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Jorge Corrales Quesada
19/01/2018, 10:13
Un cuento más en torno a los inmigrantes que el profesor Van Cott expone y derrumba.

NO, LOS INMIGRANTES NO SE ESTÁN ROBANDO NUESTROS EMPLEOS

Por T. Norman Van Cott
Fundación para la Educación Económica
Lunes 15 de enero del 2018

Los empleos pueden llegar a ser menos lucrativos, pero no son robados.

La controversia permanente acerca de la inmigración, legal o ilegal, asfixia las descripciones halagadoras acerca de los Estados Unidos como una “nación de inmigrantes.” Lo mismo cuando se habla de él como un “crisol de culturas” y de e pluribus unum (”de muchos, uno”). Yo disfruto preguntándole a la gente que se opone a la inmigración cuándo fue que los inmigrantes empezaron a socavar a la economía de los Estados Unidos. Son comunes las respuestas decoradas con fanfarronería, de que los inmigrantes se están “robando nuestros empleos” y con un ánimo racial o étnico. Divertido para mí fue cuando un pariente me dijo que los inmigrantes “se echaron a perder después de que nuestra gente arribó al país.”

Es bueno recordar que, antes de 1882, la política de inmigración hacia los Estados Unidos era una de “Todos Ustedes, Vengan.” Esto es, la inmigración estaba libre de trabas, pero los inmigrantes tenían que trabajar para sobrevivir. Las restricciones empezaron en 1882 cuando se convirtieron en ley los tres primeros decretos de exclusión a los chinos. Más ampliamente, las restricciones se cocinaron a fuego lento mezcladas con vetos presidenciales empezando en la década de 1890, hasta que finalmente se convirtieron en ley en la década de 1920.

Así que, ¿qué hay acerca de la inmigración? ¿Por qué el griterío? ¿Por qué una nación de inmigrantes reacciona tan vehementemente contra cualquiera que sea el grupo objetivo del día/mes/año? Los trabajadores inmigrantes, legales o ilegales, han puesto en marcha dos fuerzas en oposición acerca de los estándares de vida de los residentes de los Estados Unidos.
“ROBÁNDOSE NUESTROS EMPLEOS”Primero, los inmigrantes que trabajan representan una competencia salarial para los trabajadores estadounidenses. Segundo, aquellos que compran los servicios de los inmigrantes son quienes ganan –esto es, ganan tanto empleadores de inmigrantes como compradores de lo que los inmigrantes producen.

Un ejemplo numérico sencillo muestra que la segunda fuerza sobrepasa a la primera, lo cual significa que, cuando los inmigrantes presuntamente “se roban nuestros empleos,” ¡ellos aumentan el tamaño del pastel económico para los residentes estadounidenses! Es cuando los inmigrantes no laboran (cuando no se da el supuesto robo), cuando ellos reducen los estándares de vida de la generalidad de los residentes de los Estados Unidos. No es exactamente lo que usted escucha proveniente de los oponentes a la inmigración, ¿verdad?

Suponga que, antes de la inmigración, los trabajadores estadounidenses de la producción de papas tostadas ganaban $12 la hora. Un ingreso de inmigrantes reduce el salario de los trabajadores de papas tostadas a $8 la hora. El trabajador estadounidense de las papas tostadas caerá dentro de dos categorías. Primero están aquellos cuyas capacidades de ingresos alternativos están por debajo de $8 la hora. Desde el punto de vista del empleo, esos trabajadores se mantendrán laborando, perdiendo la diferencia total entre los salarios pre y post inmigración ($12 menos $8 igual a $4 la hora). Sus empleos no son robados; sólo que ahora son menos lucrativos.

El segundo grupo será el de aquellos cuyas capacidades de ingresos alternativos son superiores al ahora menor salario en la actividad de papas tostadas ($8 la hora), pero menores que lo que estaban ganando antes de la inmigración ($12 la hora). Ellos también pierden. Pero, menos que aquellos del primer grupo, porque se trasladarán hacia su segunda mejor alternativa de trabajo.

Para ambos grupos, la inmigración no es un tema de empleo. Los miembros del primer grupo pierden $4 por hora; aquellos en el segundo grupo pierden menos que $4 la hora. Los empleos no son robados; simplemente se hacen menos lucrativos. La inmigración no es un asunto de empleos.

LOS INMIGRANTES QUE TRABAJAN DAN LUGAR A UN BENEFICIO NETO

¿Lo que los trabajadores estadounidenses de papas tostadas pierden, va a dar a los inmigrantes? Para muchos, la respuesta es un enfático “Sí.” Después de todo, los inmigrantes ganan y sus competidores estadounidenses pierden. ¿Qué podría ser más obvio, dicen aquellos? “Simple y obvio,” pero nada puede estar más lejos de la verdad. A los inmigrantes se les paga $8, no la diferencia que hay entre lo que sus competidores estadounidenses ganaban antes y lo que ganan después de la llegada de los inmigrantes.

Más bien, los trabajadores inmigrantes cortan el pastel de otra forma entre los estadounidenses –desde los trabajadores de papas tostadas hacia los empleadores y los consumidores de papas tostadas. Igualmente importante, estos inmigrantes incrementan el tamaño del pastel para los residentes estadounidenses. Recuerde que esos trabajadores de papas tostadas con capacidades alternativas de ganar más de $8, se salieron de esa actividad. Suponga que esas capacidades en promedio igualan a $10. Eso significa que, cuando esos amigos habían estado produciendo papas tostadas, los residentes de los Estados Unidos cedieron un promedio de $10 la hora en otras cosas que podían haber sido producidas. Cuando los inmigrantes que ganan $8 sustituyen a trabajadores estadounidenses de $10 la hora, significa que los estadounidenses obtienen las papas tostadas y $2 más para otras cosas.

Es como contratar a un reparador de techos profesional para que arregle su techo, debido a que él le cuesta menos que si lo arreglara usted mismo (incluyendo el costo de su tiempo). El techador es análogo a un inmigrante que llega su casa. En cada escenario, se repara su techo, pero, al contratar al techador de menor costo, significa que usted obtiene más de otras cosas. Ceder menos significa obtener más.

También, los menores precios por las papas tostadas significan que, al convertirse en económicamente rentables, habrá usos de las papas tostadas que no eran económicamente rentables a aquel precio mayor. Esto representa un incremento adicional en los estándares de vida de los Estados Unidos.

Los empleadores y consumidores estadounidenses de papas tostadas obtienen un pedazo más grande de un pastel más grande, al tiempo que los trabajadores estadounidenses que continúan laborando en esa actividad, así como aquellos que se trasladan a su siguiente mejor oportunidad de trabajo, obtienen un pedazo más pequeño de un pastel que aumentó de tamaño. Una marea creciente no necesita elevar a todos los barcos económicos.

Todo cambia cuando los inmigrantes no trabajan. En el tanto en que los inmigrantes pueden estar viviendo mejor de los fondos públicos, su almuerzo estadounidense no es gratuito en lo que tiene que ver con sus “anfitriones” estadounidenses. Los residentes de los Estados Unidos pagan la cuenta de ese almuerzo. Ello porque no hay aumentos en el consumo de los estadounidenses en otras cosas. No se pueden usar las papas tostadas para usos previamente menos valorados. Sólo mayores impuestos. Así que la lección acerca de la inmigración es, “Todos Ustedes, Vengan, pero el que No Trabaja, No Come.” Fin de la historia.

T. Norman Van Cott, profesor de economía, recibió su doctorado de la Universidad de Washington en 1969. Antes de unirse a la Universidad Ball State en 1977, dio clases en la Universidad de New Mexico (1968-1972) y en la Universidad West Georgia (1972-1977). Fue director del departamento desde 1985 a 1999. Sus áreas de interés incluyen teoría microeconómica, finanzas públicas y economía internacional. La investigación actual de Van Cott es acerca de la economía de las constituciones.