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Jorge Corrales Quesada
24/02/2018, 11:11
CAOS PLANIFICADO (Quinta Parte, La Agresividad de Rusia)

Por Ludwig von Mises
Fundación para la Educación Económica
Martes 2 de junio de 2015

[Quinta de once partes]

4. LA AGRESIVIDAD DE RUSIA

Los nacionalistas alemanes, italianos y japoneses justificaron sus políticas agresivas por su ausencia de un Lebensraum [Nota del traductor: Lebensraum: espacio vital, elemento esencial en la ideología nazi]. Sus países comparativamente estaban sobrepoblados. Eran pobremente dotados por la naturaleza y dependían de las importaciones de alimentos y materias primas desde el exterior. Debían exportar manufacturas para pagar por esas imputaciones sumamente necesitadas. Pero, las políticas proteccionistas seguidas por los países que tenían un excedente de alimentos y de materias primas, cerraron sus fronteras a la importación de manufacturas. Manifiestamente, el mundo estaba tendiendo hacia un estado en donde cada nación vive una autarquía plena. En tal mundo, ¿qué destino les espera a aquellas naciones que no pueden ni alimentar ni vestir a sus ciudadanos con sus recursos domésticos?

La doctrina del Lebensraum de los autoproclamados pueblos “desposeídos” enfatiza que en América y en Australia que hay millones de acres de tierra sin usar, mucho más fértiles que el suelo estéril que están labrando los agricultores de las naciones desposeídas. De la misma forma, las condiciones naturales para la minería y la manufactura son mucho más propicias que en los países de los desposeídos. Pero, a los campesinos alemanes, italianos y japoneses se les prohíbe el acceso a esas áreas favorecidas por la naturaleza. Las leyes de inmigración de los países comparativamente despoblados impiden esa migración. En los países despoblados estas leyes elevan la productividad marginal del trabajo y, por ende, sus tasas de salarios, y las reducen en los países sobrepoblados. El alto estándar de vida de los Estados Unidos y del Dominio Británico es pagado con una reducción del estándar de vida en los países congestionados de Europa y Asia.

Los verdaderos agresores, dicen estos nacionalistas alemanes, italianos y japoneses, son esas naciones, las que, por medio de barreras a la inmigración y al comercio, se han arrogado para sí la parte del león de la riqueza natural de la tierra. ¿No es cierto que el propio Papa [17] declaró que las causas fundamentales de las Guerras Mundiales son “ese egoísmo frío y calculador que tiende a acaparar los recursos económicos y materiales destinado para el uso de todos, en tal grado que a las naciones menos favorecidos por la naturaleza no se les es permitido obtenerlos? [18] La guerra que Hitler, Mussolini e Hirohito encendieron era, desde ese punto de vista, una guerra justa, pues su fin principal era darle a los desposeídos lo que, por derecho natural y divino, les pertenecía a ellos.

Los rusos no pueden aventurarse a justificar su política agresiva con argumentos tales como esos. Rusia comparativamente es un país sub-poblado. Su suelo está mejor dotado por la naturaleza que el de cualquier otra nación. Ofrece las condiciones más ventajosas para hacer crecer todo tipo de cereales, frutas, semillas y plantas. Rusia posee inmensas pasturas y casi inextinguibles selvas. Tiene los recursos más ricos para la producción oro, plata, platino, hierro, cobre, níquel, manganeso y todos los otros metales, y de petróleo. Pero, por el despotismo de los zares y la lamentable incapacidad del sistema comunista, su población podía haber disfrutado desde aquel entonces del nivel de vida más alto. Ciertamente no es la carencia de recursos naturales lo que impulsa a Rusia hacia la conquista.

La agresividad de Lenin fue producto resultante de su convicción de que él era el líder de la revolución mundial final. Se consideró a sí mismo como el sucesor legítimo de la Primera Internacional, destinado a lograr la tarea en que Marx y Engels habían fallado. El fin del capitalismo había llegado y ninguna maquinación capitalista podía retrasar más la expropiación de los expropiadores. Lo único que se necesitaba era el dictador del nuevo orden social. Lenin estaba listo para asumir la carga sobre sus hombros.

Desde los días de las invasiones de los mongoles, la humanidad no había tenido que encarar tan inquebrantable y exhaustiva aspiración de una supremacía mundial ilimitada. En cada país, los emisarios rusos y las quinta-columnas comunistas estaban trabajando fanáticamente por el “Anschluss” a Rusia. [Nota del traductor: anexión en alemán]. Pero, Lenin carecía de las primeras cuatro columnas. Las fuerzas militares eran en aquella época despreciables. Cuando cruzaron las fronteras rusas, fueron detenidos por los polacos. No pudieron avanzar más hacia el Oeste. La gran campaña para la conquista mundial se agotó.

Era sólo palabrería discutir los problemas de si el comunismo en un único país era posible o deseable. Los comunistas habían fracasado totalmente fuera de las fronteras rusas. Fueron obligados a quedarse en casa.

Stalin dedicó todas sus energías a la organización de un ejército permanente, de un tamaño que nunca antes lo había visto el mundo. Pero, no fue más exitoso que lo que fueron Lenin o Trotsky. Los nazis derrotaron fácilmente a este ejército y ocuparon la parte más importante del territorio ruso. Rusia fue salvada por los británicos y, sobre todo, por las fuerzas estadounidenses. La ley de Préstamos y Arriendos de los Estados Unidos le permitió a los rusos pisarle los talones a los alemanes, cuando la escasez de equipo y la amenaza de la invasión estadounidense los forzó a retirarse de Rusia. Incluso ocasionalmente pudieron derrotar a las retaguardias de los nazis en retiro. Pudieron conquistar Berlín y Viena cuando los aviones estadounidenses habían aplastado a las defensas alemanas. Cuando los estadounidenses habían triturado a los japoneses, los rusos pudieron quietamente puñalearlos por la espalda.

Por supuesto, los comunistas dentro y fuera de Rusia y los compañeros de viaje alegan apasionadamente que fue Rusia la que derrotó a los nazis y liberó a Europa. Mantienen silencio ante el hecho de que la única razón por la cual los nazis no pudieron capturar Moscú, Leningrado y Stalingrado, se debió a su carencia de municiones, aviones y gasolina. Fue el bloqueo lo que hizo imposible que los nazis proveyeran a sus ejércitos con el equipo necesario y construir en la Rusia ocupada un sistema de transporte que les permitiera enviar su equipo a la lejana línea de batalla. La batalla decisiva de la guerra fue la del Atlántico. Los grandes acontecimientos estratégicos en la guerra contra Alemania fueron la conquista de África y de Sicilia y la victoria en Normandía. Stalingrado fue, cuando se le mide por los gigantescos estándares de esta guerra, difícilmente poco más que un éxito táctico. En la lucha contra los italianos y los japoneses, la participación de Rusia fue nula.

Pero, los botines de la victoria sólo se le adscriben a Rusia. Mientras que el otro, las Naciones Unidas, no busca el agrandamiento territorial, los rusos están en plena marcha. Se han anexado las tres Repúblicas Bálticas, Besarabia, la provincia Cárpato-Rusa de Checoslovaquia, [19] una parte de Finlandia, gran parte de Polonia y de enormes territorios en el Lejano Oriente. Demandan el resto de Polonia, Rumanía, Hungría, Yugoslavia, Bulgaria, Corea y China, como de su esfera exclusiva de influencia. Están ansiosos por establecer gobiernos “amistosos;” esto es, gobiernos títeres, en estos países. Pero, debido a la oposición surgida en los Estados Unidos y Gran Bretaña, en la actualidad gobiernan en toda Europa continental, Asia continental y el Norte de África. Sólo los cuarteles estadounidenses y británicos en Alemania les impiden a los rusos llegar a las costas del Atlántico.

Hoy en día, no menos que después de la Primera Guerra Mundial, la amenaza verdadera para Occidente no yace en el poder militar de Rusia. Gran Bretaña podría fácilmente repeler un ataque ruso y sería un verdadero acto lunático de los rusos tratar de hacer una guerra contra los Estados Unidos. No son los ejércitos rusos, sino las ideologías comunistas las que amenazan a Occidente. Los rusos lo saben muy bien y ponen su confianza, no en su propio ejército, sino en sus partidarios extranjeros. Quieren derrocar a las democracias desde adentro, no desde afuera. Su arma principal son las maquinaciones pro-rusas de sus quinta-columnas. Esas son las divisiones destructivas del bolchevismo.

Los políticos y escritores comunistas dentro y fuera de Rusia explican las políticas agresivas de Rusia como simple defensa propia. Es, dicen ellos, no Rusia la que planea la agresión, sino, por el contrario, son las democracias capitalistas decadentes. Rusia tan sólo quiere defender su propia independencia. Este es un método viejo y bien experimentado para justificar la agresión. Luis XIV y Napoleón I, Guillermo II y Hitler eran los mayores amantes de la paz entre todos los hombres. Cuando invadieron territorios extranjeros, sólo lo hicieron en defensa propia. Rusia fue amenazada en ese tanto por Estonia o Letonia, como lo fue Alemania por Luxemburgo o Dinamarca.

Una consecuencia de esta fábula de la defensa propia es la leyenda del cordón sanitario. La independencia política de los pequeños países vecinos de Rusia, se sostiene, es tan sólo un maquillaje político capitalista diseñado para impedir que las democracias europeas sean infectadas por el germen del comunismo. Por tanto, se concluye, estas pequeñas naciones tienen que ceder su derecho a la independencia. Dado que Rusia tiene el inalienable derecho de reclamar que sus vecinos -y de la misma manera, los vecinos de sus vecinos- sean sólo gobernados por gobiernos “amistosos;” esto es, estrictamente comunistas. ¿Qué le sucedería al mundo si todos los grandes poderes tuvieran la misma pretensión?

La verdad es que no son los gobiernos de las naciones democráticas las que se proponen derrocar al sistema ruso actual. Ellos no promueven quinta-columnas pro-democráticas en Rusia y no incitan a las masas rusas en contra de sus gobernantes. Pero, los rusos están ocupados, día y noche, en fomentar disturbios en cada país.

La misma tardía y dubitativa intervención de las Naciones Aliadas en la Guerra Civil Rusa no fue una aventura pro-capitalista y anti-comunista. Para las Naciones Aliadas, involucradas en su lucha de vida o muerte con los alemanes, Lenin en esa época era simplemente una herramienta de sus fuerzas letales. Ludendorff había despachado a Lenin hacia Rusia para derrocar al régimen de Kerensky y lograr la deserción de Rusia. Los bolcheviques lucharon con toda la fuerza de sus armas contra aquellos rusos que querían continuar la alianza con Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos. Desde un punto de vista militar, era imposible que las naciones occidentales se mantuvieran neutrales, mientras que sus aliados rusos estaban defendiéndose desesperadamente en contra de los bolcheviques. Para las Naciones Aliadas, el Frente Oriental estaba en juego. La causa de los generales “Blancos” era su propia causa.

Tan pronto como terminó la guerra contra Alemania en 1918, los Aliados perdieron interés en los asuntos rusos. Ya no había más necesidad de un Frente Oriental. No les importó un comino los problemas internos de Rusia. Ellos ansiaban la paz y estaban ansiosos de retirarse de la lucha. Por supuesto, estaban avergonzados porque no supieron cómo liquidar su aventura con propiedad. Sus generales estaban avergonzados por abandonar a compañeros de armas que habían luchado en una causa en común de acuerdo con lo mejor de sus habilidades. Dejar a esos hombres en el abandono era, en su opinión, poco menos que cobardía y deserción. Tales consideraciones cerca del honor militar retrasaron por algún tiempo la retirada de las poco visibles subunidades aliadas y terminaron con los envíos para los Blancos. Cuando eso finalmente se logró, los estadistas aliados se sintieron aliviados. De ahí en adelante, adoptaron una política de neutralidad estricta en relación con los asuntos rusos.

De hecho, fue muy desafortunado que las Naciones Aliadas estuvieran enredadas a tontas y a locas en la Guerra Civil Rusa. Hubiera sido mejor si la situación militar de 1917 y 1918 no los hubiera obligado a interferir. Pero, uno no debe dejar de ver el hecho de que el abandono de la intervención en Rusia fue equivalente al fracaso final de la política del presidente Wilson. Los Estados Unidos habían entrado a la guerra para hacer que “el mundo fuera seguro para la democracia.” La victoria había aplastado al Kaiser y sustituyó en Alemania a una autocracia imperial comparativamente limitada y moderada por un gobierno republicano. Por otra parte, había resultado en que Rusia estableciera una dictadura que, comparada con el despotismo del gobierno de los zares, éste podría haber sido llamado liberal. Pero, los Aliados no estaban ansiosos de asegurar que Rusia fuera segura para la democracia, tal como habían tratado de hacerlo con Alemania. Después de todo, la Alemania del Kaiser tenía parlamentos, ministros que respondían ante los parlamentos, juicios por jurados, libertad de pensamiento, religión y prensa, no mucho más limitadas que en Occidente, y muchas otras instituciones democráticas. Pero, la Rusia soviética era un despotismo ilimitado.

Los estadounidenses, los franceses y los británicos fracasaron en darse cuenta de las cosas desde este ángulo. Pero, las fuerzas anti-democráticas en Alemania, Italia, Polonia, Hungría y los Balcanes pensaron diferentemente. Tal como lo interpretaron los nacionalistas de esos países, la neutralidad de los Poderes Aliados en relación con Rusia era evidencia del hecho de que su interés por la democracia había sido un simple deslumbramiento. Los aliados, arguyeron aquellos, habían peleado contra Alemania porque envidiaban la prosperidad alemana y perdonaron a la nueva aristocracia rusa porque no temían al poder económico ruso. La democracia, concluyeron eso nacionalistas, no era nada más que un lema conveniente para engañar a gente ingenua. Y les llegó a asustar que el llamado emocional de este eslogan algún día sería usado como un disfraz de los asaltos insidiosos contra su propia independencia.

Desde el abandono de la intervención, Rusia ciertamente no tenía razón alguna para temer a los grandes poderes de Occidente. Tampoco los soviéticos estaban temerosos de la agresión nazi. Las afirmaciones en contrario, muy populares en Europa Occidental y los Estados Unidos, surgían de la ignorancia completa de los asuntos alemanes. Pero, los rusos conocían a Alemania y a los nazis. Ellos habían leído Mein Kampf [Nota del traductor: Mi Lucha, libro de Hitler] Aprendieron de ese libro no sólo que Hitler codiciaba a Ucrania, sino también que la idea estrategia fundamental de Hitler era meterse a conquistar Rusia, sólo después de haber definitiva y por siempre aniquilado a Francia. Los rusos estaban plenamente convencidos de esta expectativa de Hitler era vana, tal como la expresó en Mein Kampf, de que Gran Bretaña y los Estados Unidos se mantendrían fuera de esta guerra y que dejarían que, quietamente, Francia fuera destruida. Estaban seguros de que dicha nueva guerra, en la cual ellos, como tales, planeaban permanecer neutrales, resultaría en una nueva derrota alemana. Y esa derrota, alegaron ellos, haría que Alemania -si no es que toda Europa- fuera segura para el bolchevismo. Guiado por esta opinión, Stalin, ya en la época de la República de Weimar, ayudó al entonces secreto rearmamento alemán. Los comunistas alemanes ayudaron a los nazis tanto como pudieron en sus esfuerzos por subvertir al régimen de Weimar. Finalmente, Stalin entró en agosto de 1939 en una alianza abierta con Hitler, a fin de darle a él mano suelta contra el Oeste.

Lo que Stalin -como todas las demás personas- no anticipó fue el aplastante éxito de los ejércitos alemanes en 1940. Hitler atacó a Rusia en 1941 porque estaba plenamente convencido no sólo de que Francia sino que también Inglaterra, estaban fritas y que los Estados Unidos, amenazados en su parte trasera por Japón, no serían lo suficientemente fuertes como para interferir exitosamente en los asuntos europeos.
La desintegración del Imperio de los Hapsburgo en 1918 y la derrota nazi en 1945 han abierto las puertas de Europa a Rusia. Rusia es en la actualidad el único poder militar en el continente europeo. Pero, ¿por qué los rusos estaban tan ansiosos de conquistar y anexar? Ciertamente no necesitan de los recursos de esos países. Y tampoco Stalin es movido por la idea de que tales conquistas podrían aumentar la popularidad con las masas rusas. Sus súbditos son indiferentes a la gloria militar.

No son las masas a las cuales Stalin quiere aplacar con su política agresiva, sino a los intelectuales. Ello porque la ortodoxia marxista está en juego, el propio fundamento de la fuerza soviética.

Estos intelectuales soviéticos eran tan cerrados de mente como para absorber modificaciones al credo marxista, que, de hecho, consistían en un abandono de las enseñanzas esenciales del materialismo dialéctico, excepto que esas modificaciones adularan su chauvinismo ruso. Se tragaron la doctrina de que su sagrada Rusia podía escaparse de una de las etapas indisolubles de la evolución económica, tal como fueron descritas por Marx. Se enorgullecieron a sí mismos por ser la vanguardia del proletariado y la revolución del mundo, la cual, al darse cuenta de que, tener primero el socialismo en un país único, brindaba un ejemplo glorioso para todas las otras naciones. Pero, es imposible explicarles por qué las otras naciones finalmente no se pondrían al día con Rusia. En los escritos de Marx y Engels, que uno no puede alejar de sus manos, ellos descubrieron que los padres del marxismo consideraban a Inglaterra y a Francia, e incluso Alemania, como los países más avanzados en la civilización y la evolución del capitalismo. Estos estudiantes de las universidades marxistas pueden sólo ser muy obtusos como para comprender las doctrinas filosóficas y económicas del evangelio marxista. Pero, no son tan tontos como para no darse cuenta que Marx consideraba a esas naciones de Occidente como mucho más avanzadas que Rusia.

Después, algunos de estos estudiantes de políticas económicas y de estadísticas empezaron a sospechar que el estándar de vida de las masas es mucho más alto en los países capitalistas que en su propio país. ¿Cómo puede ser eso? ¿Cuáles son las condiciones mucho más propicias en los Estados Unidos que hace que -si bien líder en la producción capitalista- esté más atrasado en despertar la conciencia de clase entre los proletarios?

La inferencia desde esos hechos parece ser inescapable. Si los países más avanzados no adoptan el comunismo y les va mucho mejor bajo el comunismo, si el comunismo está circunscrito a un país que Marx considera tan atrasado y que no genera las riquezas para todos, ¿no es tal vez la interpretación correcta que el comunismo es una particularidad de países atrasados y que resulta en pobreza general? ¿No debe un patriota ruso avergonzarse del hecho de que su país está comprometido con este sistema?

Tales pensamientos son muy peligrosos en un país despótico. Quienquiera que osara expresarlas sería liquidado sin piedad por el G.P.U. [Nota del traductor: La policía secreta rusa]. Pero, incluso si no son mencionadas, están en la punta de la lengua de todo hombre inteligente. Ellos les quitan el sueño a los funcionarios supremos y, tal vez, incluso a aquél del gran dictador. Ciertamente tiene el poder de aplastar a cualquier oponente. Sin embargo, consideraciones de flexibilidad hacen que no sea aconsejable erradicar a toda la gente que sea en algún grado juiciosa y tener que manejar el país sólo con zoquetes estúpidos.

Esta es la crisis verdadera del marxismo ruso. Cada día que pasa sin que se logre la revolución, el mundo la agrava. Los soviéticos deben conquistar al mundo o, si no lo hacen, se ven amenazados en su propio país con una defección de la inteligencia. Es una preocupación acerca del estado ideológico de las más hábiles mentes de Rusia lo que empuja a la Rusia de Stalin hacia una agresión incondicional.
NOTA AL PIE DE PÁGINA[17] Pio XII (Papa, 1939–1958) (Pub.).
[18] Transmisión en la noche de Navidad, New York Times, 25 de diciembre de 1941.
[19] La anexión de la región Cárpato-Rusa explota totalmente su indignación hipócrita acerca de los acuerdos de Munich de 1938.