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Jorge Corrales Quesada
06/09/2017, 16:59
Diariamente los precios aparecen en nuestras vidas y quizás no nos hayamos puesto a pensar de dónde es que vienen esos precios que parecen surgirnos de la nada, tal vez “impuestos” por la voluntad de alguien sobre nosotros o bien que simplemente están allí. También observamos que lo que algo tiene un precio en un momento dado, al rato es diferente o que lo que uno creyó que era el precio de algo, ha variado porque cambió el precio de algo que ni siquiera consideramos que podría provocarlo. Por ello, he traducido para los amigos lectores de Facebook el interesante artículo del economista Russell Roberts, lo cual, sin duda, nos aclarará muchas dudas, satisfará inquietudes y, con optimismo, nos permitirá entender mejor de dónde es que vienen los precios. Buen provecho.

¿DE DÓNDE SURGEN LOS PRECIOS?

Por Russell Roberts
Library of Economics and Liberty
4 de junio de 2007

Mis tres hijos, con edades de siete a doce, sufren de una enfermedad crónica, que oí describirla al economista John Baden como hierritis –el amor por cualquier cosa hecha de metal. Les fascinan los carros, camiones, retroexcavadoras, tractores y –bueno, ya les cayó la idea. El otro día, mi hijo del medio sugirió que mi siguiente carro debería ser un convertible. Son caros, dijo un hermano suyo y le mencionó que el convertible de un modelo en particular costaba $10.000 más que la versión más formal. Su hermano le preguntó, ¿por qué es más caro?

Una buena pregunta. ¿Por qué los convertibles son más caros que los no convertibles? ¿Por qué un whiskey escocés, añejado 21 años, cuesta más que un escocés que ha sido añejado 10? ¿Por qué los chiles colorados cuestan más que los chiles verdes? ¿Por qué los empleados de Wal-Mart ganan menos que el trabajador promedio de los Estados Unidos? ¿Por qué la gasolina es más cara en Europa que en los Estados Unidos? ¿Por qué las rosas cuestan más caras el 14 de febrero? ¿Por qué no es la cerveza más cara un domingo en que se juega el Super Bowl [juego final del futból americano]? ¿Por qué las casas en los suburbios de Washington, D.C., son más caras que las casas en los suburbios de Richmond, Virginia?

Las respuestas a estas preguntas a menudo resultan ser un poquito más complicadas de lo que, al principio, aparentaban. Pero, por ahora, ignore las respuestas. Note tan sólo que usted puede hacer esas preguntas. Hay una cierta predictibilidad en los precios. Un ordenamiento. No necesitan ser así. Los precios podrían ser una jungla azarosa, altos un día, bajos el siguiente. En ciertos días, los tiquetes para entrar al cine podrían costar más que una camisa tipo Oxford, con botoncillos en los extremos del cuello; las naranjas más que un cuarto de galón de leche. ¿Cuál es la fuente de ese ordenamiento? ¿De dónde vienen los precios?

Al principio, la respuesta parece ser obvia. El vendedor es el que fija el precio. Sin embargo, si alguna vez usted ha tratado de vender algo, sabe que eso no es verdaderamente cierto. Si usted quiere vender su casa, sí, usted es libre de poner cualquier precio que quiera en el anuncio. Después de todo, cada casa es única. De manera que, lo único que le falta por hacer, es que aparezca la persona que ame a su casa, que ame la plataforma que usted le agregó o la forma cómo rehízo la cocina o su jardín o los cientos de otras cosas que hacen especial a esa casa. De acuerdo con esa actitud, usted realmente puede pedir un precio realmente alto por su casa, porque, lo único en verdad necesita, es una persona deseosa de pagar ese precio tan alto.

Sin embargo, pronto se dará cuenta de que, si usted escoge un precio que es demasiado alto, aún si sucede que la persona ama toda su cocina de color púrpura, ella abre la puerta y se aleja. Esa persona que ama su casa, aquella que está deseosa de pagar $500.000, aun así no la comprará, si es que hay otra casa tan linda como la suya, pero que se está vendiendo en $300.000. En tanto que el valor extra de su casa, por encima de la alternativa para el comprador potencial, sea menor a $200.000, ¡usted está listo! Su casa no se venderá. La gente no paga lo que desean pagar, a menos que tengan que hacerlo. Cuando tienen opciones, no tienen por qué hacerlo. La competencia protege al comprador. Y protege al vendedor. Usted podría estar de acuerdo en vender su casa en $100.000. Pero no tendrá que hacerlo, si hay casas similares que se venden en $300.000.

Los vendedores y los agentes de bienes raíces entienden que una casa está compitiendo con otra, incluso con algunas que no son tan bonitas como las suyas y hasta con otras que sí lo son. De manera que los vendedores y los compradores miran al precio de casas “comparables”, en el mismo vecindario, con el mismo número de habitaciones, con un lote de más o menos el mismo tamaño, con más o menos los mismos metros cuadrados de tamaño del piso, con básicamente la misma cantidad de encanto, un atributo subjetivo, pero verdadero.

No obstante, si el precio de su casa es determinado por los precios de casas comparables, entonces, ¿qué determina los precios de esas casas comparables? Toda la cuestión parece ser circular. ¡Todo el asunto es un castillo de naipes! ¿Qué es lo que mantiene la unidad del mercado de vivienda?

Una respuesta es que, para un bien de una calidad particular -digamos que una casa de cuatro dormitorios, en un arbolado suburbio de Washington, D.C., en un distrito escolar de buena calidad, en una calle tranquila, sobre, digamos, 1.400 metros cuadrados de terreno- el precio se ajusta, hasta igualar la cantidad que la gente quiere comprar, con la cantidad que la gente quiere vender.

Los precios se acomodan hasta igualar qué tanto la gente quiere comprar con qué tanto quiere vender.

Y, si la gente pretende comprar más que lo que quisieron previamente, los precios aumentan. Si la gente desea vender más de lo que quisieron con anterioridad, los precios caen.

Oferta y demanda. Los compradores están compitiendo entre sí. Los vendedores están compitiendo entre sí.

Los precios que observamos emergen a partir de esta competencia.

La respuesta simple de la oferta y la demanda es una respuesta extraña, porque supone que usted puede hablar acerca de un producto de una calidad en particular. En el mundo real, cada producto tiene una mezcla única de atributos. Aún en caso de que dos productos sean físicamente idénticos, casi siempre vienen empaquetados junto con diferentes niveles de servicios.

Es una respuesta extraña, porque asume que usted puede hablar de un precio único, “el” precio de una camisa de vestir 100% de algodón, que no requiere aplancharse, con botones en los extremos del cuello o el de un confortable sedán de cuatro puertas que le da 25 millas por galón o el de esa casa de cuatro dormitorios en los suburbios. En el mundo real, existen precios múltiples para el mismo producto. Hay gangas. Hay ventas especiales. Ambos, vendedores y compradores, hacen lo que parecen ser errores, al vender por muy poco o por pagar demasiado.

Es una respuesta extraña, porque los deseos y las situaciones y el ingreso y las alternativas están cambiando constantemente, de forma que la cantidad exacta que la persona quiere comprar y vender de algo, nunca puede llegar, de manera instantánea, a una decisión final. Aun cuando usted puede hablar de “el” precio, éste está variando constantemente.

Es una respuesta extraña, porque parece requerir montones de información. De otra manera, ¿Cómo podría usted saber cómo poner un precio, si usted es el vendedor, o pagar el precio que el vendedor le está proponiendo, si usted es el comprador?

Lo extraño de la oferta y la demanda induce a algunos a concluir que eso sólo se aplica en el caso especial de un producto homogéneo, en donde hay un número infinito de vendedores y en donde existe información perfecta acerca de la calidad del producto y de las alternativas y de sus precios. Desde su punto de vista, la oferta y la demanda podrían aplicarse al caso del trigo. Tal vez.

La visión alternativa es que la oferta y la demanda tienen que ser impracticables. De otra manera, no hay forma de que parezca lógica la miríada de transacciones que constantemente están sucediendo. Un retrato realista de lo que sucede en el mercado de vivienda en Washington, D.C, tendría que registrar el carácter único de toda transacción. Eso no sólo sería imposible, sino que también no aporta información alguna. ¿Cuál es la relación entre todas estas transacciones?

La oferta y la demanda es la forma de ver la relación que desnuda todo, excepto el hecho de que la persona está deseosa de pagar y que, lo que tengan que pagar, depende de las alternativas. La oferta y la demanda es una forma de organizar nuestro pensamiento, acerca de esas cosas peculiares que los economistas llaman mercados y competencia. Pongámoslas a funcionar, sin usar un gráfico, y veamos qué podemos ver.

AMBAS HOJAS DE LA TIJERAS

Una de las más importantes virtudes de la oferta y la demanda es que obliga a recordar lo que Alfred Marshall llamó ambas hojas de la tijeras. Con pocas excepciones, ambos, compradores y vendedores juegan un papel en la determinación de los precios. Eso es sorprendentemente fácil de olvidar. Cuando mi hijo me preguntó por qué los convertibles eran tan caros, su hermano le explicó que a las personas realmente les gustaban, el lado de la demanda en la ecuación. Sin embargo, eso no puede ser toda la historia o incluso la mayor parte de ella. Ciertamente hay muchas personas en climas más fríos o lluviosos e incluso en climas demasiado calientes, en donde manejar un convertible no es algo placentero. De manera que, ¿por qué son tan caros? Son más costosos de hacerlos, debido al mecanismo que hace que el techo sea retráctil. Los convertibles existen sólo si su precio es más alto que el de los no-convertibles. Si a las personas les gustaran los carros sin ningún tipo de techo, serían más baratos, no más caros que los carros sin techos.

Una lógica similar es aplicable a los chiles rojos y verdes. ¿Por qué los chiles rojos son consistentemente más caros que los chiles verdes? Los chiles verdes son usados en mucha de la cocina industrial, por su sabor intenso. ¿No deberían de ser más caros? Resulta que un chile rojo es un chile verde que ha madurado. Un vendedor siempre prefiere el dinero ahora, en vez de mañana, debido a que, entre tanto, el dinero de hoy puede ser invertido a fin de ganar intereses. De manera que, si los chiles verdes y los chiles rojos se vendieran por el mismo precio, ningún vendedor querría ofrecer un chile rojo. Por tal razón, los chiles rojos deben venderse en un monto mayor. Ellos sólo existen en el mercado porque alguna gente los prefiere, en comparación con los chiles verdes. No obstante, si es que van a estar disponibles, si los vendedores estarán dispuestos a proveerlos, entonces, tendrán que venderse por un precio mayor.

LOS PRECIOS SE AJUSTAN

Los precios se ajustan. No permanecen fijos. La oferta y la demanda nos ayudan a tener esto presente.

Considere el impuesto a la planilla. En los Estados Unidos está actualmente estructurado que, para ser pagado, se comparta entre el empleado y el patrón. ¿Qué sucedería si todo el impuesto fuese pagado por el empleador? Esto parecería que beneficia a los empleados. Sin embargo, eso asume que los salarios no cambian, cuando varía la carga legislativa del impuesto. Pero, los salarios son el precio del trabajo. Y el precio del trabajo se ajusta, para igualar la cantidad de trabajo que los trabajadores desean vender, con la cantidad que los empleadores desean comprar.

Cada impuesto tiene un impacto tanto sobre compradores como vendedores, pero ese impacto no es definido por la legislación. Un impuesto sobre los compradores de mano de obra, va a ocasionar que los salarios caigan. De manera que así los empleados pagan parte del impuesto, aun cuando la legislación decreta que la mitad o todo el impuesto se carga a los empleadores. Un impuesto sobre los vendedores de carros eleva el precio de los carros. Los consumidores de ellos pagan parte del impuesto, en la forma de precios más altos, aun cuando la legislación pone todo el pago del impuesto en la espalda del vendedor.

Si la legislación fuera a poner todo el impuesto a la planilla sobre los empleadores, entonces, el costo incrementado para los empleadores provocaría una reducción de la cantidad de trabajo que desean contratar. Eso reduce los salarios. En efecto, los salarios tienen que caer, a fin de pagar la reducción exacta en el impuesto que se cargaba a los empleados. Similarmente, si el impuesto fuera cargado enteramente sobre los trabajadores, se supliría menos mano de obra y los salarios aumentarían, a fin de compensar el aumento en el impuesto.

De la misma forma, aumentar los impuestos a los ricos no tiene el efecto pleno supuesto de reducir la diferencia entre el rico y el pobre. Poner un impuesto a los ricos conducirá a que aumenten los salarios para los trabajadores de habilidades altas, compensando, en algo o todo, a la carga impositiva incrementada. Exigir beneficios para trabajadores que ganan salarios bajos, no necesariamente logra el objetivo de una mayor igualdad, pues los beneficios que se exigieron, estimulan que haya más trabajadores y disuaden a empleadores para contratarlos. Los salarios disminuyen, compensando, en algo o todo, el incremento que se concibió en el bienestar, que los legisladores, así como sus simpatizantes, pueden haber imaginado que se lograría.

QUE EMERJAN ES UNA MANERA DISTINTA DE VER LAS COSAS

Finalmente, la oferta y la demanda nos ayudan a ver las cosas de una manera totalmente distinta. Qué tan raro es que los partidarios den crédito o culpen al presidente, por el nivel promedio de salarios o la desigualdad en los Estados Unidos. Si los salarios están aumentando, el presidente alardeará acerca de los buenos empleos que la economía está creando. Si los salarios están cayendo, entonces, los críticos del presidente dirán que es una falta del presidente. Sin embargo, el nivel de salarios en los Estados Unidos no está bajo el control del presidente. Es un fenómeno que surge a partir de las elecciones que la gente hace, acerca de cuánta educación recibir, cuántas horas trabajar y una mezcla de la satisfacción monetaria y no-monetaria que la gente escoge en los diversos empleos.

El presidente no controla los salarios en los Estados Unidos, tanto como no lo hace con el peso promedio de los estadounidenses. Puede influenciarlos por medio de diversas políticas que afectan los incentivos que enfrentan los trabajadores y quienes los contratan. No obstante, su mano no está en un dial que fija los salarios, al igual que tampoco controla cuánto pesan los estadounidenses. Tal como lo muestran los ejemplos de la sección anterior, muchas de las políticas. que un presidente o los legisladores pueden proponer para mejorar algo, son a menudo compensadas por las fuerzas del mercado.

DISPONIBLE A UN PRECIO

Una de las percepciones más sencillas que surge de la oferta y la demanda es la disponibilidad de bienes en un mercado. Cuando la gente quiere más de algo, rara vez el grupo de compradores más entusiasta acaba con lo que se ofrece. Los precios se ajustan para igualar cuánto quiere comprar la persona, con cuanto la gente quiere vender. De manera que si, súbitamente, quieren más de algo, simplemente ese algo no desaparece al instante. El precio aumenta, induciendo a que se dé un aumento de lo que está disponible. Tal como lo expuso Henry George:

“En esto estriba la diferencia entre el animal y el hombre. El halcón y el hombre comen pollos, pero cuanto más halcones haya, habrá menos pollos, mientras que, aumentando el número de hombres, aumentará el de pollos. La foca y el hombre comen salmón; pero cuando una foca se come un salmón hay un salmón menos, y cuando las focas, al aumentar, pasan de cierto límite, el salmón ha de disminuir; sin embargo, colocando huevas de salmón en condiciones favorables, el hombre puede aumentar el número de salmones, hasta producir más de los que necesite, y así, por mucho que los hombres aumenten, su aumento no supera el abasto de salmones.” [Progress and Poverty [Progreso y Miseria], Libro II, Capítulo 3, por Henry George, pár. II.III.5.]

Debido a que los precios se puede ajustar, rara vez se vacían los anaqueles en una economía de mercado. En tanto usted esté dispuesto a pagarlo, usted puede obtenerlo. Algunas veces, usted tiene que pagar un poco más. Algunas veces, un poco menos, al variar las circunstancias. Pero, lo puede encontrar. Eso no sólo hace la vida más fácil para aquellos quienes disfrutamos del salmón, también significa que usted puede especializarse y descansar en otros, para mucho de lo que usted quiere, a sabiendas de que el mercado hará que esté disponible.

UNA ADVERTENCIA

No todos los precios son establecidos en lo que los libros de texto llaman mercados competitivos. La oferta y la demanda son herramientas pobres para predecir el nivel exacto de un precio. Cualquier transacción se puede desviar de “el” precio, debido a errores y a emociones. En muchos mercados, un vendedor o un comprador inusualmente grande pueden afectar el precio de formas significativas. Sin embargo, tan sólo porque el mercado no es un ejemplo de libro de texto de una competencia perfecta, ello no significa que la oferta y la demanda puedan captar suficiente de la competencia que aún permanece. Para tomar en ejemplo extremo, el mercado de la gasolina en los Estados Unidos está lleno de regulaciones y de cantidades de poder de mercado, que existen en diversas partes de la cadena de la oferta. Sin embargo, aún hay competencia por todo el mercado, si bien eso no concuerda con la definición que se da en libros de texto. Y los controles de precios, tal como el modelo de la oferta y la demanda lo predice, conducen a escaseces, filas y reducciones de la calidad. Esa historia plena es un tópico para otra ocasión.

TRANSPORTE, TRUEQUE E INTERCAMBIO

Adam Smith habló de la propensión del hombre para trasportar, hacer trueques y realizar intercambios. La gente siempre está vendiendo y comprando cosas. Siempre buscando hacer un trato. Siempre buscando por lograr un trato mejor. Siempre considerando las alternativas. La búsqueda de un trato por parte, tanto de compradores como de vendedores, es lo que los economistas llaman competencia. El resultado es que las transacciones en el mercado no son independientes la una de la otra.

¿De dónde vienen los precios? Los precios que observamos en el mundo a nuestro alrededor surgen de la interacción entre compradores y vendedores y de sus alternativas. ¿Cómo podemos capturar el hecho extraño de que ninguna transacción toma su lugar en un vacío? ¿Cómo podemos capturar el orden que emerge de todas esas transacciones?

La oferta y la demanda son una manera simple y poderosa de describir las formas en que las transacciones, a través del tiempo y del espacio, no son independientes una de la otra. Son un camino poderoso para organizar nuestro pensamiento, acerca de la complejidad que emerge de la propensión a transportar, a hacer trueque e intercambiar, una complejidad que es resultado de la acción humana y no del diseño humano.



Russell Roberts es profesor de Economía en la Universidad George Mason y miembro investigador del Instituto Hoover de la Universidad Stanford. Es el editor de artículos de la Library of Economics and Liberty y el anfitrión de EconTalk.