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Jorge Corrales Quesada
13/12/2020, 13:29
Los medios tienen una gran responsabilidad de informarnos adecuada y balanceadamente, a fin de que los ciudadanos podamos tomar mejores decisiones. Al menos aquí lo que hace es simplemente reproducir decires, sin un análisis profundo y relevante de datos sobre la pandemia, e incluso rellenan espacios con lo que sucede con muchos otros países, sin que se sea muy relevante a nuestro ámbito. A usted ni siquiera se le ha hecho saber de la Declaración de Great Barrington, que brinda una alternativa viable a los esquemas fracasados de cuarentenas y restricciones.

LOS HECHOS -NO EL TEMOR- DETENDRÁN LA PANDEMIA

Por Jayanta Bhattacharya
American Institute for Economic Research
6 de diciembre del 2020

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como jayanta bhattacharya institute for economic research facts December 6, 2020 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.


A los medios les encantan las noticias negativas. Sigue siendo cierto aquello de que “Si hay sangre, eso vende,” y tal vez nunca ha sido más cierto que en la era del COVID-19. Todos los días, las noticias destacan la diseminación del virus y cuentan historias tristes de algunas de sus víctimas.

Y, aun así, gran parte de los medios no les presta suficiente atención a las buenas noticias relacionadas con tratamientos mejorados y supervivencia de pacientes con coronavirus. En contrate con los medios internacionales, la prensa estadounidense ha sido incansablemente negativa en su cobertura del COVID, aún cuando haya buenas noticias que contar. Esa negatividad es parte de lo que alimenta a una cultura del miedo que afecta a políticos locales, estatales y federales, y las decisiones que toman.

Pero, hay muchas buenas noticias que contar. La tasa de fatalidad de casos debido al virus ha disminuido fuertemente desde marzo. La tasa de sobrevivencia a la infección es del 99.95 por ciento para gente de menos de 70 años y de 95 por ciento para la gente de más de 70. Los hospitales están mucho mejor equipados para manejar pacientes, con protocolos de ventilación mejorados, una administración enriquecida de casos ambulatorios y nuevas estrategias terapéuticas que brindan alivio y recuperaciones. Aún más, gracias a múltiples ensayos clínicos en proceso alrededor del mundo, pronto habrá una vacuna segura y efectiva.

En contraste con su enfoque en muertes por el COVID, los medios han puesto poca atención a los enormes daños médicos y psicológicos provenientes de cuarentenas en vigencia para reducir la pandemia. A pesar de los enormes daños colaterales que han causado las cuarentenas, Inglaterra, Francia, Alemania, España y otros países europeos, todos, están de nuevo intensificando sus cuarentenas.

Por cuarentenas entendemos las demasiado familiares escuelas y universidades cerradas, jardines de juegos para niños y parques cerrados, iglesias en silencio y negocios y empresas quebradas, que en los últimos meses han llegado a ser emblemáticas de la vida cívica estadounidense. Es extraña la escasez relativa de reportes acerca de los daños causados por las cuarentenas, pues las vidas perdidas por la cuarentena no son menos importantes que las vidas perdidas debido a la infección por COVID. Pero, han recibido mucha menos atención mediática.

Los daños por la cuarentena han sido catastróficos. Considere el daño psicológico. Lector, dado que usted está leyendo esto en cuarentena, sin duda alguna puede relacionarse con el aislamiento y la soledad que estas políticas pueden causar, al cerrar los canales típicos de interacción social. En junio, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) estimaron que uno de cada cuatro jóvenes adultos había considerado seriamente el suicidio. Las muertes por opioides y otras drogas relacionadas están en un auge agudo y que no sorprende.

El peso de estas políticas cae desproporcionadamente en algunos de los más vulnerables. Por ejemplo, el aislamiento condujo a un aumento del 20 por ciento en muertes relacionadas con demencia entre la población de más edad. Aún más, un análisis en retrospectiva en Estados Unidos, muestra que los pacientes dejaron de hacerse exámenes de cáncer, inmunizaciones en la infancia, visitas de control de la diabetes e incluso el tratamiento de ataques al corazón.

Internacionalmente, las cuarentenas han puesto a 130 millones de personas al borde de la hambruna, a 80 millones de niños en riesgo de difteria, sarampión y polio, y a 1.8 millones de pacientes en riesgo de muerte por tuberculosis. Las cuarentenas en los países desarrollados han devastado a los pobres en países pobres. El Foro Económico Mundial estima que las cuarentenas ocasionarán que 150 millones de personas adicionales caiga en pobreza extrema, 125 veces el numero de gente que ha muerto por el COVID.

Aunque ha existido alguna cobertura de los daños de las cuarentenas, los medios no le han puesto la misma atención que han dedicado a las muertes por el COVID. Si existe un rastreador de muertes por el COVID, debería estar a la par de un rastreador de muertes por la cuarentena.

La ausencia de atención balanceada de los medios acerca de las buenas noticias sobre el virus y los costos de las cuarentenas, viene con su propio costo. Sin un enfoque balanceado hacia las noticias del COVID, el público no puede llevar a cabo elecciones informadas acerca de la política sobre el COVID, como cierres de escuelas. Ni siquiera un ciudadano diligente puede hacer un juicio informado acerca de la sabiduría de continuar las cuarentenas, si sólo se enfatizan sus beneficios y minimizan sus costos. Los medios tienen una obligación de mostrar ambos.

Finalmente, la negligencia en mostrar las buenas noticias acerca del COVID, alimenta el pánico y el temor, lo que nunca es una buena estrategia de salud pública. El público debería conocer que la enfermedad no va a estar aquí por siempre. Si bien estos son tiempos de desafío -y, para muchas familias, tiempos que cambian las vidas- como cualquier otra epidemia en la historia humana, la pandemia del COVID-19 terminará. Mediante elecciones de políticas sabias e informadas, podemos reducir su costo final de muerte y miseria humana.

Reimpreso de The Hill

El doctor Jayanta Bhattacharya es profesor de medicina en la Universidad de Stanford. Es investigador asociado del National Bureau of Economic Research, compañero sénior del Stanford Institute for Economic Policy Research, y del Stanford Freeman Spogli Institute.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.