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Jorge Corrales Quesada
06/09/2017, 13:10
Les invito a leer mi traducción de este interesante artículo de un reconocido investigador de la historia del pensamiento económico, el profesor Richard M. Ebeling. El pensamiento de Marx debe ser valorado por todos los interesados en temas relacionados con el papel del estado en una economía, pero, más importante, por cualquier persona que aprecia y defiende la libertad de la persona, ante el totalitarismo en sus diferentes modalidades.

LA HUIDA DE LA REALIDAD DE MARX

Por Richard M. Ebeling
Foundation for Economic Education
Miércoles 22 de febrero del 2017

Aun cuando pueda parecer extraño, Karl Marx no siempre fue un comunista. Tan atrás como 1842, cuando Marx estaba a la mitad de sus años veinte, él, en efecto, dijo que se oponía a cualquier intento de establecer un sistema comunista. En octubre de 1842 llegó a ser el editor del periódico Rheinische Zeitung [La Gaceta Renana] y él escribió en un editorial:

“El Rheinische Zeitung [La Gaceta Renana]… no admite que las ideas comunistas en su forma actual posean incluso la realidad teórica, y, por tanto, puede aun así desear menos su realización práctica, o incluso considerarlo posible.”

En 1843, Marx fue obligado a renunciar como editor debido a la presión política del gobierno prusiano y terminó yéndose a París. Fue en París en donde conoció a su futuro colaborador de toda una vida, Friedrich Engels (quien ya era un socialista), y empezó un estudio más profundo del socialismo y del comunismo, conduciéndole a la plena “conversión” al ideal colectivista.

FEUERBACH Y LA ADORACIÓN DEL HOMBRE PERFECCIONADO

Desde sus días de estudiante en Berlín, dos filósofos alemanes dejaron su impresión en Marx: George Hegel (1770-1831) y Ludwig Feuerbach (1804-1872). De Hegel, Marx aprendió la teoría de la “dialéctica” y la idea del progreso histórico hacia el progreso universal. De Feuerbach, Marx aceptó la idea del hombre “perfeccionado”. Feuerbach había discutido que, en vez de adorar un ser supernatural inexistente -Dios-, el hombre debería adorarse a sí mismo.

Por lo tanto, la “verdadera” religión del futuro sería la Adoración de la Humanidad, y que el hombre “perfeccionado” sería cambiado de un ser enfocado y guiado por el interés propio, hacia uno que era totalmente altruista; esto es, interesado tan sólo en la mejora de y al servicio de la Humanidad como un todo, en vez de tan sólo a sí mismo.

Marx tomó la noción de Feuerbach de un hombre “perfeccionado” y elaboró lo que él consideró serían las características esenciales de esa naturaleza humana así desarrollada. Había tres elementos para tal ser humano “perfeccionado”, arguyó Marx:

Primero, el Potencial para la “Acción Autónoma.” Esta es la acción llevada a cabo por un hombre tan sólo por su deseo o disfrute, no por necesidad. Si un hombre trabaja en la fragua de un herrero, debido a un deseo de ejercitar creativamente sus facultades para moldear el metal en alguna forma artística, esa es una “acción autónoma” o libre. Si un hombre labora en la fragua debido a que se morirá de hambre, a menos que haga un arado para plantar una siembra, él está actuando bajo una “compulsión” o una “coacción”.

Segundo, el Potencial para una “Orientación Social.” Sólo el hombre, dijo Marx, puede reflejar y dirigir sus acciones conscientes hacia la mejora de la “comunidad” de la cual es parte, y que alimenta su propia capacidad de desarrollo personal. Cuando el hombre se asocia con otros tan sólo por su interés propio, él deniega su verdadero ser “social.” Así, el egoísmo es “indigno” de un ser humano desarrollado.

Y, tercero, el Potencial para la “Apreciación Artística.” Esto es cuando el hombre valora las cosas tan sólo por sí mismas; por ejemplo, la “naturaleza, por el bien de la naturaleza,” o el “arte, en aras del arte como tal.” Ver las cosas, sostuvo Marx, tan sólo desde la perspectiva de cómo algo podía ser usado para mejorar la circunstancia personal del individuo, es una degradación del “verdadero” valor estético de las cosas.

EL CAPITALISMO ALEJA AL HOMBRE DE LA PERFECCIÓN

Feuerbach creía que el hombre estaba “alienado” de sí mismo cuando no estaba “orientado hacia el otro.” Cambiar del interés propio al altruismo era básicamente un estado de la mente que el hombre podía cambiar dentro de sí mismo, decía Feuerbach. Marx insistió en que el problema de la “alienación” no se debía al “estado de la mente” de una persona, sino que estaba condicionado por las circunstancias institucionales “objetivas,” bajos las cuales vivía el hombre. Esto es, las instituciones políticas, sociales y económicas hicieron al hombre lo que es. Cambie el orden social, y el hombre cambiaría. El “capitalismo”, declaró Marx, era la fuente de la alienación del hombre de su “verdadero” ser y de su potencial humano.

¿Cómo se manifestó a sí misma esta “alienación”?

Primero, está la Opresión de la Acción Autónoma. En el mercado, fuerzas “fuera” del control del individuo, determinan lo que es producido y cómo es producido. El individuo “reacciona” al mercado, él no lo controla. De esta manera, las fuerzas del mercado constituyen coacciones externas sobre el hombre. Él responde al mercado por “necesidad,” no por un deseo libre.

Es más, a fin de ampliar la producción y la productividad, el hombre se ve “obligado” a participar en una división del trabajo para ganarse la vida, lo cual le convierte en un “apéndice” de una máquina, en un “esclavo” de las máquinas propiedad de los “capitalistas,” para quienes él está “obligado” a trabajar.

Segundo, hay una Disminuida Orientación hacia el Otro. En el mercado, el individuo ve a los otros tan sólo como medios para sus fines materiales; el comercia con otros para obtener lo que quiere de otros, meramente en busca de su interés propio. El trabajo no es considerado como un proceso comunal “cooperativo”, sino como una relación antagónica entre lo que el individuo quiere y lo que es querido por aquel otro con el cual intercambia.

Tercero, existe una Apreciación Estética Limitada. En el mercado, la gente mira a la naturaleza, los recursos y las creaciones del hombre no como cosas que serían valoradas intrínsecamente por sí mismas, sino como objetos de mercadeo -como medios- para fines personales. La adquisición de cosas -la posesividad- se convierte en el objetivo primario de la actividad económica en busca de ganarse la vida.

LA LIBERACIÓN COMUNISTA DEL HOMBRE COACCIONADO

El comunismo, por medio de la planificación colectiva, haría del trabajo un acto “autónomo,” en vez de una “acción coaccionada”. Cuando es democráticamente regulada por la totalidad de los trabajadores, afirmó Marx, la planificación colectiva surgiría de los deseos de todos los miembros de la sociedad, como su elección y consenso comunitario. Sería conscientemente planeado y dirigido por medio de la participación de todos los miembros de la sociedad, generando así un sentido “orientado hacia el otro” de un “bien común” para el cual todos trabajaban.

Ya nunca nadie más sería forzado y coaccionado a hacer lo que, en la división del trabajo, otro hombre hizo que ellos hicieran. En efecto, el comunismo liberaría a los hombres de la “tiranía” de la especialización. En palabras de Marx, tomadas de La Ideología Alemana (1845),
“en la sociedad comunista, en donde cada individuo no tiene acotado un círculo exclusivo de actividades, sino que puede desarrollar sus aptitudes en la rama que mejor le parezca, la sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar, simplemente a lo que tengo en mente.”

En este nuevo mundo comunista, nadie tendrá que trabajar en cosa alguna que no le gustara o no quisiera hacer. Además, bajo la planificación comunitaria, la producción se elevaría a un nivel de productividad tal, que el día de trabajo se vería reducido, a un punto que cada persona usaría su tiempo libre tan sólo para hacer las cosas de que disfrutaba hacer.

El comunismo también ampliaría la consciencia social y la orientación hacia otros. Todo lo que era producido comunitariamente sería distribuido con base en la “necesidad” o en “lo que falta.” La escasez ya no más impondría restricciones a los deseos de los hombres. Como resultado, el impulso por la “posesividad” y la adquisición de “cosas” disminuiría y, finalmente, desaparecería. El egoísmo sería eliminado como característica humana. Otros ya no serían vistos como “competidores” por las cosas escasas, sino como colaboradores en el logro de fines “superiores” en cuanto a importancia social. El altruismo se convertiría en el rasgo dominante del hombre.

Además, el comunismo resultaría en el florecimiento de la apreciación estética.

El hombre no crearía para que, de tal forma, pueda lograr un medio de vida, sino por el placer de la actividad como tal. El trabajo no sería una fuente de “alienación,” sino una actividad que reflejara los deseos libres -la “autonomía”- del hombre por lo “bello”.

El comunismo liberaría al hombre en todas las formas y cosas, dijo Marx:

“Con una organización comunista de la sociedad desaparece la subordinación… del individuo en algún determinado arte, de tal modo que sólo haya exclusivamente pintores, escultores, etc. …En una sociedad comunista, no habrá pintores, sino, a lo sumo, hombres que, entre otras cosas, se ocupan también de pintar.”

Con el final del capitalismo y el arribo del comunismo, se habría llegado a un cielo en la tierra. Habría suficiente de todo para todos. El hombre se habría liberado de la necesidad de trabajar para su supervivencia, estaría desencadenado de la división del trabajo, estaría liberado para proseguir cualquier cosa que le brindaba placer a su corazón. Con el comunismo, el hombre se convertiría en algo similar a un Dios –libre y con poder para hacer lo que quisiera.

EL RECHAZO DE MARX A UNA NATURALEZA HUMANA ORIENTADA A SÍ MISMA

Permítanme sugerir que a lo que Marx estaba objetando -rebelándose en contra- era la naturaleza humana y la existencia de la escasez. El hombre nunca se puede escapar o salir de ser un “yo” individual. Existimos como seres humanos individuales; pensamos, recordamos, imaginamos, escogemos y actuamos como hombres y mujeres individuales diferentes y singulares.

Nuestras experiencias son nuestras experiencias; nuestros pensamientos y creencias son nuestras reflexiones e ideas; nuestros juicios y valoraciones son nuestras estimaciones y clasificaciones de cosas de importancia para nosotros. Aun cuando tratamos de ponernos en los zapatos de otra persona, a fin de simpatizar, de sentir empatía y de entender los significados, experiencias y acciones de otros, lo hacemos desde nuestra perspectiva y estado de ánimo.

Es la individualidad de la persona en éstas y otras facetas de nuestra naturaleza y carácter diferentes como criaturas conscientes y que conceptualizamos, lo que conduce a las diferencias y diversidades únicas de nuestras mentes, como seres humanos orientados hacia nosotros mismos. Esta es la fuente de la creatividad y de la plétora de posibilidades que pueden y han emergido, en cuanto a ver al mundo en formas distintas y diferentes por gente orientada a sí misma y con experiencias propias al proseguir su propia mejoría. Cuando considera lo que es de mayor ventaja para sí mismos y para otros a quienes “egoístamente” les importan, ellos apoyan y estimulan un marco institucional de la asociación pacífica y voluntaria de un mercado.

EL RECHAZO DE MARX A LA REALIDAD DE LA ESCASEZ

Marx también objeta la realidad de la necesidad que existe de producir para poder consumir y de tener que ver al trabajo propio como un medio para satisfacer varios fines, en vez de que simplemente sea algo que, de alguna manera, es provisto con todo aquello que podemos querer y que nuestro trabajo sería “libre” para ser usado como un fin placentero en si mismo.

De la misma forma, se rebela contra los hombres que se miran el uno al otro como medios para satisfacer sus fines respectivamente deseados, en vez de ser relaciones puramente humanas, un “club” en donde todos se juntan y se asocian libremente para los “buenos tiempos”, sin interesarse acerca de cómo o quién provee las cosas, sin las cuales los buenos tiempos no podrían darse.

Tampoco puede aceptar que los hombres miren a la naturaleza y a los objetos hechos por el hombre, como medios o herramientas para producir los bienes básicos, las comodidades y los lujos de la vida, mediante la asignación de un “valor monetario” a una casa, una obra de arte, una catarata o una escultura, lo cual para Marx sería “deshumanizador”.

No obstante, la única razón por la que a tales cosas se les da valor por la gente en sociedad, es porque son deseadas, pero también porque son escasas y debido a que, simultáneamente, los medios para conseguirlas son también escasos. En consecuencia, debemos decidir qué es lo que consideramos más o menos valioso e importante para nosotros, pues todo lo que deseamos tener no puede ser logrado conjuntamente al unísono.

El odio de Marx hacia la división del trabajo es un resultado de su visión del mundo. El hombre es visto, de alguna manera, como menos que completo, cuando se especializa en una tarea y vende tanto su trabajo como su fracción del producto total, para lograr los fines y metas que considera son más importantes que lo que ha tenido que sacrificar a cambio.

LA CONFUSIÓN DE MARX ACERCA DE LA ACCIÓN Y DE LA ELECCIÓN

Por lo tanto, la concepción completa de Marx acerca del hombre, la sociedad y la felicidad puede ser concebida como una huida de la realidad. Puede ser vista en la distinción que hace Marx entre “acción autónoma” y “elecciones” capitalistas.

En efecto, la “acción” no es nada más que una elección manifestada: tomamos cursos de acción sólo después de haber decidido qué es lo que deseamos hacer. Esto es, decidimos cuál, entre las alternativas disponibles para nosotros, trataremos de llevar a cabo, y cual será dejada de lado por un día o por siempre, porque no todo lo que deseamos puede ser logrado, debido a las restricciones de la naturaleza y a la existencia de otros seres humanos.

Marx habla de gente pescando en la mañana y cazando en la tarde -¿no significa eso que el tiempo de la persona es escaso? ¿No está ella frustrada porque no puede hacer ambas cosas al mismo tiempo o estar en dos lugares a la vez?

Si todo hombre ha de ser “autónomamente” libre para cazar y pescar cuando quiera y como lo quiera, ¿qué sucede cuando los diferentes miembros de una comunidad desean matar a los animales del bosque o atrapar al pescado, a una tasa tal que se vean amenazados con su extinción? O, ¿qué pasa si diferentes personas quieren pescar desde el mismo lugar a lo largo del río o desde la orilla del lago al mismo tiempo o desde la misma posición “oculta” al ir de cacería?

Marx podría decir que una “orientación social” de parte de todos resultaría en alguna forma de compromiso “entre camaradas.” Pero, ¿no es ese tan sólo otro lenguaje para “acuerdos mutuos,” “compensaciones” e “intercambios” que tienen que ver con el uso y la disposición de recursos escasos –la disposición de derechos de propiedad en común entre los miembros de la sociedad?

No hay certeza de que a todos los miembros de dicha sociedad les gustarán siempre los acuerdos arribados comunitariamente, con algunos de ellos considerándose a sí mismos como “explotados” en beneficio de otros quienes han logrado más votos que ellos. Y, por tanto, puede ser “alienados” de sus semejantes y de la naturaleza, aún en el paraíso comunista que está por venir.

Ni tampoco puede ser simplemente la idea del arte, en aras del arte como tal, o por la naturaleza, por el bien de la naturaleza.

Los recursos para el arte y los regalos de la naturaleza (a menos que sean cultivados para aumentarlos) son siempre limitados. El uso de bosques para la contemplación primitiva versus el uso industrial versus la construcción de viviendas residenciales, aún tendría que ser determinado en la mágica sociedad comunista de Marx. Y, ciertamente, no todos en la brillante y bella sociedad comunista pueden estar de acuerdo o gustarles las decisiones que una mayoría de otros, en la bendita comuna social, lleva a cabo en torno a tales cosas.

La pintura de la paleta del artista no existe en una oferta infinita, de manera que algún arte tendrá que ser dejado de hacer, de manera que otro arte pueda ser llevado hacia adelante; algo similar sucede con los ingredientes que forman parte de la manufactura de las pinturas versus ser usados en otras cosas. Asumir que los hombres nunca entrarán en conflicto acerca de cómo disponer de estas cosas, es escaparse hacia una tierra plena de fantasía.

Asimismo, es un hecho físico y sicológico que los hombres difieren en sus capacidades e inclinaciones comparativas, en términos de las diversas tareas que necesitan ser llevadas a cabo. Es un hecho físico y sicológico que los hombres tienden a ser más productivos cuando se especializan en un rango pequeño de tareas, en contraste con tratar de ser un “todólogo”.

LA REALIDAD DEL COMUNISMO VERSUS LA REALIDAD DEL CAPITALISMO

Como resultado, a división del trabajo eleva tanto la productividad como la producción total en una comunidad de hombres, aumenta los estándares de vida, las horas para el ocio pueden verse expandidas y se pueden producir bienes en mayor variedad y calidad.

En efecto, ha sido el capitalismo de libre mercado el que ha provisto a la humanidad durante los últimos 200 años, con ese verdadero cuerno de la abundancia, siempre que ha existido una rienda bastante libre para la acción del individuo que busca su propio interés, en relaciones asociativas de especialización, basadas en el uso pacífico de la propiedad privada.

El capitalismo ha sido el gran liberador, como nunca antes, de la humanidad ante la pobreza, ante lo que falta y ante la inquietud. Ha librado a la gente de la adversidad y del trabajo pesado de formas de empleo que, a menudo, amenazaban a las vidas. El mercado libre ha reducido las horas de trabajo necesarias para generar niveles de confort material y cultural para un número creciente de personas y ha provisto vidas más sanas y duraderas e incrementado las horas de ocio, para que la gente disfrute de la riqueza que la libertad económica ha hecho posible.

La “des-alienación” del hombre de su existencia diaria, en el sentido en que Marx habló, en efecto, también ha sido lograda a través de los logros del capitalismo. Ha liberado más y más de la humanidad de las preocupaciones de una mera supervivencia y subsistencia, por la vía de la acumulación de capital y de la producción orientada a la obtención de ganancias, lo cual ha elevado la productividad de aquellos que trabajan y ha expandido la oferta disponible de bienes y servicios útiles. El mercado libre ha permitido a la gente tener los medios que satisfagan a mayor plenitud los disfrutes y sentidos de la vida, como fines en sí mismos.

Es más, tal como ha señalado el economista austriaco F. A. Hayek y otros, la ventaja del sistema de mercado es precisamente que no requiere que todos los miembros de la sociedad estén de acuerdo y que compartan la misma jerarquía de objetivos, fines y valores. Bajo el capitalismo competitivo, cada individuo está en libertad de seleccionar y seguir sus propios objetivos y de proseguir la felicidad a su manera. Apoyándose el uno con el otro, como medios voluntarios para sus fines respectivos en la arena del intercambio pacífico del mercado, permite una mayor diversidad de resultados, reflejando diferencias entre las personas, en contraste con un plan central que requerirá que sea impuesto sobre todos, en nombre de los intereses de la comunidad colectivista como un todo.

La huida de la realidad de Marx, por otra parte, es el deseo de tener todo lo que el capitalismo, la división de trabajo y el intercambio competitivo pueden producir, pero sin el costo del trabajo, la disciplina, la especialización y la selección entre alternativas. Es como el llanto de un niño, quien se rehúsa a aceptar el hecho de que no puede tener todo lo que quiera, en ese momento y, en vez de ello, espera que alguien o algo más se lo provea a él y a todos los demás, en un idílico cuento de hadas de plenitud material.

Richard M. Ebeling es el Profesor Distinguido BB&T de Ética y de Liderazgo de Libre Empresa en La Ciudadela en Charleston, Carolina del Sur. Fue presidente de la Fundación para la Educación Económica (FEE) del 2003 al 2008.