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08-10 La política y la libertad en Costa Rica

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Octubre del 2008

08-10 LA POLITICA Y LA LIBERTAD EN COSTA RICA


Jaime Gutiérrez Góngora

El humorista George Burns dijo que “el secreto de un buen discurso es tener un buen comienzo y un buen final y luego tratar de que el comienzo y el final estén lo más cerca posible”. El comienzo de este discurso es que algo serio le ocurre a Costa Rica. No levanta cabeza. No arranca. El final es que la libertad hay que defenderla en el segundo enque se vea amenazada porque recuperarla se torna muy difícil. Ahora les pido que me tengan paciencia con lo que quiero decirles entre el principio y el final.

Que Costa Rica sea menos que la suma de sus partes le ha interesado a costarricenses y extranjeros. Lo que más llama la atención a Montaner es que el desempeño económico de este país es infinitamente inferior, por ejemplo, al de holandeses y suizos que, asegura don Carlos Alberto, poseen actitudes intelectuales y emocionales intercambiables con los ticos. Eric Rojo concluye que “el proceso regulatorio y el exceso de instituciones causa una parálisis virtual del país” y que “el sector privado está altamente frustrado porque no puede competir”.

El ex presidente Miguel Ángel Rodríguez en su libro La Solución Costarricense, señala problemas como que la sociedad tica tiene una visión anticuada de la economía, que es populista, estatista, proteccionista, proclive al asistencialismo y, sobre todo, que no quiere el cambio porque resulta riesgoso.

Por su parte, el diario La Nación se pregunta “¿por qué, teniendo a mano tantas ventajas, Costa Rica no rompe las cadenas del subdesarrollo? ¿Por qué no somos un país desarrollado? ¿Qué nos detiene? ¿Qué nos queda de esta búsqueda?” Y se contesta.

“Nada, como es obvio, que no se haya expuesto anteriormente” Pero el periódico se ve obligado a ofrecer alguna solución y acude a algo intangible y declara: “La gran falla nacional se encuentra en la voluntad”. Y ya está. Les repito que algo serio está pasando en Costa Rica.

Para Montaner, el curso que lleva este país lo hace concluir que “el conjunto de la sociedad prefiere un aletargado destino tercermundista que pagar el alto precio de vivir en una sociedad incómodamente estresada”.

Mi opinión es que todo comenzó o se acentuó con la Constitución del 49. La culpa reside en que el socialismo tropical forjó en Costa Rica una cultura populista que sedujo al pueblo a aceptar un concepto perverso: que se puede obtener algo a cambio de nada. Peor que eso, que se le puede ofrecer al pueblo lo esencial a cambio de nada: vivienda, educación, salud. Algo parecido sucedió en Alemania con resultados igualmente desastrosos. Cuando incorporaron a los alemanes del este a la República Federal, no hubo forma de asimilarlos a la cultura de trabajo capitalista. La Alemania unida eventualmente confirmó que el daño causado era irreversible y abandonó todo esfuerzo serio de reeducar a los viejos. Los pensionaron y se concentraron en introducir a los jóvenes en la cultura del trabajo de Occidente.

El pueblo tico aceptó una telaraña de leyes, reglamentos y controles y se le aseguraba a la gente que estos eran el fundamento necesario para una vida mejor y el pueblo le dio un histórico respaldo a este sistema. El costarricense llegó a ver todo este espectáculo con naturalidad. Lo aceptaba porque se le decía que las grandes empresas del Estado eran “de todos” y no “de unos pocos para hacer más ricos a los ricos”. Se le agregaba al pueblo el estribillo reconfortante de que si se detectaban fallas con el socialismo no importaba porque se solucionaban con más socialismo y, además, que no olvidaran que “las instituciones del Estado no pueden quebrar”. El antiyanquismo fue otra característica de esta época. Se le presentó a este país la oportunidad de explotar las enormes reservas de aluminio que tenía el subsuelo del cantón de Pérez Zeledón en 1968. Solamente la inversión en el sector industrial de ALCOA aumentaba en un 33% el monto total de la inversión en el sector industrial.

Pero estudiantes, políticos fracasados y dirigentes sindicales, la intelectualidad de izquierda lograron, efectivamente, que “las compañías gringas no sacaran el aluminio de Pérez Zeledón.”

El resultado de este triunfo del populismo de izquierda fue que ya para junio del 2001, 120 de sus jóvenes cruzaban, como “mojados”, el Río Grande movidos por la peor lacra social, el desempleo. ALCOA se fue para Jamaica y en el 2004 la exportación de aluminio metálico de Jamaica fue $879.737.000 que representó el 59.7% del valor total de sus exportaciones. Pero todavía en abril de 1998, la Vicerrectoría de Acción Social de la Universidad de Costa Rica convocó a un concurso con un premio de C100.000 para celebrar la “manifestación estudiantil” que logró ese triunfo. La estela del Estado grande perdura en Costa Rica. Estos mismos grupos fueron los abanderados contra el tratado de libre comercio con Estados Unidos y, en el fondo, por el mismo antiyanquismo.

El Estado grande condujo a una corrupción cada día más acentuada. Sus impulsores acudieron entonces a una paralizante cascada de leyes contra la corrupción. Se aseguró que los males del Estado grande no partían del sistema sino de la corrupción. No sé si por casualidad, pero lo cierto es que ha habido una relación de causa y efecto entre las leyes contra la corrupción y el estancamiento del crecimiento económico.

Hago una larga cita de Eric Rojo. Dice: “en Costa Rica, el camino a la transparencia está fundamentada en muy buenas intenciones, pero resulta todo lo opuesto. El proceso regulatorio y el exceso de instituciones frustra al sector privado porque no puede competir y deja el camino abierto a otros que son menos transparentes y están dispuestos a ofrecer favores y a pagar. Las trabas solo alimentan la corrupción. Nunca se eliminará la corrupción, pero cada paso que se tome para simplificar los procesos hará menos fácil los actos de corrupción”.

El proceso de legislar moralidad ha llegado a la charlatanería. Se emiten leyes, como la ley de “Enriquecimiento Ilícito” que pretende terminar con la corrupción obligando a los futuros aspirantes a la función pública a que declaren hasta el número de ropa interior que tienen él y su señora para compararlos con el número que tienen cuando termina su gestión.

Imitando a los burócratas internacionales de las Naciones Unidas, aquí en Costa Rica se produjo una desaforada legislación de derechos. Costa Rica, sin que sus intelectuales hicieran muchas preguntas, también reconoció el derecho a la defensa. Pero la realidad es que la defensa no es un derecho generosamente otorgado por un burócrata de Naciones Unidas sino un deber. Es más, es un deber biológico.

El Estado grande costarricense también garantizaba el derecho al trabajo aunque simultáneamente entorpecía la generación de fuentes de trabajo al estrujar la clase empresarial. En el mundo nuevo, en Corea del Sur el trabajo no representó un derecho sino que un deber. El Artículo 32 de la Constitución de ese “tigre asiático” reza: “todos los ciudadanos tienen el deber de trabajar”. ¿Qué consecuencias acarrea esa aparentemente irrelevante diferencia? Entre otras, que en 1960, el ingreso anual per cápita de Costa Rica era más del doble del de Corea del Sur y apenas 30 años más tarde, el ingreso anual per cápita de Costa Rica era la mitad del de Corea del Sur. Esos países descubrieron que hay que trabajar. Que lo esencial no se logra a cambio de nada.

La cuestión política central de nuestro tiempo, en Costa Rica igual que en otros países, es realmente bastante sencilla. Robert Novak, amigo mío que hoy día desafortunadamente está muy enfermo, la definió así: “¿prefiere Ud. la libertad o el gobierno?” Agregó una idea que hubiera querido hacer mía: “la hostilidad al gobierno es el principio de toda sabiduría”. La emancipación del Estado grande es el imperativo político y moral de nuestro tiempo.

En este tipo de acondicionamiento Orweliano mental y político del socialismo tropical, el pueblo costarricense cedió parte de su libertad. Lo que tiene que ver la política con la libertad en Costa Rica es que si las instituciones políticas de este país no terminan con el Estado grande y ponen a Costa Rica en condiciones de competir y derivar ventaja en el despiadado e irreversible orden económico mundial, los jóvenes abandonarán el país. O enmendamos el país “infinitamente inferior” que tenemos o nos quedamos sin jóvenes que tienen la libertad y el deber de buscar mejores horizontes. Algo parecido a lo que ocurrió hace décadas en Uruguay ya está sucediendo en varias partes de Costa Rica, como en el cantón de Pérez Zeledón, que se ha quedado sin jóvenes. Ya este país destaca en el mundo por la exportación de cerebros. El último reporte global del Foro Económico Mundial del 2005 coloca a Costa Rica en el puesto 20 en “fuga de cerebros” entre 104 países. Solo en 19 otros países hay más fugas de cerebros.

¿Cómo y cuando terminará el “aletargado destino tercermundista” y se libera el país de la borrachera socialista? No será a corto plazo que se le de vuelta al curso de medio siglo que lleva el país. Sería engañoso esperar que la emancipación venga de la clase política que no ha logrado darse cuenta del pecado original de la llamada generación del 49, que partió de la premisa deque las buenas intenciones son suficientes para alterar la realidad. Este estamento político, intelectual y cultural sigue feliz en el entretenido pero desgastador e inútil juego de partidos políticos que le tiene horror a las realidades y vive sólo de las encuestas y de la próxima elección.

Es desgastador y hasta envilecedor escucharlos o leer lo que dicen. Evitan expresar una convicción espontánea, natural, sencilla o clara. Hay cálculo por todo lado. Ante cualquier desafío se pierde la autenticidad. Nadie parece real. El embustero pomposo está de moda. Son hombres tan precavidos que condicionan cada idea para no meter la pata y se escudan en la ambigüedad. Empatar es su mayor virtud: si hablan de la virtud de la solidaridad, en la próxima frase hablan de la virtud de la competitividad. Eso los convierte en personas “balanceadas”. Pero, sobre todo, evitan, a toda costa, decidir. Y muchas veces, el lector no logra discernir si quien habla o escribe está a favor o en contra de algo. Doy un ejemplo de lo que ofrece un politólogo: “avanzar a una educación que privilegie el pensamiento creativo…agilizar el aparato del Estado…combatir eficazmente la corrupción…reconocer en cada uno de los demás a alguien imprescindible para el buen funcionamiento del sistema total…que la diversidad nos enriquece…que la tolerancia nos humaniza”.

La redención tampoco vendrá de los llamados intelectuales. Christine Lagarde, ministra de finanzas del actual gobierno francés, una intelectual moderna le aconsejó a su pueblo abandonar una “vieja costumbre nacional”. Le dijo a los diputados en la Asamblea Nacional: “Francia es un país que piensa. Prácticamente no existe una ideología que no hayamos convertido en una teoría.

Tenemos en nuestras bibliotecas suficiente material para hablar por siglos. Por eso es que les quiero decir: ya es suficiente de pensar. Súbanse las mangas”. Los sacos de arroz que El Salvador exporta a Costa Rica vienen con un sello que dice: “Ticos vagos, trabajen”.

Una idea que oímos en este país de algunos políticos es que Costa Rica debe tocar fondo para levantarnos de las cenizas. Se cita como ejemplo la forma en que Europa salió favorecida después de haber sido destruida durante la Segunda Guerra Mundial. El problema con esta idea es que su consecuencia más probable es que nos abandonarían los jóvenes.

Un intelectual de izquierda ha expresado en público que “hay que darle a la democracia una vacación de dos años”. No explicó cómo se logra esto sin terminar con la paz, la libertad y el sufragio. Por cierto que la protección del libre sufragio es lo único que ha causado que los costarricenses se maten entre sí.

Una guerra cambia muchas cosas. El historiador Arthur Schlesinger dice que "la Segunda Guerra Mundial llevó a los historiadores de mi generación a la renuente conclusión de que existen algunos problemas, algunos estancamientos, que solo la guerra puede resolver." O Frankel que dice que otro estancamiento como la repugnancia moral de la esclavitud hizo la Guerra Civil inevitable pero también necesaria. Pero Costa Rica no está para eso. No porque los ticos seamos pacíficos como dicen algunos sino porque, como dijo don Pepe, nos da mucha pereza pelear. Así es que tampoco debemos contar con una buena guerra para encontrar el camino perdido.

No se trata de ser optimistas o pesimistas sobre el futuro. Se trata de sacudir el país con una sana dosis de realismo. La solución al subdesarrollo de Costa Rica vendrá cuando una serie de circunstancias no institucionales vengan a cambiar el comportamiento de su pueblo. La prédica, los argumentos, los partidos políticos, los seminarios, los intelectuales, la prensa, las leyes, nada tendrá un efecto de orientar al pueblo hacia el progreso hasta que no vean un ejemplo que puedan identificar como un modelo a imitar.

Costa Rica era habitada por un pueblo bueno e inocente encerrado física y mentalmente en el ambiente pastoral de la Meseta Central casi hasta la mitad de la década de los 50´s. Se formó las Líneas Aéreas Costarricenses con una diminuta flota de viejos aviones de la Segunda Guerra Mundial y comenzaron los ticos a conocer lo que por muchos años fue la meta turística y cultural de un pueblo que se conectaba con el mundo: Miami. LACSA y la televisión fueron los forjadores de la cultura del pueblo costarricense y no el Ministerio de Cultura o el Ministerio de Educación. LACSA, la televisión y Miami incorporaron a Costa Rica al mundo.

Pero hoy día, mientras Costa Rica no levanta cabeza, la Canciller alemana Merkel califica a Panamá como una “potencia económica ascendente” y aseguró que ese país podía pronto convertirse en el “Singapur de Centroamérica”. Su pueblo quiere ser rico y está haciendo lo que otros países han hecho para ser ricos. El 77% de los panameños aprobó, en un referéndum, adquirir una deuda de $5.300 millones para la construcción del tercer juego de esclusas para el Canal de Panamá con una importante participación de la empresa privada. Esta suma es casi el doble de la deuda pública total de Costa Rica. Pero en Costa Rica casi el 50% de los costarricenses, en un referéndum, votaron en contra de aprobar un simple tratado comercial con el país que compra el 40% del valor de nuestros productos de exportación.

Creo que el auge de Panamá nos va a ayudar mucho porque es un ejemplo impactante que está cerca de nuestro país y, por lo tanto, ameno a que un gran número de costarricenses lo visiten y aprendan, como aprendieron de Miami. Cantinflas expresó una profunda verdad sobre la vida económica de los pueblos. Dijo: “Yo no quiero que me den, quiero que me pongan donde haiga”. Panamá ya se está convirtiendo en una importante meta turística para los costarricenses. La calidad de vida de los panameños eventualmente la comparará el pueblo con la existencia tercermundista de este país, descubrirán lo importante que es para sus vidas las consecuencias de que haiga. La realidad del pueblo panameño le abrirá expectativas de todo tipo a los costarricenses. Esto será lo que, con seguridad y no en teoría, llegará prestarle oídos a la libertad.

Si es que la libertad va a ser rescatada y el pueblo costarricense va a salir del estancamiento económico en que se ha metido tendrá que salir, creo yo, por medio de la educación que da la vida. Viéndose en el espejo de Panamá o El Salvador, “en la universidad de todos: la calle” como dijo don Pepe Marín Cañas. Quizá entonces sí responderá nuestra gente a un político serio y visionario que le ofrezca un nuevo amanecer de la libertad política y económica.

¿Qué tiene que ver la política con la libertad? Que fueron los políticos los que crearon el Estado grande en Costa Rica. No fue una “revolución” de abajo para arriba. Que en este Estado grande se le rindiera culto “lo social” en vez de “la libertad personal”. Cuando Nando Trejos y ANFE defendían las libertades individuales, los derechos de propiedad y la supremacía de la sociedad civil, por ejemplo, se les trataba de desprestigiar como cavernícolas, como agentes de la extrema derecha. Si se hablaba de “propiedad privada” había que incluirle la coletilla de “con función social” para que no lo vieran a uno con malos ojos. No se podía decir, por ejemplo, que el destino correcto del Estado era servir al individuo. Ser “antisocialista” era castigado. Por ejemplo, disminuía considerablemente la oportunidad de escalar posiciones académicas en las universidades estatales o de obtener un empleo en el creciente enjambre de instituciones estatales.

La emancipación del Estado grande surgirá de un proceso natural. Lento. Lo malo de este abordaje, de dejar el desenlace en manos de las personas y no del Estado es que la solución vendrá a largo plazo. Por eso es que este hito de nuestra historia demuestra, para mí claramente, que hay que cuidar la libertad, porque cuesta mucho recobrarla cuando se pierde.

Octubre 28, 2008

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Actualizado 18/07/2011 a las 16:12 por Boletín ANFE

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