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Jorge Corrales Quesada
17/10/2017, 10:00
Me complace traducir este artículo de un destacado economista, Mario Rizzo, acerca del premio Nobel en economía otorgado hace pocos días al profesor Richard Thaler. Y me llama la atención el siguiente asunto: Con base en los señalamientos del economista Thaler acerca de que, en palabras de Rizzo, como “la gente no es estrictamente racional... su comportamiento debe ser arreglado... Puede ser gravado, regulado o impulsado en la dirección del comportamiento de un hombre neoclásico perfectamente racional. Por ejemplo, se ha dicho que la gente es obesa debido a que fracasa en tomar ‘plenamente en cuenta’ los efectos negativos de sus hábitos de comer no saludables.” Y así ante una serie de señalamientos acerca de la conducta racional de los individuos, se propone la acción del estado. Dice Rizzo que, como resultado de los hallazgos de Thaler, la conclusión es que: “El individuo necesita de ayuda. Y, en la práctica, es la ayuda del gobierno.”
Mi comentario al respecto es que, en primer lugar, como es bien conocido la acción del estado implica costos que muchas veces son ignorados por los proponentes de la intervención, pero, además, si el individuo no actúa de manera plenamente racional al actuar económicamente en una serie de situaciones, ¿por qué sí habrían de ser plenamente racionales los individuos que en el gobierno toman decisiones? Son tan individuos los unos como los otros y posiblemente los primeros tengan más información pertinente para actuar “racionalmente,” en tanto que el planificador en el estado y encargado de proponer las políticas correctivas de la ignorancia de los individuos, requeriría de un conocimiento mayor (más que el de cada uno de todos los participantes de la conducta no óptima). Aquí los dejo... en manos de los ultra-racionales que sí tienen pleno conocimiento y conocen más que usted, acerca de las decisiones propias suyas. La ignorancia fatal...

EL PREMIO NOBEL ES PARA RICHARD THALER, ECONOMISTA DEL COMPORTAMIENTO

Por Mario Rizzo
Fundación para la Educación Económica
Lunes 9 de octubre del 2017

La sacudida creada por la economía del comportamiento ha sido buena para la disciplina.

Richard Thaler ha ganado el Premio Nobel por iniciar el momento conductual en economía.

Mi punto de vista acerca del Premio Nobel es muy similar a aquella visión de la revista Time sobre la “persona del año.” Se otorga al economista que “para bien o para mal... ha hecho lo más por influenciar” el rumbo del pensamiento económico –al menos en ciertos asuntos. También, como la revista Time, funciona bajo la restricción de que un premio debe otorgarse cada año.

Ganar el Premio Nobel es también un poco como morir. Muy correctamente los romanos nos advierten de no hablar mal de los muertos. Nosotros, los vivientes, no queremos que nuestras vidas sean sumariamente condenadas o despreciadas por otros cuando ya no estemos. Queremos entender y recibir un poco de generosidad hacia nuestros puntos débiles, así como el reconocimiento de que estábamos en lo correcto. Así sucede en la esfera de evaluación de los ganadores del Premio Nobel y de sus contribuciones. Y, no obstante, debemos evitar el sesgo de asumir que todos los desarrollos intelectuales que captan la imaginación de los últimos jóvenes estrellas brillantes, sean para lo mejor.

Empecemos por lo mejor. La economía neoclásica por mucho tiempo ha formulado supuestos muy estrictos y restringidos acerca de lo que significa ser “racional”. En particular, el agente neoclásico es siempre consistente. Él (o ella) tiene una preferencia por todas las cosas que sean posibles de lograr. Él nunca exhibe un sesgo por el consumo actual. Etcétera. Pero, en su defensa: Él no es (como algunos críticos de la economía alegan) simplemente un maximizador monetario egoísta. Es tan egoísta o tan altruista como el resto de nosotros. Tan restringido como pueda ser, “racionalidad” no significa egoísmo. Pero, sí es muy poco probable que sea como la persona que conocemos. Él nunca se preocupa acerca de la des-utilidad marginal de preocuparse acerca de la utilidad marginal.

Ahora veamos lo peor. Pero, lo que está malo acerca de esto, no es lo que Thaler y los economistas conductuales piensan que está equivocado. El hombre neoclásico nunca intentó ser una imagen de una persona verdadera. Era, y es, un muñeco –una construcción teórica diseñada para generar predicciones acerca del mercado y del comportamiento agregado. Al igual que con los supuestos irreales de la ciencia natural, él funciona como una herramienta analítica. El mercado no es un simple reflejo de las habilidades de toma de decisiones del individuo. Es un filtro en el cual la competencia y otras restricciones institucionales afectan los resultados. A menudo el mercado produce resultados que son diferentes de las intenciones y capacidades de los agentes individuales. Yo agregaría que casi siempre, para lo mejor; pero algunas veces no. Pero, casi siempre diferentes.
REFRESCANDO A LA DISCIPLINAA pesar de lo anterior, el énfasis en los límites del paradigma racional estándar, de lo cual Thaler es pionero, ha sido una cosa refrescante y útil. Pero aun así, esta economía del comportamiento permanece casada con esa concepción restringida de la racionalidad como un estándar de evaluación normativo y prescriptivo. Impulsa la crítica de muchos resultados del mercado y es la base de recetas de política. Precisamente es porque la gente no es estrictamente racional, que su comportamiento debe ser arreglado. Su comportamiento puede ser gravado, regulado o impulsado en la dirección del comportamiento de un hombre neoclásico perfectamente racional. Por ejemplo, se ha dicho que la gente es obesa debido a que fracasa en tomar “plenamente en cuenta” los efectos negativos de sus hábitos de comer no saludables. ¿Qué es tomar plenamente en cuenta? Ellos deben calcular o descontar estos efectos a la tasa racional de descuento –la tasa de largo plazo, la tasa que uno usaría si uno fuera super-racional y sosegado, al formular un plan de dieta para ser implementado por, digamos, seis meses o un año. Pero, tal como el agente mira ahora a las cosas, al momento de decidir qué comer, se equivoca. Es impetuoso. Está “sesgado hacia el presente.” El individuo necesita de ayuda. Y, en la práctica, es la ayuda del gobierno.

Dejando de lado las implicaciones de políticas, aquí se presenta una terrible ironía. La economía estándar es ridiculizada por sus supuestos de racionalidad y, al mismo tiempo, esos supuestos son mantenidos como un ideal para los seres humanos de verdad. Es como si existiera un hombre neoclásico en lo profundo de cada uno de nosotros que está luchando por salir, pero que es continuamente bombardeado por choques conductuales. ¡La política del comportamiento es nada menos que convertirlo en el verdadero usted! ¡Todo ello a pesar de su resistencia!

La economía conductual tiene su fundamento en el trabajo sicológico de Daniel Kahneman, quien por su parte también recibió el Premio Nobel en economía. Muchos de sus hallazgos, esquematizados en su libro Thinking, Fast and Slow [Pensar Rápido, Pensar Despacio], se han hecho cargo de la naturaleza de los truismos. La gente está plagada de todos los tipos de sesgos cognitivos, que los conduce a decisiones equivocadas. El campo ha producido más de ciento cincuenta de tales sesgos (Ver Anexos: Sesgos cognitivos en Wikipedia). Se han convertido en una caja de “herramientas” para ser usadas en una miríada de casos relevantes para políticas. La gente ahorra muy poco; ellos comen mucho; piden prestado mucho para sus gastos cotidianos; se endeudan con tarjetas de crédito; no se involucran en programas de pensiones; son demasiado optimistas acerca de sus habilidades para enfrentar malos acontecimientos (que pueden ser demasiado pesimistas acerca de su ocurrencia); fuman demasiado porque no aprecian “plenamente” los peligros del fumado o su vulnerabilidad personal; que no pueden apreciar a plenitud el valor total personal de ahorrar costos de energía; que no se dan cuenta de costos “encubiertos” en el área financiera debido a ... bueno, ponga usted lo que quiera. Toda esta es una industria auténtica. Más empleos, más artículos en revistas especializadas, y más asesores de políticas.
UN DESACUERDO POSITIVOPero, ahora viene lo más malo: La mayoría de la gente -y agregaría la mayoría de los economistas- no se da cuenta de que existe una gran cantidad de literatura de psicología que lanza dudas acerca de muchos de los sesgos debido a verdades obvias y triviales. El más importante de estos trabajos es el de Gerd Gigerenzer y del Grupo de Investigación ABC del Instituto Max Planck en Berlín, así como de muchos otros académicos. Una cosa es construir experimentos ingeniosos en donde la gente hace cosas “extrañas” (inesperados en el paradigma estándar). Otra es mostrar que ellos se involucran en un comportamiento en el mundo real que es ecológicamente inapropiado o que conducen a un comportamiento auto-destructivo. Un comportamiento “extraño” debería verse como una invitación a investigar más profundamente, en vez de para condenar. La explicación es difícil; la evaluación puede ser fácil y barata.

Aún entre economistas, aquí hay mucha discrepancia. Vean el trabajo de Vernon Smith, otro ganador del Nobel en economía, cuya economía experimental nos ha llevado a reconocer que los errores o imperfecciones en la toma de decisiones individuales no necesitan concluir en resultados pobres –si la estructura institucional es buena. Smith ha continuado la tradición de la Ilustración Escocesa, la cual enfatizó el tiempo y, de nuevo, la compatibilidad entre el hombre imperfecto y resultados que incorporan mucha más “inteligencia” que cualquiera de ellos tiene como individuo.

Actualmente, estoy pensando y leyendo acerca del “sesgo por el presente” –el descuento excesivo del futuro que Thaler, en especial, dijo que caracteriza la toma de decisiones acerca de la acción actual. Puede ser muy informativo aprender que la evidencia acerca del sesgo por el presente en cuestiones monetarias es muy débil. Muchos estudios empíricos nuevos y altamente sofisticados fracasan en demostrar tal sesgo. Después de todo, el truismo puede no ser cierto.

Hay tanto más que decir. Glen Whitman y yo hemos dicho mucho tan atrás como en el 2009, en nuestros artículos en el Arizona Law Review y en el Brigham Young University Law Review y en otras partes. Tenemos aún más que decir en nuestro libro pronto a ser publicado, Puppets and Puppet Masters.

El filósofo Karl Popper solía decir que aprendemos mucho de nuestros errores, incluso más que de nuestros éxitos. Lo mismo es cierto acerca de una profesión. La sacudida creada por la economía del comportamiento ha sido buena para la economía y Richard Thaler ha sido parte importante de ella. Ha despertado a la economía de un adormecimiento que se autosatisface. Pero, si la economía así despertada acepta los truismos y los sesgos de la economía del comportamiento, entonces, eso sería malo para la economía. Sería así un nuevo adormecimiento que se autosatisface. El momento conductual es una oportunidad para revaluar a la economía estándar, pero también para corregir los errores y la dirección de la economía del comportamiento, y a partir de ello seguir hacia adelante.

Reimpreso de Think Markets.

[Nota del traductor: Agrego la siguiente información biográfica del profesor Mario Rizzo. Es profesor visitante distinguido del Programa F. A. Hayek para el Estudio Avanzado en Filosofía, Política y Economía. También es profesor asociado de economía y co-director del Programa de Economía Austriaca de la Universidad de Nueva York. Actualmente brinda conferencia en el Instituto para los Estudios Humanos y es un académico adjunto del Instituto Cato. Uno de sus trabajos más importantes es The Economics of Time and Ignorance [La Economía del Tiempo y la Ignorancia], publicado originalmente en 1985 y vuelto a editar en 1996.