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Jorge Corrales Quesada
27/12/2017, 20:13
Vale la pena tener siempre presente la diferencia entre la libertad de escoger y que alguien más escoja por usted.

EL CAPITALISMO NOS HACE LIBRES PARA SER USTED Y YO

Por Omer Grigg
Fundación para la Educación Económica
Martes 19 de diciembre del 2017

Fue el capitalismo, no el comunismo, el que liberó a más gente para que trabajara en sus profesiones preferidas.

Hace una semanas, por primera vez en mi vida, fui adonde el barbero. Se me había invitado a ser anfitrión en un panel de la conferencia anual de Estudiantes por la Libertad en Israel y quería que mi barba luciera lo mejor posible.

Todavía hay un pequeño número de viejos barberos en Israel. Pero, en años recientes, las barbas han tenido un regreso y existe un interés renovado por los barberos. Como resultado, empezaron a aparecer nuevas barberías, integradas por tipos jóvenes y que ofrecen afeitados con navaja de afeitar directa, masajes faciales y aceites para barbas (incluso algunas ofrecen cerveza y whiskey). Fui a uno de estos últimos comercios.

Al sentarme en una silla de barbero antigua, mirando al piso de madera y las paredes de cemento, desnudas no por diseño, no pude dejar de pensar acerca del capitalismo y del aburguesamiento.

Mucha gente desprecia profesiones “no productivas” o excéntricas, como carpinteros de artesanías, fabricantes de quesos en boutiques, joyeros y barberos. Se les considera burguesas, vanidosas, que no son “realmente” necesarias, decadentes y, algo peor, demasiado caras.

Karl Marx aseveró que el capitalismo aliena al hombre de los productos de su trabajo. Él admiró la productividad masiva del sistema capitalista, al cual llamó “la burguesía,” pero lamentó la pérdida de la pequeña industria a manos de la producción industrial dirigida a satisfacer las necesidades y gustos de las masas. Marx creía que, en un sistema comunista, la gente podría trabajar en lo que les gustara:

“... la sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, sin necesidad de ser exclusivamente cazador, pescador, pastor o crítico, según los casos."

No es exactamente claro cómo fue que Marx pensó que la “regulación de la producción general” por parte de la “sociedad” pudiera hacer eso posible. La historia demuestra que sucedió totalmente lo opuesto. El comunismo condujo hacia una administración estricta e inmisericorde de la mano de obra. Mediante planes comprensivos quinquenales, los ciudadanos llegaron a ser engranajes descartables, cuyos deseos podían ser ignorados.

Para ser justo, el mundo que Marx criticó era muy diferente al actual. La división del trabajo en la producción industrial en el siglo XIX significaba que muchos trabajos requerían de acciones repetitivas que nublaban la mente. Este tipo de trabajos empezó a desaparecer gradualmente debido a la automatización. La tendencia continúa en esta época con capacidades siempre crecientes de los robots y la inteligencia artificial. Los empleos del siglo XIX no eran tan sólo arduos –debido a su relativamente baja productividad, esos empleos pagaban poco, significando que los trabajadores tuvieran que trabajar por muchas horas más y que dejaran de disfrutar del ocio.

Al final de cuentas, fue el capitalismo, no el comunismo, el que liberó a más gente para que trabajara en sus profesiones preferidas. Y dio lugar a una proliferación sin precedente de profesiones “marginales.” La productividad y la producción en masa de la burguesía, las que Marx admiraba tanto, gradualmente hicieron que muchos bienes y servicios fueran más baratos y menores las horas de trabajo. Así, el capitalismo logra que haya un mayor ingreso disponible en los bolsillos de las masas, tanto de consumidores como de trabajadores, y hace que sea más asequible la compra de productos y servicios no comunes.

¿Quiere una silla estándar? Tenga una Ikea. ¿Quiere una silla de un tipo único especial? Hay una enorme cantidad de carpinteros independientes en el sur de Tel Aviv y mueblerías de diseño altivo y ridículamente caras, en el norte de Tel Aviv. Incluso, si usted es pobre y no puede pagar por la compra de una silla, hay sitios en la red como agora.co.il (ágora significa “centavo” en hebreo), el cual empata a gente que necesita cosas con gente que las quiere regalar. Al contrario de los sistemas feudal y socialista, el capitalismo ofrece el rango más amplio para la gente, en términos de gustos y de capacidad de gasto.

Mi barbero, un joven que usa un delantal de cuero y muchas cadenas metálicas, trabajó en mi barba con una expresión determinada y enfocada. Cuando terminó, me dio algunos consejos profundos acerca de cómo hacer crecer mi barba sin que pierda su forma. Era claro que amaba su trabajo y que a le gusta adquirir experiencia profesional, ponerla en práctica y compartirla. Era claro que quería que sus clientes se sintieran contentos.

¿Qué tipo de sistema socio-económico habría permitido que él escogiera esta profesión, su forma de vida? ¿Para hacer que una pasión se convierta en una ocupación que le permita ganar el pan? Cuando le di la mano y le dije adiós, no vi a una persona alienada, ni tampoco a un sirviente.

Omer Grigg es subdirector del Centro para el Progreso Social y Económico de Israel.