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Jorge Corrales Quesada
09/04/2020, 17:52
CHINA ESTÁ IMPULSANDO UN MITO DE “CERO” EN COVID-19

Por Jianli Yang & Aaron Rhodes
National Review
27 de marzo del 2020

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, con letras en rojo y entre paréntesis, si es de su interés puede verlo en https://www.nationalreview.com/2020/03/china-is-pushing-a-zero-myth-on-covid-19-and-attacking-press-freedom/

La censura y las distorsiones del régimen son una amenaza a la salud pública global, así como una violación de los derechos humanos.

El presidente de China Xi Jinping tiene un nuevo lema: “Cero” ̶ el objetivo de reducir a cero el número de casos del coronavirus de Wuhan, también conocido como COVID-19. Llegar a cero es crucial para lograr su objetivo más amplio de liderazgo y dominación global. Xi debe mostrar al mundo que el sistema político totalitario chino se ha reivindicado por la derrota del virus. La verdad acerca del COVID-19 dentro de China es el obstáculo más grande para su ambición.

Desde hace años, Beijing ha tratado de posicionar a China bajo el Partido Comunista como el paladín y líder de un nuevo y emergente orden global post Estados Unidos. En el cónclave de Davos del 2017, Xi habló de la determinación de su gobierno de jugar un papel responsable de defender y contribuir a los esfuerzos multilaterales por “asegurar la paz y reducir la pobreza.” Él fue aplaudido por oponerse al proteccionismo. Todos los estados, entonó él (he intoned (https://providencemag.com/2017/01/china-sees-space-high-moral-ground-xi-jinping-davos-world-economic-forum/)), deberían “ver sus propios intereses en un contexto más amplio” y “abstenerse de proseguir sus propios intereses.” China asiduamente ha hecho valer su influencia en las instituciones globales, en especial en cuerpos de las Naciones Unidas, en donde nacionales chinos dirigen cuatro de las 15 agencias especializadas. En su discurso en la reunión especial de los líderes del G20, el 26 de marzo, Xi mostró su determinación de construir su imagen propia como líder mundial.

Para que él tenga éxito en su larga marcha a través de la comunidad internacional, necesita tener una reputación de exitoso al encarar desafíos como el COVID-19. Según lo indicaron dos veteranos observadores de China, Kurt M. Campbell y Rush Doshi en un artículo reciente en (article in ) Foreign Affairs (https://www.foreignaffairs.com/print/1125706), la legitimidad de uno como líder global depende de la gobernabilidad doméstica, la provisión de servicios públicos globales y de la habilidad y voluntad de aunar y coordinar la respuesta global ante crisis. Para conducir la respuesta del mundo a la pandemia, China debe establecer un ejemplo para que el resto del mundo lo siga.

El plan a largo plazo sufrió un gran obstáculo ante revelaciones acerca de la mala conducta del régimen, al encubrir el COVID-19, y están bien documentados (well documented (https://thehill.com/opinion/international/487876-dont-let-china-turn-the-wuhan-virus-narrative-to-its-advantage)) los esfuerzos del Partido Comunista por revertir la historia, convirtiéndose a sí misma en heroica. Pero, el plan podría embarrancarse si ocurre en China un segundo brote, que algunos expertos advierten es inevitable. En esta situación, el régimen se está volteando instintivamente a las tácticas comunistas tradicionales: la propaganda y el control de la información.

NEUTRALIZANDO A LOS MEDIOS INDEPENDIENTES

China ha expulsado a reporteros del Washington Post, New York Times, y Wall Street Journal, fuentes que no puede controlar. El régimen ha frenado crecientemente a periodistas independientes, mientras que sus prácticas domésticas se han hecho crecientemente inhumanas, en especial, respecto a su represión de minorías religiosas, incluyendo a los Uigures musulmanes, que han estado sujetos a una reclusión masiva.

China califica baja en medidas internacionales de libertad de prensa. El año pasado, en una encuesta de Reporteros sin Fronteras en 180 países, respecto a la independencia de los medios, pluralidad de los medios y respeto por la seguridad y libertad de los periodistas, China clasificó en el lugar 117. En “Control, Halt, Delete: Reporting in China Under Threat of Expulsion,” un nuevo reporte del Club de Corresponsales Extranjeros en China basado en Beijing (FCCC por sus siglas en inglés), los periodistas extranjeros documentan prácticas que las autoridades chinas han empleado y que han afectado severamente su trabajo de reportar.

Beijing ha retrasado e impuesto restricciones a visas de periodistas extranjeros. Mientras que la duración promedio de una visa a largo plazo de un periodista, la J-1, es de un año, muchos de los corresponsales extranjeros que han reportado críticamente acerca del régimen chino, han obtenido visas reducidas. En el 2018, cinco corresponsales recibieron visas reducidas. En el 2019, al menos una docena recibió visas válidas por seis meses o menos. Las visas recortadas requieren de una renovación frecuente, y Beijing ha hecho que ese proceso sea más arduo, no sólo para los periodistas, sino también para sus familias. Esta práctica se destaca en el reporte de la FCCC.

Tres corresponsales del Wall Street Journal fueron expulsados el 19 de febrero, debido a una pieza de opinión crítica al manejo de Beijing del brote del COVID-19. “China es el Verdadero Enfermo de Asia,” se leía en el encabezado. Al anunciar las expulsiones, un portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores llamó “racista” al artículo. Fue la primera vez en más de dos décadas en que, a periodistas que tenían credenciales válidas, se les ordenó dejar China, aunque desde el 2013 otros habían sido de hecho expulsados, al no renovárseles sus visas.

También, Beijing estableció líneas rojas para corresponsales extranjeros. En particular, cualquier cosa crítica de Xi Jinping y su familia está prohibida. El año pasado, Beijing declinó renovar las credenciales de otro reportero del Wall Street Journal, quien había reportado acerca de investigaciones, en Australia, de uno de los primos de Xi, sospechoso de involucramiento con el crimen organizado y el lavado de dinero. En el reporte de la FCCC, el jefe de una organización de noticias en idioma inglés se cita haciendo mención de que el ministerio de Relaciones Exteriores de China le había dicho explícitamente que enfrentaría la “furia de otros brazos del gobierno,” y no sólo del ministerio de Relaciones Exteriores, si escribieron los “artículos equivocados acerca de Xi.”

Asimismo, las críticas acerca del trato a los Uigures musulmanes en Xinjiang han producido iras entre autoridades. En el 2018, Megha Rajagopalan, la jefa de la oficina en Beijing de BuzzFeed News, no pudo renovar su visa. Durante sus seis años en China, Rajagopalan había reportado extensamente acerca de los abusos a los derechos humanos, incluyendo la detención de Uigures y otros en la provincia de Xinjiang. El Comité para la Protección de Periodistas considera que el rechazo del gobierno a renovar la visa en esos casos, constituyen “actos de represalia.”

El año pasado, el periodista corresponsal de CNN en Beijing, Matt Rivers, reportó extensamente acerca de cómo, durante su viaje a la provincia de Xinjiang, había estado sujeto a repetidas revisiones de su visa, a intentos por las autoridades de bloquear su reportaje y a un seguimiento físico. El reporte de la FCCC agrega que las autoridades chinas, por medio de la intimidación y advertencias explícitas, regularmente presionan a la gente para que evite hablar con representantes de medios extranjeros. Los periodistas y sus fuentes son monitoreados mediante reconocimiento facial y otras técnicas de vigilancia.

Por supuesto, también China censura extensivamente a los medios nuevos. Un estudio de la Universidad de Harvard mostró que las autoridades chinas bloquean tantos como 18.000 sitios en la red, incluyendo muchas fuentes regulares e independientes de noticias internacionales. Entre los temas censurados en la Internet están “derechos humanos,” “opresión,” y referencias a la Plaza de Tienanmén y al disidente y premio Nobel Liu Xiaobo. La BBC, que ha menudo ha reportado críticamente acerca del gobierno chino, está bloqueada en China. Todos los libros publicados en China son censurados. La extensión de la censura y el control sobre los medios por parte del Partido Comunista Chino no pueden ser mejor explicadas que por el propio Xi Jinping, quien dijo en el 2016, “Todos los medios deben usar el apellido del Partido.”

ROMPIENDO EL BLOQUEO A LOS MEDIOS

La campaña de Cero depende de la censura y convierte en obligación política universal para los ciudadanos chinos, negar colectivamente su propia crisis de salud pública. No es nada nuevo que las estadísticas de salud de China sean manipuladas para beneficio del Partido Comunista. Funcionarios locales, personal médico y, de hecho, la sociedad entera, necesitan ser partícipes del engaño. Es la más nueva de una cadena de tareas imposibles que el Partido Comunista le ha demando al pueblo chino, reminiscente de las cuotas de productividad absurdas de Mao y de sus castigos, a menudo letales, por fracasar. Como lo hizo ver Roger Scruton, “se requiere de una fuerza infinita obligar a la gente a hacer lo que es imposible.”

El gobierno, que alega que, en la práctica, no han aparecido recientemente nuevos casos de COVID-19 en Wuhan, ha empezado a relajar el cierre en la Provincia de Hubei. Pero, mientras que el régimen chino intenta controlar la percepción de los acontecimientos dentro del país, una furia generalizada y una desconfianza intensificada a la moral del gobierno y los fracasos administrativos están dando lugar a una oleada de ciudadanos periodistas, que intentan romper a través de la maquinaria de propaganda de la CCTV, CGTN, People’s Daily, y Global Times y exponer lo que está sucediendo.

La evidencia que la gente presenta acerca del COVID-19 contradice las narrativas oficiales. Historias en los medios sociales chinos, censuradas o removidas casi tan pronto como aparecen, revelan cómo los gobiernos locales encubren los casos nuevos y cómo se les ha ordenado a los hospitales reportar los casos nuevos como los normales de gripe o neumonía.

Las historias indican que la Provincia de Hubei, lejos de irse acercando a la normalidad, está siendo cerrada de nuevo por gente y policía de las provincias que la rodean, conocedoras de la verdadera situación en Hubei. Un video mostró un levantamiento que ocurrió cuando la policía de Hubei trató de abrir la frontera con Jiangxi ̶ la gente y la policía de Jianxi se alzó debido a que quedarían expuestos a Hubei. El gobierno se jacta acerca de las recuperaciones masivas del virus, pero los medios independientes han reportado que, hasta un 14 por ciento de aquellos, de nuevo han dado resultados positivos (have tested positive again (https://www.dailymail.co.uk/news/article-8155405/Up-14-cent-recovered-coronavirus-patients-China-test-positive-doctors-reveal.html)). El régimen parece estar arreglando los libros acerca de las estadísticas epidemiológicas, no contando los casos en que las pruebas indican la infección, pero en los que la gente es asintomática. Los censores removieron, casi inmediatamente, una foto de un sitio de Caixin que mostraba a un camión transportando 2.500 urnas llenas de cenizas de gente cremada. Igualmente, los censores removieron un reporte que le acompañaba, de que otro camión había hecho otro envío ese mismo día.

En el pasado, las restricciones del Partido Comunista Chino al libre flujo de información, les parecían a los estadounidenses y a otros en países democráticos que era un asunto que principalmente sólo le concernía a la libertad del pueblo chino, algo importante como es un asunto de defender el derecho universal a la libertad de expresión. Pero, las distorsiones de la verdad por el régimen son ahora problemas más que abstractos para la comunidad internacional. Son amenazas a la salud pública global ̶ de hecho, son asuntos de vida o muerte.

Jianli Yang es el fundador y presidente de Iniciativas de Poder Ciudadano para China. Aaron Rhodes es el editor de derechos humanos de la revista Dissident y el presidente del Foro de Libertad Religiosa en Europa.