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Jorge Corrales Quesada
24/12/2017, 13:18
Supongo que muchos lectores en Facebook se han dado cuenta de que algunas personas, unas bien intencionadas, otras con una agenda socialista pre-establecida, en ocasiones han señalado que el capitalismo es el gran contaminador y que en el socialismo no se presenta la contaminación. Chernobyl aparte y dejando de lado, además a la lluvia ácida en la Polonia comunista, Marian L. Tupy presenta las razones por las cuales el sistema socialista inherentemente es proclive a la contaminación y carece de los mecanismos económicos que ayudan a mitigarla.

NO HAY NADA VERDE EN EL SOCIALISMO

Por Marian L. Tupy
Fundación para la Educación Económica
Viernes 8 de diciembre del 2017

NOTA DEL TRADUCTOR: Para utilizar los ligámenes de las fuentes del artículo, entre paréntesis, con letra en roja y subrayada, si es de su interés puede verlo en https://fee.org/articles/there-is-nothing-green-about-socialism/

El socialismo no es la respuesta.

Previamente en este mes escribí (wrote (https://capx.co/socialisms-obsession-with-race/)) acerca de los esfuerzos determinados de los socialistas de ambos lados del Atlántico, para vincular al capitalismo con el racismo. Sin duda, algunos promotores del capitalismo eran racistas. Pero, eso no sorprende a nadie, pues el racismo, junto con la esclavitud y la crueldad sin sentido, eran universales y, hasta recientemente, un fenómeno eterno.

La verdad es que ninguna cultura en la historia documentada se acerca tanto a los elevados estándares del comportamiento civilizado, que esperamos el uno del otro en la contemporaneidad, como el Occidente democrático y capitalista. Lo que objeté en mi columna fue la noción implícita de que el socialismo era, de alguna manera, menos racista. Y, como mostré al analizar la historia del socialismo, lo opuesto es lo que se acerca a la verdad.

Aun así, el noble salvaje de Juan Jacobo Rousseau -una criatura mitológica que vivía en armonía con la naturaleza y con su prójimo- se conserva como baluarte en la imaginación socialista. Considere los artículos recientes del New York Times, titulados The Climate Crisis? It’s Capitalism, Stupid (https://www.nytimes.com/2017/11/20/opinion/climate-capitalism-crisis.html) y Lenin’s Eco-Warriors (https://www.nytimes.com/2017/08/07/opinion/lenin-environment-siberia.html).

En el primero de ellos, Benjamin Y Fong recomienda al socialismo democrático como una solución para los problemas ambientales globales, en tanto que, en el segundo, Fred Strebeigh alaba a Lenin como “un entusiasta de mucho tiempo por las caminatas y por acampar,” quien convirtió a Rusia en un “pionero global de la conservación.”

Antes de escarbar profundamente en la toma peculiar del Times acerca del legado ambiental del socialismo, se requiere disponer de un poco de trasfondo.

LA PROPAGANDA SOCIALISTA

Este año marca los 100 años de sucedido el golpe bolchevique en Rusia - acontecimiento que desató sobre el mundo la ideología más destructiva jamás concebida por la mente humana. El Times, fuente principal de noticias en los Estados Unidos para la intelectualidad progresista, ha escogido conmemorar los eventos catastróficos de 1917 con una serie de artículo benévolos (y muy ridiculizados) con títulos tales como , When Communism Inspired Americans (https://www.nytimes.com/2017/04/29/opinion/sunday/when-communism-inspired-americans.html), Thanks to Mom, the Marxist Revolutionary (https://www.nytimes.com/2017/05/13/opinion/sunday/thanks-to-mom-the-marxist-revolutionary.html) [Cuando el comunismo inspiró a los estadounidenses, gracias a mami], the Marxist Revolutionary [El revolucionario marxista], Make It So: Star Trek and Its Debt to Revolutionary Socialism (https://www.nytimes.com/2017/07/24/opinion/make-it-so-star-trek-and-its-debt-to-revolutionary-socialism.html) , y Why Women Had Better Sex Under Socialism (https://www.nytimes.com/2017/08/12/opinion/why-women-had-better-sex-under-socialism.html?mtrref=www.google.co.uk&gwh=06F1AB15D37087DD0C116A4CBF78A4F1&gwt=pay&assetType=opinion) [Por qué las mujeres tenían mejor sexo bajo el socialismo].

Recuerde que el Times fue cómplice de encubrir los crímenes perpetrados por los regímenes comunistas durante casi un siglo, empezando con el reportaje desacreditado de Walter Duranty –un corresponsal anglo-estadounidense quien famosamente describió las inquietudes en torno a la hambruna provocada por el hombre en Ucrania, como una “propaganda maligna.” El crimen de Duranty contra los estándares periodísticos de decir la verdad (desde 1932 hasta 1934 el Holodor clamó las vidas de entre 2.4 y 7.5 millones de personas), le permitió ganar un premio Pulitzer (earned him a Pulitzer Prize (http://www.nytimes.com/2003/10/23/us/times-should-lose-pulitzer-from-30-s-consultant-says.html)) –gran honor que repetidamente el Times se ha rehusado a desecharlo.

Pero, regresamos a las recetas del periódico para salvar al planeta. Según los escritores del Times, el capitalismo está destruyendo al planeta, mientras que el socialismo (tanto en su versión leninista original, como en su forma “democrática” actualmente impulsada por el senador estadounidense Bernie Sanders) podría salvarlo. Así lo escribe Fong:

“El verdadero culpable de la crisis climática no es una forma particular de consumo, producción o regulación, sino más bien la propia manera en que producimos globalmente, que se hace para tener una ganancia en vez de sostenibilidad. En tanto que este orden se mantenga, la crisis continuará y, dada su naturaleza progresiva, empeorará. Este es un hecho difícil de confrontar. Pero, alejando nuestras miradas de un problema aparentemente intratable, no hace que sea un problema menor. Deberá afirmarse plenamente: el que falla es el capitalismo...

Tenemos una oportunidad mucho mayor de lograr pasar al siglo XXII, si las regulaciones ambientales las diseña en una sociedad socialista democrática un grupo de gente sin educación formal, que la que tenemos si en una sociedad capitalista las hace un equipo de las luminarias científicas más estimadas. La inteligencia de la gente más brillante no tiene comparación con la estupidez rampante del capitalismo...

A la defensiva por siglos, los socialistas han llegado a ser muy expertos en responder las objeciones de la gente para quienes las funciones básicas de la vida parecen difíciles de reproducir, sin la motivación de la fuerza motriz del capital. Aquí estos son los asuntos auténticos, temas que señalan la opacidad de la sociabilidad, como juguetonamente explora el reciente libro de Bini Adamczak, ‘Communism for Kids’ [‘Comunismo para Niños]. Pero, el peso de la justificación no debería recaer sobre los hombros de aquellos que formulan una alternativa hacia adelante. Para cualquiera que realmente haya pensado acerca de la crisis climática, es el capitalismo, y no su trascendencia, lo que necesita de justificación.”
[h=2]LA MEJOR SOLUCIÓNDejando de lado al “juguetón” libro de Bini Adamczak, Comunismo para Niños, pienso que es posible responder la mayoría de los cuestionamientos de Fong, si es que se observan los récords medioambientales de las economías socialistas y capitalistas.

Para empezar, todas las formas de producción resultan en algún daño medioambiental. La producción agrícola limpia los bosques, desplaza la vida salvaje y destruye la biósfera. La producción industrial disemina gases dañinos en la atmósfera y libera contaminantes en los ríos. Incluso el sector servicios contamina, dado que descansa en la electricidad y sus consiguientes emisiones de CO2. De forma que la verdadera pregunta no es cuál sistema económico es el administrador perfecto del medioambiente, sino cuál sistema económico es el mejor administrador.

Al responder esta pregunta, los siguientes conceptos han de tenerse en mente: eficiencia económica, tragedia de los comunes y la curva medioambiental de Kuznets.

Las economías socialistas eran muy ineficientes. (Esta es aún la situación que aún sobrevive en Cuba, Venezuela y Corea del Norte). Para compensar la ineficiencia de la planificación central, que emanaba de la carencia de mecanismos de precios basados en el mercado, por lo general las economías socialistas ignoraron el daño medioambiental y otras externalidades negativas.

Para maximizar la producción (para poder mantener el ritmo con las economías capitalistas mucho más eficientes), los países socialistas tenían estándares de emisiones muy bajos o eran inexistentes. Las regulaciones de salud y seguridad o eran ignoradas o del todo se carecía de ellas. Las economías socialistas también prohibieron los sindicatos independientes y, a menudo, acudieron a la fuerza de trabajo esclava.
La desatención de los socialistas por el medioambiente se exacerbó aún más por su desprecio de los derechos de propiedad. En las economías capitalistas, las fincas y las fábricas son propiedad de personas individuales o de corporaciones. Si dañan al ambiente o a la fuerza de trabajo, pueden ser responsabilizados por ello en un tribunal de ley. En las economías socialistas, la tierra y el aire (y, en los casos más extremos, la gente) eran propiedad del estado y sufrían de la “tragedia de los comunes” [“tragedy of the commons (http://science.sciencemag.org/content/162/3859/1243.full)”].

Por ejemplo, a una fábrica propiedad del estado, encargada por los planificadores centrales para que produjera una cierta cantidad de láminas de acero, no sólo se le permitía, sino que era activamente exhortada a cumplir con la cuota, independientemente del daño causado al ambiente y al populacho.

En las economías capitalistas, al estado se le encarga la aplicación de los estándares medioambientales y la protección de los trabajadores. En la economía socialista, el estado es tanto el que impone las cuotas de producción, como el presunto protector del medioambiente y los trabajadores. Cuando se tiene que escoger entre los dos, casi que invariablemente los socialistas escogen al primero: toman el camino más fácil para compensar la ineficiencia de la planificación central.
EL MENOSPRECIO SOCIALISTA POR EL MEDIO AMBIENTEEse problema lo ilustra claramente la comparación de la cantidad de emisiones de CO2 por dólar de producción en los países socialistas y capitalistas. Note que, con el paso del tiempo, las emisiones en los Estados Unidos declinaron desde niveles que ya eran bajos. Una tendencia similar puede observarse en Rusia, después del colapso de la Unión Soviética en 1991 (lamentablemente, no tengo el dato para la URSS antes de 1991).

Tal vez, el mejor ejemplo del menosprecio socialista por el medioambiente puede verse en los datos de China. Las emisiones durante el Gran Salto Adelante de Mao Zedong (1958-1962) eran, en comparación con los Estados Unidos, estratosféricas. Luego declinaron, pero permanecieron muy altas hasta fines de la década de 1970, cuando China abandonó al socialismo. Desde que China empezó a liberar su economía (mediante la introducción del mecanismo de precios y los derechos de propiedad), sus emisiones declinaron drásticamente.

Por último, en gran parte como resultado de la planificación central, los países socialistas eran mucho más pobres que sus contrapartes capitalistas. Esto es importante, debido a un fenómeno conocido como la curva del medioambiente de Kuznets. Como regla general, entre más rica es la gente, lo más posible es que paguen por “bienes de lujo,” tales como el aire y ríos limpios, así como estándares elevados en cuanto a salud y seguridad en el sitio de trabajo. Puede sonar extraño al oído moderno, pero un medio ambiente limpio y una fuerza de trabajo feliz son, en un sentido muy real, “lujos” que no estaban disponibles para nuestros ancestros más pobres.

En realidad, la gente pobre, como aquella de grandes porciones de África y Asia, primariamente está interesada en su supervivencia. Todas las otras consideraciones son secundarias. ¿No me cree? Con posterioridad al colapso de la economía de Zimbabue, la gente empezó a matar los animales salvajes protegidos, para poder alimentar a sus familias.

Como resultado del colapso de la economía venezolana, los animales del zoológico de la capital se vieron en el menú. Durante el Holodomor en Ucrania, la gente se comió el uno al otro. Mi punto aquí no es denigrar las preocupaciones medioambientales, sino señalar los verdaderos dilemas que la gente en las disfuncionales economías socialistas tiene que encarar diariamente.

Por tanto, el socialismo no es la respuesta. Históricamente hablando, el daño al medioambiente que emana de la producción socialista, fue vastamente mayor que el daño medioambiental surgido del capitalismo. Todos y yo repetimos los estudios académicos hechos en la secuela del colapso del imperio soviético, que encontraron que la calidad del medio ambiente en los países socialistas, era inferior a aquella de los países capitalistas.

La mejor manera de proteger al medio ambiente es enriqueciéndose. De esa forma hay suficiente dinero no sólo para satisfacer las necesidades de la gente común, sino también para pagar por plantas de energías más limpias y mejores facilidades para el tratamiento del agua. Dado que el capitalismo es la mejor forma de crear riqueza, la humanidad debería quedarse con él.

Reimpreso de CAPX

Marian L. Tupy es editor de HumanProgress.org y es analista sénior de política en el Centro para la Libertad y la Prosperidad Global.