Mostrar Feed RSS

Boletín ANFE

08-04 Columna libre: Meditaciones sobre la capitalización del banco central

Calificar esta Entrada
Este artículo fue publicado en el Boletín de ANFE de Abril del 2008


08-04 COLUMNA LIBRE: MEDITACIONES SOBRE LA CAPITALIZACION DEL BANCO CENTRAL

Tal vez ustedes, amigos lectores, observaron la euforia con que muchos de nuestros diputados –de todos colores y sabores- celebraron la reciente aprobación de una nueva ley llamada algo así como de la Banca para el Desarrollo. Me expliqué tan exuberante complacencia -de al menos algunos de ellos- al hecho de que la aprobación de esa ley se logró porque se erosionó la intemperante oposición de los diputados del Partido Acción Ciudadana a aprobar ley alguna, pues erigieron una barrera política para oponerse a cualquier trámite legislativo dada su férrea oposición a que se votaran las leyes conexas al TLC. Pero también me pareció que en algunos diputados primaba una genuina satisfacción. Tal vez porque regalar plata ajena –como suelen hacerlo muchos políticos- al menos en el corto plazo parece dar dividendos electorales, a causa del presunto agradecimiento de los beneficiarios, a la vez que los contribuyentes que pagan esas cuentas no suelen relacionar -con ira- el aumento en los pagos de impuestos a la aprobación de ciertas leyes dispendiosas, como la de referencia. Pero puede ser que los diputados estaban honestamente contentos por el bien que creen haber hecho aprobando esa ley de Banca para el Desarrollo

Pero en política hay celos y a veces, para evitar sus funestas secuelas, se acude a poner en práctica aquél lema gálico “après nous, le déluge”, que en cristiano serio significa “después de nosotros, el diluvio” y que en cristiano de pata en el suelo se expresa con un “el que venga atrás, que arrase con todo”. Los vivillos del Consejo Nacional de la Producción, con el angelical aire cómplice de “yo no sé nada de eso” puesto por las autoridades superiores del Ministerio de Agricultura, dispusieron, antes de que esos fondos se fueran a fortalecer el programa potencial de préstamos estipulado por la nueva ley de Banca de Desarrollo, gastarlos en su Programa de Reconversión Productiva, caracterizado precisamente por una pobre selección de proyectos rentables y una triste recuperación de recursos. Se trata de gastar ahora, por “nosotros, antes que ellos”, la bicoquilla de casi once mil millones de colones.

Afortunadamente los diputados no se aguantaron el brinco y pusieron un grito al cielo tan duro que hasta alertó a la Casa Presidencial, la cual, en el momento en que se firmaba la nueva ley de Banca de Desarrollo, ordenó echar para atrás la dispendiosidad de los jerarcas del Consejo Nacional de la Producción.

Me gustó ver esa reacción de los diputados, aunque no porque crea que esa nueva ley no va a constituir en otro regalo de recursos –pues casi todo está para que ello sea así- sino porque guardo la esperanza de que esa misma satisfacción con que recibieron el proyecto del Poder Ejecutivo para capitalizar al Banco Central, no les irá a obnubilar su perspicacia y así puedan darse cuenta de que posee problemas muy serios. Ese es el tema que trato en esta ocasión, pues parece que pocos están en contra de capitalizar al Banco Central, si, como alegan los proponentes de esta ley, se va a traducir en un control de la inflación que tanto nos agobia.

El punto esencial, para empezar, es preguntarse si el proyecto de ley para la capitalización del Banco Central, efectivamente lo logra. Lo más sorprendente es que el proyecto no capitaliza al Banco, sino que sólo abre la posibilidad de que el Estado, entre otros, incluyendo personas físicas o jurídicas, puedan donar o aportar recursos al Banco supuestamente para capitalizarlo. El Ministerio de Hacienda así podría entregar recursos para capitalizar al Banco, pero no dice que tendrá que hacerlo, pues queda a su voluntad. Así podría en el futuro darse la posibilidad de que el Estado no vaya a querer capitalizar al Banco, con lo cual persistirían los problemas derivados de su insuficiencia.

Ante este defecto crucial, si conviniera para el país capitalizar al Banco Central para eliminar sus pérdidas que provocan problemas inflacionarios, lo que se debe hacer es efectivamente capitalizarlo. Para efectivamente lograrlo propongo que simplemente se transfieran las obligaciones llamadas cuasi-fiscales al Ministerio de Hacienda que es adonde pertenecen. Son aquellas obligaciones que se trasladaron al Banco Central como resultado de una decisión del Poder Ejecutivo, ante el mal gobierno de la Administración Carazo, que permitió dar divisas preferenciales a un sector privado a punto de quebrar. Esas obligaciones, en lugar de asumirlas el Estado como correspondía por medio del Ministerio de Hacienda, las ubicó en el Banco Central y su servicio es fuente de emisión monetaria y de presiones inflacionarias.

Pero las pérdidas en que hoy incurre el Banco Central por el servicio que debe hacer de sus obligaciones, no se originan tan sólo en aquéllas mencionadas en el párrafo inmediato anterior. También, con el paso de los años, el Banco Central se ha ido endeudando esencialmente para cumplir con su política de mantener un tipo de cambio que subvalora al colón frente al dólar. Por ejemplo, en la actualidad, el Banco, para defender el piso de la llamada banda cambiaria y no dejar que el colón se valorice a más de lo que dicho piso define (esto es, impedir que se revalúe el colón ante el dólar), adquiere una excesiva cantidad de dólares en los mercados cambiarios, que ha hecho que, a la fecha, tenga reservas de casi cinco mil millones de dólares. Para adquirir esos dólares emite colones, que causarían inflación y para frenarla coloca deuda para retirar ese exceso de colones, dando lugar a futuras pérdidas para el Banco Central y una consecuente nueva emisión monetaria.

Es muy posible, pues no hay cifras exactas al respecto y las autoridades no las han dado, que las pérdidas para el Banco originadas en sus actuaciones cambiarias excedan a las pérdidas originadas por el traslado de deudas que el Gobierno le hizo en el pasado al Banco Central. El país –y ojalá que los diputados soliciten esta información- debe conocer cuál es hoy el origen de las pérdidas que tiene el Banco.

Lo cierto es que, independientemente de ese origen, si tan sólo se trasladaran al Ministerio de Hacienda las obligaciones cuasi-fiscales arriba mencionadas, bien podría ser que el Banco continúe con fuertes pérdidas y por ende estaríamos incapacitados de evitar las presiones inflacionarias originadas por ellas. Por tanto, de ser este el caso, se requeriría de una decisión estatal que capitalice al Banco para compensar estas pérdidas adicionales. Ello, de nuevo, pone en manos del Gobierno de la República -responsable en última instancia de las pérdidas del Banco cualesquiera sean su origen- la decisión de eliminarlas y ello podría significar trasladarle recursos públicos adicionales al Banco. Pero nada de esto aparece en el proyecto que se comenta, sino tan sólo se abre la posibilidad de que el Banco reciba donaciones (y, no es para burlarme, pero las abre hasta para que el Banco reciba radiopatrullas viejas y todo tipo de chatarra como donación ciudadana).

Otro aspecto importante del proyecto de ley que comento se relaciona con la ampliación de la potestad del Banco para aumentar la llamada tasa de reserva legal o encaje legal. Este se refiere a que el Banco Central exige a los intermediarios financieros –hoy día, por ejemplo, a los bancos comerciales- a mantener como encaje (ya sea en las cajas de los bancos o depositándolo en el mismo Banco Central) un porcentaje de los depósitos o captaciones que reciben de sus clientes. A la fecha el límite máximo que el Banco Central puede imponer es de un 15% y si se excede de esa tasa, debe pagar intereses a los, digamos, bancos comerciales, por ese monto superior. Ahora pretende aumentar el encaje hasta un 25% sin que tenga que reconocer interés alguno.

Para los familiarizados con asuntos de finanzas, dicho encaje no es sino un impuesto a los depósitos en los bancos comerciales, en donde el Banco Central capta parte de esos recursos sin pagar interés alguno. Al encaje también se le considera un instrumento del que dispone el Banco para variar la cantidad de dinero en circulación, pues si, por ejemplo, por cada mil colones que recibe un banco comercial, si el encaje es de, digamos, un 10% que debe entregar al Banco Central, los restantes 900 colones los puede usar para prestarlos a clientes, que, a su vez, regresarán como depósitos a esos mismos bancos comerciales, que deberán encajados a esa tasa del 10% y así sucesivamente. Al final de cuentas el dinero en circulación en la economía crece en un múltiplo del depósito original en el banco comercial (para los técnicos y en forma simple, el depósito original de dinero por mil colones al final termina multiplicándose hasta llegar a constituir una cantidad de dinero en circulación de diez mil colones).
Si el Banco Central pone un encaje legal superior, digamos del 25%, la cantidad de dinero en circulación a que dio origen el depósito original de mil colones ya no sería de diez mil colones, sino de sólo cuatro mil colones (crean en mis números, pues no son cruciales para comprender el concepto).

Con ese aumento en el encaje legal el dinero circulando en la economía se redujo de diez mil colones a sólo cuatro mil, y es la razón por la cual se alega en los considerandos del proyecto de ley que se comenta, que el aumento propuesto en el encaje legal le permite al Banco Central aplicar una política monetaria restrictiva que faculte reducir la inflación.

Pero ese aumento tiene varios efectos que deben de considerarse. El primero es la naturaleza de impuesto que tiene y al cual acude el Banco sin expresar que se trata de un aumento en ellos, tema que debería tratarse con el cuidado que merece cualquier incremento de gravámenes. El segundo es que, de darse tal alza, se trasladará a los usuarios de créditos mediante un incremento en los intereses cobrados por los préstamos. Y tercero, si esos intereses aumentan, se eleva el costo de llevar a cabo proyectos de inversión, lo cual no parece ser muy afortunado, en especial si es cierto lo que dijo recientemente el Presidente de que al país se avecinaba “un período de vacas flacas”.

Pero, sobre todo, el alza en la tasa de reserva legal es para que los costarricenses cubramos la irresponsabilidad del Banco Central en el manejo de su política monetaria, principalmente cuando ha pretendido defender un régimen cambiario específico.

Ahora busca pasar el costo de ese mal manejo a los costarricenses, sin asumir la responsabilidad financiera de sus actos.
Asimismo, el proyecto de ley busca que el encaje se aplique a “todas las entidades que realizan intermediación financiera” y se “hace manifiesta la posibilidad de aplicación (del encaje) a todas aquellas entidades que realicen intermediación financiera en el país, sin importar donde se ubique el domicilio de la plaza bancaria” pretendiendo así gravar la captación de bancos con domicilio en el exterior que realizan operaciones en el país.

Es poco factible que el Banco Central pueda lograr algo como eso. Por ejemplo, es sabido que en el país operan bancos de la región (les llaman, con cierta ironía, “bancos de maletín”) que prestan a empresas ubicadas en el país en mejores condiciones de crédito que el brindado por intermediarios financieros del país. Esta competencia es buena y si su existencia se origina en distorsiones ocasionadas por políticas internas, pues es una razón fuerte para eliminarlas, pero no para impedir que puedan operar en el país. La pregunta que aquí surge es si el Banco está en capacidad de controlar (para encajarlas) las operaciones en Costa Rica de esos bancos. Tengo grandes dudas de que vaya a poder hacerlo y más bien lo que va a lograr es elevar el costo del capital para operaciones domiciliadas en el país.

El problema no es sólo con esos bancos regionales (o de maletín), pues algo similar ocurre con los que llamo “bancos de maletón”, que son algunos grandes bancos ya ubicados en el país y que bien pueden brindar crédito desde el exterior a empresas ubicadas en Costa Rica. Si lo que se alega como razón para el proyecto de ley, es evitar mediante el encaje la expansión del crédito en el país, ¿estaría el Banco Central de Costa Rica obligando a encajar las operaciones de esos grandes bancos establecidos en el exterior por préstamos que haga a empresas y personas ubicadas en Costa Rica? ¿Acaso cree Usted que pueda tener éxito en tan titánica tarea de encajar esos bancos extranjeros?

Hay más problemas que se le pueden señalar a este proyecto de ley, pero es suficiente por el momento. Tan sólo cabe esperar que los señores diputados (quienes difícilmente van a leer este comentario) estén atentos a las pretensiones e ilusiones que contiene, para evitarnos luego un alegrón de burro.

Carlos Federico Smith

Queda debidamente autorizado para reproducir esta columna en el medio de su predilección.

Enviar "08-04 Columna libre: Meditaciones sobre la capitalización del banco central" a Digg Enviar "08-04 Columna libre: Meditaciones sobre la capitalización del banco central" a del.icio.us Enviar "08-04 Columna libre: Meditaciones sobre la capitalización del banco central" a StumbleUpon Enviar "08-04 Columna libre: Meditaciones sobre la capitalización del banco central" a Google

Categorías
Sin Categoría

Comentarios