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Jorge Corrales Quesada
07/09/2017, 11:47
Mi amigo y participante asiduo de Facebook, Adrián Brenes, publicó el pasado 20 de diciembre un muy interesante comentario acerca del tema del fracaso de mercado, el cual suele aducirse como justificación para la intervención del estado. Quiero complementar sus palabras, compartiendo mi traducción del artículo del economista Tyler Cowen, en torno al tema, que no dudo ampliará el horizonte y conocimiento de los amigos lectores en Facebook.


LOS BIENES PÚBLICOS

Por Tyler Cowen
The Concise Encyclopedia of Economics
2008


Los bienes públicos poseen aspectos distintivos: la no exclusión y la no rivalidad en el consumo. “No exclusión” significa que es prohibitivo el costo de mantener alejados de los beneficios del bien o servicio, a quienes no pagan por estos. Por ejemplo, si un empresario presenta un espectáculo de juegos pirotécnicos, la gente puede observar el espectáculo desde el patio o la ventana de su casa. Debido a que el empresario no le puede cobrar un monto por el consumo, podría ser que no se produzca el juego pirotécnico, aun cuando la demanda del espectáculo sea fuerte.

El juego pirotécnico ilustra el problema relacionado del oportunista o aprovechado [free-rider]. Aún si el espectáculo de juegos pirotécnicos tiene un valor de diez dólares para cada persona, se puede decir que pocas personas pagarán los diez dólares al empresario. Cada persona buscará “aprovecharse”, dejando que otros paguen por el espectáculo y, él, mirarlo gratis desde su patio. Si el problema del oportunista no puede ser resuelto, permanecerán sin producirse bienes y servicios valiosos –por los cuales alternativamente la gente estaría dispuesta a pagar.

El segundo aspecto de los bienes públicos es lo que los economistas llaman “la no exclusión en el consumo.” Suponga que el empresario logra excluir a los no contribuyentes de mirar el espectáculo (tal vez uno puede ver el espectáculo tan sólo desde un terreno privado). Se le cobrará un precio por entrar al terreno y la gente que no está dispuesta a pagar ese precio, será excluida. Sin embargo, si el terreno es muy amplio, excluir es algo ineficiente. Incluso, quienes no pagan, podrían ver el juego sin incrementar el costo del espectáculo o sin que se disminuya el disfrute de algún otro más. En otras palabras, no hay rivalidad en el consumo relevante. Bien que mal, la no exclusión es usualmente considerada como la más importante de los dos aspectos de los bienes públicos. Si el bien puede ser objeto de exclusión, los empresarios privados tratarán de servir a tantos clientes que pagan la entrada, como sea posible, incluso cobrando precios menores a algunos clientes, si ello fuera necesario.

Uno de los mejores ejemplos de un bien público es la defensa nacional. En el grado en que una persona, en un área geográfica, es defendida del ataque o invasión extranjera, es posible que otra gente de la misma área sea defendida. Esto hace difícil que se le cobre a la gente por la defensa, lo cual significa que la defensa enfrenta el problema clásico del aprovechado. En efecto, casi todos los economistas están convencidos de que, la única forma de brindar un nivel de defensa suficiente, es logrando que el gobierno la provea y que la defensa se financie con impuestos.

No obstante, hay muchos otros problemas que, a menudo, son percibidos como problemas de bienes públicos, pero que, en realidad, no lo son y los mercados los pueden manejar razonablemente bien. Por ejemplo, aunque muchos piensan que la señal de la televisión es un bien público, los servicios de televisión por cable codifican sus transmisiones, de manera que quienes no están suscritos no reciben las transmisiones fácilmente. En otras palabras, los productores se han figurado cómo excluir a quienes no pagan. Tanto a través de la historia, como hoy en día, las calles privadas han sido financiadas con peajes pagados por los usuarios de ellas. Otros bienes, a menudo vistos como públicos, tales como los servicios de protección privada o contra incendios, frecuentemente se venden por medio del sector privado, con base en unas tarifas o tasas. Es posible excluir a quienes no pagan. En otras palabras, bienes públicos potenciales son financiados con anuncios, tal como sucede con la radio y la televisión.

También, bienes parcialmente públicos pueden ser ligados a compras de bienes privados, por lo tanto, haciendo que el paquete sea más parecido a un bien privado. Por ejemplo, los centros comerciales brindan a los compradores, una variedad de servicios que tradicionalmente son considerados como bienes públicos: iluminación, seguridad, bancas y servicios sanitarios, son ejemplos. Sería impráctico cobrar directamente por cada uno de esos servicios. Por lo tanto, el centro comercial financia los servicios, por medio de ingresos provenientes de la venta de bienes privados en el centro comercial. Los bienes públicos y privados son “atados” en un paquete. Los condominios privados y las comunidades de retiro, también, son instituciones de mercado que ligan a bienes públicos con servicios privados. Utilizan pagos mensuales de membresía, para brindar una diversidad de servicios públicos.

Algunos bienes públicos son suplidos gracias a incentivos de la fama o por motivos personales para hacer un buen trabajo. La red de todo el mundo [conocida por las siglas www de World Wide Web] ofrece muchos millones de páginas y sitios de información a los hogares, y la mayoría de quienes las han construido no han recibido pago alguno por hacerlas. Ya sea porque los escritores desean reconocimiento o llegar a otra gente por el simple placer o para influenciar su pensamiento.

El “motivo de reciprocidad” es otra solución posible, especialmente para grupos pequeños. Yo puedo contribuir a un emprendimiento colectivo, como parte de una estrategia más amplia, para señalar que soy una persona cooperadora, interesada en los asuntos públicos. Usted, luego, puede contribuir en agradecimiento, esperando que hayamos desarrollado un acuerdo en curso -a menudo implícitamente- para que ambos contribuyamos con el paso del tiempo. El acuerdo puede sostenerse a sí mismo, si sé que mi salida también ocasionaría el retiro de los otros. Un gran cuerpo de evidencia anecdótica y de experimentos, sugiere que tales acuerdos, si bien imperfectos, frecuentemente son efectivos. Por ejemplo, los compañeros de habitación a menudo tienen acuerdos implícitos o explícitos acerca de quién sacará la basura o lavará los platos. Estos acuerdos se hacen vigentes no por un contrato, sino por la expectativa de continuar la cooperación.

Otros problemas pueden ser resueltos, definiendo los derechos de propiedad individual del recurso económico apropiado, Por ejemplo, limpiar un lago contaminado involucra un problema del oportunista, si nadie es dueño del lago. Si hay un dueño, la persona puede cobrar precios más altos a los pescaderos, a boteros, a quienes lo usen para recreación y a otros que se benefician del lago. La propiedad privada de cuerpos de agua es común en la Islas Británicas, en donde, nada que sorprenda, los propietarios del lago mantienen su calidad.

Unos derechos de propiedad bien definidos pueden resolver problemas aparentes de bienes públicos en otras áreas medioambientales. El búfalo se acercó a su extinción y la vaca no lo hizo, debido a que las vacas podían ser propiedad privada y ser criadas para obtener ganancias. En el caso de las escuelas de peces, es más difícil imaginar derechos de propiedad privada que sean fácilmente ejecutables. Por esta razón, observamos, en dicha área, una mezcla de regulación gubernamental y cuotas determinadas privadamente. No obstante, el agotamiento de las existencias de peces se vislumbra como un problema, como lo constituye, más generalmente, la pérdida de la biodiversidad.

Para problemas medioambientales que involucran al aire, es difícil imaginar cómo se podrían definir los derechos de propiedad y hacer que se cumplan de manera eficiente. Por si solos, los mecanismos de mercado probablemente no puedan prevenir el agotamiento de la capa de ozono de la Tierra. En tales casos, los economistas reconocen la posible necesidad de una solución regulatoria gubernamental.

Algunas veces se pueden usar acuerdos contractuales para resolver lo que, de otra forma, serían bienes públicos y problemas de externalidades. Si las actividades de investigación y desarrollo de una empresa benefician a otras empresas de la industria, estas firmas pueden juntar sus recursos y ponerse de acuerdo para llevar a cabo el proyecto conjuntamente (si lo permiten las leyes anti-monopolios). Cada empresa pagará parte del costo y las empresas que contribuyan, compartirán los beneficios.

Los arreglos contractuales algunas veces fracasan. Los costos de negociar y de alcanzar un acuerdo pueden ser sumamente altos. Algunas partes del acuerdo pueden buscar resistirse, para tener un mejor acuerdo, y el acuerdo puede colapsar. En otros casos, simplemente es demasiado costoso contactar y llegar a un acuerdo con todos los beneficiarios potenciales del acuerdo. Por ejemplo, una fábrica puede encontrar que es imposible negociar directamente con cada ciudadano que se ve afectado, para disminuir la contaminación.

Las imperfecciones de las soluciones del mercado a los problemas con los bienes públicos, deben ser sopesadas con las imperfecciones de las soluciones gubernamentales. Los gobiernos descansan en la burocracia, responde a votantes pobremente informados y tienen incentivos débiles para servir a los consumidores. Por lo tanto, producen ineficientemente. Es más, los políticos pueden suplir “bienes” públicos de forma que sirvan sus intereses propios, en vez de los intereses del público; hay legiones de ejemplos de un gasto gubernamental que se desperdicia y proyectos en que se usan fondos estatales para conseguir los votos de un sector determinado. El gobierno, a menudo, crea un problema de “jinetes obligados”, al exigir a las personas que apoyen proyectos que ellos no desean. Los medios privados para evitar o transformar los problemas de los bienes públicos, cuando son asequibles, usualmente son más eficientes que las soluciones gubernamentales.




ACERCA DEL AUTOR

Tyler Cowen es profesor de Economía de la Universidad George Mason y es director del Centro Mercatus y del Centro James M. Buchanan.


LECTURAS ADICIONALES
Benson, Bruce. The Enterprise of Law. San Francisco: Pacific Research Institute for Public Policy, 1990.
Buchanan, James M. “Public Goods in Theory and Practice: A Note on the Minasian-Samuelson Discussion.” Journal of Law and Economics 10 (octubre de 1967): 193–197.
Cowen, Tyler, ed. Public Goods and Market Failures. New Brunswick, N.J.: Transaction Publishers, 1992.
Cowen, Tyler, & Eric Crampton, eds. Market Failure or Success: The New Debate. Cheltenham, U.K.: Edward Elgar, 2003.
Klein, Daniel. “Tie-ins and the Market Provision of Public Goods.” Harvard Journal of Law and Public Policy 10 (primavera de 1987): 451–474.
McCallum, Spencer Heath. The Art of Community. Menlo Park, Calif.: Institute for Humane Studies, 1970.
Minasian, Jora R. “Television Pricing and the Theory of Public Goods.” Journal of Law and Economics 7 (octubre de 1964): 71–80.
Minasian, Jora R. “Public Goods in Theory and Practice Revisited.” Journal of Law and Economics 10 (octubre de 1967): 205–207.
Samuelson, Paul A. “The Pure Theory of Public Expenditure.” Review of Economics and Statistics 36 (1954): 387–390.
Samuelson, Paul A. “Pitfalls in the Analysis of Public Goods.” Journal of Law and Economics 10 (octubre de 1967): 199–204.