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Jorge Corrales Quesada
10/06/2020, 10:17
SAQUEADORES, CUARENTENEROS Y LA LEY

Por Jeffrey A. Tucker
American Institute for Economic Research
3 de junio del 2020

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés, puede verlo en https://www.aier.org/article/looters-lockdowners-and-the-law/

“El coronavirus no ha sido cosa alguna desde el viernes,” dijo un amigo. “La nueva historia es el racismo.”

Seguir la cultura en los medios estadounidenses hace que la cabeza de uno dé vueltas.

Durante tres meses, todo lo que escuchamos fue acerca del peligro a la vida y la civilización presentado por un virus novedoso. ¡Millones morirán! ¡Pocos se librarán! Habrá un sufrimiento sin precedentes, a menos que destruyamos el funcionamiento normal de la vida. Enciérrese, abríguese en su hogar y permanezca seis pies aparte ̶ exhortaciones sumamente extrañas, nunca antes escuchadas en la historia moderna de los virus anuales o en cualquier política pública en muchos años.

Todo ello impuesto por el poder policial. El mismo poder policíaco que finalmente aterrizó en la nuca de George Floyd.

Ellos gritaron que teníamos que cerrar escuelas, centros comerciales, deportes y sólo permitir que siguieran funcionando las empresas “esenciales”, aun si decenas de millones perdieran sus empleos, pues las vidas -vidas que el poder policíaco ha ignorado totalmente durante las protestas- son justamente tan importantes. La cuarentena requirió que la ley cambiara en un instante, violando todo procedente legal, todo eslogan en la mitología cívica estadounidenses y en contradicción de todo lo que hizo grande a los Estados Unidos.

En tres días, a mediados de marzo del 2020, todo aquello en lo que previamente creíamos tuvo que terminar, pues teníamos que poner en marcha un nuevo experimento de control social, tal como fuera improvisado por “funcionarios de salud pública” hace aproximadamente 14 años (14 years ago (https://www.aier.org/article/the-2006-origins-of-the-lockdown-idea/)). Se sentaron, durante una década y media, aburridos y en espera de usar la nueva manera de combatir los virus. Cualquier virus viejo serviría, siempre y cuando fuera un día de pocas noticias. El COVID-19 fue tan buena excusa como cualquier otra. En un abrir y cerrar de ojos, quedó botada toda creencia fundacional en la libertad, propiedad y libre asociación.

Eso fue hace 75 días. La gente fue sorprendentemente dócil, pero, ¿qué podía hacer? Estaba aterrorizada, gracias al frenesí de los medios, y, en todo caso, no se le permitía salir de sus casas a protestar. Cuando las personas desafiaron las órdenes para protestar frente a los capitolios, en vez de quedarse en casa y viendo CNN, ellas fueron ridiculizadas por CNN como diseminadores de enfermedades y enemigos de la salud pública.

Hoy estoy viendo los encabezados de los medios y todas las noticias acerca del coronavirus aparecen en la parte inferior de la página o en su propia sección. Todo es acerca de las protestas, motines y saqueos. Racismo. Trump clama por la represión, mientras que los medios demandan justicia ante la brutalidad policial. En cuanto al distanciamiento social, esas eran absolutamente noticias del ayer. Ahora, un nuevo espíritu ha tomado su lugar: reunir los grupos más grandes posibles para demandar justicia social. Y saquear.

La regla del día son himnos a la gloria de los manifestantes e incluso de los agitadores, como si la amenaza a la salud pública del COVID-19 lo fue así la semana previa. “Cada noche, decenas de miles ejercen su derecho a reunirse en una protesta y millones de estadounidenses les dan seguimiento en sus hogares,” escribe (writes (https://www.nytimes.com/2020/06/02/opinion/floyd-protest-twitter.html?action=click&module=Opinion&pgtype=Homepage)) rapsódica y correctamente el New York Times, fallando en señalar que, ese mismo medio, dijo, pocas semanas antes, lo opuesto acerca de los manifestantes contra la cuarentena.

¡Semanas! ¿Es ello una indicación del período de atención extremamente corto del público estadounidenses o una demostración de simple cinismo de la cultura de los medios?

Entre tanto, en el frente de la corona -sí, ese todavía existe aún si tiene que escarbar para obtener información acerca de él- los estados aún (¡todavía!) están terminando gradualmente con la cuarentena bajo reglas ridículas: usted se puede sentar (o estar de pie), pero usted no puede estar de pie (o sentarse). Los clientes pueden comprar cosas, pero no ponerse la ropa para probarla (not try on clothing (https://www.miamiherald.com/news/coronavirus/article242996641.html)). La gente puede comprar perfumes, pero no puede rociarse de las muestras. En instalaciones de cuidado infantil, los niños pueden jugar juntos en grupos de no más de 10 y deben permanecer separados, aun cuando la amenaza del virus a los niños es casi de cero.

Estos estados, que están imponiendo estas reglas locas. están cuatro días atrás en el tiempo. Usted ve las potestas y ver a la gente hacer lo que ella cree que debería hacerse a la luz de la injusticia. Muchos querían hacer eso hace meses, pero les fue prohibido por la ley. En su momento, la ley tuvo que aceptar el sentido de las personas acerca de sus derechos humanos.

Por qué los estados no terminan al instante e inmediatamente con todas las restricciones que ellos impusieron erradamente, indica la absoluta estupidez de la política pública y el mito de que alguna vez puede ser científica. En vez de ello, logramos cuarentenas, incluso en la ciudad que nunca duerme.

Los mismos gobiernos que tan sólo hace poco estaban controlando sus movimientos para protegerlo de un virus, ahora están lanzándole a la gente gases lacrimógenos.

En cuanto a la “ciencia” de la cuarentena, los Centros para el Control de Enfermedades se mantienen reduciendo su tasa de mortalidad por la infección. Se ha ido normalizando como cualquier otro virus: malo, pero no es el fin del mundo. Es mejor tratado por profesionales de la medicina, no por políticos ̶ como lo sabíamos hace mucho tiempo, hasta muy recientemente.

La carnicería de la cuarentena debido a diagnósticos de cáncer perdidos y cirugías electivas dejada de hacer, ahora se está haciendo presente. Además, están los 100 mil negocios arruinados, los 40 millones de desempleados, los presupuestos desaforados de todos los gobiernos, las políticas monetarias que asustan. Los equipos SWAT estuvieron entrando a los bares (were entering bars (https://nypost.com/2020/05/06/swat-team-arrests-armed-vigilantes-helping-bar-defy-lockdown/)) para arrestar gente ̶ en nombre de la salud. Las iglesias se estremecieron en Semana Santa. Nada de restaurantes, nada de compras, nada de deportes, nada de teatros, nada de gimnasios, nada de actividades al aire libre. Todos fuimos tratados como animales y se nos dijo que nos enjauláramos en nuestros hogares. Y así se dio durante 75 días.

Es difícil imaginar una mejor receta para la agitación social.

Luego, empezaron las protestas. Fueron acerca de la muerte de George Floyd, un desempleado, pero aquellas fueron también lo que él representó: una abrumadora presencia de la violencia del estado en todas nuestras vidas.

Después, empezó el saqueo. Tampoco eso debería sorprendernos. Los cuarenteneros y los saqueadores usan el mismo método (la violencia) para destruir la propiedad y el comercio. Una clase de criminales aprende de otra clase de criminales. Es criminología por imitación.

Hoy, como si fuera para tomar el paso siguiente en el Camino de Servidumbre, todas las ciudades grandes tienen toques de queda.

Basados en la velocidad y duplicidad de los ciclos de las noticias, podemos predecir con confianza que, dentro de seis meses, usted no encontrará persona alguna de la vida pública dispuesta a defender la cuarentena. Y, sin embargo, fue este acontecimiento el que sentó la base para el resto de este trágico desarrollo de acontecimientos, que está destruyendo a este país.

Debería haber justicia. Debería haber compensación. Metafóricamente, las cabezas políticas deberían rodar, junto con los “funcionarios de salud pública” que les aconsejaron. Y, luego, necesitamos una dirección totalmente nueva: una que rechace el uso no científico de la fuerza del estado para luchar contra la enfermedad, que reconozca la sabiduría de la Declaración de Derechos y de la libertad, y que trate a las personas con la dignidad que es inherente a toda vida humana.

Si comprendemos esta necesidad desesperada -si vemos qué salió mal en estos meses y cuál el camino correcto hacia adelante- podemos reconstruir. Si no es así, continuarán la destrucción y las violaciones de los derechos humanos.

Jeffrey A. Tucker es director editorial del American Institute for Economic Research. Es autor de muchos miles de artículos en la prensa académica y popular y de ocho libros en 5 idiomas, siendo el más reciente The Market Loves You (The Market Loves You (https://www.amazon.com/dp/1630691682/ref=sr_1_fkmrnull_1)). También es editor de The Best of Mises. Es conferenciante habitual en temas de economía, tecnología, filosofía social y cultura.