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Boletín ANFE

08-05 Respuesta-crisis alimentaria buena oportunidad para reformar agricultura global

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Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Mayo del 2008

08-05
Respuesta a "La crisis alimentaria es una buena oportunidad para reformar la agricultura global"


Paul Collier


Respuesta a “La crisis alimentaria es una buena oportunidad para reformar la agricultura global” Debate en Economists’ Forum del Financial Times, viernes 9 de mayo del 2008, por Paul Collier, Profesor de Economía en la Universidad de Oxford y Director del Centro para el Estudio de las Economías Africanas.

El fuerte incremento en el precio mundial de los alimentos básicos es una inconveniencia para los consumidores del mundo rico, pero para los consumidores de los países más pobres, es una catástrofe. A pesar de la preeminencia de una agricultura de campesinos, la mayoría de los países africanos son importadores netos de alimentos y los gastos por alimentación significan más de la mitad del presupuesto de los hogares de bajos ingresos. Este es el resultado de décadas de estancamiento de la agricultura combinado con poblaciones crecientes. Aunque muchos de los compradores netos viven en zonas rurales, evidentemente el problema es mucho más intenso en los tugurios urbanos. Estos tugurios son políticamente explosivos y de hecho los precios crecientes ya han provocado tumultos. En efecto, siembran las semillas para políticas populistas desagradables y destructivas.

¿Por qué se han disparado los precios de los alimentos? Paradójicamente, este estrujamiento para los más pobres ha surgido como resultado del éxito de la globalización en reducir la pobreza mundial. Al desarrollarse China, ayudada por sus masivas exportaciones hacia nuestros mercados, millones de hogares chinos han empezado a comer mejor. Mejor no tan sólo significa simplemente que dispongan de más alimentos, sino de más carne, el nuevo lujo. Pero para producir un kilo de carne se requiere de seis kilos de granos. El ganado criado para producir carne en Asia ahora se está comiendo los granos que anteriormente eran consumidos por los africanos pobres. De manera que, ¿cuál es el remedio?

La mejor solución para el problema a menudo no está cercanamente asociada con su causa (una proposición que puede ser reconocida en el debate acerca del cambio climático). La larga marcha hacia la prosperidad de China es algo para celebrar. El remedio para los precios altos de los alimentos está en incrementar su oferta, algo que es enteramente factible. La forma más realista de aumentar la oferta global está en replicar el modelo brasileño de agro-companías grandes tecnológicamente sofisticadas que producen para el mercado mundial. Para señalar un ejemplo notorio, el tiempo requerido entre recoger una cosecha y plantar la siguiente, en efecto, el tiempo que la tierra pasa ociosa, se ha reducido a asombrosos treinta minutos. Existen aún muchas áreas del mundo que poseen buenas tierras y que podrían ser usadas más productivamente si fueran apropiadamente administradas por empresas grandes. Por ejemplo, un 90% de la tierra de Mozambique, un área enorme, actualmente está ocioso.

Desgraciadamente, la agricultura comercial en gran escala no es algo romántico. Alabamos el estilo de producción del campesino: sostenible en el medio ambiente y humano en su escala. En lo que tiene que ver con la manufactura y los servicios ya hace muchos años que despegamos de esa fantasía, pero en la agricultura continúa contaminando nuestras políticas. En Europa y Japón se han dedicado enormes recursos públicos para apuntalar las granjas pequeñas. Lo mejor que se puede decir de estas políticas es que podemos pagar por ellas. En Africa, que no puede pagarlas, las agencias de desarrollo han orientado todos sus esfuerzos de desarrollo agrícola hacia una producción al estilo campesino. Como resultado, Africa actualmente tiene una agricultura comercial menor que la que tenía hace cincuenta años. Desafortunadamente, la agricultura campesina generalmente no está bien ajustada para la innovación y la inversión: el resultado ha sido que la agricultura africana se ha quedado muy pero muy rezagada en comparación con la frontera creciente de productividad del modelo comercial globalizado. De hecho, en la fase actual de precios crecientes, la FAO está preocupada porque muy posiblemente los agricultores africanos van a reducir su producción porque no pueden financiar el costo creciente de los insumos fertilizantes. Aunque puede haber soluciones parciales a este problema por medio de subsidios y esquemas de crédito, la gran agricultura comercial simplemente no enfrenta este problema: si los precios de los productos aumentan más que los precios de los insumos, la producción se incrementará porque sus líneas de crédito ya están bien establecidas.

Nuestro romanticismo agrícola desde hace mucho tiempo se ha visto incrementado por un romanticismo ambiental recientemente hallado. En los Estados Unidos los temores de un cambio climático han sido manipulados por intereses solapados para lograr subsidios grotescamente ineficientes para la producción de bio-combustibles. Cerca de un tercio de la producción estadounidense de granos ha sido desviada rápidamente hacia la producción de energía. Este cambio demuestra tanto la capacidad de respuesta grandiosa del mercado a las señales de los precios, así como también del poder vergonzoso de los grupos de presión que buscan lograr subsidios. Dada la profundidad del antiamericanismo que hay en Europa, es, por supuesto, una moda criticar la torpeza de los Estados Unidos con los bio-combustibles. Pero Europa tiene sus tonterías equivalentes.

En primer lugar, la Comisión Europea está ahora imitando la política estadounidense acerca de bio-combustibles. Por el momento el programa es tan pequeño como para ser considerado como poco importante, pero necesitamos echarlo para atrás antes de que cause un daño real. En cierto sentido hemos aprendido lo suficiente acerca de la agricultura europea como para darnos cuenta de cuán importante es liquidar esta bribonada antes de que nos veamos envuelta por ella. Pero el verdadero equivalente europeo de la tontería estadounidense con los bio-combustibles es la prohibición a la manipulación genética (MG). Los temores europeos claros y profundos sobre la ciencia han sido manipulados por el lobby agrícola en una nueva forma de proteccionismo. La prohibición tanto de la producción como de la importación de cosechas que han sido genéticamente modificadas obviamente que ha retardado el crecimiento de la productividad de la agricultura europea. De nuevo, lo mejor que podría decirse es que somos lo suficientemente ricos como para poder pagar por tal estupidez. Pero Europa es un productor agrícola importante, de modo que la consecuencia acumulativa de tal reducción en el crecimiento de la productividad es que con certeza se ha reflejado en los mercados mundiales de alimentos. Es más, y aún más cruelmente, como un efecto colateral no previsto, aquella prohibición ha aterrado a los propios gobiernos africanos al grado de limitarse por sí mismos en producir cosechas genéticamente modificadas, pues eso les cerraría permanentemente las puertas para venderlas en los mercados europeos. Ciertamente Africa no puede darse el lujo de esta auto-limitación. Necesita toda la ayuda que le sea posible obtener a partir de la modificación genética. Al momento Africa no sólo es golpeada por el crecimiento en los precios de los alimentos sino que a largo plazo encarará un deterioro climático en el contexto de una población rápidamente creciente.

En tanto las políticas necesarias en el largo plazo han sido confundidas por el romanticismo, la respuesta global en el corto plazo ha sido puramente las de empobrecer al vecino (beggar-thy-neighbor). Es más fácil para los habitantes de los tugurios levantarse en manifestaciones que para los agricultores: Las manifestaciones necesitan de calles, no de sembradíos. Y así, en los pleitos internos entre los intereses de los consumidores pobres y los de los productores pobres, han prevalecido los de los consumidores. Los gobiernos de los países exportadores de granos han movido los precios a favor de sus consumidores y en contra de sus agricultores mediante prohibiciones a las exportaciones. Estas respuestas fragmentan y politizan aún más a un mercado global de alimentos ya en confusión. Incrementan los riesgos de invertir en actividades de producción de alimentos en escala comercial y elevan aún más los precios en los países importadores de bienes agrícolas. Desafortunadamente, el comercio agrícola ha sido la principal actividad económica que ha resistido estar sujeta a las reglas globales. Necesitamos una globalización más fuerte y más justa, no menos de ella.

Este artículo nos fue remitido por nuestros asociados Andrés Rodríguez C. y Miguel Angel Rodríguez E. y la traducción al español fue realizada por Jorge Corrales Quesada

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