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Jorge Corrales Quesada
06/09/2017, 16:50
Con gusto comparto con ustedes mi traducción de un artículo del economista profesor Robert Higgs, de un tema que, sin duda, es de trascendente actualidad.

LAS BARRERAS COMERCIALES DAÑAN A MÁS GENTE DE LAS QUE SE IMAGINA

Por Robert Higgs
Foundation for Economic Education
Viernes 21 de octubre de 2016

¿Quién se ve afectado por las obstrucciones comerciales y la migración?

La respuesta natural, la que la mayoría de la gente daría, es que las restricciones comerciales afectarían a los extranjeros que quieren vender sus bienes y servicios a los estadounidenses. Después de todo, los políticos, incluyendo los candidatos de los dos principales partidos políticos [Nota del traductor: fue publicado en octubre del 2016, antes de las elecciones en los Estados Unidos], quienes hoy están en busca de ser electos a la presidencia, nos dicen todos los días que ellos demandarían diversas formas de concesiones de parte de extranjeros o que les impondrían diversas formas de penalizaciones -esto es, que los dañarían-, especialmente a los exportadores chinos que desean traer sus bienes a los Estados Unidos para venderlos. Y, ciertamente, es el caso de que tal daño sería un resultado de aranceles más altos, restricciones a las importaciones, revaluaciones de la moneda y otras acciones políticamente populares, que ahora están siendo intercambiadas entre candidatos y el público.

Pero, este daño está muy lejos de ser de un solo tipo. También serían dañados estadounidenses de todo tipo. Los más importantes son los consumidores estadounidenses, quienes gustosamente comprarían productos hechos en el exterior, si esos productos fueran capaces de pasar por encima de las barreras, que les ha impuesto el gobierno de los Estados Unidos. No debería ser necesario decirlo, pero, privar a los consumidores estadounidenses de oportunidades de comprar bienes que, tomando todas las cosas en consideración, son más aceptables para ellos que las alternativas domésticas, les provoca un daño. Por más de dos siglos, los economistas han estado demostrando laboriosamente que las restricciones al comercio dañan a los consumidores en general y que benefician a los grupos de interés domésticos protegidos, en particular. Y, por casi el mismo tiempo, por supuesto, muchos, si no es que la mayoría de los estadounidenses, ha fracasado en entender la lección o bien han escogido ignorarla, siendo embaucados por los grupos de interés privilegiados, por sus lobistas y por sus políticos mantenidos.

Los consumidores domésticos, no obstante, están lejos de ser los únicos estadounidenses afectados cuando el gobierno obstruye el comercio internacional. Muchos tipos de productores dependen de materias primas y de bienes intermedios que vienen del extranjero. En algunos casos, ellos no tienen acceso a otras fuentes de oferta. Tal vez en la mayoría de los casos pueden obtener alternativas producidas domésticamente, pero sólo a un precio mayor, en calidades más pobres o en otros términos inferiores, tales como una velocidad más lenta para obtenerlos, una menor disponibilidad de servicios complementarios, etcétera. Cuando se cierran las puertas a las importaciones, aquellos productores domésticos sufren y, en última instancia, también sufren los consumidores de sus productos, tal vez varias etapas más abajo en la corriente de producción. De nuevo, la idea de que las obstrucciones al comercio simplemente ayudan a los estadounidenses y dañan a los extranjeros, se demuestra que es un sinsentido total.

LA INMIGRACIÓN Y LA LIBERTAD DE ASOCIARSE

Similarmente, las restricciones gubernamentales al libre movimiento de seres humanos pacíficos, usualmente son vislumbradas como medidas que dañan a aquellos quienes quieren migrar hacia los Estado Unidos y que ayudan a los estadounidenses que no desean competir con su mano de obra o que, en algunos casos, sufren su presencia en la así llamada tierra de los libres. Pero, de nuevo, esta noción es una visión muy parcial del terreno, debido a que una diversidad de estadounidenses devotamente desea que a los migrantes les sea permitido entrar libremente al país.

Una vez más, los consumidores sufren cuando a los migrantes, que pueden haber brindado servicios que aquellos desean, no les es permitido entrar al país y ofrecérselos. Los consumidores estadounidenses gastan vastas sumas de dinero en restaurantes, hoteles, servicios de limpieza, de jardinería y en muchos otros tipos de proveedores de servicios, quienes se los venden directamente a los consumidores finales y, al así hacerlo, emplean a millones de trabajadores inmigrantes. Y, al igual que con los productores, que sufren cuando se restringen o que del todo son prohibidas las importaciones de bienes, igualmente sufren los productores domésticos cuando no pueden contratar libremente los servicios de los trabajadores migrantes. Muchas formas de agricultura ejemplifican esta situación, pero también se da en industrias manufactureras, tales como de procesamiento de carnes, procesamiento de aves, construcción de diversos tipos y una enorme variedad de otras industrias, incluyendo muchas industrias de alta tecnología, tales como aquellas concentradas en el Valle del Silicón. En algunos casos, cuando los migrantes han sido alejados por la aplicación de leyes de inmigración, los productores han tenido que dejar que sus cosechas se pudran en los campos, por falta de trabajadores deseosos de trabajar en su recolección. Esta situación afecta a los productores y, por supuesto, eventualmente daña de la misma forma a los consumidores.

Además, mucha gente que vive en los Estados Unidos desea intensamente la entrada de extranjeros, simplemente porque esta gente son sus amigos, sus parientes, algunas veces sus padres o sus hijos. Quieren vivir con o cerca de los potenciales migrantes. Cuando el gobierno de los Estados Unidos impide el libre movimiento, está dañando a todas aquellas personas, que incluyen a estadounidenses sin parentesco, quienes simplemente le dan la bienvenida a cualquier persona pacífica y productiva en sus comunidades, especialmente a aquellas que son relativamente ordenadas, dedicadas a sus hijos y trabajadores diligentes, tal como lo son la mayoría de los migrantes. Las restricciones a la inmigración son violaciones del derecho a la libre asociación de todos los residentes del país que dan la bienvenida a migrantes. En un golpe brutal a la gente común, el que políticos corruptos y burócratas crueles en el lejano Washington D.C., deban decirles a ellos quienes deben ser sus amigos y sus vecinos.

En resumen, tal como se ha indicado aquí y en otras formas que no repetiré, las restricciones gubernamentales sobre el comercio internacional y la migración están lejos de ser simplemente un asunto del gobierno que daña a los temidos “otros” y que nos ayuda a “nosotros.” Este tipo de acumulación de datos esconde la realidad multifacética de tales restricciones, tal como virtualmente pasa con todo lo que hace el gobierno, equivale a una forma de saqueo en donde las restricciones funcionan para enriquecer o satisfacer los prejuicios de alguna gente y de algunos grupos de presión, a expensas de una amplia variedad de estadounidenses nacidos en los Estados Unidos y de otros residentes actuales del país.

Reimpreso del Independent Institute.

Robert Higgs es compañero sénior en Economía Política del Independent Institute y editor general de la revista trimestral del Instituto, el Independent Review. Es miembro de la red de profesor de la Fundación para la Educación Económica.