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Jorge Corrales Quesada
22/12/2017, 09:31
EL VERDADERO LIBERALISMO ES ACERCA DE LA COMPASIÓN HUMANA

Por Peter J. Boettke
Fundación para la Educación Económica
Viernes 9 de noviembre del 2017

Existe una multiplicidad de razones por las cuales el liberal defiende las virtudes de apertura, aceptación y, por encima de todo lo demás, tolerancia.

Nota del traductor: El académico Peter J. Boettke participó recientemente como expositor en la reunión especial de la Sociedad Mont Pelerin, ente de pensamiento liberal clásico, realizada a principios de noviembre en Estocolmo, Suecia. Este segundo artículo de esta serie, cuyo título he traducido como “El Verdadero Liberalismo es acerca de la Compasión Humana,” será seguido de otro que se titula “El Cosmopolitismo es la Respuesta.” El primero que ya publiqué, se tituló “La Reconstrucción del Proyecto Liberal.” Recomiendo sus lecturas por aquellas personas interesadas en el futuro del liberalismo clásico y de la defensa de la libertad.

La primera labor en ese esfuerzo, diría yo, es que el liberal verdadero reafirme la naturaleza fundamental del verdadero liberalismo radical, tanto a los amigos como a los críticos.

Samuel Freeman publicó una reflexión filosófica sutil y sofisticada en “Illiberal Libertarians” [Libertarios No Liberales] (2001), pero, su punto esencial fue planteado en un tratamiento más popular por Jeffrey Sachs, en un ensayo titulado “Libertarian Illusions” [“Ilusiones Libertarias”) (2012). Después de leer lo que entiende Sachs por libertarianismo, no debería existir duda de que amigos extremadamente inteligentes deforman todo el tiempo a la posición liberal clásica y a la libertaria, en nuestro actual clima intelectual de opinión.

EL LIBERALISMO EN EL MUNDO MODERNO

¿Por qué Sachs creería que “la compasión, la justicia, la responsabilidad cívica, la honestidad, la decencia, la humildad, el respeto e incluso la supervivencia del pobre, débil y vulnerable -todo eso se ubica en el asiento de atrás.”? ¿Leyó eso en Adam Smith, en J.B. Say, en F.A. Hayek, en Milton Friedman, en James Buchanan o en Vernon Smith? Deirdre McCloskey, tal vez más que ningún otro académico contemporáneo, está realmente tratando duro de dejar las cosas claras en estos temas, pero necesitamos de más voces que defiendan el compromiso firme con las virtudes liberales en el proyecto liberal clásico y en el libertario moderno.

Sachs necesita leer a McCloskey, si es que aún no lo ha hecho, y, si es que la ha leído, que vuelva a pensar lo que él piensa acerca del proyecto libertario, pero nosotros, quienes compartimos los compromisos de McCloskey, tenemos que facilitar que amigos como Jeffrey Sachs (o Samuel Freeman) lean nuestro acerca de liberalismo, en vez de hacerlo difícil. A menudo lo dificultamos debido a ciertos hábitos de pensamiento que se han deslizado dentro del proyecto liberal durante la segunda mitad del siglo XX.

No es muy útil señalar simplemente lo que está mal en otros que leen nuestros trabajos. Debemos, auto-críticamente, preguntarnos ¿cómo puede nuestra posición ser tan malinterpretada? ¿Qué fracasos en el pensamiento y la comunicación posiblemente podremos estar cometiendo? Y, hacer la pregunta crítica aún más profunda, ¿Qué, en nuestros textos clásicos, conduce a esa conclusión?

Tanto Freeman como Sachs tienen más que perder cuando, a sus maneras, distinguen, por una parte, entre posiciones filosóficas y posiciones prácticas y, por la otra, entre el liberalismo clásico y el libertarianismo moderno. Lo que están combatiendo es, en sus mentes, una falacia común, cual es considerar al libertarianismo moderno como un refinamiento y una extensión del liberalismo clásico.

Para muchos de nosotros, libertario es sólo un término inventado después de la Segunda Guerra Mundial, debido a la corrupción del significado del liberalismo verdadero por parte del sistema progresista en la primera mitad del siglo XX –especialmente en los Estados Unidos. Así es como nosotros lo vemos, de forma que su lectura, en un principio, es irritante. Por ejemplo, muchos considerarían a Nozick como una reformulación moderna del liberalismo de Locke; a Hayek como una reformulación del liberalismo de Smith y de Hume; y a Buchanan como una reformulación moderna de la teoría del contrato social y del proyecto de los padres fundadores de los Estados Unidos, de construir una democracia constitucional representativa (ver Boettke, Why Perestroika Failed: The Economics and Politcs of Socialism Transformation [Por qué fracasó la perestroika: La economía y la política de la transformación del socialismo] (1993, p.p. 106-131).
LIBERALISMO Y HUMANIDADPero, no tan rápido, alegan Freeman y Sachs. El liberalismo es acerca de la igualdad humana básica, de verse el uno al otro como iguales entre sí. Y, por supuesto, están en lo correcto. Pero, como lo ven ellos, los libertarios colocan a la libertad por encima de todos los otros valores sociales y, aseveran, la santidad de los contratos sobre todo lo demás. [1]

Esto podría, y lo hace en su lectura, conducir a libertarios modernos a mantener posiciones algo iliberales. En vez de la igualdad humana básica y tratarse el uno al otro como iguales, el compromiso con los derechos de propiedad y la libertad de contratación puede resultar en el ejercicio del dominio de algunos sobre otros. En vez de resquebrajar los lazos de opresión, el libertarianismo puede fortalecer esos lazos y, de hecho, ser responsable de la introducción de nuevos lazos de opresión.

Y, debemos admitir que en la crítica del sistema progresista y sus demandas de intromisión en la propiedad privada y en la libertad de contratación y en la libertad de asociación, los escritores libertarios han tomado una posición retórica que pone como prioridad a la santidad de la propiedad y el contrato y una defensa de la tradición y de posiciones pueblerinas que a muchos les interesa, debido al accidente del nacimiento, de la familia, de la convicción y, tal vez, incluso ante una reflexión que se toma en cuenta con base en la experiencia personal.

Pero, crítico para nuestra discusión, cualesquiera que sean las razones por las que mantenemos creencias pueblerinas, conservarlas en el ámbito del marco es no sólo mirar hacia lo interno de prácticas y costumbres de cliques y ver con recelo a los grupos externos de los otros y sus creencias y comportamientos en el ámbito individual, sino también porque empodera a aquellos en el poder para que digan NO por otros. Mientras que, si usted limita el provincialismo al nivel del individuo y del grupo, los costos de decir NO son asumidos por ellos y otros permanecen libres de decidir, por sí mismos, decir NO o SÍ a posibilidades de relaciones mutuamente beneficiosas, ya sea pequeñas o grandes, con otros de una distancia social. [2]

Enfatizar los resultados del derecho a decir NO en una forma categórica, ha sido desarrollado en ciertos artículos como una especie de “prueba decisiva” de la retórica libertaria, siendo particularmente inútil para pensar acerca de qué reglas de interacción social nos permiten vivir mejor juntos, que como podríamos algunas vez si estamos en aislamiento.

El ejercicio intelectual de demostrar lógicamente la posición personalmente más repugnante que uno pudiera mantener con respecto a las virtudes y sensibilidades liberales, a partir del Axioma de la No Agresión y, luego, defender el “derecho” de la gente de mantener esa posición como libertaria, no es el mismo proyecto que determinar las reglas de justa conducta, en un mundo en donde nuestros tropiezos con nuestros vecinos nos obligan a negociar con ellos, de forma que podamos vivir juntos y buscar la especialización productiva y la cooperación social pacífica. [3]

La “prueba decisiva” libertaria puede enorgullecerse al ser opositora y escandalizar a los lectores, pero ese “orgullo” resulta de una malinterpretación del arte de la controversia en economía política y filosofía social. No es un asunto de mercadeo decir, no queremos injustificadamente “escandalizar” a los lectores, sino que, en vez de ello, queremos “invitarlos” a una investigación que es de interés mutuo. Investigar implica que usted está pensando; que se encuentra aún en el proceso de aprendizaje; que encuentra alegría en deducir cosas, mientras que escandalizar implica la posesión de la verdad y de que su alegría yace en exponer errores y en atrapar a otros involucrados en un pensamiento supuestamente disperso.

Investigar requiere de reflexionar duro y que aún se encuentra en proceso acerca de temas que son complicados; escandalizar implica que su pensamiento es final acerca de este tópico y que usted hace valer su entendimiento privilegiado sobre los de otros. La investigación es una conversación entre adultos que aprenden –aprendices de toda una vida; escandalizar es para niños que están contentos con lo simple y lo tonto. Aquellos que escandalizan nunca se sentirían cómodos con la afirmación liberal de que, del madero torcido de la humanidad, nunca nada derecho puede lograrse.
LIBERTARIOS Y TOLERANCIAHay multiplicidad de razones por las cuales el liberal defiende las virtudes de apertura, aceptación y, por encima de todo lo demás, tolerancia.

Tal como escribió Mises en Liberalism [Liberalismo], “lo que impele al liberalismo a solicitar y, a la vez, conceder tolerancia no guarda ninguna relación con el contenido específico de pensamiento de que se trate; brota la demanda de la convicción de que sólo por tal vía tolerante cabe perviva la paz social, sin la cual la humanidad retornaría a la barbarie y penuria de épocas lejanas.” ([1927] 1985, p. 34).

Por supuesto, Mises también arguyó que el liberalismo debe ser intolerante con la intolerancia. Aquellos que buscan expresar sus convicciones por medio de la violencia y el disturbio de la paz, deben ser rechazados. No obstante, la respuesta puede encontrarse en el principio Liberal de tolerancia y de libre flujo de ideas y creencias.

Si el principio Liberal de tolerancia hace imposible que se coaccione a otros hacia la causa de uno, también hace imposible que otros lo coaccionen a usted. Incluso los fanáticos, razona Mises, deben conceder este punto.

Pero, la retórica de los libertarios de la “prueba decisiva” celebra, no las virtudes liberales, sino el derecho del individuo de cerrarse, de rechazar y de ser intolerante. De nuevo, si este derecho se ejerce tan sólo en el ámbito del individuo, entonces, ellos pagarán el precio por sus elecciones, pero, si se permite que se deslice en el ámbito del sistema, entonces, otros serán obligados a pagar el precio, a pesar de no ser su elección. En vez de errar en esta forma retórica y desperdiciar el esfuerzo intelectual de derivar un caso lógico para el derecho a ser iliberal en sus creencias y prácticas con otros, yo sugeriría que el pensamiento serio por los liberales verdaderos debería enfatizar los aspectos positivos de la sociabilidad humana, de la cooperación con aquellos a una gran distancia social y de los aspectos civilizadores del comercio.

La tesis de doux-commerce [comercio moderador] de Voltaire, Montesquieu y Smith necesita de defensores modernos, además de McCloskey, quienes enfrenten los cuestionamientos acerca de la globalización, de la inmigración, de los refugiados, de la posibilidad de un intercambio mutuamente beneficioso con aquellos que piensan diferente, que practican una religión distinta, que viven diferente de como lo hace usted, así como de los aspectos prácticos ligados al comercio mundial, de la política monetaria, la política fiscal y el derecho internacional.

Nuestro entendimiento moderno de la técnica económica, de la economía política estructural y de la más profunda filosofía moral de Adam Smith, está tan fallido que una preocupación básica común de los Filósofos Escoceses, como aquella de crear las condiciones institucionales para una sociedad civil y compasiva, se pierde en el proceso. El enfoque de Hume sobre la propiedad privada, la transferencia de propiedad por consenso y el mantenimiento de las promesas por medio de contratos, no son reglas que sólo benefician a un segmento de la sociedad a expensas de otros, sino que, en vez de ello, forman el fundamento básico de la sociedad civil y de la cooperación social pacífica.

El análisis de Smith de la riqueza de las naciones no es, en una última instancia, medido por abalorios y actos glotones de consumo, sino por un estándar de vida creciente que es compartido por más y más de la población en general.

Es un asunto empírico en cuanto a cuál es el conjunto de instituciones que mejor logra esa tarea. Pero, la preocupación con los estándares de vida de los menos aventajados en la sociedad, nunca se encuentra lejos de la contemplación cuidadosa de la economía política liberal, desde Adam Smith hasta Vernon Smith. Regresando a la caricatura de Jeff Sachs acerca de la economía libertaria, estoy afirmando, en otras palabras, que él no debería llamarse a engaño. E igualmente lo deberían otros en filosofía, política y economía.

El modelo atomístico del hombre -la caricatura de la economia neoclásica-no tiene nada que ver con el liberalismo, tal como es entendido por los economistas políticos clásicos o por los descendientes modernos de la corriente principal de pensamiento político y económico que es agrupado con el campo libertario moderno, cuyos críticos quieren caracterizar por lo que he denominado el libertarianismo de la “prueba decisiva.”

Permítanme exponer tan claro como sea posible: el libertarianismo de la “prueba decisiva” no representa al libertarianismo, sino que fue una divergencia única en un momento del tiempo. Los esfuerzos correspondientes de construir sistemas arquitectónicos en ética aplicada, deben rechazarse por ser un error en el pensamiento.

Consideren la voz filosófica más respetada del pensamiento libertario, Robert Nozick. Una lectura cuidadosa de su clásico, Anarchy, State and Utopia [Anarquía, Estado y Utopía] revelará un profundo compromiso con la teoría de la “mano invisible,” en vez de la derivación lógica de las posiciones libertarias provenientes de “derechos.” Por supuesto, Nozick postula “derechos,” pero su análisis en todas las tres secciones de su obra está basado en un proceso de pensamiento, el más desarrollado de los cuales es la economía y la teoría de la concurrencia o contestabilidad [Nota del traductor: contestabilidad es la posibilidad de tener acceso libre al mercado]. Él descansa en los argumentos del estilo de “derechos” como parte de su crítica a Rawls y de la justicia social, pero esa crítica también se ve reforzada por el argumento del economista acerca de la relación entre el intercambio, la producción y la distribución, y los mecanismos asociados con el pago de los factores de producción y el atractivo de la ganancia y de la penalización por la pérdida. [4]

Los economistas liberales clásicos tratan al individuo no como atomístico, sino como incorporado dentro de los ambientes sociales –en familias, en comunidades, en la historia. Sí, existe tanto el postulado del interés propio y el teorema de la mano invisible, pero no deben entenderse tal como los críticos convencionales quieren presentarlos.

La línea principal del pensamiento económico, desde Smith hasta Hayek, tiene una estructura analítica de elección racional, pero es una elección racional para los mortales, no para los robots. Y hay procesos de la mano invisible que se discuten a través de los diversos trabajos, pero dependen del contexto institucional que provee los procesos de filtración que dictan las tendencias equilibradoras exhibidas. En resumen, la línea principal de la economia política, desde Smith hasta Hayek, es una en que hay una elección racional como si quienes escogen son humanos y el análisis institucional es como si importara la historia. No se encuentra en ese trabajo, apropiadamente leído [5], ningún análisis que sea sólo atomista, egocéntrico o de prudencia exclusiva.
LA ANALÍTICA IGUALITARIAAún más, ese enfoque de la línea principal de la economía política, al tiempo que rechaza los alegatos morales hacia el igualitarismo de los recursos, se basa firmemente en un igualitarismo analítico.

Quienquiera que desafíe la perspectiva del igualitarismo analítico está sujeto a la burla de Smith –por ejemplo, su proposición de que la única diferencia entre el filósofo y el conserje de la calle descansa en los ojos del filósofo, o su advertencia, que cité previamente, acerca del estadista que intenta ganarle en imaginación al mercado, no sólo asumiría el ámbito de responsabilidad que él es incapaz de ejercitar juiciosamente, sino que, también, en ningún lado sería tan peligroso como en las manos de un hombre quien pensó que, por sí mismo, era capaz de hacer la tarea.

Hume y Smith presentaron un argumento estructural en economía política: un argumento que intentaba descubrir un conjunto de instituciones en donde los hombres malos hicieran el menor daño si llegaran a asumir posiciones de poder.

Tal como lo puso Hume, cuando diseñamos instituciones de gobierno, debemos presumir que todos los hombres son unos bellacos. Y, en un movimiento que anticipó la economía política moderna, tanto de Hayek como de Buchanan, Smith básicamente arguyó que nuestro comportamiento vil se manifiesta a sí mismo ya sea en la arrogancia o en el oportunismo.

Pero, el énfasis que he brindado hasta el momento descansa en las restricciones que los liberales clásicos esperaban establecer sobre el abuso del poder por las élites políticas. No obstante, asimismo es justamente tan importante enfatizar el aspecto emancipador de la doctrina.

Como escribe Hayek en su ensayo “Individualism: True and False” [“Individualismo: El Verdadero y el Falso”], Smith y otros economistas liberales clásicos estaban interesados “no tanto en lo que el hombre eventualmente pudiera lograr con lo mejor de sí, sino en darle la oportunidad de realizar el mínimo daño con lo peor de sí.”

Continúa Hayek: “No resulta exagerado sostener que el mérito principal del individualismo que él y sus contemporáneos defendieron, radica en que es un sistema en el cual los hombres malos pueden provocar un mínimo daño. Es un sistema social que no depende para su funcionamiento de encontrar hombres buenos para ponerlo en marcha, ni de que todos los hombres sean mejores de lo que son ahora, sino que hace uso de todos los hombres en toda su complejidad y variedad, que a veces es mala y a veces buena, a veces inteligente y a menudo hasta estúpida.” Y concluye Hayek, “Su meta era un sistema en el que fuera posible alcanzar la libertad para todos, en lugar de restringirla, como lo deseaban sus contemporáneos franceses, a ‘los buenos y sabios’”.

La diferencia en el juicio entre Hayek y Sachs no es sólo una de interés filosófico acerca de cuál tiene la menor ventaja, sino una evaluación empírica de qué sistema brinda mejor “la compasión, la justicia, la responsabilidad cívica, la honestidad, la decencia, la humildad, el respeto e incluso la supervivencia del pobre, del débil y del vulnerable.” La visión liberal a través de su historia ha buscado encontrar el conjunto de instituciones que produzca una sociedad de individuos libres y responsables, quienes tienen la oportunidad de participar y prosperar en una economía de mercado, basados en las pérdidas y las ganancias, y quienes viven, y están activamente involucrados, en comunidades afectuosas.

Esa, en última instancia, es una cuestión empírica. Los asuntos empíricos no pueden ser resueltos filosóficamente, sino sólo por medio de una academia cuidadosa y profunda. Y eso significa que debamos impulsar la conversación acerca de la compasión, la justicia, la responsabilidad cívica, la honestidad, la decencia, la humildad, el respeto y la preocupación por el pobre, el débil y el vulnerable, más allá de poesía romántica y hacia un análisis institucional realista.

El interés compasivo por los menos afortunados debe ser siempre disciplinado por el análisis de cómo el ambiente institucional dentro el cual vivimos juntos, estructura los incentivos que los actores enfrentan al tomar decisiones, y moviliza la información dispersa por todo el sistema social que ha de ser usada al tomar decisiones y aprender de la interacción social.

El liberalismo constituye una invitación a la investigación de las reglas de gobernar que nos permitan, como seres humanos falibles pero capaces de vivir mejor juntos; para darse cuenta de las ganancias de la cooperación social mediante la división del trabajo. El verdadero radicalismo liberal exalta las virtudes liberales y esas virtudes liberales apuntalan a las instituciones de la economía política liberal.
NOTAS AL PIE DE PÁGINA[1] No obstante, Hayek (The Constitution of Liberty [Fundamentos de la Libertad] 1960, p. 29), argumentó que: “La libertad es esencial para dar cabida a lo imprevisible e impronosticable: la necesitamos porque hemos aprendido a esperar de ella la oportunidad de llevar a cabo muchos de nuestros objetivos. Puesto que cada individuo conoce tan poco y, en particular, dado que rara vez sabemos quién de nosotros conoce lo mejor, confiamos en los esfuerzos independientes y competitivos de muchos, para la prevención de las necesidades que nos salen al paso. Aunque ello sea humillar la soberbia humana, debemos reconocer que el desarrollo e incluso la conservación de la civilización dependen hasta el máximo de la oportunidad de que ocurran casualidades.”

[2] Acerca de la importancia de la distinción entre el marco general y las prácticas particulares dentro del marco, ver Nozick, Anarchy, State and Utopia (1974, 297-334). Y, dentro del marco, la cuestión crítica es la viabilidad de la salida, tal como se discute en Kukathas, The Liberal Archipelago (2003).

[3] La metáfora de tropiezos entre vecinos proviene del brillante libro de Schmidtz, The Elements of Justice, como lo es el tema esencial del derecho a decir NO ante términos de intercambio que se nos ofrecen. Sin embargo, Schmidtz, en mi opinión, no se acerca a cometer el error retórico en el discurso social filosófico de la “prueba decisiva”. Lo suyo es una investigación en las ciencias morales, y no un esfuerzo de “escandalizar” y de “poner a prueba” a sus lectores. Ese error se encuentra en muchos otros escritores libertarios, tales como Rothbard, Block, Hoppe, etcétera. El trabajo de Hoppe acerca de la inmigración, en particular, es un ejemplo perfecto de este error, al tiempo que borra la línea que hay entre el marco de una sociedad y el comportamiento individual dentro de ese marco. Esta es la razón de porqué su trabajo y esa confusión entre marco y acción individual, pueden inspirar a la odiosa Derecha Alternativa en Europa y los Estados Unidos. La investigación acerca de cómo cuadrar la autonomía individual con la sociabilidad humana, y el ejercicio de las reglas sociales del involucramiento en la resolución de conflictos y para permitir la cooperación, es una tarea intelectual significativamente diferente de intentar deducir un sistema completo de ética aplicada a partir del Axioma de No Agresión. Este no es un problema de mercadeo, es un problema de pensamiento –perseguir uno impide hacer el otro, y esa elección tiene consecuencias para el pensamiento en economía política y filosofía social. También, agregaría yo, es un asunto de temperamento intelectual y, por tanto, en última instancia, un reflejo de la mentalidad o de la actitud liberal. El iliberalismo es consecuencia de estilos de pensamiento.

[4] “Stubborn Attachments” (2017) de Tyler Cowen explica una posición que él llama dos terceras partes utilitario y una tercera parte derechos individuales. Esta posición de Cowen es, yo argumentaría, también un reflejo de la estrategia y peso argumentativo de Nozick en su trabajo clásico. Aún más, pienso que, una vez que se lee la presentación de Cowen y se piensa acerca de la tradición liberal en economía política, esa es básicamente la posición articulada desde Smith en adelante. La libertad individual o Libertad es tanto un valor primario, como un instrumento para lograr otros valores; hay un circuito de retroalimentación incorporado en la teoría y en la narrativa histórica acerca de la correlación entre liberalismo económico y político. En “The Liberty of Progress,” Rosolino Candela y yo exponemos que hay rendimientos crecientes de la acumulación de libertades, que han sido pasados por alto o pobremente entendidos en la discusión que tiene que ver con la relación entre libertad y crecimiento y desarrollo económico (ver Boettke y Candela, próximamente).

[5] Ver Boettke, Living Economics [Viviendo la Economía] (2012); Boettke, Haeffele y Storr, editores, Mainline Economics: Six Nobel Lectures in the Tradition of Adam Smith (2016) y Mitchell y Boettke, Applied Mainline Economics: Bridging the Gap Between Theory and Public Policy (2017)

Extracto de un ensayo preparado para la reunión especial de la Sociedad Mont Pelerin en Estocolmo, Suecia, del 3 al 5 de noviembre del 2017.

Peter J. Boettke es profesor de economía y filosofía en la Universidad George Mason y director del Programa F.A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía del Mercatus Center. Es miembro de la red de profesores de la Fundación para la Educación Económica (FEE).