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Jorge Corrales Quesada
04/04/2018, 08:55
Las buenas ideas siempre vale la pena tenerlas presentes; así que debemos agradecer al profesor Pedro Schwartz este artículo acerca de uno de los pensadores más destacados del siglo XX.

KARL POPPER REIVINDICADO

Por Pedro Schwartz
Un Economista mira a Europa
Library of Economics and Liberty
5 de febrero del 2018


Cuando en Occidente de nuevo la filosofía de la ciencia, de la ética y de la política está siguiendo el camino posmodernista del relativismo y la irracionalidad, no hay nada mejor que voltear nuestra mirada a Karl Popper (1902-1994) y a su filosofía del racionalismo crítico.

LA FILOSOFÍA COMO UN PROBLEMA

El 25 de octubre de 1946, Karl Popper leyó un ensayo controversial en el pequeño Club de Ciencias Morales de la Universidad de Cambridge, en Inglaterra. Era un club para la discusión privada. Su personalidad más distinguida era Ludwig von Wittgenstein (1889-1951), uno de los pilares de la “filosofía lingüística,” en ese entonces una escuela importante en Inglaterra, que pronto tendría muchos seguidores en los Estados Unidos. Esa forma de ejercicio de la filosofía fue lanzada entre las dos Guerras Mundiales, en el Círculo de Viena por Moritz Schlick. Popper asumió la invitación a hablar en el Club de Cambridge como una excelente oportunidad para confrontar a Wittgenstein, el paladín del filosofar lingüístico, una práctica que Popper, desde su juventud en Viena, consideró como nada menos que frívola. El admirado por Popper, Bertrand Russell, era también un asistente regular; Popper le consideraba como un aliado en su lucha contra la filosofía lingüística y el positivismo y quería lograr un conocimiento más profundo de su pensamiento en ocasión del seminario.

Imaginemos la escena. El cuarto en donde el Club se reunió estaba frío. Las restricciones de posguerra ocasionaban que existiera un miserable fuego del carbón, apenas mantenido con vida con un atizador. Gracias al fascinante libro de David Edmonds y John Eidinow, Wittgenstein’s Poker (Harper Perennial, 2001), sabemos tanto como se puede saber de la reunión de ese día. Popper quería darle a su charla el título: “¿Existen los problemas filosóficos? Popper pensó que la filosofía trataba, y debería tratar, con problemas verdaderos. De forma que él quería atacar a Wittgenstein, quien, por el contrario, mantenía que no había problemas en filosofía, sino sólo enigmas verbales.

Para Wittgenstein, las tareas del filósofo eran la de aclarar conceptos, corregir el uso de las palabras, resolver confusiones verbales y con ello “lograr que la mosca saliera de la botella”. Esa fue la tarea que Wittgenstein se fijó a sí mismo en su primer libro, el Tractatus Logico-Philosophicus (1922). Posteriormente, en artículos recolectados póstumamente como Philosophical Investigations [Investigaciones Filosóficas] (1922), él dio el cambio de querer que los filósofos resolvieran confusiones filosóficas usando un lenguaje sin ambigüedades, a que fuera hecho siguiendo el uso popular. En cualquier caso, sostuvo, basado en la doctrina del Círculo de Viena, que las proposiciones con sentido sólo podían ser de dos tipos: las proposiciones analíticas, dando a entender por ello a las tautologías lógicas y matemáticas; y las proposiciones empíricas, verificables mediante la observación. Todo lo demás era metafísica sin sentido.

Por el contrario, Popper siempre creyó que los filósofos debían encarar problemas verdaderos, aunque no los pudieran resolver totalmente: problemas tales como los fracasos de la inducción, la naturaleza de la probabilidad, la relación entre causa y efecto, la posibilidad del libre albedrío, el sentido de las proposiciones éticas o los peligros del expresionismo en la música. (Recuerdo bien como siempre preguntaba, cuando proponía una pieza de investigación, “¿Cuál es su problema?” y como él nos advertía que un problema no es plenamente entendido, sino hasta que es resuelto). De hecho, toda la lógica del descubrimiento científico, a la cual Popper le dedicó tanto tiempo, es “metafísica,” pero aun así llena de sentido e importancia.

Edmonds y Eidinow relatan que, tan pronto como Popper hizo el primer movimiento, Wittgenstein se levantó para monopolizar la conversación, tal como era su hábito. Él empezó a gritar, como también era su hábito, enfatizando sus exclamaciones de “¡Popper, usted está equivocado!” haciendo movimientos en el aire con su atizador. Nadie parece saber qué fue lo que realmente sucedió en ese punto. Parece que se escuchó una voz (algunos dicen que fue la de Russell): “¡Wittgenstein, ponga abajo ese atizador!” Tampoco sabemos si lo que causó la salida brusca de Wittgenstein golpeando la puerta, como, de nuevo, era su hábito, fue la respuesta de Popper a una pregunta hecha desde la sala: “Denos un ejemplo de una regla ética.” Popper respondió, “No amenacen a conferencistas visitantes con atizadores.”
EL MÉTODO CIENTÍFICOEn su disertación doctoral de 1928 y en su Logic der Forschung [La Lógica de la Investigación Científica] (1934), Popper había postulado y parcialmente resuelto una cantidad de problemas fundamentales de la teoría del conocimiento. El primero fue acerca de la línea de demarcación establecida por los positivistas del Círculo de Viena entre proposiciones significativas y las sin sentido: para ellos, la línea de demarcación entre las dos estaba en si eran empíricamente verificables, si no lo eran, no tenían sentido. Para Popper, había proposiciones no-verificables que tenían sentido, en especial proposiciones éticas y estéticas. Su línea de demarcación no estaba entre proposiciones significativas y proposiciones sin sentido, sino entre proposiciones científicas (que pueden ser refutadas) y no-científicas (que uno no sabe cómo refutarlas).

El segundo problema fundamentalmente resuelto por Popper fue el problema de la inducción. David Hume había señalado que no podíamos estar seguros de que el sol saldría mañana debido a que lo había hecho así tan hacia atrás como uno pudiera recordarlo. Popper generalizó esto, diciendo que era imposible aseverar la verdad de una teoría ante la observación reiterada de sus instancias; sólo era posible refutarla cuando sus predicciones resultaban ser falsas. Uno sólo podía aseverar con certeza, mediante la inducción, la proposición de que todos los cisnes eran blancos, después de haber observado a todos los cisnes del pasado, presente y futuro, lo cual no era una metodología muy fructífera. A partir de esto, Popper derivó dos conclusiones fundamentales: que era un error aspirar a la certeza; y que el conocimiento no avanza por medio de la verificación o confirmación de las hipótesis, sino por intentos de refutarlas.

Recuerdo vívidamente mi emoción cuando escuché a Popper “resolver” el problema de la inducción en clase. Mis maestros en Madrid siempre me habían explicado que el método de la ciencia consistía en una combinación de inducción y deducción. ¡No tanto! Deberían ustedes haberme visto hablando en voz alta y sacudiendo mis brazos en las calles que rodean a la Escuela de Economía de Londres: ¡la ciencia no es inductiva! (En ese entonces no había teléfonos celulares, de forma que los caminantes que pasaban a mi lado han de haber pensado que yo estaba loco.)

Como lo señaló el propio Popper, la solución a un problema da lugar a otros nuevos. El método científico es más que aplicar mecánicamente el método hipotético-deductivo. La refutación es extrañamente final y algunas veces uno debe adherirse a una teoría “refutada” para poder desafiarla. Pero, esto queda para otro día. Sólo quiero terminar este tópico con la imagen literaria en el frontispicio de la Logic of Scientific Discovery [La Lógica de la Investigación Científica] (1959): “Las teorías son redes: sólo quien las lance cogerá. Novalis”.
LA SOCIEDAD TRIBAL Y LA SOCIEDAD ABIERTAEstaba en mi tercer año de mis estudios de derecho en Madrid, cuando un libro en una librería captó mi atención. Se llamaba The Open Society and its Enemies [La Sociedad Abierta y sus Enemigos] (1945, 1957). En su portada, la edición en español mostraba los retratos de tres de esos enemigos: Platón, Hegel y Karl Marx. Me deslicé entre sus páginas, miré la introducción y la lista de contenidos. No podía adivinar el porqué de la presencia de esos tres ilustres filósofos en la portada de un ensayo que los criticaba. Avancé rápidamente. Un día estaba caminando por el corredor hacia el comedor cuando vi un letrero en una puerta: “K.R. Popper”. Toqué y le pregunté al diminuto profesor que estaba detrás del escritorio, “¿Es usted el autor de La Sociedad Abierta?” Y así se inició una gran y fructífera amistad.

Cuando se publicó en 1945, el libro fue una sensación en los Estados Unidos y en el Reino Unido. Popper me dijo en una ocasión que, después del Anschluss [Nota del traductor: Anexión de Austria por la Alemania nazi en 1938], él se preguntó si debería tratar de asesinar a Hitler. En vez de ello, decidió tratar de destruir la filosofía personificada en el Führer. El libro provocó un escándalo en círculos académicos debido a al trabajo apasionado de demolición de estas tres reverenciadas figuras. Popper se atrevió a presentar a Platón como un enemigo reaccionario de Atenas y amigo de Esparta y a Hegel como un sirviente oscurantista del Estado Prusiano ─ ¡blasfemia pura! Se le acusó de hacer una interpretación errada anacrónica de la cultura griega y de una incapacidad para entender la filosofía alemana. En círculos conservadores, hubo una sacudida adicional, al ver a Marx siendo tratado más amablemente que a Platón y Hegel.

Debo llenar de valor a ambas de mis manos por atreverme a diferir de aquellos críticos del gran libro de Popper. Aun así, les diría a los admiradores de la República, que deberían ponderar los peligros de un rey-filósofo y comparar ese diálogo con la Oración Fúnebre de Pericles en conmemoración de los muertos del primer año de la Guerra del Peloponeso. Si aún así no se les convence, deberían leer el diálogo puramente platónico de Las Leyes e imaginarse a sí mismos en las garras del Consejo Nocturno.

Acerca de Hegel, ¿qué puede uno decir que no lo pinte bajo una luz aún peor que la que sobre él lanzara Popper? Movamos nuestra imaginación hacia Jena en 1806, después de la batalla en la cual Napoleón aplastó al ejército prusiano. Hegel escribió, “Vi al Emperador, el Espíritu del Mundo, pasar montado en su caballo, para ir y contemplar su reino.” Para los admiradores de Hegel, una podría decir como atenuante que ellos deben haber tenido dificultad para entender su alemán peculiar.
EL FUTURO DE LA HISTORIA AÚN NO ESTÁ ESCRITOEl análisis que hace Popper de la filosofía de Marx se centra principalmente en los errores del “historicismo” heredado de Hegel. El historicismo establece que la historia sigue un camino inevitable. Otro de mis maestros en España me enseñó que el objeto de la ciencia social era predecir la evolución de la historia. Las conferencias de Popper acerca del historicismo abrieron mis ojos a la idea de que el futuro no estaba escrito. Él había desarrollado esa idea en su libro The Poverty of Historicism [La Pobreza del Historicismo] (1947), en el cual distingue dos tipos de teorías de la historia: la “anti-naturalista” y la “pro-naturalista.” La primera consideraba que las sociedades humanas no podían ser estudiadas con los métodos de las ciencias naturales; la segunda, que el método de la física podía y debía ser aplicado a la sociología. Las teorías hegelianas pertenecían al primer tipo, pues para Hegel la historia era el desarrollo de la mente o de la razón. El segundo tipo fue propuesto por Auguste Comte, para quien la observación de datos positivos mostraba que las sociedades humanas necesariamente progresaban hacia organizaciones integrales y centralizadas.

Desde el punto de vista lógico, Popper al final de cuentas estaba contento con decir que “no podíamos predecir, mediante métodos racionales o científicos, el futuro de nuestros descubrimientos científicos.” Si pudiéramos hacerlo, no serían futuros. Esta consideración también es aplicable a la tecnología, como abundantemente nos lo muestra la experiencia de los últimos cincuenta años.

Una razón de por la que Popper trató a Marx con consideración, es que Marx involuntariamente produjo una teoría comprobable, acerca de la tendencia necesaria del capitalismo hacia el monopolio y al inevitable empobrecimiento de la clase trabajadora –y que esta teoría ha sido comprobada como falsa ante el camino seguido por la sociedad occidental y por los horrores infligidos a millones por los discípulos de Marx. También estaba el punto débil de Popper acerca de la socialdemocracia, bien documentado por Malachy Hacohen (2002), lo que inclinó a Popper a lamentarse por la crueldad del capitalismo temprano y a mostrar una preferencia por el estado de bienestar.
PEQUEÑAS DISCREPANCIASPosteriormente en vida, mis conversaciones con Popper lanzaron luz sobre algunas de nuestras diferencias en cuestiones económicas. A su propuesta de que la reforma social nunca debería ser masiva y siempre abierta a la prueba y el error, él le dio el desafortunado nombre de “ingeniería gradual,” lo que dio la impresión de que estaba dispuesto a que los políticos y burócratas moldearan la sociedad desde las alturas. No obstante, con el paso del tiempo, las limitaciones y dificultades del estado de bienestar hicieron que fuera más escéptico acerca de las promesas formuladas con posterioridad a la guerra. Aún diferíamos acerca de las limitaciones de los mercados, que él pensó era más grandes que lo que yo creía. También diferíamos en su reformulación del utilitarismo, cuyas dificultades de medición él pensó que las había resuelto al sustituir a la maximización del placer común por la minimización del dolor. Aun así, pienso ahora que la imposibilidad lógica de moverse de los hechos a los valores puede ser resuelto por analogía con la refutación de las hipótesis. Pero, de nuevo, esto queda para otro día.

Bajo la influencia de su amigo de toda la vida, Friedrich Hayek, Popper llegó a vislumbrar a la ciencia social como necesariamente una teoría evolucionaria, lo cual es claramente un movimiento en la dirección correcta. Él estaba interesado en el darwinismo desde edad temprana, como una teoría “metafísica” que sin embargo brindaba un marco atractivo para la biología y la sociología. Él siempre rechazó las interpretaciones teleológicas del evolucionismo.

Mis críticas pasadas de sus doctrinas no me limitan en mi gratitud a Sir Karl Popper por todo lo que me enseñó durante los años y por el tesoro de su amistad. Pienso todo esto cuando escucho a mi esposa y a mi hija cantar junto al piano que el gran filósofo les legó.

Pedro Schwartz es el profesor de investigación en economía “Rafael del Pino” de la Universidad Camilo José en Madrid. Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en Madrid y es un contribuyente frecuente de los medios europeos en temas actuales financieros y de las escena social. Actualmente es presidente de la Sociedad Mont Pelerin.

Una primera y más breve versión de este ensayo fue presentada en la conferencia organizada por la London Bullion Market Association en Barcelona, en octubre del 2017.