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Jorge Corrales Quesada
20/04/2020, 09:43
SOCIALISMO ESCUDADO EN LA PANDEMIA

Por Phillip W. Magness
Institute for Economic Research
1 de abril del 2020

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis y en azul, si es de su interés puede verlo en https://www.aier.org/article/socialism-under-the-cover-of-pandemic/

“Nunca deje que una crisis se desperdicie,” dice el viejo adagio. Desafortunadamente, activistas políticos y funcionarios públicos de todo el espectro, están tomando muy en serio este consejo en medio de la existente pandemia de coronavirus. Si bien muchas respuestas de políticas a la crisis actual son bien intencionadas, aunque mal orientadas, esté vigilante de aquellos que cínicamente las convierten en armas para promover sus objetivos ideológicos (ideological goals (https://www.aier.org/article/medical-supply-nationalism-is-deeply-harmful-even-deadly/)) pre COVID.

Podemos ver esta última tendencia en una nueva propuesta de los economistas de Berkeley, Emmanuel Sáez y Gabriel Zucman, el dúo que arregla los datos ( data-massaging duo (https://www.aier.org/article/the-big-fib-about-the-rich-and-taxes/)) detrás de una correntada de datos (misleading (https://www.aier.org/article/no-the-poor-dont-pay-higher-taxes-than-the-rich/)) engañosos y de alegatos falsamente empíricos (false empirical claims (https://www.wsj.com/articles/the-irs-proves-the-lefts-economists-wrong-11584047554)), acerca de los impuestos y la desigualdad en Estados Unidos.

Escribiendo para el New York Times (https://www.nytimes.com/2020/03/30/opinion/coronavirus-economy-saez-zucman.html), Sáez y Zucman utilizan la ocasión de las disrupciones económicas del coronavirus para alegar a favor de la adopción inmediata de un programa masivo de seguridad de los empleos públicos, acompañado de formas impositivas radicales y punitivas sobre empresas y ricos. Usted no se equivoca si piensa que eso suena sospechosamente familiar (suspiciously similar (https://wwnorton.com/books/the-triumph-of-injustice)) a la agenda de política económica que este mismo par ha venido promoviendo desde mucho antes del brote del COVID.

La propuesta, que ellos también esquematizan en un libro blanco (white paper (http://gabriel-zucman.eu/files/coronavirus.pdf)) que la acompaña, equivale a un espectáculo extraño en que tratan de que calce una agenda económica progresista abrazadora dentro de una medida de alivio ante el COVID. Despreocupadamente vuelven a empaquetar al Medicare para Todos como “Covidcare para Todos,” demandando su adopción con el tipo de urgencia que usualmente acompaña la ayuda ante desastres naturales.

Dado que ese programa entrañaría compromisos sin precedentes de gastos de múltiples millones de millones de dólares y el reordenamiento completo de uno de los sectores más grandes de la economía, una acción apresurada y ejecutada al azar para ponerlo en marcha durante la pandemia presente, se acerca a la temeridad.

Tampoco Sáez y Zucman se resisten a poner, en respuesta al COVID, como un apéndice a su causa favorita: impuestos, impuestos y más impuestos. Proponen “un impuesto a las utilidades excesivas” reminiscente de la política de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y diseñada ostensiblemente para impedir las ganancias de las empresas originadas en contratos militares. En vez de ello, el dúo de Berkeley quiere aplicar una política similar a empresas como Amazon, que han visto crecer su modelo de ventas en línea, resultado de órdenes de quedarse en casa y del cierre obligado de la mayoría de las tiendas al menudeo.

Además de su suposición arrogante, de que el nivel de utilidades “apropiado” puede y debería determinarse políticamente por una planificación gubernamental centralizada, también, el esquema penalizaría a empresas que están brindando servicio a domicilio de bienes de consumo, en medio de una época de creciente dureza económica y de opciones limitadas para obtener las necesidades del hogar. El ingreso generado por este impuesto compensaría parcialmente el precio de la extravagancia progresista de gasto que busca el par, pero, como una política de recuperación económica es similarmente irresponsable.

Apuntalando el argumento de los dos economistas, está una aseveración igualmente extraña de que una “ideología liquidacionista ha infectado las mentes tanto de la izquierda como de la derecha.” Uno de inmediato piensa como es que ellos no se dieron cuenta de la porquería gratis para todos, de parte de ambos partidos durante los recientes debates de leyes de ayuda por el COVID, hasta que se hizo evidente la razón para ese alegato. Ellos no creen que el paquete de gasto de $2 millones de millones llegue lo suficientemente lejos. En esta práctica, “ideología liquidacionista” en realidad significa cualquier cosa que sea menor a poner en práctica toda la agenda de política económica de la última campaña electoral de Elizabeth Warren.

Pero, también la propuesta radical de impuestos y gastos sufre de un alegato de evidencia que induce al error, que su carta abierta al Times utiliza para enmarcar el caso. En el centro de su argumentación hay una supuesta disparidad en los enfoques de ayuda económica tomado por Estados Unidos y otros países, en particular los poderes europeos con inclinaciones social demócratas. De acuerdo con ello, Sáez y Zucman denuncian el enfoque de Estados Unidos de reforzar los beneficios por desempleo durante la crisis, y, en vez de ello, proponen que el propio gobierno incursione con garante directo de los empleos, imponiendo restricciones rígidas a las empresas y que asuman los salarios de los trabajadores afectados hasta que se llegue al final del cierre económico. En cuanto a su valoración presuntuosa de su enfoque alternativo, “de hecho, los salarios son socializados durante la duración de la crisis.”

Ellos justifican este llamado por la socialización, señalando el aumento severo en los reclamos de desempleo durante las últimas dos semanas, casi todo ello emanando del cierre obligado de empresas “no esenciales” durante la pandemia. Ellos contrastan esto con un retrato idealizado de lo que mencionan como el enfoque europeo de hacer que el estado se meta directamente como garante de los salarios y de la seguridad del empleo. No obstante, dos hechos pertinentes pasan sin ser mencionados en su análisis comparativo.

Primero, las cifras de desempleo en la Unión Europea ya eran significativamente peores que las de Estados Unidos, mucho antes del cierre económico inducido por el COVID. Para enero del 2020 (January 2020 (https://appsso.eurostat.ec.europa.eu/nui/show.do?dataset=une_rt_m&lang=en)), el desempleo de la Unión Europea giraba en alrededor de más del 6 por ciento ̶ casi el doble del 3.6 por ciento de Estados Unidos. En muchos países individuales de la Unión Europea, también eran significativamente superiores. Italia, que el par alaba por emular (emulating (https://www.bloomberg.com/news/articles/2020-03-10/conte-calls-on-ecb-to-do-whatever-it-takes-against-coronavirus)) su enfoque, ha mantenido una tasa de desempleo pre COVID de alrededor del 10 por ciento, desde principios de la década del 2010. Incluso un escenario más sano, como el de Dinamarca, que se movió para poner en marcha (moved to implement (https://www.theatlantic.com/ideas/archive/2020/03/denmark-freezing-its-economy-should-us/608533/)) una política al estilo Sáez-Zucman, empezó con una tasa de desempleo pre COVID del 5 por ciento.

Lo que esto significa es que, muchos de los países que el par está promoviendo, son modelos que ya estaban encarando crisis de desempleo previo a la pandemia que iba de moderado a severo, en tanto que Estados Unidos no la tenía. Esto, para empezar, los pone en un pie económico diferente, lo cual limita lo que podemos inferir acerca de comparaciones entre países, de sus respectivas políticas de empleo.
Segundo, Sáez y Zucman parece que pintan un cuadro exageradamente rosado de los efectos de los cierres sobre el desempleo, en países que han seguido el curso que ellos aconsejan. Mientras que nuevos números todavía están entrando, las señales tempranas sugieren que el alza en el desempleo relacionado con el COVID no es una “peculiaridad estadounidense,” como alega el par.

El Reino Unido, que Sáez y Zucman colocan entre sus modelos de políticas, reportaron 477.000 (reported 477,000 (https://www.theguardian.com/world/2020/mar/25/almost-500000-people-in-uk-apply-for-universal-credit-in-nine-days)) nuevos solicitantes a su sistema de Crédito Universal (un programa de red de seguridad que principalmente sirve a personas que están sin trabajo) en los primeros nueve días de cierre. Al tomar en cuenta la población de ambos países, ese esquema sugiere un golpe a la fuerza de trabajo de tamaño similar.

Los números son similarmente macabros en otros países que Sáez y Zucman identifican como siguiendo el curso que ellos sugieren. Un equipo de economistas en Irlanda está proyectando (are projecting (https://www.irishcentral.com/news/ireland-unemployment-covid-19)) un aumento del desempleo desde el 4.8 por ciento a más del 18 por ciento, si persiste el cierre por el COVID en el próximo trimestre. Francia, que ya tenía una tasa de desempleo pre COVID superior al 8 por ciento, reportó que más de 100.000 empresas (100,000 companies (https://www.reuters.com/article/health-coronavirus-france-labour/french-labour-ministry-says-1-2-mln-workers-on-partial-unemployment-idUSP6N2AZ01P)) han hecho solicitud para un programa gubernamental de reembolso de la planilla. Esto se traduce en alrededor de 1.2 millones de trabajadores franceses con empleos de horas reducidas o de cero horas.

En tanto que Sáez y Zucman alaban este programa entre sus alternativas preferidas para Estados Unidos, en nombre de mantener a los trabajadores ligados a sus actuales empleadores, sus números ilustran que la contracción del empleo como tal se está presentando similarmente alrededor del mundo. La descripción de los economistas de los números de desempleo en Estados Unidos como atípicamente severos, es, por tanto, equivocada. En realidad, están comparando políticas, en donde casi todas ellas muestran contracciones de empleos similares, que se filtran por medio de estructuras de redes de seguridad ligeramente diferentes.

Por supuesto, Sáez y Zucman favorecen algo cercano al programa francés de garantías directa de las planillas por parte del gobierno, promocionando su preservación de seguridad en los empleos dentro de las empresas existentes, incluso cuando las horas se van reduciendo a cero. Pero, tal garantía viene con contrapartidas que ellos no reconocen, incluyendo una mayor rigidez del mercado de trabajo. Estos obstáculos regulatorios por mucho tiempo han dificultado el despido de trabajadores existentes, lo que, a su vez, también hace que las empresas sean más aversas al riesgo en las decisiones de contratar. Como resultado de esta rigidez, Francia ya está plagada con tasas de desempleo persistentemente altas (persistently high unemployment (https://www.ft.com/content/eb77764c-77a9-11e9-bbad-7c18c0ea0201) rates) desde mucho antes del brote del coronavirus. Los intentos para aliviar moderadamente (moderately ease (https://www.nytimes.com/2019/07/09/business/macron-unemployment-france.html)) este proteccionismo del mercado de trabajo, desató una ola de protestas y huelgas que el año pasado paralizaron la infraestructura de la nación.

La pesadilla política de las regulaciones del mercado laboral al estilo europeo debería servir como un recordatorio de que la política no se da en un vacío. Los grupos de interés se coaligan alrededor de programas y políticas que les benefician a ellos, impidiendo la reforma y el rechazo (reform and repeal (https://www.jstor.org/stable/3003249?seq=1#metadata_info_tab_contents)) de las propias políticas ̶ aun cuando se enfrentan con evidencia abrumadora de que son ineficientes, inefectivas o fallidas.

Antes que “socialicemos los salarios” durante la duración de la crisis del COVID, como lo desean Sáez y Zucman, debemos preguntar si ese paso draconiano es posible que persista más allá de la crisis, con grupos de interés que hacen políticamente imposible echar marcha atrás, ante estas imposiciones regulatorias.

La experiencia con regulaciones de este tipo en tiempos de paz en otros países, sugiere que tienen una alta probabilidad de traer con ellas una rigidez en el mercado de trabajo, que se traslada en un persistentemente alto desempleo. Con tristeza, uno también percibe que Sáez y Zucman estarían dispuestos a aceptar ese resultado, a cambio de lograr que su agenda personal se apruebe bajo el escudo brindado por la pandemia.

Phillip Magness es investigador sénior en el American Institute for Economic Research. Es autor de numerosos trabajos acerca de historia económica, impuestos, desigualdad económica, la historia de la esclavitud y la política educativa en los Estados Unidos.