PDA

Ver la Versión Completa : RICHARD M. EBELING-LOS INCAS Y EL ESTADO COLECTIVISTA



Jorge Corrales Quesada
06/09/2017, 13:22
En ciertos momentos me ha tocado leer comentarios en diversas fuentes, que tienden a idealizar la vida en comunidades indígenas antes de la llegada de Colón a América, lo cual tuvo asociado un largo período de colonización en el continente. Por eso mi interés acerca del tema se estimuló al leer este interesante artículo sobre el estado colectivista característico de los incas, que he traducido para compartirlo con ustedes.
LOS INCAS Y EL ESTADO COLECTIVISTA

Por Richard M. Ebeling
Fundación para la Educación Económica
Martes 25 de julio del 2017
Los ejemplos de control gubernamental sobre la vida económica y social son tan viejos como la historia registrada y siempre tienen características que son universales en cuanto a sus efectos perversos, independientemente de tiempo o lugar. Uno de los más famosos episodios colectivistas fue aquel de los incas y su imperio en América del Sur.

El Imperio inca emergió de una pequeña tribu de las montañas de Perú en los siglos XII y XIII. Lo suyo fue una teocracia militar. Los reyes incas racionalizaron su papel brutal con base en un mito de que el dios sol, Inti, tuvo piedad de la gente de esas montañas y les envió a su hijo y a otros parientes para que les enseñaran cómo construir casas y como manufacturar productos rudimentarios para la vida cotidiana. Los siguientes reyes incas alegaron que descendían de esos seres divinos y que, por ello, se les ordenó comandar y controlar a todos aquellos que cayeran bajo su poder y autoridad.
UN IMPERIO DE CONQUISTA Y COLECTIVISMOLos siglos XIV y especialmente el XV y el XVI vieron la expansión de los incas hacia un gran poder imperial, con control sobre un territorio que corre a lo largo de la costa oeste de Suramérica e incluía mucho de lo que hoy es Perú, Ecuador, Bolivia, Chile y partes de Argentina y Colombia. Los incas fueron derrocados en la década de 1530, por la conquista española bajo el liderazgo de Francisco Pizarro.

Los reyes incas, afirmando ser tanto hijos como sacerdotes del dios sol, lograron controlar a toda la gente y propiedad en sus dominios. Y, como la mayoría de los sistemas socialistas a través de la historia, combinaron al privilegio con el igualitarismo. Cuando los invasores españoles entraron a la capital inca de Cuzco, quedaron asombrados por la grandeza de los palacios, templos y casas de la élite inca, así como por los sistemas de acueductos y calles pavimentadas.

Sin embargo, al ser una economía basada en el trabajo de los esclavos, había pocos incentivos o ganancias rentables para fomentar tecnología que elevara la productividad de la mano de obra o que redujera la cantidad de trabajo necesaria para llevar a cabo las tareas agrícolas y manufactureras. Los métodos de producción eran primitivamente intensivos en mano de obra. Así, los españoles, en comparación, estaban mucho mejor equipados para derrotar a los incas en una guerra.
LA ÉLITE INCA Y EL “COMUNISMO” DE LA GENTE COMÚNLa sociedad inca estaba rígidamente estructurada a lo largo de líneas jerárquicas de poder y privilegio. La clase gobernante inca, por debajo del rey dios sol inca, proveía la membresía de los administradores burocráticos, los cuerpos de oficiales militares, los sacerdotes y los académicos. Bajo ellos estaban los campesinos incas, los pastores y los artesanos; ellos también fueron usados para poblar las nuevas tierras conquistadas, para asegurar la dominación inca sobre las poblaciones derrotadas.

Por debajo de los campesinos estaban los esclavos, quienes, según la leyenda inca, estaban originalmente condenados a la muerte, pero por piedad eran indultados del exterminio, sólo si servían como humildes trabajadores en una servidumbre perpetua.

Los gobernantes incas impusieron un igualitarismo compulsivo en virtualmente todas las cosas. En El Fenómeno Socialista (1980), el disidente de la era soviética, Igor Shafarevich (1923-2017), explicó que:

“La completa subyugación de la vida a las recetas de la ley y a la oficialidad condujo a una extraordinaria estandarización: ropas idénticas, casas idénticas, calles idénticas... Como resultado de este espíritu de estandarización, cualquier cosa que fuera un poquito diferente fue vista como peligrosa y hostil, ya fuera el nacimiento de gemelos o al descubrirse una roca con forma extraña. Se creía que tales cosas eran manifestaciones de fuerzas del mal hostiles a la sociedad.”

“¿Hasta qué grado es posible llamar socialista al estado inca?... Los principios socialistas se expresaban claramente en la estructura del estado inca: la casi completa ausencia de propiedad privada, en particular de la tierra; la ausencia de dinero y comercio; la eliminación total de la iniciativa privada en todas las actividades económicas; la regulación detallada de la vida privada; el matrimonio por decretos oficiales; la distribución por el estado de esposas y concubinas.”
LA PLANIFICACIÓN RÍGIDA Y DETALLADA DE LA VIDA COTIDIANAUna descripción detallada acerca de la naturaleza y el funcionamiento del estado inca se encuentra en el trabajo clásico de 1927 del economista e historiador Louis Baudin (1887-1964, El Imperio Socialista de los Incas. Los incas gobernaron por medio de un sistema de control y comando cruel y extendido, explicó Baudin:

“Todo sistema socialista debe descansar en una poderosa administración burocrática. En el Imperio inca, tan pronto como una provincia era conquistada, su población sería organizada sobre una base jerárquica y los funcionarios [imperiales] inmediatamente empezarían a trabajar...

“En general, estarían a cargo de preparar los cuadros estadísticos, pedir los suministros y provisiones necesitadas por su grupo [sobre quienes regían] (semillas, alimentos básicos, lana, etcétera), distribuir la producción de los productos obtenidos, solicitar la asistencia y ayuda en caso de necesidad, supervisar la conducta de sus inferiores, y rendir reportes y contabilidades completas a sus superiores. Estas operaciones se facilitaban por el hecho de que aquellos bajo su supervisión estaban obligados a admitirlos en sus casas en todo momento, y a permitirles inspeccionar todo en sus hogares, hasta los utensilios para cocinar e incluso a comer con las puertas abiertas...”

La burocracia inca lanzó sus redes sobre todo lo que gobernaban y pronto los transformó en dóciles y obedientes súbditos, por medio de una “absorción lenta y gradual dentro del estado... hasta que lograban la pérdida de la personalidad. El hombre fue hecho para el estado, y no el estado para el hombre,” dijo Baudin.

Los incas trataron de desterrar “las dos grandes causas del desafecto popular, la pobreza y la ociosidad... Pero, en esa misma línea, secaron las dos fuentes de progreso, la iniciativa y el interés de prever para el futuro.” El gobierno inca llevó a cabo todo pensamiento y planificación de sus súbditos, con el resultado de que se dio un “estancamiento del comercio... una carencia de vitalidad y ausencia de originalidad en las artes, el dogmatismo en la ciencia y la infrecuencia de hasta las invenciones más simples.”
EL ESTADO DE BIENESTAR INCAEsta inercia fue promovida por medio de las instituciones del estado de bienestar. “En cuanto al interés de prever para el futuro,” preguntó Baudin,” ¿cómo pudo eso haber sido desarrollado en un pueblo cuyos graneros públicos estaban repletos de provisiones y cuyos funcionarios gubernamentales tenían orden de distribuirlos en caso de necesidad? No fue necesario pensar más allá de las necesidades del momento.”

Además, el estado de bienestar inca socavó el motivo para ejercer la caridad y cualquier sentido de responsabilidad hacia la familia o la comunidad:

“No obstante, lo que es aún más serio es que la sustitución del individuo por el estado en el dominio económico destruyó al espíritu caritativo. El nativo peruano, al esperar que el estado lo hiciera todo, ya no tenía que interesarse a sí mismo por sus congéneres y tenía que acudir en su ayuda tan sólo si la ley se lo requería. A los miembros de la comunidad se les obligó a trabajar la tierra para beneficio de aquellos que estaban incapacitados; pero, cuando esta tarea había sido realizada, quedaban libres de todas las obligaciones futuras. Tenían que ayudar a sus vecinos si se les ordenaba hacerlo por parte de sus caciques, pero no estaban obligados a hacer algo como iniciativa propia. Este es el porqué, para el momento de la conquista española, los sentimientos humanitarios básicos estaban en peligro de desaparecer del todo.”

La vida también se redujo a una existencia triste de uniformidad, seguridad y orden que era impuesto y garantizado por la burocracia inca. Baudin trató de dar respuesta a la pregunta: ¿Estaba feliz la persona promedio bajo el gobierno de los reyes incas?

“Él laboró contento para un amo que consideraba como divino. Tan sólo tenía que obedecer, sin el problema de tener que pensar. Si su horizonte era limitado, no se daba cuenta de ello, pues él no conocía algún otro; y si él no podía erguirse socialmente por sí mismo, de ninguna forma sufriría por ello, dado que no conocía que tal surgimiento fuera posible. Su vida siguió su curso pacífico, rota su monotonía por festivales feriados periódicos y por acontecimientos como matrimonios, servicio militar y servicios laborales obligados, todos en estricta concordancia con las regulaciones. El indio tenía sus alegrías y sufrimientos en fechas específicas. Sólo la enfermedad y la muerte perseveraron para escapar de la regulación gubernamental. Era una felicidad de índole negativa, con unas pocas adversidades y unas pocas grandes alegrías. El imperio produjo lo que D’Argenson llamó la ‘colección de hombre felices’...”

“En el estado inca sólo los miembros de la clase gobernante y, muy en especial, el cacique, podían vivir una vida plena; fuera de él y su familia, los hombres ya no eran hombres, sino engranajes en la maquinaria económica o cifras en las estadísticas oficiales.”

Es por esta razón que, en su interpretación personal de los incas, Igor Shafarevich concluyó que “El estado inca parece haber sido una de las encarnaciones más plenas de los ideales socialistas de la historia humana.”

En nuestra propia época, la plaga del control gubernamental no ha sido diferente. Los estados colectivistas del siglo XX ciertamente que se emparejaron en cuanto a intensidad y omnipresencia con la comprensivamente planificada sociedad de los antiguos incas. El colectivismo “democrático” en que vivimos en el siglo XXI no carece de menos marcas de similitud.

EL PATERNALISMO POLÍTICO DEBILITA LA LIBERTAD

Aquellos que administran las agencias reguladoras en la sociedad moderna supervisan muchos de nuestros asuntos económicos. Se entrometen y luego proceden a regular nuestros asuntos personales y familiares.

Asumen la responsabilidad de nuestro bienestar y de nuestra felicidad, y tratan de protegernos de todas las pruebas y tribulaciones de nuestra vida diaria. Vigilan nuestra educación, nos cuidan cuando estamos enfermos, nos encuentran empleo si estamos desempleados y nos pagan cuando estamos sin empleo. Les preocupa nuestra salud mental y vigilan lo que comemos. Toman un interés en las cosas que leemos y en los entretenimientos y actividades de ocio a los que nos entregamos.

Una libertad tras otra ha sido crecientemente reducida, debilitada y, luego, quitada por el gobierno, ahora responsable de lo que previamente había sido dominio del individuo.

Pero, también en esto, el proceso no ha sido distinto de lo que sucedió bajo los incas. Louis Baudin lo señaló:

“El veneno [de un paternalismo político creciente] no fue dado a los indios en dosis masivas que hubieran provocado una reacción, sino que fue administrado gota a gota, hasta que provocó la pérdida de la personalidad...”

“Y quienquiera que haya adquirido el hábito de obediencia pasiva, termina siendo no más capaz de actuar por sí mismo y llega a amar el yugo que se puso sobre él. Nada es más fácil que obedecer a un amo que tal vez es riguroso, pero quien gobierna todo los detalles de la vida, asegura el pan de todos los días y hace posible proscribir toda preocupación de la mente.”

En lugar de un rey gobernando en nombre de un divino dios sol, tenemos una élite intelectual y política “progresista” que alega saber cuál es el “lado correcto de la historia” al que, bajo su guía, debería moverse la humanidad. En lugar de príncipes y sacerdotes privilegiados, cebados a expensas de esclavos y de obedientes comuneros incas, tenemos redes de grupos de presión especiales, que usan el poder del saqueo político para nutrirse de los miembros productivos de la sociedad.

En vez de una tierra colectivizada y un trabajo obligatorio forzado, como era bajo los incas, tenemos una red regulatoria de controles y órdenes y prohibiciones que restringen y dictan, a cada uno de nosotros, lo que debemos hacer con nuestras vidas con la propiedad privada que supuestamente poseemos, pero que crecientemente ha sido puesta a la discrecionalidad de los que administran el estado intervencionista.

SE REQUIERE DE UN SACRIFICIO COLECTIVO ALTRUISTA

Los planificadores políticos y expoliadores de hoy, tal como los antiguos incas colectivistas de hace 500 años, imponen su mandato y control a través de dos medios esenciales. Como en una ocasión el economista liberal francés, Yves Guyot (1843-1928), lo hizo notar: por medio de “la supresión del interés privado como motivo de las acciones humanas y la sustitución del altruismo”, como razón para los sacrificios de los hombres y de su pérdida de libertad para obligarles a servir al colectivo.

Por supuesto que muchos, si no es que la mayoría, de los modernos “progresistas” y “social demócratas” negarían cualquier parecido familiar con la crueldad, el absolutismo y la agresión imperialista de los incas y su imperio colectivista. Aun así, permanecen siendo iguales la esencia del sistema inca y los prerrequisitos institucionales para lograr los objetivos de los ingenieros sociales.

Ambos exigen la servidumbre del individuo y de su vida ante los dictados de otros que poseen el poder de la coerción, para hacer que él se agache y obedezca a la autoridad política. Ambos requieren de la derogatoria del derecho del individuo para adquirir y utilizar pacíficamente la propiedad y de asociarse a otros en el libre mercado.

Ambos exigen el supuesto de que los intereses mantenidos por el grupo, colectivo o tribal, están antes y son superiores a los propósitos y objetivos de cualquier individuo. El individuo es hecho para que parezca pequeño, muy lejos de ser plenamente relevante, comparado con la masa social, cuyos intereses imaginarios están antes que los suyos.

Y en ambos el individuo es indoctrinado en la creencia de que debe sacrificarse por ese supuesto “bien mayor,” y acerca de que debería sentirse culpable si fracasa en rendirse por sí mismo al “bienestar general.”

Entre los antiguos incas, a algunos se les llamó para que se rindieran a su propia ejecución como sacrificios humanos, a fin de aplacar los deseos y demandas del dios sol. En el moderno estado de bienestar, se espera que los individuos dejen de lado sus propias elecciones para que plenamente vivan, actúen e interactúen pacíficamente, en tanto que otros en el servicio militar algunas veces son requeridos para sacrificar sus vidas en nombre del “interés nacional.”

Por fortuna, el espíritu humano no se fractura tan fácil y permanentemente, tal como los incas creían haber tenido éxito al hacerlo en su imperio siglos atrás, o como en la actualidad lo continúan tratando de hacer los colectivistas modernos. Hay algo dentro del individuo que valora la expresión propia y conserva el deseo de ser libre. Esta fuerza interna, si se despierta, asegura que esa libertad nunca se extinguirá totalmente.

Richard M. Ebeling es el Profesor Distinguido BB&T de Ética y de Liderazgo de Libre Empresa en La Ciudadela en Charleston, Carolina del Sur. Fue presidente de la Fundación para la Educación Económica (FEE) del 2003 al 2008.