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Jorge Corrales Quesada
06/09/2017, 20:16
Creo que es muy conveniente que los ciudadanos entendamos de la mejor manera posible, el comportamiento de los políticos. Ya sé, me dirán que no todos; eso puede ser así, pero, por lo general, exhiben comportamientos que no merecen nuestra imitación y, aún menos, nuestro aprecio. Si algo me llamó la atención al leer este artículo, es cómo, en cada ocasión en que los políticos hacen algo que nos dicen lo hacen por nosotros, por los jóvenes o los niños, los desvalidos, los más pobres, los indefensos, lo que tenemos que hacer es detenernos antes de aceptar a prima facie tal conducta, y cuestionar si es que, detrás de tanto altruismo, lo que en verdad hay es un interés egoísta, que puede oscilar desde un negociado hasta un aumento en el poder y su conservación, “adquiriendo apoyo” por tales prácticas. Pues, ¡a ponernos vivos!


LOS CHANCHOS NO VUELAN: LA VÍA ECONÓMICA PARA PENSAR ACERCA DE LA POLÍTICA

Por Russell Roberts
The Library of Economics and Liberty
3 de diciembre del 2007

Algunas veces es difícil hacer lo correcto.

Mimi y Richard Farina eran esposos y cantantes de música folclórica durante los años sesentas. Richard murió en un accidente de motocicletas al concluir una fiesta en la cual se celebraba el cumpleaños 21 de Mimi. Una tragedia horrible. En el funeral de Richard, Judy Collins cantó su canción característica, Amazing Grace [Gracia Sublime]. Ha de haber sido terriblemente conmovedor. Desafortunadamente, la hermana de Mimi no estaba en el funeral, aunque, con seguridad, ella habría cantado algo para tan triste ocasión. Esa hermana, Joan Baez, en esos momentos estaba en un viaje de conciertos en Europa. Ella le puso un telegrama a Mimi, diciéndole que había decidido permanecer en Europa, en vez de venir a la casa a confortarla. ¿Por qué? Porque eso era lo que Richard habría querido, explicó Joan. Al permanecer en el viaje, podría hablar acerca de la música de él. Mimi, entrevistada años más tarde, explicó que, en realidad, Richard habría preferido que Joan sufriera una crisis nerviosa, al escuchar acerca de su muerte y lo que le habría impedido actuar.

Un ejemplo más mundano sucede cuando una amiga lo llama a usted, para contarle algo importante de su vida, pero, usted tiene muchas cosas que hacer. Después de un rato, usted termina la llamada diciendo: “Te dejo ir.” Lo que usted realmente quiso decir es “Tengo que irme,” pero tratamos y lo ponemos bajo una luz más altruista.

Somos un manojo de motivos. A menudo nos encontramos desgarrados entre lo que es mejor para nosotros y lo que es mejor para otros. Estamos desgarrados entre hacer lo correcto y hacer lo fácil o conveniente. Algunas veces escogemos el camino desinteresado del sacrificio. Los costos y beneficios influyen en nuestra escogencias. Si Joan Baez hubiera estado viajando por California, en vez de por Europa, habría sido más barato para ella venir al funeral. Tal vez, en ese caso, ella habría decidido asistir. Cuando una amiga nos llama envuelta en llanto, lo más posible es que nosotros permanezcamos en el teléfono, aun cuando tengamos otras cosas que hacer.

No obstante, cuando escogemos un camino egoísta, rara vez confesamos nuestros verdaderos sentimientos. Encontramos una descripción graciosa, a fin de endulzar nuestras acciones. Cuando un entrenador de futbol renuncia, ya sea porque está perdiendo o porque piensa que está disponible un mejor empleo, a menudo, él le dice al mundo que está renunciando porque desea pasar más tiempo con su familia.

LOS CHANCHOS NO VUELAN

Los políticos son como el resto de nosotros, Encuentran que es difícil hacer lo correcto. Alegan tener principios, pero, cuando sus principios entran en conflicto con lo que es conveniente, a menudo encuentran una manera de justificar su egoísmo. Si ellos sacrifican lo que es noble o ideal por una ganancia personal, encuentra formas de explicar que todo era por los niños o por el medio ambiente o, al menos, por el bien de la sociedad.

Los chanchos no vuelan. Los políticos, siendo simples mortales como el resto de nosotros, responden a los incentivos. Son una mezcla de altruismo y de egoísmo y cuando el incentivo los empuja a hacer lo incorrecto, aunque sea lo egoísta, ¿por qué habríamos de sorprendernos? ¿Por qué deberíamos de ser engañados por sus manifestaciones de principio, por sus alegatos de una devoción al interés público?

Llamamos políticos a nuestros representantes y, a menudo, afirman que están luchando por nosotros. Pero, cuando lo pensamos, entendemos que nuestros intereses son diversos y que, en realidad, ningún político puede luchar por todos nosotros. Inevitablemente, nuestros intereses y deseos entran en conflicto y los políticos se ven obligados a escoger entre el interés general y el interés específico. ¿Cuál gana?

La respuesta depende de las restricciones que los políticos encaran. De manera que los políticos, en un sistema con elecciones significativas y competencia, lo más posible es que busquen seguir políticas que satisfacen al público, en general. Los dictadores tienen una gama mayor para perseguir su propio egoísmo, a expensas de la gente.

Para bien o para mal, es una realidad que no se puede evitar que, incluso cuando los políticos están restringidos por una competencia real o potencial, aun así tienen espacio para maniobrar, a fin de perseguir su propio egoísmo, debido al imperfecto nivel de conocimiento del electorado. El electorado puede estar mal informado. O ser racionalmente ignorante. Para los electores es costoso estar bien informados. Eso les da a los políticos, aun en una democracia, la oportunidad para perseguir intereses especiales a expensas del interés general.

CONTRABANDISTAS Y BAUTISTAS

Este espacio de los políticos para moverse en una democracia, conduce a unos resultados extraños. Permite a los políticos hacer, al mismo tiempo, lo bueno y lo malo. ¿Cómo es eso posible? Lo veremos aquí más abajo. Más extraño aun, la información imperfecta disponible para los votantes permite, si es que no estamos prestando la atención debida, que los políticos hagan cosas malas y hacerlo pasar como si fueran cosas buenas.

Bruce Yandle usa a los contrabandistas y a los bautistas para explicar cuándo una buena causa colisiona con los intereses especiales.
Cuando el consejo municipal de la ciudad prohíbe las ventas de licor en los domingos, los bautistas se alegran –es malo tomar en el día del Señor. Los contrabandistas también se alegran. Aumenta la demanda de sus servicios.

Los bautistas les brindan a los políticos la cobertura perfecta para que hagan lo que los contrabandistas quieren. Ningún político dice que deberíamos prohibir las ventas de licor en los domingos, a fin de enriquecer a los contrabandistas que apoyan su campaña. El político eleva una mano hacia el cielo y habla acerca de su devoción por la moralidad. Con la otra mano, recoge contribuciones de los contrabandistas para su campaña (o sobornos).

Yandle indica que virtualmente toda regulación bien intencionada tiene un montón de contrabandistas siguiéndole la corriente –los intereses especiales que obtienen ganancias a partir del idealismo de los activistas y de los altruistas.

Si eso es todo lo que hay en la teoría de Yandle, usted diría que la política da lugar a parejas extrañas. Sin embargo, es algo más deprimente que eso. Lo que sucede es que el público pide la regulación, pero, inevitablemente, no le presta mucha atención a cómo resulta estructurada dicha regulación. Pero, ¿por qué deberíamos de hacerlo? Tenemos vidas que conducir. Simplemente estamos muy ocupados. Pero, es no es el caso con los contrabandistas. Tienen un enorme interés en la forma en que se estructura la legislación. El diablo está en los detalles. Y, muchas de las veces, los políticos les dan a los contrabandistas los detalles que les sirven a ellos, en vez de al interés público.

ROBERT BYRD, EL AMIGO DE LOS CONTRABANDISTAS

En los años setentas, el dióxido de sulfuro liberado por las chimeneas de las empresas de energía del medio-oeste de los Estados Unidos, creó una lluvia ácida en el noreste estadounidense. Surgió un clamor para que se limpiara el aire –los ambientalistas y los ciudadanos comunes y corrientes demandaron legislación al respecto. Eso habría sido demasiado fácil. Nosotros sabemos cómo obtener menos de algo –hágalo más costoso. De manera que la solución más barata para resolver el problema del dióxido de sulfuro, habría sido poner un impuesto a las emanaciones de las chimeneas. Eso les daría a las empresas de generación de energía el incentivo para encontrar la forma más barata de reducir las emisiones. Con el paso del tiempo, se desarrollarían mejores y mejores tecnologías, como una manera de reducir la carga del impuesto.

Pero, el Congreso de los Estados Unidos no impuso un gravamen. El Congreso impuso una tecnología. Las reformas de 1977 a la Ley del Aire Limpio requirieron que cada empresa de energía pusiera un purificador en sus chimeneas. Estos eran increíblemente caros –alrededor de $100 millones cada uno. Limpiaban al aire. No obstante, enriquecieron a los fabricantes de chimeneas. Los fabricantes de chimeneas eran iguales que los contrabandistas. Aquellos se unieron a grupos medioambientalistas para hacer lobby en favor de la legislación. Eso no es tan malo. Tal vez los purificadores eran la mejor tecnología y, aún si en su lugar se hubiera introducido un impuesto, los fabricantes de purificadores podrían verse beneficiados.

Sin embargo, los verdaderos contrabandistas eran las compañías productoras de carbón de Virginia Occidental. Si se hubiera usado un impuesto para reducir la emisión de dióxido de sulfuro, habría existido un incentivo para limpiar el aire. Una forma de limpiar el aire es usando una tecnología, tal como el purificador. Una segunda manera es quemar un carbón más limpio. El carbón más limpio (bajo en sulfuro) proviene del oeste de los Estados Unidos. El carbón sucio (alto en sulfuro) viene de Virginia Occidental. El senador Byrd es de Virginia Occidental. Él se aseguró de que se exigieran los purificadores. Para el medio ambiente, por supuesto. Para el aire limpio, por supuesto. Para los niños, sin duda alguna. Pero, también, para sus amigos en las empresas del carbón. Obtuvimos un aire limpio, pero lo logramos a un precio mucho más alto que el necesario.

POR LOS NIÑOS

En los peores casos de la alianza entre los contrabandistas y los bautistas, las buenas intenciones no son desviadas o logradas a un costo más elevado por los contrabandistas –aquellas son destruidas.

Los fiscales generales de varios estados de los Estados Unidos, amenazaron a las compañías tabacaleras con una acción legal, con base en que esas empresas estaban imponiendo costos sobre los presupuestos estatales, al enfermar a la gente. Eventualmente, las compañías llegaron a un acuerdo, una compleja estructura legal llamada acuerdo maestro. El acuerdo maestro, aplaudido por los activistas anti-tabaco y por los ciudadanos comunes y corrientes preocupados acerca de sus impuestos y por la salud de sus conciudadanos, impuso grandes incrementos tributarios a las compañías tabacaleras, a fin de obtener los fondos para los programas de salud infantil. En todo lado fue un día de orgullo. ¿Quién podría estar en contra de ese resultado? Bueno, poca gente se quejó porque todo el proceso era inconstitucional y porque reducía la libertad. No obstante, ¡miren los beneficios!, responderían los defensores –el Gran Tabaco penalizado, el fumado desalentado y mayor salud para los niños.

No obstante, no resultó ser así. Había más detrás de la historia. Sin embargo, ¿quién lo notó? ¿Cuántos ciudadanos, a quienes les preocupaba el fumado, fueron a ver cómo es que, en la realidad, funcionaba el acuerdo? Parecía ser suficiente con conocer las grandes pinceladas –las compañías tabacaleras penalizadas, los niños protegidos. Pero, los contrabandistas estaban muy interesados, no sólo en los grandes rasgos, sino en los detalles. Sí, las compañías tabacaleras eran “penalizadas” con altos impuestos. Sin embargo, trasladaron el impuesto en la forma de precios más altos para los fumadores. Si, precios más altos significan menos ventas, pero los márgenes de ganancias de las compañías tabacaleras y las utilidades del tabaco aumentaron en la realidad, debido a la forma en que fue estructurado el acuerdo. Hizo que los cigarrillos genéricos fueran prohibitivamente costosos y, también, que lo fuera para que los nuevos entrantes en el mercado pudieran expandir su participación en el mercado. Esto permitió que las compañías tabacaleras pudieran elevar los precios en más de lo que podían haberlo hecho, debido a que sus competidores fueron puestos en una situación de verdadera desventaja.

De manera que las empresas tabacaleras fueron los contrabandistas. En la realidad obtuvieron beneficios a causa del arreglo. No obstante, los verdaderos contrabandistas fueron los abogados litigantes, quienes ayudaron al fiscal general con los juicios que condujeron al acuerdo. Como recompensa por sus esfuerzos, reciben $500 millones cada año. Es cierto, tuvieron que trabajar muy duro. Un abogado obtuvo por su trabajo $92.000 la hora. Por hora. Debe de haber sido un trabajo que demandaba mucho. Estoy seguro de que se lo ganaron. Todo fue por los niños. ¿Se acuerdan?

QUE NINGÚN NIÑO SE QUEDE ATRÁS

Cuando a una pieza de legislación se le llama “Que Ningún Niño se Quede Atrás,” usted sabe que los contrabandistas llenarán las calles. Salvar a los niños es tan popular con tanta gente, que en los detalles abre tremendas oportunidades. Una parte de Que Ningún Niño se Quede Atrás se denominó “Primero Leer”, un programa de $1 billón [mil millones de dólares] para ayudar a los distritos escolares de bajos ingresos para que adoptaran mejores programas de lectura. ¿Quién está a favor de eso? ¡Todo mundo!

Pero, ¿en la realidad, cómo se pondría en marcha ese programa? “Sencillamente, Primero Leer se enfoca en lo que funciona y apoyará métodos probados de instrucción de lectura temprana,” de acuerdo con el Departamento de Educación de los Estados Unidos.

Suena maravilloso. Un programa de lectura para niños de bajos ingresos basado en métodos probados. En verdad, era un gigante de la política. A pesar de ello, me pone a pensar si los entusiastas promotores del programa tenían alguna idea acerca de cómo se lograrían esos nobles objetivos.

Reporta el periódico Washington Post:

“Oficiales del Departamento [de Educación] y un pequeño grupo influyente de contratistas ha intimidado a distritos estatales y locales para que adopten un pequeño grupo de textos no comprobados y programas de lecturas con casi ninguna investigación que, para respaldarlos, haya sido objeto de evaluación por pares. Los intereses comerciales detrás de esos libros de texto y programas han pagado regalías y honorarios por consultorías a contratistas claves de Primero Leer, quienes también sirvieron como consultores para los estados que solicitaban ayudas y que dirigieron los paneles que aprobaron esos donativos. Tanto el arquitecto de Primero Leer, como el antiguo ministro de educación Roderick R. Paige, se han ido a trabajar para el titular de uno de esos programas, quien es también un importante recaudador de fondos para Bush.

Pero es claro que Primero Leer ha sido una ayuda terrífica para la industria de publicación de libros de texto y para los programas favoritos del departamento de educación. Por ejemplo, la compañía que desarrolló el Pasaporte Viajero fue valorada en alrededor de $5 millones por un artículo periodístico, antes de que existiera Primero Leer; su fundador, Randy Best, cuya recaudación de fondos para el partido republicano le convirtió en un Pionero para Bush, eventualmente fue vendida en $380 millones. Luego, él incorporó a Lyon y a Paige en su planilla.”

Muy deprimente, ¿no es cierto? Pero hay un pensamiento que alegra –realmente el vaso está medio lleno. En tanto que en una democracia los detalles de la legislación son retorcidos por los contrabandistas para su propia ventaja, al menos el impulso general de la legislación va usualmente en la dirección que desea el público, en general. La desviación de ingresos hacia los intereses especiales es cualquier cosa, en comparación con lo que los dictadores con capaces de canalizar hacia sus amigos, en un sistema menos representativo, sin restricciones por las elecciones.

GEORGE STIGLER VS. RALPH NADER

Debemos ser realistas en lo referente a los políticos. George Stigler solía contrastar su teoría de la política con la de Ralph Nader. Desde el punto de vista de Nader, todos los aspectos feos del gobierno eran causados porque la gente que se elegía era la equivocada. Si tan sólo pudiéramos elegir a mejor gente, entonces, obtendríamos mejores políticas. Stigler argumentaba que no importaba cuáles fueran las personas –una vez que trepaban al cargo, respondían a los incentivos. Se convencerían a sí mismos de que estaban haciendo las cosas correctas, ya sea porque pensaron que realmente era así o porque hacer la cosa equivocada era necesaria para poder hacer, más adelante, la cosa correcta.

Siendo un Stigleriano en esa área, espero menos de mis políticos y rara vez me siento decepcionado. Aún aquellos políticos que pienso son gente de principios, persiguen el cálculo de los contrabandistas y los bautistas. Ronald Reagan, un elocuente defensor del libre comercio, impuso “cuotas voluntarias” a carros japoneses. Esa es la forma en que funciona el mundo.

Desde el punto de vista del economista acerca de la política, la ideología y el partido, importan menos que los incentivos que encaran los políticos. Los partidos políticos en una democracia difieren más por las palabras que usan para justificar sus acciones, en vez de las acciones en sí mismas. Los republicanos hablan acerca de la libertad económica y los peligros de un gobierno grande, a la vez que hacen más grande al gobierno. Los demócratas hablan acerca de su devoción por los sindicatos laborales y de los peligros del libre comercio, pero raramente presionan por aranceles y cuotas.

Una lección final para los proponentes de políticas y para los ciudadanos preocupados, es que sean cuidadosos con lo que desean. Lo que es mejor para el interés general es poco posible que sobreviva en la fábrica de chorizos del proceso legislativo. Lo que resulta es imperfecto.

De manera que, cuando usted escucha a los políticos, hablar acerca de qué tanto se preocupan por las personas o los niños o el medio ambiente o la salud, mantenga su mano sobre la billetera y póngales el ojo a los contrabandistas que acechan en la proximidad. Siempre ellos están allí.




Russell Roberts es profesor de Economía en la Universidad George Mason y miembro investigador del Instituto Hoover de la Universidad Stanford. Es editor de artículos de la Library of Economics and Liberty y anfitrión de EconTalk.