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Jorge Corrales Quesada
04/04/2018, 09:00
Esto nos permitirá entender gran parte de la política errada de Trump en el ámbito del comercio internacional, al poner aranceles unilaterales a las importaciones de acero y de aluminio en los Estados Unidos y ante la represalia por dichos aranceles de parte de China, que están inquietando al mundo económico (nosotros incluidos).

EL PROTECCIONISMO DE TRUMP SIMPLEMENTE EMPOBRECERÁ A TODOS-SI CORREMOS CON SUERTE
Por Richard M. Ebeling
Fundación para la Educación Económica
Martes 6 de marzo del 2018
Las decisiones del presidente Trump no sólo amenazan con empobrecer más a los estadounidenses, sino que pueden poner en marcha los disparos iniciales de una guerra comercial internacional.

El presidente Donald Trump ha anunciado la planeada imposición de un nuevo arancel del 25 por ciento al acero importado y una tarifa del 10 por ciento sobre el aluminio fabricado en el exterior que ingrese a los Estados Unidos. Esto ha provocado amenazas de represalias comerciales por parte de un número de socios comerciales de los Estados Unidos. Las nubes amenazadoras de una posible guerra comercial se están mostrando en el horizonte global.

Alegando que otros países están tomando ventaja de los Estados Unidos, como se refleja en los déficits comerciales de los Estados Unidos, Trump, en uno de sus infames tweets, ha declarado que “las guerras comerciales son buenas, y fáciles de ganar.” ¿Cómo y por qué? Trump afirmó: “Por ejemplo, cuando estamos $100 por debajo de cierto país y ellos se ponen simpáticos, no comerciemos más- ganamos mucho. ¡Es fácil!”

LOS DÉFICITS Y SUPERÁVITS COMERCIALES DE UN INDIVIDUO SE BALANCEAN ENTRE SÍ

Pensemos un poquito acerca de esto. Suponga que yo pago $100 por mi comida en un supermercado de la vecindad, pero el dueño del negocio y los empleados sólo me compran, a cambio, $10 de valor por las conferencias de economía que yo estaría feliz con brindárselas. Claramente, estoy experimentado un desbalance comercial con ese establecimiento en forma de un déficit comercial de $90. Estoy comprando más en la tienda que lo que me está comprando la gente que trabaja allí. Y, de acuerdo con el presidente, por lo tanto, ese almacén está tomando ventaja de mi persona.

¿Qué podría hacer si en mi situación actuara personalmente con base en el análisis que hace Trump? Podría dejar de comprar los $90 en artículos de comida que he estado comprando en ese negocio. Ahora el supermercado y yo tendríamos un balance comercial recíproco. Yo gasto $10 en artículos a la venta en ese negocio y ellos dan la vuelta y gastan $10 en las conferencias de economía que estoy ofreciendo venderles. El balance comercial es igual.

Pero, ahora tengo un problema. Dejo de tener $90 de valor en artículos alimenticios que previamente había estado comprando en el supermercado. Habiendo reducido la cantidad de dólares en “importaciones” de alimentos para mi hogar propio, puedo decidir ahora qué produciré “domésticamente” en mi hogar, en mi propiedad.

Pero, soy profesor de economía y no un granjero. Tan sólo por el argumento, dejemos de lado el hecho de que no poseo ni tierra ni equipo para sembrar. Por lo menos, la producción agrícola no es mi nicho de especialización en el sistema social de división del trabajo. Así que, sin duda, mis esfuerzos por llevar a cabo una producción doméstica de alimentos, mediante una “sustitución de importaciones,” terminará costándome mucho más generar la misma cantidad de producción de alimentos, que los $90 que había estado pagando en el supermercado.

Digamos que la producción de alimentos “en casa” requiere que yo desembolse un gasto en dólares de mi tiempo laboral y equipo y recursos agrícolas relacionados, por un monto total de $115. Esto es, ahora a mí me cuesta $25 más hacer crecer y producir para mí mismo, la misma cantidad de comida que solía comprar en el supermercado en $90. Esto significa que tendré que renunciar a un valor de $25 en otros bienes y servicios que previamente había estado en capacidad de producir y vender, y luego usar los ingresos de la venta para comprar $25 de bienes de consumo deseados. Ahora soy $25 más pobre, en términos de mi estándar de vida material.

Por supuesto, mi habilidad para gastar $90 más en alimentos en ese supermercado, que lo que el personal del almacén gasta en mí en forma de servicios de conferencias de economía, sólo surge ante mi habilidad para ganar $90 más de otros que compran mis servicios de conferencias, que lo que yo compro de bienes y servicios específicos vendidos por ellos en el mercado. Así que, mirando a todos mis intercambios con todos mis socios comerciales, mi hoja de balance de compras totales y ventas totales se equilibra al final de cuentas.

IMPUESTOS MAYORES A LAS IMPORTACIONES SIGNIFICA PRECIOS MÁS ALTOS POR LOS PRODUCTOS

Yo sugeriría que las conclusiones derivadas de la situación de un individuo aislado tienen su contraparte en el entendimiento del mismo proceso de un gran número de individuos interdependientes, que viven y trabajen un país en particular.

Suponga que el presidente Trump prosigue su amenaza de imponer ese incremento del impuesto del 25 por ciento sobre las importaciones de acero de los Estados Unidos. En el 2017, los Estados Unidos importaron al país casi $30.000 millones de acero extranjero. De acuerdo con la Administración del Comercio Internacional de los Estados Unidos, un 16 por ciento de ese acero vino de Canadá, un 13 por ciento de Brasil, 10 por ciento de Corea del Sur y un nueve por ciento de México y Rusia, respectivamente. Cantidades menores llegaron de Turquía, Japón, Taiwán, Alemania e India.

Si la razón para que el presidente posiblemente imponga este mayor impuesto a la importación, por medio de una decisión del poder ejecutivo, se debe a preocupaciones acerca de la “seguridad nacional,” entonces, la administración Trump debe tener información realmente, muy a lo interno, de que los Estados Unidos están encarando peligros inminentes de guerra por parte de países con los cuales durante décadas ha compartido alianzas políticas y militares o, con la excepción de Rusia, con naciones con las cuales los Estados Unidos han tenido relaciones pacíficas estrechas.

Si el impuesto a la importación se pone en práctica, eso requerirá que vendedores extranjeros eleven los precios por el acero que ellos venden a los Estados Unidos, en el mismo monto equivalente al total del 25 por ciento del arancel de importación. Ellos pueden tratar de absorber una porción del mayor costo de venta de su acero en los Estados Unidos, pero hay un límite al cual están dispuestos y en capacidad de mermar sus propios márgenes de utilidad, lo que depende parcialmente de la “elasticidad” de los consumidores por ese acero importado; esto es, ¿en qué grado se reducirán las ventas cuando ellos eleven su precio en alguna cantidad específica?

En el grado en que los manufactureros de Estados Unidos, que usan acero en sus procesos de producción, experimentan costos mayores al comprar ese insumo, ellos también encontrarán necesario incrementar, en un grado u otro, los precios de los bienes terminados que están ofreciendo a los consumidores y a otros productores en el mercado.

Puede ser que los consumidores no sientan el total del incremento del arancel de un 25 por ciento en cada uno de los bienes que compran y que tienen contenido de acero en su manufactura. Pero, los precios que ellos pagan reflejarán, en un grado u otro, los costos de producción (marginales) mayores de la producción, debido al acero más caro.

REDISTRIBUCIONES DEL IMPUESTO A LA IMPORTACIÓN DE CONSUMIDORES A PRODUCTORES

Cada comprador individual puede sólo ser sobrecargado con muchos pequeños incrementos en los costos de los diversos bienes que ellos compran y que usan el acero. Pero, todos esos pedacitos de precios más altos por aquí y pedacitos de precios más altos por allá, sumarán decenas de millones de dólares de ingresos adicionales a los productores de acero domésticos.

Por ejemplo, en el 2017, alrededor de 30 millones de toneladas métricas de diferentes tipos de acero se importaron a los Estados Unidos, a un costo de casi $30.000 millones, según la Administración del Comercio Internacional de los Estados Unidos. Suponga que el precio de la tonelada métrica de acero aumentó exactamente un 15 por ciento. Eso elevaría el costo del acero importado en $4.5 miles de millones.

En el 2017, los productores domésticos de los Estados Unidos produjeron alrededor de 82 millones de toneladas métricas de acero, y lo vendieron a un precio promedio de $740 la tonelada métrica, para todos los tipos, generando ingresos totales de $60.000 millones. Un incremento del 15 por ciento en este precio de la tonelada generaría ingresos adicionales de $9.1 miles de millones para los productores domésticos de acero.

Esto significa que más de $9 miles de millones se distribuirían desde la comunidad empresarial y del público estadounidense que usa acero, hacia los bolsillos de los manufactureros de acero de los Estados Unidos. Durante dos años, en el 2016 y el 2017, la industria del acero gastó un total de alrededor de $20 millones en actividades de cabildeo en Washington D. C., según el Centro de Políticas Responsables. Como sea que se le mida, a una inversión de $20 millones, que resulta en una rentabilidad de $9.000 millones, no se le consideraría como algo nada malo.

Pero, incluso si fuera sólo la mitad -$4.5 miles de millones- en ingresos adicionales para los productores de acero de los Estados Unidos, debido al arancel a la importación de acero del exterior, eso equivaldría a alrededor de $40 de costo per cápita para cada familia en el país, para beneficio de la industria del acero. Eso es suficiente como para comprar dos o tres pares de zapatos para niños a la venta en Walmart. Es casi equivalente a un 10 por ciento de la cantidad total promedio anual que los hombres de más de 16 años de edad gastan en ropas. Es una cantidad que sería suficiente para comprar, al menos, seis comidas de Big Mac en McDonald’s. Es igual a comprar alrededor de 30 docenas de huevos. Es suficiente para comprar, al menos, 10 cafés con leche en Starbucks.

Todas estos tipo de compras individuales perdidas, para todas las personas de los Estados Unidos como un todo, representarán los costos acumulados para los 325 millones de estadounidenses y todo para “proteger,” por medio de un impuesto incrementado a las importaciones, a 150.000 empleos en el sector acerero de la economía, dentro de una fuerza de trabajo total de 161 millones de personas.

BIENES EXTRANJEROS QUE SON SUBSIDIADOS NO DAÑAN A LOS ESTADOS UNIDOS

Pero, a veces se responde, muchas de esas importaciones de acero extranjero se venden en los Estados Unidos, a precios subsidiado por los gobiernos de los países de donde proviene el acero. Eso bien puede ser cierto, pero eso significa que a los manufactureros estadounidenses y a los consumidores se les está brindando una ganga. Obtenemos algo por menos que lo que alternativamente habríamos tenido que pagar.

Así, los estadounidenses tienen que producir y vender menos bienes exportables para comprar esas importaciones. Los recursos y horas de mano de obra estadounidenses, que ya no se tienen que dirigir a producir más bienes exportables para pagar por importaciones que cuestan más, se ven liberados y se invierten en cosas que, de otra manera, los estadounidenses no hubieran podido hacer. Estos recursos y horas de mano de obra están disponibles para satisfacer otras demandas domésticas de productos deseados. O ser usados en comprar bienes importables diferentes y atractivos, que previamente no podían ser adquiridos. Nuestros estándares de vida se ven así aumentados.

Si las exportaciones de otro país están siendo subsidiadas, la queja debería ser formulada por los ciudadanos del otro país, quienes pagan impuestos para fondear el subsidio y cuyos cheques para llevar a sus casas se ven reducidos cuando se brinda, a sus expensas, un privilegio de “amigotes” para un grupo de intereses especiales.

Por supuesto, es también posible que el bien exportado no esté siendo subsidiado. En vez de ello, el vendedor extranjero ha encontrado una forma competitiva y eficiente en su costo, para producirlo por menos y, por tanto, venderlo por menos a los estadunidenses, y todavía obteniendo ganancias. Desde el punto de vista del comprador estadounidense, en ambos casos el resultado es el mismo: un producto deseado se obtiene a un precio menor y, por tanto, los compradores están económicamente mejor.

LA BALANZA COMERCIAL SIEMPRE SE BALANCEA

Si el vendedor extranjero vende más en los Estados Unidos y aumenta sus ingresos ganados en dólares, habría aumentado su capacidad financiera para demandar más exportaciones estadounidenses, que puede encontrar tan atractivas como para comprarlas y que previamente estaban fuera de su alcance.

Aún si, él no encuentra atractivos a los bienes estadounidenses como para decidir comprarlos en una cantidad igual a los ingresos en dólares provenientes de sus exportaciones hacia los Estados Unidos, conservar tales dólares no le rendirá nada. En vez de ello, puede negociar esos dólares en el mercado cambiario por alguna otra moneda que él preferiría tener para sus propósitos de compra en el mercado global.

Pero, ¿quién estaría vendiendo la otra moneda a cambio de dólares, sino es alguien que quiere que los dólares hagan... qué? Comprar bienes terminados estadounidenses o invertir directamente en negocios potencialmente rentables en los Estados Unidos o invertir indirectamente, al depositar esos dólares en una institución financiera estadounidense, para ganar el ingreso por intereses que hace que esa alternativa sea atractiva. Esa última elección eleva la cantidad de ahorros en la economía de los Estados Unidos y ayuda a fondear proyectos de inversión llevados a cabo por estadounidenses.

Una vez que miramos más allá de lo que es inmediatamente visto y seguimos el proceso a través de varios pasos adicionales, vemos que el “temor” ante los desbalances comerciales y de que “se aprovechan de nosotros,” están completamente fuera de lugar. (Ver mi artículo, “Trade Déficits Don’t Matter, Unless Caused by Government.”)

En vez de eso, lo que los Estados Unidos están encarando son políticas comerciales ilógicas de un presidente económicamente iliterato en la Casa Blanca. Las decisiones del presidente Trump no sólo amenazan con empobrecer a los estadounidenses más de lo que serían alternativamente, sino que, también, pueden poner en movimiento los disparos iniciales de una guerra comercial internacional, que podría lanzar al mundo en una espiral en caída hacia la hostilidad global, la inestabilidad económica y un empeoramiento en los estándares de vida de cientos de millones de personas alrededor del globo.

Richard M. Ebeling es el Profesor Distinguido BB&T de Ética y de Liderazgo de Libre Empresa en La Ciudadela en Charleston, Carolina del Sur. Fue presidente de la Fundación para la Educación Económica (FEE) del 2003 al 2008.