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Jorge Corrales Quesada
19/04/2018, 13:14
Cómo la supuestamente buena intención de igualar la cancha, termina más bien provocando lo contrario: la desigualdad.

LA PARADOJA DE IGUALAR LA CANCHA EN NOMBRE DE LA IGUALDAD

Por Richard Mason
Fundación para la Educación Económica
Viernes 13 de abril del 2018

La lucha histórica contra la desigualdad ha sido una batalla por la libertad. Pero ya ahora no lo es.

Los conceptos de igualdad por mucho tiempo han sido los fundamentos de las filosofías de Occidente. Se han peleado revoluciones en nombre de la igualdad, nuestras cortes están edificadas en torno a la idea de que todos somos iguales ante la ley, y los activistas han pasado el último siglo trabajando por romper desigualdades sistémicas que afectan a nuestras sociedades.

En efecto, las tomas filosóficas acerca de la igualdad permean cada faceta del Occidente moderno, desde el derecho a la sociología, de la economía a la política. De muchas formas, la evolución de Occidente a través de las centurias ha sido una de constante impulso hacia una mayor igualdad, dando lugar con ella a progresos tales como el sufragio universal y un fin a la segregación racial.

LA LUCHA CONTRA LA DESIGUALDAD PROMOVIDA POR EL ESTADO

La lucha histórica contra la desigualdad ha sido una batalla por la libertad, a pesar de dos conceptos que, a menudo, son presentados como yuxtapuestos. Todos los ejemplos destacados de la lucha igualitaria, han involucrado un movimiento en contra de barreras a la igualdad impuestas por el estado. La lucha por el sufragio universal fue contra un estado que no permitía que las mujeres tuvieran los mismos derechos que el hombre. La lucha por los derechos civiles fue contra un estado que no permitía a la gente de color, tener los mismos derechos que la gente blanca. Más recientemente, la lucha ha sido contra un estado que no ha permitido que la gente LGBT tenga los mismos derechos que las personas heterosexuales. Tradicionalmente, por así decirlo, la batalla por la igualdad ha sido una lucha por reclamar las libertades arrebatadas por el gobierno.

Esta percepción de la relación entre igualdad, estado y sociedad fue promovida por el trascendental filósofo inglés, John Locke, quien afirmó que el estatus igual de todos los ciudadanos en asuntos de política y de leyes, era esencial para la participación universal en sociedad. Locke dijo que la responsabilidad del estado era simplemente la de servir igualmente y sin prejuicio a todos los ciudadanos.

Pero, en el tanto en que la igualdad bajo el estado se hace más y más universal, el igualitario moderno se ha alejado de ese punto de vista. La lucha moderna por la igualdad se ha convertido en una batalla por la creación de una “cancha pareja,” en donde los individuos no enfrentan ya sean barreras legales o bien sociales para lograr sus objetivos. Los enfoques modernos hacia la igualdad se han centrado crecientemente alrededor de este concepto de igualdad de oportunidades.

Por supuesto, una sociedad en donde todos los individuos empiezan en igualdad de condiciones en una primera impresión parece ser un prospecto atractivo; una sociedad puramente meritocrática, en la cual la fortuna favorece al inteligente y al habilidoso, ciertamente parece ser más justa que una en donde las circunstancias de nacimiento pueden dictar una vida de éxito.

Desafortunadamente, esta visión de igualdad ya no va mano a mano con la libertad, pues implica la necesidad de que el estado quite los mismos derechos que activistas previos lucharon tanto por lograr.

LA ACCIÓN AFIRMATIVA

Tome, como ejemplo, un método controversial y bien conocido para alcanzar iguales oportunidades: el programa conocido en los Estados Unidos como de acción afirmativa. Esta política busca crear una igualdad de la cancha, para grupos minoritarios que previamente han sido excluidos de las posiciones más lucrativas o poderosas dentro de la sociedad estadounidense. Si bien uno puede ciertamente entender y simpatizar con las motivaciones detrás del enfoque de la acción afirmativa para lograr la igualdad de oportunidades, en la práctica se ha convertido en algo totalmente paradójico. Nivelar la cancha, al privilegiar las demandas de un grupo social, debe, por definición, discriminar activamente contra otro grupo social.

Mientras que los igualitarios del movimiento de derechos civiles lucharon por terminar con una discriminación del estado, y por permitir las mismas libertades a todos los miembros de la sociedad, los impulsores de la acción afirmativa le piden al estado que retorne a políticas discriminatorias.

La acción afirmativa es, simplemente, un ejemplo de la naturaleza paradójica de la igualdad de oportunidades. Cualquier intervención estatal de este tipo, por la cual un grupo es puesto por encima de otro, en nombre de la igualdad de condiciones, es tan sólo un regreso a políticas discriminatorias contra las que activistas previos lucharon tan fuertemente por terminarlas. Va muy en contra de las enseñanzas de Locke, quien afirmó que ser ubicado “bajo el poder absoluto y arbitrario de otro,” tal como el poder del estado, para privilegiar a un grupo por encima de otro, era la ruta por la cual todos terminábamos esclavizados.

Los oportunistas de la “igualdad” no buscan la igualdad ni la libertad. El igualitarismo moderno ha empezado a ir contra todo lo que representaban los entendimientos previos de igualdad.

Reimpreso de Intellectual Takeout.

Richard Mason es un bloguero independiente y editor asistente de SpeakFreely.today.