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Jorge Corrales Quesada
10/12/2017, 11:40
Hemos escuchado mucho acerca de la regla de la ley o estado de derecho. En este nuevo artículo de la serie que Britttany Hunter ha escrito acerca del libro de Hayek, Camino de Servidumbre, destaca la importancia vital que en la vida de las personas tiene ese principio liberal clásico. Les invito a su lectura.

POR QUÉ ES IMPORTANTE EL ESTADO DE DERECHO, INCLUSO SI NO EXISTE

Por Brittany Hunter
Fundación para la Educación Económica
Miércoles 25 de octubre del 2017

Hayek usa al sexto capítulo de Camino de Servidumbre para discutir acerca del concepto de Estado de Derecho.

Jóvenes estadounidenses como yo hemos llegado a ello en un clima en donde la regla arbitraria se ha convertido en la norma. Las libertades civiles, en una época garantizadas por la Declaración de Derechos de los Estados Unidos, ahora están condicionadas; regularmente son desatendidas para buscar lograr un fin específico.

Por ejemplo, la guerra contra el terror, fue iniciada en una era en la que al gobierno se le dio el poder, o, más bien, en que se dio a sí mismo el poder, para hacer cualquier cosa que necesitara para mantener seguro al país. En el tanto en que las violaciones del estado contra nuestros derechos inalienables se hacían en nombre de la seguridad nacional, o de la prosperidad, se les consideraba como justas, incluso hasta necesarias.

La Constitución, que tenía como propósito específico la protección del pueblo estadounidense contra ese tipo de gobierno, ahora se ha convertido simplemente en una lista de sugerencias. Se rumora que incluso el presidente Bush se refirió a ella como ese “maldito pedazo de papel,” al ser confrontado por su rechazo a actuar dentro de sus límites, en el punto más álgido de la Guerra contra el Terror.

Y, a raíz de esta retórica de “todo se vale,” la Guerra contra el Terror fue, y continúa siendo, usada para suspender la libre expresión, restringir los viajes, detener indefinidamente a ciudadanos estadounidenses e incluso defender el uso por el presidente de los Estados Unidos de una “lista asesinatos secretos.”

Fue con esta visión hastiada acerca de la falta de contención del gobierno, cuando empecé a leer el sexto capítulo de Camino de Servidumbre. Hayek emplea este capítulo para profundizar en el concepto del Estado de Derecho.
EL DÍA DE HAYEKInicialmente, me sorprendió encontrar el apoyo entusiasta de Hayek a la creencia de que un gobierno es capaz de limitarse a sí mismo dentro de los límites de la legalidad. Atribuí a esto a una retrospectiva moderna. ¿Cómo diantres Hayek podía saber que los ataques del 11 de setiembre prácticamente demolerían el Estado de Derecho en este país?

Excepto que Hayek miró a Hitler ascender al poder por medios constitucionales. No era un extraño a la posibilidad muy real de un gobierno arbitrario. Algo de lo que él está muy seguro en señalar:

“Puede ser muy cierto que Hitler obtuviera de una manera estrictamente constitucional sus ilimitados poderes y que todo lo que hace es, por consiguiente, legal en el sentido jurídico. Pero, ¿quién concluiría de ello que todavía subsiste en Alemania un Estado de Derecho?”

Y, aun así, si bien Hayek reconoce sus limitaciones, todavía muestra un alto grado de reverencia hacia este concepto a menudo menospreciado.

Sin embargo, este respeto, si bien posiblemente ingenuo, no es injustificado. Incluso si nuestro gobierno ya no se adhiere más al Estado de Derecho, fue una idea totalmente inaudita de previo al surgimiento del liberalismo clásico. Y, sin el Estado de Derecho, con certeza la humanidad ya habría sucumbido al despotismo absoluto.

DAR CRÉDITO A LO QUE ES DEBIDO

El concepto del Estado de Derecho resultó ser parte integral de la historia del progreso humano. Y no sólo de la civilización occidental. Aunque pueda que no haya funcionado tan bien en la práctica como lo hizo en la teoría, sus implicaciones no fueron menos que revolucionarias.

En 1215, cuando los barones terratenientes dirigieron una revuelta y obligaron al Rey Juan a firmar la gran carta, o Carta Magna como la historia la llegaría a conocer, empezó el experimento del Estado de Derecho. Y el mundo estaba muy en camino de averiguar si un rey podía o no, o alguna otra autoridad, ser domesticada por leyes escritas.

Esta idea circuló por unos pocos siglos y fue probada en diferentes grados, hasta que se convirtió en un afán para muchos académicos clásicos. Si las acciones de la autoridad estatal no podían sólo ser limitadas, sino también predichas, el individuo estaría en posibilidad de mantener su libertad, o así lo pensaron ellos.

Tan importante fue este principio para el concepto de la libertad individual, que Hayek incluso alega que es una característica esencial para cualquier país que diga estar libre de la tiranía.

“Nada distingue con más claridad las condiciones de un país libre de las que rigen en un país bajo un gobierno arbitrario que la observancia, en aquél, de los grandes principios conocidos bajo la expresión Estado de Derecho. Despojada de todo tecnicismo, significa que el Estado está sometido en todas sus acciones a normas fijas y conocidas de antemano; normas que permiten a cada uno prever con suficiente certidumbre cómo usará la autoridad en cada circunstancia sus poderes coercitivos, y disponer los propios asuntos individuales sobre la base de este conocimiento.”

Thomas Jefferson expresó un sentimiento similar durante la época de la fundación de los Estados Unidos, diciendo:

“Los dos enemigos del pueblo son los criminales y el gobierno,
De forma que amarremos al segundo con las cadenas de la Constitución
Para que el segundo no se convierta en la versión legalizada del primero.”

Es importante entender que esta idea nunca antes había sido intentada en la historia humana. La idea de que un gobernante restringiera su poder parecería que no tenía fundamento alguno. Especialmente porque, antes de la Revolución Estadounidense, la doctrina del “derecho divino de los reyes” era tan incondicionalmente creída.

Puesto que un Rey supuestamente era ungido por Dios, su palabra estaba más allá de ser disputada. El único árbitro entre la gente y su gobernante era Dios. Y, desafortunadamente, sólo el rey tenía su línea directa.

Dada esta sombría situación, usted puede imaginarse qué empoderamiento ha debido ser tener la oportunidad de vivir en una tierra en donde el gobernante estaba amarrado, no sólo por hombres falibles, sino por una doctrina en concreto.

La idea de que el gobierno debería estar atado por leyes escritas fue esencial para la fundación de los Estados Unidos. Es lo que inspiró nuestra Constitución escrita y, específicamente, nuestra Carta de Derechos. Una lista de las cosas que el gobierno no puede hacer. Y, si bien, en retrospectiva, podemos ver que su poder para limitar al gobierno ha sido exagerado, ciertamente cambió al mundo.
LA LEY DE LA LETRA MUERTA Es fácil fustigar a Bush por llamar a la Constitución nada más que una pieza de papel. Pero, en cierto sentido, estaba en lo correcto. La Carta de Derechos se ha convertido en letra muerta. Cuando la gente deja de valorar las libertades que la ley se supone protege, el sistema entero se desmorona, porque nadie le está exigiendo cuentas al gobierno.

Por ejemplo, la Segunda Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos es una limitación explícita a nuestro gobierno. Al estimular una población armada, también estimula que los políticos se mantengan dentro de sus límites por temor a una revolución justa.

No obstante, en la actualidad la historia detrás del derecho a portar armas es rechazada como sin importancia, innecesaria e incluso peligrosa. Sin la sustancia ideológica que respalde estas ideas, con las cuales buscamos obligar a nuestros líderes, no es posible continuar hacia adelante.

Así que, en tanto que los gobiernos pueden estar siempre buscando formas de violar al Estado de Derecho, es importante que siempre, como individuos, recordamos mantenerlos siempre responsabilizados de dar cuentas, tanto como sea humanamente posible.

Brittany Hunter es editora asociada en la Fundación de Educación Económica. Brittany estudió ciencias políticas en la Universidad Utah Valley, con una especialización menor en estudios constitucionales.