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08-07 Columna libre: Bandas y flotación cambiaria ¿q. d. D. g?

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Julio del 2008

08-07 COLUMNA LIBRE:
BANDAS Y FLOTACION CAMBIARIA ¿q. d. D. g?

De las cosas más difíciles de predecir es cuándo debe desaparecer una institución, problema que se complica si la entidad en cuestión no es “antigua”, y que por ende ya haya podido probar su utilidad o carencia con el paso de los años. En el caso del régimen cambiario llamado de bandas una de las ventajas a fin de predecir su futuro es que no lleva tantos años de existir, pues se inició allá por octubre del 2006, cuando se abandonó al entonces llamado sistema cambiario de mini-devaluaciones. El problema radica en lo que hemos comentado en otras ocasiones: la tiranía del status quo; esto es, en síntesis, que una vez que las instituciones se establecen, cuesta quitarlas dados los intereses creados a su alrededor y que se favorecen con su existencia.

Pero, lo que los costarricenses hemos conocido como el esquema de bandas cambiarias tal vez es más fácil de predecir: su futuro es muy pobre, si bien uno nunca sabe, en especial en estos casos de instituciones públicas, si será posible eliminarlas una vez creadas. Pongo dos ejemplos de ello: el Consejo Nacional de Producción y la Fábrica Nacional de Licores, que han sido imposible cerrarlos y que es tal vez lo que debería de hacerse.

Acerca de la introducción de un sistema de bandas cambiarias hubo dos fuertes corrientes, una que me atrevo a calificar de “liberal”, posiblemente porque se sustentaba en una respetable tesis de economistas, como Milton Friedman, quienes han promovido la libre flotación de los tipos de cambios. Esto de hecho significa que la banda cambiaria es infinita. Asimismo, hay instituciones como el Fondo Monetario Internacional, en donde al menos algunos y posiblemente una minoría han abogado por dejar que el tipo de cambio se determine libremente en el mercado, como forma de controlar el problema de la inflación. En nuestro medio, el editorialista de La Nación consistentemente ha argüido por la flotación del colón, cuyo precio sería determinado, esencialmente, por la oferta y la demanda en los mercados de divisas, lo cual significa que el valor del colón estaría definido dentro de una banda de límites infinitos o indeterminados.

Otro grupo, comandado por el Banco Central de Costa Rica, ha abogado por un régimen de bandas cambiarias, dentro de un rango limitado, con límites superior o inferior dentro de los cuales flotaría el colón, si bien dicha fluctuación sería influida determinantemente por intervenciones del Banco Central. Dicha banda podía ser ampliada, reducida, retorcida -como se quiera- según la voluntad del Banco Central, el cual, en cualquier momento, podía definir una nueva banda cambiaria diferente de la anterior. Sin embargo, al menos en el largo plazo, la idea es que la banda llegue a ser tan amplia como sea posible, lo cual incluye la posibilidad de que haya una libre flotación sin límite alguno.

Me ha parecido apropiado exponerle al primer grupo –el de los libreflotadores- la cita exacta en la cual Friedman sustenta su caso en favor de la libre flotación de los tipos de cambio. En su ensayo “The Case for Flexible Exchange Rates” expone la naturaleza del mercado en el cual hipotéticamente funcionaría su propuesta, cuando señala que “Estas condiciones hacen que un sistema de tipos de cambio flexibles o flotantes -tasas de cambio en un mercado abierto libremente determinadas primordialmente por transacciones privadas y, tal como sucede con otros precios en los mercados, variando día tras día- sea absolutamente esencial para llenar nuestro objetivo económico básico: el logro y mantenimiento de un comercio multilateral sin restricciones.” (Milton Friedman, Essays in Positive Economics, Chicago: The University of Chicago Press, 1953, p. 157.)

Cuando Friedman realiza su propuesta de libre flotación tiene en mente un mercado en que básicamente las transacciones cambiarias son privadas y no determinadas por la intervención o irrupción en los mercados de la acción estatal, ya sea por un Banco Central o por adláteres (permítaseme el barbarismo) que forman parte de la estructura pública, probablemente porque es bien sabido que sus transacciones no necesariamente están determinadas por consideraciones económicas, sino políticas.

Friedman, además, señala que “abogar por tipos de cambio flexibles no es equivalente a abogar por tipos de cambio inestables… La inestabilidad en los tipos de cambio es un síntoma de inestabilidad en la estructura económica subyacente. La eliminación de este síntoma mediante el congelamiento administrativo de los tipos de cambio no cura ninguna de las dificultades subyacentes y tan sólo hace más doloroso el ajuste de ellas.” (Op. Cit., p. 158.)

El problema, para quienes localmente arguyen en favor de que el tipo de cambio sea libremente determinado en los mercados correspondientes, estriba en que, dada la estructura de nuestro mercado cambiario, el tipo de cambio no es “libremente determinado por transacciones privadas primordialmente”, sino que es notoria, por una parte, la influencia de entidades públicas participando en dicho mercado, y, por la otra, que tampoco el mercado es lo suficientemente profundo –esto es, que haya un grado relativamente alto de participantes- como para que el accionar de algún participante concreto no pueda afectar el precio de la divisa.

Esto es, que hay actores “muy grandes” que con sólo entrar en el mercado cambiario de Costa Rica definen el valor de la divisa.

Estas consideraciones obviamente no forman parte de la propuesta de Friedman a favor de tipos de cambio flexibles, quien básicamente tiene en mente los mercados globales competitivos. La estructura institucional del mercado cambiario costarricense impide lograr los frutos de una libre flotación.

El grupo que encabeza el actual Banco Central optó por un régimen cambiario de bandas dentro de las cuales se movería el tipo de cambio; sin embargo, la experiencia habida me mueve a señalar que sobre todo dio lugar a un incremento en la incertidumbre acerca del valor esperado de nuestra moneda, vis a vis la divisa estadounidense. Las erráticas decisiones tomadas en cuanto el manejo de las bandas y, sobre todo, en la definición de reglas de intervención en dicho mercado, ha generado una enorme desconfianza entre los tenedores de colones y de dólares (tanto en Usted como en mi persona), quienes ahora buscan mayor estabilidad en sus haberes y deberes, diferente de la que podría lograrse con un régimen de bandas.

Tan sólo tres meses después de que en octubre del 2006 el Banco Central decidió establecer un régimen cambiario de bandas, ese mismo ente efectuó el primer cambio, pues pasó de una banda que se deslizaba según la tendencia de devaluación que en ese entonces se tenía, a otra en la cual el límite superior continuó devaluándose, pero a una tasa diferente de la previa, a la vez que fijó el límite inferior de la banda.

Diez meses después, en noviembre del 2007, de nuevo el Banco Central tomó una decisión acerca de la estructura de la banda cambiaria. Debido a que se veía obligado a adquirir los dólares relativamente abundantes en el mercado costarricense y dada su cabezonada de mantener artificialmente alto el valor del dólar, en vez de dejar que el colón se revaluara, como correspondía en un régimen cambiario libre, el Banco hizo lo que tenía que haber hecho desde hace mucho tiempo atrás: amplió toda la banda cambiaria para dejar que el colón se fuera apreciando gradualmente. Con ello intentó evitar el exceso de colones en la economía que empujaba los precios internos al alza, debido a las compras de dólares que realizaba el Banco Central.

Esta última medida agarró en frío a importantes participantes del mercado cambiario, principalmente del sector financiero y de los sectores exportadores, quienes, como es natural, pusieron su grito al cielo. Según una estimación presentada por una firma de asesoría financiera hace unos tres meses, el “bajonazo” de la banda provocó pérdidas a los bancos por cerca de ¢19.000 millones de colones. Además, fue públicamente evidente la molestia de sectores exportadores, quienes principalmente se quejaron por la incertidumbre en el valor de sus exportaciones y por la falta de instrumentos de cobertura ante fluctuaciones de la divisa, pero, sobre todo, porque no tenían idea de hasta qué grado se podría revaluar el colón (y por ende sus costos, tales como el salario de sus trabajadores denominados en colones).

En noviembre del 2007 fue que se dio esa “fuerte” baja en la banda cambiaria, en la cual el límite superior seguía ampliándose –esto es, incrementándose el rango posible de una devaluación del colón- a la vez que el límite inferior de la banda seguía deslizándose, lo cual permitía acomodar el valor de un colón que se revaluaba. Pero, vean qué interesante: en los meses previos el tipo de cambio se había pegado al límite inferior de la banda, indicando que en ese momento el colón se estaba revaluando dentro de la banda, pero, una vez que se tomó la decisión de bajar toda la banda, el precio de la divisa en el mercado volvió a pegarse al nuevo límite inferior. Evidentemente los mercados indicaban que el colón debería de revaluarse aún más.

Ante esta situación, el Banco Central (recuerden que ese mismo Banco había reducido sustancialmente las tasas de interés para evitar que ingresaran dólares dizque especulativos al país, así como para que aumentaran las importaciones nacionales) siguió adquiriendo dólares en el mercado e incrementando sus reservas, lo cual, por la monetización a que da lugar, se traducía en mayores presiones inflacionarias. Los tenedores de colones y de dólares se fueron poniendo “nerviosos” ante el comportamiento interventor del Banco Central, pues, por un lado, el Banco quería limitar la entrada de dólares y que más bien estos salieran de la economía, pero, por el otro, evitaba que el colón se revaluara, mediante su decisión de no reducir más el límite inferior de la banda cambiaria, como es lo que correspondía.

El cuarto cambio que el Banco Central hizo a su régimen de bandas se dio tan sólo un año y nueve meses después de que inició tal sistema cambiario. En julio del 2008 decidió aumentar la banda cambiaria, mediante un incremento en su límite inferior, a la vez que el nuevo límite superior, si bien lo redujo con lo cual disminuyó el ancho de la banda, se iría ajustando diariamente, de manera que era un indicador de que el colón se podría devaluar. Ahora las cosas resultaron al revés: el tipo de cambio se pegó al límite superior.

Los actores cambiarios rápidamente se dieron cuenta de que el tipo de cambio seguiría devaluándose y muchos acudieron a liquidar sus colones para convertirlos en dólares que se apreciarían a futuro. Ni se diga de la incertidumbre que esta nueva maniobra generó en el mercado. La preocupación del ciudadano era evidente. De nuevo no se tenía claridad hacia dónde irían los tipos de cambio, pues hasta era evidente un conflicto entre el principal banco estatal, el Nacional, secundado por el de Costa Rica, y el Banco Central en cuanto al manejo cambiario.

Antes del último cambio en la banda, precisamente en los días comprendidos entre el 9 y el 16 de mayo, el abrupto aumento en el tipo de cambio inducido por las compras de divisas que el Banco Central hiciera en el mercado cambiario para RECOPE, propició un enorme beneficio para los intermediarios bancarios. Se estima que en mayo los bancos habían ganado más de ¢21.000 millones. El último salto en el tipo de cambio, a mediados de julio, también favoreció a los bancos, aun cuando no se tenga a mano los datos de las ganancias cambiarias registradas por esas entidades.

En la actualidad el Banco Central ha acudido a utilizar sus reservas para mantener un tipo de cambio con pocas variaciones y tan sólo siguiendo la pauta diaria de devaluación indicada por el límite superior de la banda. La “extracción” de reservas en el Banco Central continúa y la incertidumbre campea aún, pues no se tiene ni idea de cuánto va a sostener el Banco esa pérdida gradual de reservas. La presión es, de nuevo, para que el tipo de cambio se pegue al límite superior de la banda; esto es, que proseguirá la devaluación y muy posiblemente las presiones inflacionarias ante el aumento del costo de los bienes e insumos importados. Los intentos del Banco de aumentar las tasas de interés como forma de atraer dólares al país no parecen ser de la profundidad necesaria, pues aquéllas continúan siendo altamente negativas, además de que en los mercados internacionales han proliferado las alzas en las tasas de interés, con lo cual relativamente el mercado nacional no ha mejorado su capacidad para atraer capitales financieros desde el exterior.

Ante el desbarajuste mostrado por las volátiles bandas cambiarias, no es de extrañar un clamor creciente por dolarizar la economía, como lo evidencia el editorial de primera página del periódico La República del martes 29 de julio, el cual atinadamente lo encabeza con “Una moneda seria”. Tal vez estamos en presencia no sólo del inicio del sepelio de régimen de bandas cambiarias, sin tal vez hasta de una moneda nacional profundamente deteriorada por las acciones del Banco Central. Q. d. D. g.

Carlos Federico Smith
Queda debidamente autorizado para reproducir esta columna en el medio de su predilección.

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Actualizado 18/07/2011 a las 12:32 por Boletín ANFE

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