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Jorge Corrales Quesada
19/02/2018, 10:36
CAOS PLANIFICADO
(Primera Parte, Observaciones Introductorias)

Por Ludwig von Mises
Fundación para la Educación Económica
Martes 2 de junio de 2015
[Primera de once partes]

(Este ensayo fue escrito en 1947 y se incluyó en un epílogo a la edición publicada por la Fundación de Educación Económica (FEE) del libro de Mises Socialismo)

[Nota del traductor: para la buena lectura de este ensayo de Mises es importante tener presente la fecha en se escribió y, dada su extensión a la vez que su relevancia actual, lo pondré gradualmente en Facebook mi traducción en once partes, que son las mismas en él divide su ensayo. Las divisiones son las siguientes y los nombres de los once comentarios (la fuente para mi traducción de este ensayo de Mises es la Fundación para la Educación Económica y fue publicado el martes 2 de junio del 2015 y puede ser accedido a esa versión en inglés en https://fee.org/resources/planned-chaos-2/ )]

Observaciones Introductorias.
1. El Fracaso del Intervencionismo.
2. El Carácter Dictatorial, Anti-Democrático y Socialista del Intervencionismo.
3. Socialismo y Comunismo
4. La Agresividad de Rusia
5. La Herejía de Trotsky.
6. La Liberación de los Demonios.
7. El Fascismo.
8. El Nazismo.
9. Las Enseñanzas de la Experiencia Soviética.
10. La Presunta Inevitabilidad del Socialismo.

OBSERVACIONES INTRODUCTORIAS
La marca que caracteriza a esta era de dictadores, guerras y revoluciones es su sesgo anti-capitalista. La mayoría de los gobiernos y partidos políticos está ansiosa de restringir la esfera de la iniciativa privada y la libre empresa. Es casi un dogma indisputado que el capitalismo ya está acabado y que la venida de una regimentación completa de las actividades económicas es tanto inevitable como altamente deseable.

A pesar de ello, el capitalismo todavía permanece con mucho vigor en el Hemisferio Occidental. La producción capitalista ha logrado un progreso notable, incluso en estos últimos años. Los métodos de producción se mejoraron enormemente. A los consumidores se les ha suplido de bienes mejores y más baratos y de muchos de los nuevos artículos de los cuales, hasta hace poco, nunca habían escuchado que existieran. Muchos países han expandido el tamaño y mejorado la calidad de su manufactura. A pesar de las políticas anti-capitalistas de todos los gobiernos y de casi todos los partidos políticos, la forma capitalista de producción en muchos países todavía está cumpliendo su función social de suplir a los consumidores con más, mejores y más baratos productos.

Ciertamente no es un mérito de gobiernos, políticos y dirigentes sindicales, que el estándar de vida esté mejorando en los países comprometidos con los principios de la propiedad privada de los medios de producción. Tampoco los ministerios y burócratas, sino empresas grandes, son los que merecen el crédito por el hecho que la mayoría de las familias en los Estados Unidos posee un carro y un radio. El incremento en el consumo per cápita de los Estados Unidos, en comparación con las condiciones de hace un cuarto de siglo, no es un logro de leyes y decretos. Es un logro de hombres de empresa, quienes ampliaron el tamaño de sus fábricas o construyeron unas nuevas.

Uno debe enfatizar este punto, porque nuestros contemporáneos se inclinan por ignorarlo. Enredados en las supersticiones del estatismo y la omnipotencia del gobierno, ellos se preocupan exclusivamente por medidas gubernamentales. Todo lo esperan de una acción autoritaria y muy poco de la iniciativa de los ciudadanos con espíritu empresarial. Aun así, el único medio para incrementar el bienestar es si se aumenta la cantidad de productos. A ese es el objetivo que apuntan las empresas.

Es grotesco que haya mucha conversación acerca de los logros de la Tennessee Valley Authority, en vez de todos los logros sin precedentes y sin paralelo de las industrias procesadoras estadounidenses operadas privadamente. No obstante, fueron estas últimas las que permitieron que las Naciones Unidas ganaran la guerra y que hoy día permiten que los Estados Unidos lleven ayuda a los países bajo el Plan Marshall.

El dogma de que el Estado o el Gobierno es la encarnación de todo lo que es bueno y beneficioso y de que los individuos son míseros subordinados, que exclusivamente pretenden infligirse daño el uno al otro y que necesitan urgentemente de un guardián, pasa sin ser disputado. Es tabú cuestionarlo en lo más mínimo. A aquel que proclame la divinidad del Estado y la infalibilidad de sus sacerdotes, los burócratas, se le considera un estudiante imparcial de las ciencias sociales. Todos aquellos que plantean objeciones, son calificados como sesgados y de mente estrecha. Quienes apoyan la nueva religión de la estatolatría no son menos fanáticos e intolerantes que como lo eran los conquistadores mahometanos de África y España.

La historia llamará a nuestra era como la edad de los dictadores y de los tiranos. Hemos sido testigos en los últimos años de las caídas de dos de esos inflados superhombres. Pero, sobrevive el espíritu que elevó a estos sinvergüenzas al poder autocrático. Permea los libros de textos y las publicaciones; habla a través de las bocas de maestros y políticos; se manifiesta en programas de partidos y en obras de teatro y novelas. Mientras que permanezca este espíritu, no puede haber esperanza de una paz duradera, de democracia, de la preservación de la libertad o de una mejora constante en el bienestar económico de la nación.