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Jorge Corrales Quesada
06/12/2020, 13:38
Esto debe ser leído y analizado con el cuidado que se merece. Y, si se tiene la oportunidad, hacerlo llegar a periodistas y medios escritos y de la televisión. Exhibe el pésimo uso de una información totalmente descontextualizada, que sólo da lugar a interpretaciones erradas, la manipulación de las cosas y, ante todo, mantener a los ciudadanos bajo temores indebidos, a un grado tal que, en lugar de estimular la asunción correcta de los riesgos propios, casi que hemos llegado a aceptar el cercenamiento de nuestras libertades y derechos esenciales.

ENCEGUECIDOS POR UNA TORMENTA DE DATOS

Por Antony Davies & James R. Harrigan
American Institute for Economic Research
28 de noviembre del 2020

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede buscarlo en su buscador (Google) como antony davies & james r. harrigan institute for economic research blinded November 28, 2020 y si quiere acceder a las fuentes, dele clic en los paréntesis azules.

Existen mentiras, mentiras malditas y estadísticas. Si bien esta advertencia nunca está terriblemente lejos de la superficie política, debería ser axiomática siempre que alguien empiece a hablar de datos acerca del Covid. Han pasado años sin que una fuente en común de datos haya sido tan plenamente mal manejada por todas las partes, y eso ciertamente continuará hasta que una vacuna se haya desarrollado y entregado.

La ausencia de contexto es la señal más clara de que alguien actúa a tontas y a locas con estadísticas, a fin de impulsar un punto de vista particular. E, independientemente de la posición de uno acerca de la necesidad de cuarentenas para el Covid, una cosa es clara: desde el inicio, los medios han citado estadísticas acerca del Covid con una ausencia consistente de contexto. El resultado ha sido convertir a gente quien cree que el Covid es un peligro significativo, en cobarde temblorosa y hacer que la gente que cree que el Covid no es tan peligroso, deje de lado del todo a las advertencias.

Bien atrás en marzo, cuando apenas estábamos empezando a darnos cuenta de contra qué luchábamos, los medios omitieron la tasa de mortalidad de casos ̶ el número de muertes de casos confirmados. La Organización Mundial de la Salud estimó que aquella sería superior a un 3 por ciento. Algunos medios estaban reportando tasas de mortalidad de casos superiores al 10 por ciento. En comparación, la tasa de mortalidad de casos de la gripe común es una simple fracción de un porciento.

A primera vista, una tasa elevada de fatalidad de casos deja pensando al lector no informado, que las probabilidades de morir por el Covid son astronómicas comparadas con la gripe común. Pero, en marzo, muy poca gente estaba siendo objeto de exámenes. Para ser examinado por el Covid, uno generalmente tenía que estar lo suficientemente enfermo como para ser hospitalizado. A aquellos cuyos síntomas eran ligeros o inexistentes no se les examinaba.

El resultado es que la tasa reportada de fatalidades por el Covid estaba sesgada hacia arriba ̶ estimaciones tempranas citaban que el Covid era 100 veces más mortal que la gripe. Pero, en este punto, todo el ejercicio equivalía a preguntar qué fracción de la población femenina está en labores de parto, al encuestar a mujeres en las salas de maternidad. Esas estadísticas eran aterradoras, pero, sin el contexto necesario, también carecían de sentido.

A principios de abril, los medios estaban alimentando a la gente con reportes diarios de muertes crecientes por el Covid. Números llamativos con montones de ceros enmarcaban a todas las pantallas, y atrajeron la misma atención significativa que tienen las cifras de tasas de muertes en masa. El contexto aquí ausente es: El número de personas que moría en un día típico antes del Covid.

En el pico de abril, más de 2.400 estadounidenses moría diariamente por el Covid. Pero, antes del Covid, 7.800 estadounidenses fallecían diariamente. Y eso es comparando el pico cotidiano de muertes por Covid con el promedio diario de muertes en el 2019. El número promedio de muertes diarias por el Covid en Estados Unidos, desde que empezó el brote, es de alrededor de 870, o sea, un 10 por ciento del número de muertes que esperaríamos en el curso normal de los acontecimientos. El número es preocupante, pero los cuerpos no se estaban apilando en las calles, como jadeando lo dijeron algunos.

La ausencia de contexto condujo a gente a creer que los miles de muertes diarias era algo normal. Ciertamente más gente estaba muriendo, pero, para entender que era lo que daban a entender, se habría requerido que la gente entendiera cuántos estadounidenses mueren diariamente en el curso normal de las cosas. El pueblo estadounidense, por lo general, tiene poca idea y los medios no ayudan en esto. Después de todo, es lo fantástico lo que impulsa el comportamiento de los medios.

Para mediados de abril, en todas partes aparecían gráficos de crecimiento exponencial. Pero, el crecimiento exponencial es típico. Cada brote de enfermedad muestra al inicio un crecimiento exponencial, Y todo brote de enfermedad muestra un pico y una declinación posterior a ese crecimiento exponencial. Sin un contexto, uno asumiría que crecimiento significa que todos seremos infectados, y que posiblemente moriremos, en un plazo corto.

El gráfico de muertes semanales por el Covid en Estados Unidos puede verse en antony davies & james r. harrigan institute for economic research blinded November 28, 2020.

Para mayo, las muertes por Covid estaban descendiendo, privando a los medios de una historia. Pero, un aumento en los exámenes significaba que más casos estaban siendo descubiertos, así que, los medios cambiaron desde un reportaje incesante de muertes diarias hacia un reportaje incesante de infecciones diarias. Para sus propósitos, uno era tan bueno como el otro.

Pero, tal como fue el caso en marzo y abril, en mayor el contexto también fue importante. No hubo una discusión acerca de qué significaba “caso.” Un caso podría ser cualquier cosa, desde alguien en un ventilador de un hospital hasta quien no mostraba síntomas del todo. Los primeros datos indicaron que, alrededor de un 80 por ciento de los casos de Covid no requería de hospitalización. La carencia de contexto deja la impresión de que cada caso individual era una persona más a las puertas de la muerte.

Para empeorar las cosas, el aumento en exámenes introdujo una confusión. Por definición, entre más gente examinamos, más casos encontraremos. Lo que importa no es el número de casos nuevos que encontremos, sino el número de nuevos casos que encontremos, como fracción del nuevo número de exámenes que llevamos a cabo. Sin el contexto del número de nuevos casos practicados, no hay forma de saber si estamos hallando más casos como fracción del número de nuevos exámenes que hacemos. Sin el contexto del número de nuevos exámenes efectuados, no hay forma de saber si estamos encontrando más casos porque más gente se está infectando, o si es que hallamos más casos porque estamos haciendo más exámenes.

De hecho, en mayo y junio, aunque el número de casos nuevos de Covid aumentaba constantemente, declinaba el porcentaje de exámenes que resultaban positivos, indicando que el número creciente de casos se debía menos a casos que crecían, que a un aumento en los exámenes. Y si bien los medios señalan (correctamente) que el número de casos en noviembre está estableciendo récords, ellos no reportan que eso se debe en mucho a un mayor número de exámenes. La fracción de exámenes que está regresando positiva, si bien crece, está a la altura de lo que Estados Unidos experimentó a mediados de mayo.

Podemos responsabilizar esta ausencia persistente de contexto por una tormenta perfecta de políticos que buscan estar “haciendo algo,” hasta medios buscando vender anuncios y gente que pone suficiente atención como para ser asustada, pero no la suficiente como para comprender.
Desde el inicio, los políticos se encontraron entre la espada y la pared. Haber encerrado a gente y empresas posiblemente salvó vidas del Covid, pero, también, significó perder vidas y formas de vida ante el desempleo, pobreza, depresión, suicidio y violencia doméstica. Los políticos tuvieron que elegir inteligentemente, Influyendo en sus decisiones estaba el hecho de que las ramificaciones de escoger incorrectamente ni siquiera se tomaron adecuadamente en cuenta.

Si la enfermedad fuera virulenta y los políticos fallaron en lo referente a encerrar a los estadounidenses, quedaría claro que los políticos habían fracasado y la gente les haría responsables de las muchas muertes que sobrevendrían. Pero, si la enfermedad era moderada y los políticos innecesariamente encerraban al país, no quedaría del todo claro que los políticos habían errado. Siempre podrían decir que la enfermedad habría sido devastadora si no hubieran encerrado a nadie y a todo. Que relativamente poca gente muriera, en realidad, era signo de que los políticos habían hecho lo correcto.

Ya sea que estuvieran o no en lo correcto, la mejor opción para los políticos eran las cuarentenas. Pero, la gente no toleraría un cierre si ella creía que el virus era una amenaza leve. Para que los políticos pudieran ejecutar lo que para ellos era la estrategia más segura, la gente tenía que creer que, si no fuera por las cuarentenas, millones de estadounidenses morirían. Una forma de convencer a la gente fue presentarles datos tomados fuera de contexto.

Entre tanto, los medios, siempre buscando formas de lograr más visualizaciones, tenían un incentivo mayor para presentar los datos a la peor luz posible, en vez de presentar el contexto que hacía que los datos parecieran ser menos aterradores.

Aunque todo esto puede sonar como una conspiración elaborada, no lo es. Nadie conspiró para lograr este resultado. Los políticos, la gente y los medios simplemente respondieron ante los incentivos que estaban frente a ellos. Los resultados que obtuvimos eran enteramente predecibles.

Y, también, lo que luego vendrá es enteramente predecible. Se nos ha dicho que las infecciones están de nuevo aumentando.

Espere ver a los políticos diciendo exactamente el mismo tipo de cosas que dijeron en marzo y abril. De nuevo, espere a los medios desempeñando el papel de facilitadores. La única diferencia será la respuesta que reciban del pueblo estadounidense, que es el único grupo que parece tener una memoria colectiva que llega tan atrás como marzo. Las personas sufrieron con las mentiras y las malditas mentiras que se les sirvieron. El mismo uso chapucero de las estadísticas no funcionara de nuevo en cuanto a la gente.

No hay duda de que el Covid es una enfermedad seria, y que cada vida perdida es causa de dolor. Pero, cada uno de nosotros encara diariamente riesgos muy reales de todo tipo de formas. Lo que es importante es que enfrentemos cada riesgo con un cuidado acorde con él. El que los medios hayan reportado consistentemente acerca del Covid sin un contexto apropiado, sugiere que los historiadores regresarán al 2020, menos por el brote del Covid, como por su brote de histeria.

Antony Davies es el compañero distinguido Milton Friedman de la Fundación para la Educación Económica y profesor asociado de economía en la Univesidad Duquesne. Autor de Principles of Microeconomics (Cognella), Undestanding Statitics (Cato Institute), y Cooperation and Coercion (ISI Books). Ha escrito cientos de páginas de opinión, incluyendo, entre otros, en el Wall Street Journal, Los Angeles Times, USA Today, the New York Post, New York Daily News, Newsday, U.S. News y el Houston Chronicle. Es también coanfitrión del podcasrt semanal Words & Numbers. Davies fue Funcionario Jefe Financiero de Parabon Computation, y fundó varias empresas de tecnología.

James R. Harrigan es director administrativo del Centro para la Filosofía de la Libertad en la Universidad de Arizona, y el profesor distinguido F.A. Hayek de la Fundación para la Educación Económica. Es también coanfitrión del podcast Words & Numbers. Previamente fue deán de la American University de Irak-Sulaimani, y, luego, sirvió como director de programas académicos del Institute for Human Studies y de Strata, en donde también fue compañero sénior de investigación. Ha escrito extensamente en la prensa popular, con artículos en el Wall Street Journal, USA Today, U.S. News and World Report, y un conjunto de otros medios. Es también coautor del libro Cooperation & Coercion. Su trabajo actual se enfoca en las intersecciones entre economía política, política pública y filosofía política.

Traducido por Jorge Corrales Quesada.