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Jorge Corrales Quesada
06/09/2017, 15:32
Me pareció que era muy apropiado traducir esta excelente síntesis entre “religión y pensamiento económico” que hace un distinguido pensador, el padre Robert A. Sirico, a la luz de unos interesantes comentarios que surgieron ante mi publicación en Facebook, de un homenaje a otro gran pensador cristiano moderno, el padre Michael Novak ante su reciente fallecimiento.


LA PARÁBOLA DE LOS TALENTOS: LA BIBLIA Y LOS EMPRESARIOS

Por Robert A. Sirico CSP
Foundation for Economic Education
Viernes 1 de julio de 1994


Las parábolas de Jesús enseñan verdades eternas, pero también ofrecen sorprendentes lecciones prácticas, en torno a asuntos mundanos. En el Evangelio según San Mateo (capítulo 25, versos 14-30), encontramos de Jesús la Parábola de los Talentos. Al igual que como todas las parábolas bíblicas, tiene muchas capas de significado. Su esencia cuenta cómo usar el don de la gracia dado por Dios. En lo referente al mundo material, es una historia de acerca del capital, la inversión, la empresariedad y el uso apropiado de los recursos económicos escasos. Constituye una refutación directa de aquellos quienes ven una contradicción entre el éxito en los negocios y vivir una vida Cristiana.

Un hombre rico, quien iba a hacer un largo viaje, llamó a sus tres siervos a que vinieran juntos. Les dijo que serían los encargados de cuidar sus bienes, mientras estuviera afuera. El patrón había valorado cuidadosamente las habilidades naturales de cada uno de los sirvientes. A uno de los siervos le dio cinco talentos, dos a otro y uno al tercero ─a cada uno conforme con su capacidad. Luego, el dueño se fue en su viaje.

Los sirvientes ingresaron a un mundo abierto a la empresa y a la inversión. El primero, quien había recibido cinco talentos, fue a hacer negocios e hizo otros cinco talentos. El siervo que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero, el sirviente que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor.

El dueño regresó para hacer cuentas con ellos. Llegando el que había recibido cinco talentos, lo hizo público. “Mi señor,” dijo él, “usted me confió cinco talentos; ¡vea, he hecho cinco más!

¡Bien hecho, buen y fiel siervo!” respondió el dueño. Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. ¡Entra en el gozo de tu señor!”

Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo, “Mi señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, ¡sobre ellos he ganado otros dos talentos! El señor alabó al siervo de una manera similar.

Pero, llegando también el que había recibido un talento, se acercó a su amo. “Mi señor,” dijo él, “te conocía que eras hombre duro; que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra. ¡Aquí tienes lo que es tuyo!”

La respuesta del dueño fue rápida y severa: “¡Siervo malo y perezoso! Sabías que siego donde no sembré y que recojo donde no esparcí; por eso, deberías haber dado mi dinero a los banqueros y, al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses.”

El señor ordenó que le quitaran el talento al sirviente perezoso y que se lo dieran al que tenía los diez talentos. “Porque al que no tiene,” dijo el señor, “aun lo que tiene le será quitado. Al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; ¡allí será el llanto y el crujir de dientes!”

Esa no es la historia que a menudo escuchamos desde los púlpitos. Nuestros tiempos todavía ensalzan la ética socialista, en donde obtener una ganancia es sospechoso y se desaprueba la empresariedad. Aun así, la historia transmite un significado ético inmediatamente obvio e incluso lecciones más profundas, para entender la rendición de cuentas de los humanos en la vida económica.

UNA MIRADA MÁS DE CERCA

La palabra “talento” en esta parábola tiene dos sentidos. Es una unidad monetaria: era la de mayor denominación en esa época. El académico de la Biblia, John R. Donovan, S.J., nos dice que un sólo talento era equivalente al salario de un trabajador ordinario durante 15 años. De forma que sabemos que la cantidad dada a cada siervo era considerable.

Interpretados con mayor amplitud, los talentos se refieren a varios dones que Dios nos ha dado para nuestro uso. Esta definición abraza a todos los regalos naturales, espirituales y materiales. Incluye a nuestras habilidades y recursos naturales -nuestra salud, educación- tanto como nuestras posesiones, dinero y oportunidades.

Una de las lecciones más sencillas derivadas de esta parábola, es que no es inmoral obtener ganancias a partir de nuestros recursos, buen juicio y trabajo. La alternativa a la ganancia es la pérdida y ciertamente la pérdida de riqueza, especialmente cuando se debe a la ausencia de iniciativa, no constituye una buena administración.

La parábola de San Mateo presupone un entendimiento local del manejo apropiado del dinero. Según la ley rabínica, al entierro se le consideraba como la mejor seguridad en contra del robo. Si una persona a quien se le había confiado dinero, la enterraba tan pronto como llegaba a su posesión, estaría libre de cualquier obligación si a aquél le sucedía algo. Lo opuesto era cierto para el dinero que estaba envuelto en una tela. En este caso, la persona era responsable de cubrir cualquier pérdida, debido al manejo inadecuado del depósito.

Aun así, en esta historia, el amo puso a su entendimiento patas arriba. Consideró que enterrar al talento -y por tanto salir tablas- constituía una pérdida, porque pensó que el capital debería ganar una tasa de rendimiento razonable. Desde este punto de vista, el tiempo es dinero (o interés).

La parábola también posee una lección crítica acerca de cómo usar nuestras capacidades y recursos dados por Dios. En el libro del Génesis, Dios le dio a Adán la Tierra con la cual mezclar su trabajo para su propio uso. En la parábola, de manera similar, el amo esperaba que sus siervos buscaran obtener una ganancia material. En vez de pasivamente preservar lo que les había dado, esperaba que ellos invirtieran el dinero. El amo estaba enojado ante la timidez del siervo que había recibido un único talento. Dios nos ordena usar nuestros talentos para fines productivos. La parábola enfatiza la necesidad de trabajar y de ser creativos, en oposición a la ociosidad.
LA BÚSQUEDA DE LA SEGURIDADA través de la historia, la gente ha tratado de construir instituciones a fin de que brinden una seguridad perfecta, tal como lo hizo el siervo que fracasó. Tales esfuerzos van, desde los estados de bienestar greco-romanos, hasta el totalitarismo pleno del Soviet, así como a las comunas Luditas de los años de los sesentas. De tiempo en tiempo, estos esfuerzos han sido abrazados como soluciones Cristianas a inseguridades futuras. No obstante, en la Parábola de los Talentos, el coraje en vistas de un futuro desconocido le es reconocido al primer siervo, a quien se le había dado la mayor parte. Él había comerciado los cinco talentos y, al así hacerlo, adquirió cinco más. Habría sido más seguro para el sirviente invertir el dinero en el banco para recibir interés. Por su fe en su amo, a él le es permitido conservar aquello que se le había confiado y lo que ganó y es invitado a regocijarse con su amo.

Esto implica una obligación moral de confrontar la incertidumbre de una manera empresarial. Nadie hace esto mejor que el empresario. Mucho tiempo antes de saber si habrá un rendimiento en sus inversiones o ideas, él arriesga su tiempo y propiedad. Debe pagar salarios mucho antes de que tenga alguna idea de haber predicho exactamente los eventos futuros. Mira al futuro con coraje y sentido de oportunidad. Al crear nuevas empresas, abre alternativas para que los trabajadores escojan entre ganar un salario y desarrollar sus habilidades.

Entonces, ¿por qué los empresarios son a menudo castigados como pobres siervos de Dios? Muchos líderes religiosos hablan y actúan como si fuera inmoral el uso por el empresario de sus recursos y talentos naturales a fin de obtener una ganancia, noción que debería de dejarse de lado a la luz de la Parábola de los Talentos. El siervo ocioso habría evitado este destino funesto siendo más empresario. Si se hubiera esforzado para comerciar con el dinero de su señor y regresar con menos de un talento, no habría sido tratado tan duramente, pues él habría laborado en nombre de su dueño.

EMPRESARIEDAD Y CODICIA

La religión debería de empezar a reconocer a la empresariedad por lo que es –una vocación. La habilidad para tener éxito en los negocios, intercambio de acciones o invertir en la banca, constituye un talento. Tal como con otros dones, no deberá ser malgastado, sino usado plenamente a la gloria de Dios. Los críticos ligan al capitalismo con la codicia, no obstando que la naturaleza fundamental de la vocación empresarial está enfocada en la necesidad de los clientes. Para tener éxito, el empresario debe servir a otros.

La codicia es un peligroso espiritual que nos amenaza a todos, independientemente de nuestra riqueza o vocación. El término tiene un elemento proporcional, significando que hay un deseo excesivo o insaciable de la ganancia material, a pesar del estatus financiero. Este deseo es excesivo cuando, en las profundidades del ser de una persona, se sobrepasan los intereses morales y espirituales. Esta parábola hace bien claro que la riqueza como tal no es injusta –dado que el primer siervo recibió más que el segundo y que el tercero. Y, cuando lograr una ganancia es el objetivo del talento empresarial, no es codicia. Es el uso apropiado del don.

Además de condenar a las ganancias, los líderes religiosos a menudo favorecen una nivelación social y una redistribución del ingreso. El cuidado universal de la salud, un gasto mayor en el bienestar social e impuestos más altos sobre los ricos, todos, son promovidos en nombre de la ética Cristiana. El objetivo último de tales constructos es la igualdad, como si todas las desigualdades que existen entre las personas son de alguna manera inherentemente injustas. No obstante, eso no es lo que Jesús nos dice en la Parábola de los Talentos. El amo confió en cada uno de sus siervos, de acuerdo con la habilidad de cada uno de ellos. Uno recibió cinco, en tanto que el otro, sólo uno. Aquel que recibió lo menos, no recibe simpatía de parte de su dueño por su carencia de recursos, en comparación con lo que les fue dado a sus colegas.

Podemos inferir de esta parábola, que la nivelación del dinero o la reasignación de recursos no es un interés moral apropiado. Los talentos y materias primas de los individuos, que cada uno de nosotros posee, no son inherentemente injustos; siempre habrá desigualdades incontroladas entre las personas. Un sistema moral es uno que reconoce esto y que permite que cada persona use sus talentos a plenitud. Todos tenemos la responsabilidad de emplear las facultades con las cuales se nos ha dotado.

También podemos aplicar la lección de esta parábola a la política social de nuestro país. En nuestro sistema vigente, el esfuerzo de los trabajadores es gravado para brindar apoyo a muchos que no trabajan. A menudo escuchamos que “no hay trabajos” para muchos de nuestros pobres. Sin embargo, siempre hay trabajo por hacer. Un hombre con dos manos que laboran puede encontrar empleo por un dólar la hora. Él toma una decisión de no trabajar. Es más, nuestro sistema de bienestar desestimula al trabajo. Creó un incentivo perverso para formar parte de la red de bienestar, a menos que surja un empleo que le pague al menos tanto como la ayuda gubernamental. Dios le ordena a toda la gente que use los talentos que se les han dado, a pesar de que, en nombre de la caridad, nuestro sistema de bienestar estimula a las personas para que dejen atrofiar sus habilidades naturales o que del todo se mantengan alejados de descubrir sus talentos.

Así, estimulamos al pecado. La Parábola de los Talentos implica que la inactividad -o el desperdicio del talento empresarial- incita la ira de Dios. Después de todo, el siervo humilde no ha desperdiciado el dinero de su señor; tan sólo lo escondió en la tierra, algo que era permisible según la ley rabínica. La rapidez de la reacción del amo es sorprendente. Lo llama “malo y perezoso” y lo proscribe por siempre. Aparentemente no es tan sólo la pereza la que provoca tal ira sobre su cabeza. Tampoco ha mostrado contrición y le ha echado la culpa a su amo por su timidez. Su excusa para no invertir el dinero es que él veía a su amo como un hombre duro y exigente, aun cuando se le habían dado recursos generosos El académico de la Biblia, John Meir, comenta que, “por temor a fracasar, ha rehusado incluso a tratar de tener éxito.”

Esta parábola también nos dice algo acerca de la macroeconomía. El amo se fue de viaje dejando tras sí un total de ocho talentos; al regreso, se habían convertido en quince. La parábola no es la historia de un juego de suma cero. La ganancia de una persona no es a expensas de otra. El negocio exitoso del primer siervo no afecta los prospectos del tercer siervo. Eso es así en la economía de hoy. A diferencia de lo mucho que a menudo se predica desde el púlpito, el éxito del rico no surge a expensas del pobre.

Si al hacerse rico el más exitoso de los sirvientes habría dañado a los otros, el dueño no lo habría alabado. Un uso sabio de los recursos en la inversión y de ahorrar ganando intereses, no sólo es correcto desde el punto de vista individual; también de la misma forma ayuda a otros en la economía. Una marea creciente levanta a todos los botes, solía decir John Kennedy. Similarmente, la riqueza del mundo desarrollado no recae sobre las espaldas de las naciones en desarrollo. La Parábola de los Talentos implica una economía libre y abierta.

A menudo, cristianos orientados hacia la izquierda citarán las palabras de Jesús: “Que difícil es entrar al Reino de Dios. Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el Reino de Dios.” Sus discípulos se quedaron atónitos ante esto y se preguntaron, entonces, quién podría ser salvado. Jesús respondió a sus temores: “Para los hombres esto es imposible; más para Dios todo es posible.” Esto no significa que nuestro éxito material nos mantendrá alejados del cielo, pero ello implica, a la vez, la necesidad de ordenar nuestras vidas apropiadamente, antes que todas nuestras preocupaciones materiales. Nuestra preocupación por Dios debe venir justamente tal como los siervos pensaron acerca del interés de su dueño, al buscar obtener ganancias. Permanece siendo cierto que, a pesar de todos nuestros bienes y escrituras mundanas, descansamos plenamente en Dios para lograr la salvación.

Pero, para la conducción de las cosas de la economía, descansamos fuertemente en el empresariado, la inversión, la asunción de riesgos y la expansión de la riqueza y la prosperidad. Debemos de dale un ojo crítico a la forma en que la cultura trata a la empresa. Las revistas de negocios todo el tiempo tienen historias de negocios exitosos. El héroe es, a menudo, el empresario quien mira hacia el futuro, con coraje y alegría, quien en mucho es como el sirviente capaz, al que se le dan cinco talentos. No obstante, al mismo tiempo, la fe religiosa popular continúa ensalzando y promoviendo un comportamiento endémico del siervo ocioso, que fuera apartado por el amo.

La Cristiandad es a menudo culpada por los proyectos socialistas fracasados en todo el mundo. Y, en muchos casos, cristianos equivocados se han involucrado en edificar constructos socialistas. La lección de la Parábola de los Talentos necesita ser mejor entendida. El sueño socialista no es uno moral. Simplemente institucionaliza al comportamiento réprobo del siervo menor. En donde Dios ordena acción creativa, el socialismo estimula la ociosidad. En donde Él demanda fe y esperanza en el futuro, el socialismo promete una forma vulgar de seguridad. Cuando la Parábola de los Talentos implica la moralidad de la libertad de comerciar, invertir y obtener ganancias, el socialismo la niega.

Toda la gente de fe necesita trabajar para cerrar el abismo que existe entre la religión y el entendimiento económico. La parábola de Jesús es un buen lugar para empezar a incorporar la moralidad de la empresa y del libre mercado dentro de la ética Cristiana.


El sacerdote paulista Robert A. Sirico es presidente del Instituto Acton para el Estudio de la Religión y la Libertad en Grand Rapids, Michigan.