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Jorge Corrales Quesada
18/11/2017, 13:25
Buena lectura para quienes pretenden celebrar el centenario de la Revolución Rusa, para que saquen sus propias conclusiones, y para quienes no celebramos el inicio del fracaso, que tanto dolor ha provocado a la humanidad.

QUÉ HEMOS APRENDIDO CON UN SIGLO DE COMUNISMO

Por Ilya Somin
Fundación para la Educación Económica
Jueves 9 de noviembre del 2017

Al marcarse el aniversario 100 de la Revolución Bolchevique, es buen momento para reflexionar acerca de lo que hemos aprendido del comunismo en la práctica.

Nota del Traductor: Para utilizar los ligámenes a fuentes del artículo, indicados entre paréntesis, con letra en roja y subrayada, puede hacerlo en la versión en inglés en https://fee.org/articles/what-weve-learned-from-a-century-of-communism/

El pasado martes 7 de diciembre fue el centésimo aniversario de la toma del poder por los bolcheviques, que condujo al establecimiento de un régimen comunista en Rusia y eventualmente en muchas otras naciones alrededor del mundo. Es momento apropiado para recordar la vasta marea de opresión, tiranía y asesinato en masa, que los regímenes comunistas desataron sobre el mundo. Mientras que historiadores y otros han documentado las numerosas atrocidades comunistas, gran parte del público permanece sin darse cuenta de su enorme escala. Es también un buen momento para considerar qué lecciones podemos derivar de esa horrenda historia.

I. UN RÉCORD DE ASESINATO EN MASA Y DE OPRESION

Colectivamente, los estados comunistas asesinaron tantos como 100 millones de personas (killed as many as 100 million people (https://www.amazon.com/Black-Book-Communism-Crimes-Repression/dp/0674076087)), más que todos los otros regímenes represivos combinados durante el mismo período de tiempo. Por mucho, el mayor número de víctimas surgió a causa de los esfuerzos comunistas por colectivizar la agricultura y eliminar a los campesinos independientes que eran dueños de propiedad. Tan sólo en China, El Gran Salto Hacia Adelante de Mao Zedong, condujo a una hambruna causada por el hombre, en la cual perecieron 45 millones de personas –el mayor episodio concreto de asesinato en masa en toda la historia del mundo ( a man-made famine in which as many as 45 million people perished – the single biggest episode of mass murder in all of world history (https://www.washingtonpost.com/news/volokh-conspiracy/wp/2016/08/03/giving-historys-greatest-mass-murderer-his-due/?utm_term=.8e8655f91f4e)). En la Unión Soviética, la colectivización de José Stalin -que sirvió como modelo para esfuerzos similares en China y en todas partes- ocasionó la muerte de entre 6 y 10 millones de vidas (took some 6 to 10 million lives (http://volokh.com/2010/11/23/did-joseph-stalin-commit-genocide/)). También, en muchos otros países comunistas, que van desde Corea del Norte a Etiopía (Ethiopia (https://www.commentarymagazine.com/articles/ethiopia-the-communist-uses-of-famine/)), ocurrieron hambrunas masivas. En cada uno de estos casos, los gobernantes comunistas se daban cuenta plena de que sus políticas estaban causando la muerte masiva y, en cada caso, no obstante, persistieron, a menudo porque ellos consideraban que la exterminación de los campesinos “Kulak” era una particularidad, en vez de un defecto.

En tanto que la colectivización fue individualmente el mayor asesino, también los regímenes comunistas se involucraron en otras formas de asesinato en masa en una escala épica. Millones murieron en campos de trabajos forzados, tales como en el sistema Gulag de la URSS (the USSR’s Gulag system (https://www.amazon.com/Gulag-History-Anne-Applebaum/dp/1400034094)) y sus equivalentes en todo lado (its equivalents elsewhere (http://www.thegulag.org/content/chinese-laogai)). Muchos otros fueron asesinados en ejecuciones masivas más convencionales, como aquella de la Gran Purga (Great Purge (https://www.warhistoryonline.com/world-war-ii/10-facts-stalins-great-purge.html)) de Stalin y la de los “Campos de Muerte” de Cambodia (“Killing Fields” of Cambodia (http://www.killingfieldsmuseum.com/s21-victims.html)).

Las injusticias del comunismo no se limitaron a asesinatos en masa. Hasta aquellos que fueron lo suficientemente afortunados como para poder sobrevivir, vivían sujetos a una represión severa, que incluía violaciones a la libertad de expresión, a la libertad religiosa, la pérdida de derechos de propiedad y la criminalización de la vida económica normal. Ninguna tiranía previa buscó un control tan completo sobre casi todos los aspectos de las vidas de las personas.

Aun cuando los comunistas prometieron una sociedad utópica en donde la clase trabajadora disfrutaría de una prosperidad sin precedentes, en la realidad, engendraron una pobreza masiva. Siempre que estados comunistas y no comunistas existieron en cercana proximidad, fueron los comunistas los que usaron muros y la amenaza de muerte para impedir que su gente huyera hacia sociedades que les brindaran una mayor oportunidad.

II. POR QUÉ FRACASÓ EL COMUNISMO

¿Cómo fue que una ideología de liberación condujo a tanta opresión, tiranía y muerte? ¿Fueron sus fracasos, intrínsecos al proyecto comunista o surgieron a partir de fallas evitables de gobernantes o naciones específicas? Como cualquier gran desarrollo histórico, los fracasos del comunismo no se pueden reducir a una única causa. Pero, en efecto, en mucho eran inherentes.

Dos factores cruciales fueron las causas más importantes de las atrocidades infligidas por los regímenes comunistas: incentivos perversos y conocimiento inadecuado. El establecimiento requerido por la ideología comunista de la economía y la sociedad centralizadamente planificadas, necesitaba de una enorme concentración de poder. Mientras que los comunistas miraban al futuro hacia una sociedad utópica, en donde el estado eventualmente “desaparecería,” creían que primero era necesario establecer una economía manejada por el estado, para poder administrar la producción en los intereses del pueblo. En ese sentido, tenían mucho en común con otros socialistas.

Para hacer que el socialismo funcionara, los planificadores del gobierno necesitaban tener la autoridad para dirigir la producción y la distribución de virtualmente todos los bienes producidos por la sociedad. Además, era necesaria una extensa coerción para obligar a que la gente dejara sus propiedades privadas y que trabajara para lo que el estado requiriera. La hambruna y el asesinato en masa fueron probablemente la única forma en que los gobernantes de la URSS, China y otros estados comunistas, pudieron obligar a los campesinos a ceder sus tierras y ganado y a que aceptaran una nueva forma de servidumbre en las granjas colectivas –en donde luego a la mayoría se les prohibía salir sin tener permiso oficial, por temor a que, de otra forma, salieran a buscar una vida que fuera más fácil en cualquier otro lado.

El vasto poder necesario para establecer y mantener al sistema comunista, naturalmente atrajo a gente inescrupulosa, incluyendo a muchos ambiciosos, quienes priorizaron sus propios intereses por encima de aquellos de la causa. Pero, es sorprendente que las mayores atrocidades comunistas fueron perpetradas, no por jefes del partido corruptos sino por verdaderos creyentes como Lenin, Stalin y Mao (by true believers like Lenin, Stalin, and Mao (http://volokh.com/2010/04/06/competing-explanations-for-the-oppressive-nature-of-socialism/)). Precisamente, porque eran verdaderos creyentes, tenían la disposición a hacer cualquier cosa que pudiera requerirse para hacer una realidad de sus sueños utópicos.

Aun cuando el sistema socialista creaba oportunidades para vastas atrocidades de sus gobernantes, también destruía los incentivos productivos de la gente común. En ausencia de mercados (al menos de los legales), había poco incentivo para que los trabajadores o bien fueran productivos o bien se enfocaran en hacer bienes que, en la realidad, pudieran ser útiles para los consumidores. Mucha gente trató de llevar a cabo tan poco trabajo como fuera posible en sus trabajos oficiales y, cuando era viable, reservar sus esfuerzos verdaderos para actividades en el mercado negro. Como dice el viejo lema soviético, los trabajadores tenían la actitud de “pretender que trabajamos, y ellos pretenden que nos pagan.”

Incluso, cuando los planificadores socialistas genuinamente buscaron generar prosperidad y llenar las demandas de los consumidores, a menudo carecían de la información para hacerlo. Como lo describió el economista ganador del Premio Nobel F.A. Hayek, en un famoso artículo (a famous article (http://www.econlib.org/library/Essays/hykKnw1.html)), una economía de mercado transmite información vital, tanto para los productores como para los consumidores, por medio del sistema de precios. Los precios del mercado les permiten a los productores conocer los valores relativos de los diferentes bienes y servicios, y determinar cuánto valoran los consumidores a sus productos. Bajo una planificación socialista centralizada, a menudo no tenían forma de conocer qué producir, por qué métodos o en qué cantidades. Esta es una de las razones por las que los estados comunistas rutinariamente sufrían de escaseces de bienes básicos, a la vez que, al mismo tiempo, se producían enormes cantidades de productos pésimos con poca demanda.
III. POR QUÉ EL FRACASO NO PUEDE SOSLAYARSEA la fecha, los defensores de la planificación centralizada socialista aseveran que el comunismo falló por razones contingentes que eran evitables, en vez de ser intrínsecas a la naturaleza del sistema. Tal vez el argumento más popular de este tipo es que una economía planificada puede trabajar bien, en cuanto sea democrática. La Unión Soviética y otros estados comunistas, todos, eran dictaduras. Pero, si hubieran sido democráticos, tal vez los líderes habrían tenido incentivos más fuertes para hacer que el sistema funcionara para beneficio del pueblo. Si fracasaban al hacerlo, en la próxima elección los votantes podrían “despedir a los bastardos”.

Desafortunadamente, es improbable que un estado comunista pueda permanecer siendo democrático por mucho tiempo, incluso si empezó de esa manera. La democracia requiere de partidos de oposición que sean efectivos. Y, para que puedan funcionar, tales partidos necesitan ser capaces de proponer su mensaje y movilizar votantes, lo que, a su vez, requiere de extensos recursos. En un sistema en donde todos o casi todos los recursos valiosos los controla el estado, el gobierno de turno puede fácilmente estrangular a la oposición, negándoles acceso a esos recursos. Bajo el socialismo, la oposición no puede funcionar si no se le permite expandir su mensaje en medios que son propiedad del estado o bien utilizar propiedad del estado para hacer sus manifestaciones y reuniones. No es accidente que, virtualmente, casi todos los regímenes comunistas suprimieron a los partidos de oposición, tan pronto como aquellos llegaron al poder.

Aun si un estado comunista puede, de alguna manera, permanecer siendo democrático en el largo plazo, es difícil ver cómo podría resolver los problemas gemelos de conocimiento e incentivos. Ya sean democráticas o no, una economía socialista aún así requeriría de una enorme concentración de poder y de una coerción extensa. Y los planificadores socialistas democráticos caerían en muchos de los mismos problemas de información en que cayeron sus contrapartes autoritarias. Además, en una sociedad en donde el gobierno controla todo o la mayor parte de la economía, virtualmente sería imposible que los votantes adquieran suficiente conocimiento, a fin de monitorear las diversas actividades del estado. Esto exacerbaría enormemente el ya severo problema de ignorancia del votante (the already severe problem of voter ignorance (https://www.amazon.com/Democracy-Political-Ignorance-Smaller-Government/dp/0804799318/)), que plaga a la democracia moderna.

Otra explicación posible de los fracasos del comunismo es que el problema fue uno de mal liderazgo. Si tan solo los regímenes comunistas no hubieran sido dirigidos por monstruos como Stalin o Mao, les podría haber ido mejor. No hay duda de que los gobiernos comunistas tuvieron más que su porción de líderes crueles e incluso sicópatas. Pero, es improbable que este fuera el factor decisivo de sus fracasos. Resultados muy similares se dieron en regímenes comunistas que tenían líderes con un rango amplio de personalidades. En la Union Soviética, es importante recordarlo, las principales instituciones represivas (incluyendo los Gulags y la policía secreta) no fueron establecidas por Stalin, sino por Vladimir Lenin (not by Stalin, but by Vladimir Lenin (http://volokh.com/2010/11/23/did-joseph-stalin-commit-genocide/)), una persona mucho más “normal.” Después de la muerte de Lenin, el principal rival por el poder de Stalin -Leon Trotsky- promovió políticas que eran, en algunos aspectos, incluso más opresivas que las del propio Stalin (advocated policies that were in some respects even more oppressive than Stalin’s own (http://volokh.com/archives/archive_2009_08_09-2009_08_15.shtml#1250038247)). Es difícil evitar la conclusión de que o la personalidad del líder no fue el factor principal, o -alternativamente- que los regímenes comunistas tendían a poner gente terrible en posiciones de poder. O, tal vez, algo de ambas cosas.

Es igualmente difícil aceptar alegatos de que el comunismo falló sólo debido a defectos en la cultura de los países que lo adoptaron. En verdad, es cierto que Rusia, la primera nación comunista, tenía una larga historia de corrupción, de autoritarismo y de opresión. Pero, también es cierto que los comunistas participaron de la opresión y el asesinato masivo en escala mucho mayor que gobiernos rusos previos. Y, también, el comunismo fracasó en muchas otras naciones con culturas muy diferentes. En los casos de Corea, China y Alemania, gente con trasfondos culturales similares iniciales, sufrieron una terrible privación bajo el comunismo, pero tuvieron un éxito mucho mayor bajo economías de mercado.

En general, las atrocidades y los fracasos del comunismo fueron resultados naturales de un esfuerzo por establecer una economía socialista, en la cual toda o casi toda la producción es controlada por el estado. Si bien no siempre es totalmente inevitable, la opresión resultante fue, al menos, altamente posible.

Así como las atrocidades del nazismo brindan lecciones abyectas acerca de los peligros del nacionalismo, el racismo, y el anti-semitismo, también la historia de los crímenes comunistas enseña los peligros del socialismo. La historia del comunismo no prueba que se deba evitar alguna o todas las formas de intervención gubernamental en la economía. Pero, sí resalta los peligros de permitir que el estado se apodere del control de toda o la mayor parte de nuestra economía y la eliminación de la propiedad privada. Es más, los problemas de conocimiento e incentivos que surgen bajo el socialismo, también son una carga sobre los esfuerzos de una planificación económica en gran escala que no llega a tener control completo de la producción por el gobierno (bedevil efforts at large-scale economic planning that fall short of complete government control of production (http://volokh.com/posts/1217058723.shtml)).

Tristemente, estas lecciones hoy en día permanecen siendo relevantes, en una era en donde, de nuevo, el socialismo ha empezado a atraer adherentes en varias partes del mundo. En Venezuela, el gobierno está buscando establecer una nueva dictadura socialista, que sigue muchas de las mismas políticas de las viejas, incluyendo la utilización de la escasez de alimentos para dividir a la oposición (the use of food shortages to break opposition (https://www.huffingtonpost.com/javier-corrales/venezuela-government-hunger_b_11429014.html)). Incluso en democracias de larga data, problemas sociales y económicos recientes han incrementado la popularidad de socialistas declarados del viejo estilo, como Bernie Sanders en los Estados Unidos y Jeremy Corbyn en Inglaterra. Ambos, Sanders (Sanders (https://www.thedailybeast.com/when-bernie-sanders-thought-castro-and-the-sandinistas-could-teach-america-a-lesson)) y Corbyn (Corbyn (http://www.telegraph.co.uk/news/2016/11/26/fidel-castros-cuba-beacon-light-says-ex-london-mayor-ken-livingstone/)) por muchos años han sido admiradores de regímenes comunistas brutales. Aun si ellos lo quisieran, es improbable que Sanders o Corbyn estén en capacidad de establecer un socialismo pleno en sus respectivos países. Pero, sin embargo, potencialmente pueden causar un daño considerable.

Al otro lado del espectro político, hay similitudes que disturban entre el comunismo y los diversos nuevos movimientos populares nacionalistas del ala derecha extrema (various newly popular extreme right-wing nationalist movements (https://www.amazon.com/Right-Wing-Collectivism-Other-Threat-Liberty/dp/157246299X/ref=tmm_pap_swatch_0?_encoding=UTF8&qid=&sr=)). Ambos combinan tendencias autoritarias con desprecio por los valores liberales y un deseo de extender el control gubernamental sobre grandes partes de la economía.

La peligrosas tendencias actuales, tanto de la derecha como de la izquierda, todavía no son tan amenazadoras como lo fueron aquellas de hace un siglo y, por tanto, ni siquiera necesitan ocasionar un daño parecido en lado alguno. Entre más aprendamos de las lecciones dolorosas de la historia del comunismo, hay mayores posibilidades de que podamos evitar una repetición de sus horrores.
Reimpreso del Washington Post

ILYA SOMIN es profesor de leyes de la Universidad George Mason. Su investigación se centra en el derecho constitucional, las leyes de propiedad y en el estudio de la participación política popular y sus implicaciones para la democracia constitucional.