades de progreso claramente en los hombros de un papá estado. Nos encontrábamos en una era de ensimismamiento con el socialismo, el nacionalismo, el proteccionismo, el populismo, permeados por un sentimiento fascista que agrandaba al estado, pero, sobre todo, se gestaba un grave peligro para la libertad: todo tendía a sustituir la responsabilidad de cada persona de allegarse por sí misma su bienestar y el de su familia, por una dependencia casi total en el bienestar que podía emanar de un estado que era cada vez más envolvente.

Durante sus primeros 15 años ANFE realizó una tarea titánica en diversos medios en defensa de la libertad. Empezaré, antes de mencionar algunas de las luchas que desarrolló, indicando que era frecuente ver el nombre de ANFE encabezando la toma de posiciones sobre diversos acontecimientos que amenazaban la vigencia de la libertad y el sistema derecho en que se sustentaba la relación estado-ciudadano. ANFE tenía una columna diaria en un importante medio de prensa, pero también era frecuente que sus planteamientos aparecieran simultáneamente en otros medios escritos. A menudo pagaba páginas enteras en los periódicos para defender la libertad, principalmente en el campo económico. Pero también se le escuchaba en la radio y hasta llegó a tener un programa de televisión que en cierto momento dirigió aquel recordado pensador costarricense por opción, el Dr. Constantino Láscariz, a quienes muchos ciudadanos les prestaban una enorme atención. Diría que este fue un período de enorme actividad anfista y que, como veremos luego, dio grandes frutos. No omito manifestar su publicación de diversos libros y folletos, así como editar una revista propia, en todos los cuales aparecían muy claras las propuestas liberales de ANFE. También no debo dejar de mencionar que llevó a cabo numerosas reuniones públicas, hoy conocidos como seminarios, en donde se promovía la discusión seria de temas de importancia nacional.

Creo que vale la pena señalar algunas de las más importantes luchas que ANFE dio en ese período, algunas con notorio éxito, mientras que en otras se fracasó, si bien sus posiciones eran, en ese entonces tanto como ahora, las correctas y siempre en defensa clara y firme del principio de la libertad.

Una batalla muy importante que ANFE dio fue a favor de la eliminación del monopolio estatal de los depósitos en cuenta corriente de los bancos. Era una tarea titánica, pues ANFE le llegaba al meollo de un problema que era el epítome de la inconveniente concentración y fusión del poder político con el económico. Esa lucha, que se dio a finales de los años sesentas y no cristalizó sino casi hasta veinte años después, sirvió de base para que gradualmente se introdujera algún grado de competencia al monopolio bancario estatal. Valió la pena porque sembró la base ideológica para luchar contra un sistema corrupto en el cual la banca -única y estatal- estaba a disposición de los políticos de turno, sin que el ciudadano tuviera posibilidades de elegir aquel lugar en donde pudiera adquirir recursos financieros que le permitieran llevar a cabo sus negocios. Ese pasar por los bancos monopolizadores del estado, tenía un costo para el empresario, que no sólo era elevado, pero también, si no se era uno los privilegiados que tenían acceso al crédito, le conducía a una tenebrosa servidumbre política que, afortunadamente, ya es historia del pasado.

También ANFE luchó fuertemente contra los monopolios, no sólo públicos, sino privados, como en su momento fue el caso de la Dos Pinos y de Lacsa o la Liga de la Caña, aunque los éxitos aquí tal vez fueron pocos. ANFE tuvo el privilegio de luchar por la apertura del monopolio de la educación superior, que incluso impedía brindar dicho servicio a otras empresas del estado distintas de la Universidad de Costa Rica. El extremo llegaba a un grado tal que ese monopolio logró cerrar un bar vecino llamado Taberna Universitaria, por el hecho de que había agregado el adjetivo “Universitaria” a su nombre Taberna. La palabra “universitaria/universidad” era un monopolio en manos del estado.

Fue con la creación de la Universidad Autónoma de Centro América, por gente muy ligada a la ANFE, cuando verdaderamente se rompió ese absurdo monopolio estatal en 1975. También se tuvo algún grado de éxito en la lucha por romper el monopolio de la Fábrica Nacional de Licores, si bien no en su prédica por privatizarla. Asimismo, la ANFE se opuso fuertemente, incluso por medios legales ante el tribunal constitucional, pero sin fortuna, a la creación del monopolio estatal de combustibles derivados de petróleo, conocido como RECOPE, el cual aún hoy en día le sigue causando daños al pueblo.

Por otra parte, casi desde su origen ANFE luchó por la competencia en los seguros. El Instituto Nacional de Seguros fue un monopolio estatal creado en 1923 y en estos momentos la esperanza de poder escoger libremente en ese campo aún pende de una aprobación tortuosa que ha tenido el llamado Acuerdo de Libre Comercio entre Centroamérica y los Estados Unidos (conocido como CAFTA). Tal vez en estos días podamos celebrar este paso positivo en nuestro ejercicio de la libertad. Algo similar sucede con el monopolio de las telecomunicaciones, que formó parte del monopolio del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) creado en 1948, creado únicamente para monopolizar (con otros pocos productores menores) la producción de electricidad, pero que en 1963 también pasó a tener el monopolio de las telecomunicaciones. Gracias al CAFTA aún esperamos que esta actividad, al igual que la de seguros, pueda gozar de un régimen de competencia, pero eso aún no sucede con la producción de energía eléctrica, pues continúa siendo monopolizada y apenas se posee una ligera pero a la fecha frenada participación privada en dicha producción.

ANFE se ha opuesto siempre a los aumentos de impuestos, llamados paquetes, pues estos suelen ser el camino fácil de un estado dispendioso que muy rara vez hace un esfuerzo por poner orden en su gasto. Asimismo ANFE siempre ha luchado por moderar ese usualmente desaforado gasto gubernamental, oponiéndose principalmente a la creación de subsidios que no se ameritan y que usualmente se otorgan más bien para beneficiar a algún grupo de privilegio, aunque lo paga todo un pueblo.

Igualmente ANFE ha estado presente en luchas por introducir alguna forma de racionalidad, en función de un legítimo interés público, a las estructuras formales del gobierno, que en nuestro medio se caracterizan por la más diversa gama de instituciones estatales, en un número que hasta a veces se hace difícil de definir. Igual de memorable es la lucha que ANFE dio por eliminar prácticas monetarias inconvenientes de carácter proteccionista, como sucedió con el caso de los llamados recargos cambiarios y con los controles de cambio, prácticas que, en su momento, el Banco Central llevó a cabo. ANFE siempre ha abogado por un estricto control monetario a fin de evitar los diversos episodios inflacionarios que tan dolorosamente hemos sufrido en nuestra historia.

Hay muchas, pero muchas, otras prácticas y políticas estatales contra las cuales ANFE ha luchado a través de los años, pero no puedo reseñarlas todas, porque esto casi sería de nunca acabar. Sí puedo decirles que siempre lo ha hecho con gran madurez intelectual, con claridad y con honestidad, en donde invariablemente ha estado presente el principio de que la libertad es el único sustento de una vida civilizada y de progreso humano.

A finales de los años setentas ANFE empezó un proceso de declinación que aún a esta fecha tiene sus efectos. Después de un período, que me atrevo a llamar “glorioso,” el cual toma casi dos décadas y en donde ANFE expresó con pleno convencimiento y amplia difusión sus posiciones sobre los temas más importantes que se debatían en el país, debate en que, sin cortapisas, ejerció una enorme influencia, la institución inició un período de decadencia, al menos comparativamente, el cual, en mi opinión, todavía se manifiesta hoy en día.

He tratado de buscar explicaciones acerca del porqué de dicha declinación y me atrevo a formular algunas que les voy a transmitir.
Una, me parece, es el relativo éxito que se venía observando de casi todo el proceso de cuestionamiento del estatismo que ANFE había formulado. A pesar de que muchas de las batallas no rindieron los frutos esperados en un primer momento sino hasta muchos años después, se vislumbró la posibilidad de que hubiera una evolución positiva hacia una mayor libertad, principalmente en los campos económico y educativo. Tengo la impresión de que, para ese entonces, ANFE se había convertido en una institución a la cual se le respetaba en sus opiniones a la hora de que el aparato institucional evaluara la toma de decisiones públicas. Al irse amortiguando el peso del estado en la economía, a ANFE se le considero como de menor importancia en su razón de ser, pues las ataduras estatales eran, al menos en apariencia, más flojas.

Por ello, no comparto la impresión de que en esos momentos de declinación relativa de ANFE se daba una “disminución del optimismo y un aumento del pesimismo”. Todo lo contrario, las grandes amenazas intelectuales a las posiciones de ANFE, tal como lo fue el contenido de la propuesta estatista impulsada por un sector del predominante Partido Liberación Nacional, a la cual se le conoce como Patio de Agua, se habían visto desprestigiadas (en mucho por la demoledora crítica que le formulara la misma ANFE) y si bien luego un candidato liberal muy cercano a la ANFE había perdido las elecciones presidenciales a inicios de esa década, no se le percibía como que fuera una consecuencia de las posiciones públicas de la institución, sino más bien como el producto de un divisionismo político malévolo y corrupto, que truncó las aspiraciones de que se pudiera tener un gobierno “liberal” cercano al ideario anfista.

Al surgir un sentimiento de que la lucha por la libertad había ganado muchas batallas (claro, bastante lejos de las necesarias) el apoyo requerido para mantener con vigor a una institución como la ANFE, declinó relativamente. Muchas personas perdieron el interés en ANFE y ello incidió incluso en su membresía y su patrocinio y, como resultado, en sus ingresos.

Otro factor que creo intervino en que se generara este período de declinación de ANFE fue que en el país empezaron a surgir muchas y diversas asociaciones privadas que anteriormente no existían; asimismo, las existentes empezaron a mostrar una mayor beligerancia. La proliferación de las asociaciones empresariales llamadas cámaras, las cuales, por su naturaleza, defienden el interés concreto de sus agremiados -y lo que sucedió nos lo explica claramente la teoría de la elección pública o Public Choice- hacía que la existencia de ANFE fuera mucho menos necesaria que antes, no sólo por los acontecimientos a que acabo de referirme al inicio de esta sección, sino sobre todo porque, en ocasiones, las posiciones de ANFE, de defensa de una libertad para todos y no de algún interés gremial específico, fueron mal vistas por quienes buscaban el logro de privilegios otorgados por el estado. Un ejemplo de esto fue uno de los resultados que, en su momento, se derivó de la posición que ANFE sostuvo sobre el tema del proteccionismo, el cual iba en contra de intereses particulares, los que, si bien eran respetables, se oponían a la libertad económica y a su derivado, el libre comercio que ANFE siempre había predicado. Tal fue el caso del alejamiento de ANFE de sectores azucareros y, en general, del industrial.

Aprovecho este momento para recordar un principio básico del pensamiento liberal y lo hago en el mejor sentido Smithiano: es entendible la conducta humana que empuja a la persona a buscar el interés propio. Por ello, una empresa buscará obtener el máximo de ganancias, aunque signifique la desaparición de la competencia. Esa tendencia individual que se presenta en los mercados puede ser refrenada en lograr su éxito tan sólo si hay un marco de competencia en que se desenvuelva el capitalismo. Yo suelo decir: “Estoy en contra de todos los monopolios, excepto del mío,” como una forma para indicar esta proclividad propia de los humanos. Es la competencia la que permite que se dé una lucha desenfrenada de las empresas por servir a las personas (consumidores). Esta hace que, si bien el poder que puede tener una empresa permanece, la competencia lo refrena, lo limita. Por eso necesitamos que haya un marco de libertad en que los competidores pueden entrar o salir de él, según sea su conveniencia, pues eso nos beneficia a todos. El problema se da cuando las empresas logran utilizar al estado para que diseñe reglas en su favor. De esta manera aumentan su poder, pues el estado está detrás de ellas. Esta es la razón por la cual creemos en la libre empresa, pero en un marco de competencia; porque ésta nos beneficia a todos al limitar o refrenar el poder que alguien podría tener sobre todos y cada uno de nosotros.

Al surgir esas otras posibilidades de reflejar los intereses específicos gremiales, aquella institución que defendía y promovía el marco de libertad indispensable para que floreciera una empresa privada pujante, pasó a un segundo lugar. Lo cierto es que, si bien hay todo derecho para defender el interés propio, es necesario que alguna entidad pueda defender los principios generales que nos deben cobijar y proteger a todos, dejando de lado el interés gremial o sectorial.

Asimismo, debo señalar otro factor que, en mi opinión, incidió en la decadencia relativa de ANFE y que vivió su cenit con la caída del Muro de Berlín. Me refiero a lo que se ha denominado el fin de la guerra fría entre el socialismo comunista y las democracias occidentales de mercado, orientadas a sistemas económicos de decisión descentralizada. ANFE obviamente era contraria a la visión comunista. Bajo la influencia de intelectuales economistas de la llamada escuela Austriaca, tales como Ludwig von Mises y Friedrich Hayek, quienes habían visitado a la asociación y quienes siempre enfatizaron la imposibilidad del cálculo en la economía socialista y, por ende, de su inviabilidad como un sistema económico eficiente que algún día habría de sucumbir ante el triunfo del capitalismo, la lucha de ANFE en contra del socialismo comunista casi desapareció. La Historia le dio la razón, pero eso puede haber influido en que la importancia de la lucha de ANFE se viera como de una menor importancia.

De la misma manera, creo que ANFE en esa época se vio afectada por el cierre del apoyo que importantes medios de comunicación le habían brindado a través de los años. Cuando les conté que ANFE publicaba una columna diaria en un medio periodístico clave del país, no exageraba; incluso en ocasiones la institución se expresaba en varios medios al mismo tiempo.

El apoyo, que por más de treinta años se le dio, desapareció por la necesidad de contar con el espacio que entonces tenía su columna para generar ingresos a la firma. Debo indicar que había encuestas que señalaban que la columna de ANFE era incluso más leída que el editorial de ese medio. Son totalmente entendibles las razones que mediaron para dicha decisión por parte de una empresa privada. Pero, a veces pienso si cosas como estas no son las que dan pie al dictum de Lenin: “Por las cuerdas para ahorcar a los capitalistas, no os preocupéis; ellos se encargarán de vendérnoslas”. El golpe que dicha decisión le dio a las posibilidades de influencia de ANFE fue, en mi opinión, demoledor. Por ello, aprovecho para agradecer profundamente el apoyo que hoy nos dan dos medios escritos para divulgar nuestro ideario de libertad; me refiero a los periódicos La Extra y el Financiero.
Muchas otras razones, incluso hasta de esa naturaleza personal tan compleja y variada, permiten entender el decaimiento en que se vio sumido ANFE, pero ya he hablado lo suficiente sobre lo pasado, por lo que prefiero proseguir brindando algunos comentarios acerca de la forma en que hemos actuado recientemente, en un afán de revitalizar a nuestra querida institución, y así poder encarar los serios y preocupantes desafíos que en la actualidad enfrenta nuestra preciada libertad.

Les mencionaré algunas pocas cosas que hemos hecho recientemente, pues el informe debidamente detallado espero presentarlo el próximo mes en la Asamblea de Asociados de ANFE. Baste, por el momento, señalar que hemos entrado en una profunda alianza con la Fundación Friedrich Naumann para la Libertad, lo cual nos ha permitido llevar a cabo un sinnúmero de actividades, tales como seminarios, foros, columnas periodísticas y pronunciamientos públicos, en los que siempre hemos tenido como meta la apertura a la competencia y el respeto a los derechos de propiedad de los actores privados en la economía, como es el caso de la exploración petrolera, del gas licuado, de la producción privada de electricidad. De igual manera, mediante ellos siempre hemos buscado mejorar las opciones de la gente a través de una mejor educación, en donde se haga uso del potencial privado para brindarla de mejor forma. También hemos sido insistentes en la necesidad de reformar un errático sistema cambiario que ha provocado no sólo una limitación a la voluntad de escoger por parte del ciudadano, sino también una alta inflación, la cual ha causado un serio daño principalmente a los hogares más pobres del país. Asimismo hemos sido proponentes de un sistema tributario moderno (el llamado “flat tax”) con el cual se eliminarían onerosas aberraciones que hoy en día dan lugar a que sean sólo algunos quienes paguen impuestos, sin dejar de lado el tema de la racionalidad en el gasto público. Todo esto lo que indica es que el potencial nuestro es enorme y que tan sólo requiere de un mayor dinamismo en su capacidad de exponerlo ante la ciudadanía.

Pero, para lograrlo, ANFE necesita tener mayor holgura en sus finanzas, las que, si bien gracias al programa de benefactores que introducimos (y a quienes aprovecho para agradecer su apoyo), hoy nos tiene en posibilidad de respirar del ahogo en que nos encontrábamos. Pero aún no hay suficientes recursos para llevar a cabo la labor necesaria, con algún grado de decoro y con posibilidades de tener éxito. Mucho de esto pasa por aumentar el número de asociados y creo que parte de la acción futura de ANFE, con su ayuda, debe ir en este sentido.

Quiero, para terminar y en ocasión de este seminario, decirles que nosotros, quienes vinimos a la vida intelectual hace 50 años y que continuamos inclaudicables en esta lucha, tenemos muy presentes las palabras que el Presidente Ronald Reagan pronunció acerca de la libertad hace varios años y que, si bien las refirió a los Estados Unidos, son igualmente válidas para nosotros, pues hoy motivan nuestro actuar: “La libertad nunca está más lejos de extinguirse que en lo que lo hace una generación. Nosotros no se la pasamos a nuestros hijos por medio de la sangre de nuestras venas. Debe lucharse por ella, protegida y pasada a ellos para que hagan lo mismo; si así no lo hacemos, algún día pasaremos nuestro atardecer contándoles a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos cómo alguna vez fueron los Estados Unidos (Costa Rica), en donde los hombres fueron libres.” Asegurarnos de ello ha sido la razón de ser de la labor de ANFE en estos 50 años y que en esta ocasión celebramos. Ni más ni menos, se trata de una tarea reservada a los humanos y no sólo a los dioses, la de salvaguardar y fomentar la vigencia de la libertad en nuestro país.

Celebrar otros 50 años de vida gloriosa en defensa de la libertad, ante tantas amenazas que contra ella se vislumbran en un horizonte relativamente cercano, va a depender fundamentalmente de cada uno de nosotros. Estoy seguro que, tal como hasta hoy lo hemos hecho, unidos podremos lograrlo. No son vanas las palabras que el estadista irlandés John Philpot Curran nos legó en 1790: “La condición bajo la cual Dios le dio la libertad al hombre es su eterna vigilancia”. Tan sólo en nuestras manos está cumplir con esa condición. ANFE es un regazo para depositar esas manos. Así honraremos el esfuerzo que hace 50 años empezaron nuestros antecesores. Y que, ojalá, orgullosos todos nuestros hijos celebren el centenario de la fundación de ANFE.

Muchas gracias por su amable y gentil atención.

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Actualizado 19/07/2011 a las 09:05 por Boletín ANFE

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