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Jorge Corrales Quesada
06/09/2017, 13:17
Sé que es un poco largo, pero me parece que es una explicación muy sencilla del sentido de los llamados déficits comerciales. Es la razón por la cual he traducido este artículo del economista Richard M. Ebeling, que culmina recordando la responsabilidad de las políticas públicas en el déficit comercial de las naciones.

LOS DÉFICITS COMERCIALES NO IMPORTAN –A NO SER QUE SEAN CAUSADOS POR EL GOBIERNO
Por Richard M. Ebeling
Fundación para la Educación Económica
Jueves 18 de mayo del 2017
En el 2016, los Estados Unidos exportaron bienes y servicios por un monto de $2.209 billones e importaron bienes y servicios con un valor de mercado de $2.712 billones. Por tanto, el déficit comercial del 2016 fue de $502.3 miles de millones. El déficit comercial representó un poco más del 10 por ciento del comercio total de bienes y servicios de más de $4.92 billones, entre Estados Unidos y el resto del mundo. Y fue tan sólo de alrededor del 2.7 por ciento del total del Producto Doméstico Bruto de los Estados Unidos en el 2016.

Pero, al escuchar la retórica proveniente de Donald Trump y de otros en su administración, sería fácil asumir que el balance comercial de los Estados Unidos está causando miseria en los mercados y daño económico al pueblo estadounidense.

Nada puede estar más alejado de la verdad. La neblina conceptual y la confusión de política pueden ser suprimidas si nos enfocamos e iniciamos con aquello con lo cual empieza toda actividad económica: el comprador y el vendedor individual en el mercado.

Por ejemplo, personalmente estoy teniendo un enorme déficit de balanza comercial con muchos de los individuos del sector privado, con quienes interactúo en el mercado. Aun así, no siento que aquellos a quienes yo les compro más de lo que les vendo se están aprovechando de mi persona.

Además, sigo una política de “austeridad” fiscal auto-impuesta al administrar las finanzas de mi hogar. Gasto menos para propósitos de consumo actual que lo que mi ingreso de otra manera me permite, debido al hecho de que uso parte de mi ingreso en pagar deuda previamente incurrida. Adicionalmente, separo ahorros (por los cuales gano ingresos por intereses y una apreciación del capital de activos que poseo), a fin de facilitar la inversión de otras personas y gastos relacionados para fondear sus actividades de formación de capital.
CADA UNO DE NOSOTROS ES UN “EXPORTADOR” Y UN “IMPORTADOREn el sistema social de división del trabajo, yo gano ingresos por salarios al “exportar” mis habilidades y servicios de enseñanza a una institución de educación superior. Los estudiantes (o sus padres) pagan colegiatura a esa institución, de la cual es pagado mi salario por dar clases y brindar otros servicios.

Ciertamente, disfruto dar clases y tener la oportunidad de compartir con mentes jóvenes en el aula mi entendimiento de teoría económica y su aplicación, a una amplia gama de temas de política social y económica. Pero, tal como a menudo les digo a mis estudiantes, tengo la esperanza de que no se sentirán muy ofendidos cuando les digo que, si esa institución no me estuviera pagando, es muy posible que no estaría disfrutando de su compañía en esa aula.

En otras palabras, yo “exporto” mis servicios de enseñanza a otros, como forma de obtener medios para usarlos en satisfacer mis fines basados en el mercado –la “importación” a mi hogar de todos los bienes y servicios producidos y adquiribles de otros en un ahora creciente mercado global.

Adam Smith explicó hace mucho tiempo, en su famoso libro La Riqueza de las Naciones (1776), la razón por la cual yo y todo el mundo en la sociedad moderna hace esto:

“Siempre fue máxima constante de cualquier prudente padre de familia no hacer en casa lo que ha de costar más caro que comprarlo. El sastre, por esta razón no hace zapatos para sí y para su familia, sino que los compra del zapatero; éste no cose sus vestidos, sino que los encomienda al sastre; el labrador no hace en su casa ni lo uno ni lo otro, sino que emplea el dinero en dar que trabajar a aquellos dos operarios.”

“Interesa a todos ellos emplear su industria por aquel camino que les proporciona más ventajas, comprando con una parte del producto de la propia, o con su precio que es lo mismo, lo que la industria de otro produce y ellos necesitan.”

“Rara vez deja de ser prudente en la dirección económica de un Estado la máxima que es acertada en el gobierno de una familia particular. Cuando de un país extranjero se nos puede surtir de una mercadería a precio más cómodo que al que nosotros podemos fabricarla, será mejor comprarla que hacerla, dando por ella parte del producto de nuestra propia industria, y dejando a ésta emplearse en aquellos ramos en que saque ventaja al extranjero...”

“...y ciertamente no está empleado con la mayor ventaja aquel capital que se destina a un objeto que pueda comprarse más barato que hacerse... En consecuencia, con estos estatutos se separa la industria del país de un empleo más ventajoso y se aplica en lo que es menos, y en lugar de aumentarse el valor permutable de su producto anual, no puede menos de disminuirse considerablemente.”
CADA UNO DE NOSOTROS VIVIRÍA VIDAS PRIMITIVAS SIN EL COMERCIOCada una de nuestras vidas individuales sería vivida en un nivel primitivo si cada uno de nosotros tuviera que descansar en sus propias habilidades productivas, en un intento auto-suficiente de satisfacer todos nuestros fines, objetivos y propósitos individuales, basados en nuestro conocimiento, habilidades y experiencias particulares, y en los accidentes geográficos de los recursos y las materias primas fortuitamente localizados en nuestra proximidad física personal.

Al participar en un sistema social de división del trabajo, todos mejoramos nuestras propias circunstancias, al mejorar recíprocamente aquellas de todos con quienes intercambiamos. Cada uno de nosotros tiene a su disposición, por medio del proceso competitivo del mercado, numerosos bienes y servicios que, de otra manera, no estarían disponible para nosotros, si no pudiéramos echar mano a las capacidades, habilidades y recursos de otras personas y de las cuales carecemos.

También nos beneficiamos porque hay otros quienes pueden hacer bienes o servicios que nosotros deseamos, en menor tiempo o con mejor calidad, que si nosotros llevamos a cabo su producción o provisión por nuestra parte.

Hay más aún, aun cuando somos mejores en una diversidad de actividades que nuestros socios comerciales potenciales, sin duda que somos parcialmente mejores en uno o en una pequeña cantidad de cosas, comparadas con otras cosas a las que podemos dedicar nuestro tiempo para hacerlas. En este caso, el comercio con los otros nos libera para especializarnos en lo que somos más productivos, especialmente en términos de valores en el mercado, de forma que, para maximizar el ingreso que podemos ganar, con base en lo que entonces podemos comprar de lo que otros tengan en venta -“importar”- tanto como lo permita nuestro ingreso.

De esa manera, podemos ganar, aun cuando compramos o usamos los servicios incluso de aquellos notoriamente menos eficientes y productivos que nosotros en ciertas actividades, de forma que nos permite especializarnos en lo que otros socios comerciales potenciales valoran más o más intensamente, a fin de que nosotros los hagamos para ellos.
TODOS NOSOTROS TENEMOS “SUPERÁVITS” Y “DÉFICITS” CON OTROSNo hay escapatoria a que en tal sistema de mercado con división del trabajo, cada uno de nosotros tenga “superávits” con algunos de nuestros socios comerciales y “déficits” comerciales con muchos otros. Por desgracia, hay pocos que están interesados en “importar” mis clases, conferencias y escritos de economía, pero hay muchos quienes “exportan” bienes y servicios que yo deseo comprar. Por tanto, para ganar un ingreso descanso en el pequeño número de la sociedad que está interesado en comprar mis “exportaciones,” para cubrir financieramente mis compras de muchas otras “importaciones.”

Así, puedo ganar, digamos $1.000, al ofrecer dar una conferencia de economía a una audiencia de 50 personas, ninguna de las cuales podría ser productor directo o indirecto de bienes específicos que estoy interesado en comprar. Ellos “importan” más de mí en la forma del valor en dólares de mi conferencia, que lo que ellos “exportan” hacia mí, como pago en la manera de bienes particulares que tienen para vender. Yo tengo un “superávit” comercial con ellos y ellos tienen un “déficit” comercial conmigo.

Por otra parte, puedo gastar los $1.000 en bienes y servicios ofrecidos por otras 5.000 personas que participaron en la manufactura y mercadeo de bienes que yo deseo comprar, pero ninguna de ellas gastaría diez centavos para escuchar una conferencia aburrida sobre la economía del comercio internacional. Yo tengo un “déficit” comercial con esta gente, en el tanto en que yo compro más de ellos, que lo que ellos compran de mi persona. De manera que, al mismo tiempo, lo de ellos es un “superávit” comercial en sus intercambios conmigo en el mercado.

LOS DESBALANCES COMERCIALES REFLEJAN DECISIONES ACERCA DEL AHORRO Y LA INVERSIÓN

Ahora bien, mi balance comercial global puede que sea “positivo” o bien “negativo”. Si mis compras “importadas” de otros son menos que mis “exportaciones” generadoras de ingresos, entonces, yo soy un exportador neto. Esto es, soy un “ahorrante” neto, quien presta parte de mi ingreso ganado a otros, más frecuentemente de manera indirecta por medio de instituciones financieras, que toman mis ahorros depositados junto con aquellos de otros y los prestan supuestamente a prestatarios de buen crédito. Yo anticipo que recibiré de regreso el principal que les he prestado, además de cualquier interés acordado, al posponer el uso de mi propio ingreso “ganado al exportar”, ya sea en más “importaciones” de bienes deseados o más directamente en usar mis propios ahorros para propósitos de alguna inversión.

O, la relación podría ser a la inversa. Podría ser aquél con un “déficit” en el balance comercial global. Esto es, deseo hacer una inversión para la cual mi propio ingreso o ahorros previamente acumulados no es suficiente para tener el fondeo completo; de forma que ahora “importo” capital financiero de otras personas para usarlo (ojalá) en una empresa rentable que más que me permitirá pagar en el futuro la suma pedida prestada, cuando se haya completado el período de inversión. Planeo ofrecer un producto a otros en el mercado, con el cual proyecto ingresos por ventas lo suficientemente altas como para pagar los fondos pedidos prestados y los pagos de intereses y aun así obtener una ganancia, lo cual habrá hecho que la empresa haya sido del todo valiosa.

Ya sea que soy exportador neto de mis ahorros a otros o importador neto de los ahorros de otros para mis propios propósitos, en tal comercio voluntario en el transcurso del tiempo, de ahorros prestados “hoy” y su pago de regreso en un “mañana” futuro, tanto el prestamista como el prestatario se vislumbran a sí mismos que están mejor, comparado con una situación en la que se les negó o prohibió tomar ventaja de esta oportunidad de intercambio descubierta para mejorar sus circunstancias mutuas, al mirar sus opciones y preferencias de valoración en el tiempo.

Cuando estas transacciones financieras (y algunas otras categorías de rubros) se combinan con la compra y venta de bienes terminados, más inmediatos y específicos, y de servicios, la balanza comercial se transforma en una balanza de pagos. Esto es, una sumatoria de todas las transacciones en una hoja de balance global. Si todas las entradas han sido apropiadamente registradas, los dos lados de esta hoja de balanza de pagos serán iguales el uno con el otro. La suma monetaria de los ahorros prestados igualará la suma monetaria de las inversiones llevadas a cabo entre individuos, en sus papeles de “exportador” e “importador” en el mercado.
LAS BALANZAS COMERCIALES NACIONALES PROVIENEN DEL COMERCIO DE INDIVIDUOSAhora bien, lo que es cierto para usted y para mí, según lo expuesto hasta ahora, no es menos cierto si se le mira desde la perspectiva de la nación como un todo. Debido a la tradición histórica de observar conjuntadas las actividades económicas de todos los ciudadanos de un estado-nación, como si representaran una diferente y significativa unidad política de análisis y de políticas, es frecuente hablar del balance comercial de un país con respecto a otros países, con los que sus ciudadanos interactúan.

Podemos sumar todos los balances comerciales individuales de las personas residentes en, digamos, Charleston, Carolina del Sur. Estos podrían ser sumados junto con los de todos los demás que viven y trabajan en el estado de Carolina del Sur. Y esto, a su vez, podría ser sumado y agregado a los balances comerciales de todas las otras personas que viven y trabajan, respectivamente, en los restantes cuarenta y nueve estados de los Estados Unidos de América.

Bien, dado que es tan común pensar sólo en términos de naciones-estados en relación la una con la otra en el gran escenario de los asuntos políticos y económicos globales, poca o mucha menos atención le es prestada a la balanza comercial de Ohio en comparación con, digamos, Nevada o Vermont. Pero esto, también, mostraría los mismos rasgos, en sus características generales, que se observarían en el balance comercial de un individuo, en un extremo del espectro analítico y la balanza comercial de los Estados Unidos, vis a vis otras naciones del mundo, al otro extremo de ese espectro analítico.

LOS DÉFICITS EN LA BALANZA COMERCIAL PUEDEN ALIMENTAR EL DESARROLLO ECONÓMICO

Durante buena parte del siglo XIX, unos jóvenes Estados Unidos experimentaron un déficit de la balanza comercial global con sus socios comerciales internacionales. En otras palabras, los ciudadanos de los Estados Unidos eran importadores netos de capital para fondear y financiar inversiones y otros proyectos de capital. A cambio, los entes empresariales estadounidenses intercambiaron bonos (promesas de repagar el dinero pedido prestado en algún momento en el futuro) o acciones (títulos ofrecidos de propiedad parcial en esas empresas para atraer el capital financiero necesario).

Fue este capital extranjero reflejado en los déficits anuales de la balanza comercial, lo que aceleró la incipiente revolución industrial en los Estados Unidos en las décadas de mediados del siglo XIX, una revolución industrial que, de otra manera, habría dependido sólo de los ahorros domésticos. Para la segunda mitad de los años de 1870, los Estados Unidos empezaron a tener superávits en su balanza comercial, al exportar más sus ciudadanos a sus socios comerciales, que lo que importaban de ellos.

Había una diversidad de razones para este cambio, pero, al ir avanzando el siglo XIX, una dominante era que los ciudadanos estadounidenses estaban pagando los préstamos que habían financiado al desarrollo industrial estadounidense. En los años inmediatamente previos al inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914, los ciudadanos estadounidenses empezaron a convertirse en exportadores netos de capital hacia otras naciones alrededor del mundo. Los Estados Unidos se convirtieron en una nación acreedora, en vez de una deudora.

Pero, lo que sea que las estadísticas nacionales de comercio puedan haber mostrado para el país como un todo, durante los siglos XIX y principios del XX, el hecho fue que las estadísticas de toda la nación acerca de importaciones y exportaciones eran (y son), en última instancia, derivadas y basadas en la compra y venta, la “importación” y la “exportación,” de cada uno y de todos los ciudadanos dentro de los confines de las fronteras del estado-nación. Los individuos son los agentes “activos”; los datos del comercio de la nación son meramente reflejo de su producción y su consumo, de su compra y su venta, de sus decisiones de ahorro e inversión, tanto dentro del país como entre ellos y los ciudadanos de otras naciones alrededor del mundo.

LAS IMPORTACIONES Y EXPORTACIONES DE LOS ESTADOS UNIDOS Y EL FONDEO DE LOS DÉFICITS COMERCIALES

Tal como lo vimos, en el 2016 los Estados Unidos tuvieron un déficit de su balanza comercial de $502.3 miles de millones. Esta cantidad es una medición en dólares de qué tanto más los estadounidenses compraron o adquirieron del extranjero, que lo que ellos vendieron en esos países con los cuales comerciaron. Reflejó las elecciones en el mercado de individuos y empresas, para tomar ventaja de oportunidades atractivas de intercambiar tanto en casa como en el exterior.

Esta diferencia neta de importaciones sobre exportaciones, el déficit comercial de $502 miles de millones, representó y reflejó las decisiones de individuos en otros países de invertir en los Estados Unidos, en vez de comprar con mayor inmediatez bienes y servicios exportables de los Estados Unidos, y de los estadounidenses de tomar ventaja de oportunidades de asociarse con otros en tierras extranjeras. La estimación de la inversión extranjera directa en los Estados Unidos en el 2016 se aproxima a casi $400 miles de millones (un aumento del 12% sobre el 2015). La mayoría de los restantes más de $100 miles de millones, lo fue en forma de inversiones indirectas en los Estados Unidos, por medio de instituciones financieras.

LAS IMPORTACIONES Y EXPORTACIONES DE LOS ESTADOS UNIDOS REFLEJAN LAS ELECCIONES DE LOS ESTADOUNIDENSES.

Cada una de las transacciones que compone estos totales nacionales representa un intercambio libre y voluntario entre un consumidor, un empresario o un inversionista, dispuesto y capacitado, con un socio comparable en el mercado, proveniente de algún lugar alrededor del mundo. Cada transacción refleja una oportunidad de beneficio para consumidores y productores e inversionistas estadounidenses y extranjeros.

Cada uno de estos intercambios y transacciones generaron un resultado en el mercado que los participantes en la compra y venta, en el ahorro e inversión, consideraron que elevaba su bienestar, su mejora personal, más que la siguiente mejor opción que podían haber elegido, ya sea de una transacción doméstica u otra del extranjero.

EL ENDEUDAMIENTO DEL GOBIERNO Y LOS PELIGROS DE LOS DÉFICITS COMERCIALES

De manera que, si los temores e inquietudes acerca de los déficits en la balanza comercial están fuera de lugar en las interacciones entre individuos en los mercados dentro y entre las naciones, ¿significa esto que los déficit comerciales nunca constituyen un problema?

Lamentablemente, sí pueden serlo. El culpable no está en los intercambios y transacciones privadas entre participantes en los mercados competitivos, sino en los salones del poder político y su toma de decisiones. Los gobiernos han creado los problemas de la balanza comercial para sus ciudadanos, debido a las políticas monetarias y fiscales que han proseguido.

La historia moderna está llena de ejemplos de gobierno en todo el mundo que pidieron prestadas sumas enormes de dinero a prestamistas externos en los mercados financieros globales, y luego mostraron ser incapaces, por sí mismos, de pagar a los acreedores. Grecia en Europa y Puerto Rico en el Caribe son sólo dos de los ejemplos más recientes.

Los gobiernos han vendido sus bonos para fondear un gasto del estado de bienestar comprador de votos o para burocracias en expansión con el apoyo leal de políticos hambrientos de poder o en sueños ilusorios de poder militar o en proyectos de trabajos públicos colosales, que alaban a grandeza del líder dictatorial o democráticamente electo. Y a menudo se llega a un instante en que los impuestos domésticos y los ingresos de divisas producto de la venta de bienes exportados, son insuficientes para cubrir, en el momento del vencimiento, los pagos del principal y los cargos de intereses.

Ahora bien, por supuesto que los individuos privados también pueden sobrepasarse a sí mismos con una deuda excesiva para el consumo o para inversiones equivocadas, que fracasan en generar los ingresos con los que se espera que se paguen las deudas. Pero, a menos que sean alimentadas por una expansión monetaria que genera sistemáticamente malas inversiones de las empresas, desvía el gasto de consumo y asigna mal los recursos que afectan a la economía como un todo, los errores empresariales en inversiones o elecciones derrochadoras de crédito para el consumo, están “localizados” y sus impactos sobre las actividades del mercado son descentralizados.

Pero, los gobiernos pueden prometer a prestamistas domésticos y extranjeros el “prestigio y la solvencia” de la nación, lo que significa un gravamen sobre los futuros impuestos que se recolecten, junto con una contabilidad fantasiosa, de que una deuda creciente en realidad no es tan elevada y tan seria como problema, como algunos pueden alegar –hasta que llega el día del juicio. Por tanto, un déficit en la balanza comercial puede ser creado por un gobierno irresponsable en el endeudamiento y en el gasto, que puede sentar las bases para una crisis financiera al final del camino.

El libre comercio con un gobierno limitado y fiscalmente restringido, lo que significa libertad individual para vivir y elegir en el mercado competitivo, permanece siendo la mejor política para la libertad y la prosperidad.

Richard M. Ebeling es el Profesor Distinguido BB&T de Ética y de Liderazgo de Libre Empresa en La Ciudadela en Charleston, Carolina del Sur. Fue presidente de la Fundación para la Educación Económica (FEE) del 2003 al 2008.