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Jorge Corrales Quesada
06/09/2017, 13:04
¡Qué tan apropiada resulta la lectura de este artículo del historiador económico Richard M. Ebeling! Ya en Venezuela se cerró su Asamblea Legislativa -la representación por mandato del pueblo- consistentemente con el anhelo y resultado totalitario de la visión socialista. A ver cómo a un pueblo los socialistas del siglo 21 lo sumen en una dictadura más profunda, más dolorosa, sugiero su lectura y que nos demos cuenta de cómo es previsible tan triste paso que sufre Venezuela.
EL SOCIALISMO REQUIERE DE UN DICTADOR

Por Richard M. Ebeling
Foundation for Economic Education
Domingo 12 de marzo del 2017
La idea del comunismo -compartir en común la propiedad productiva y su producto resultante- es tan antigua como la concepción de los antiguos griegos y Platón acerca de la República ideal, en donde todos los guardianes viven y trabajan en común, bajo la suposición de que un cambio radical en el marco institucional social transformará a los hombres, de seres interesados en lo propio a servidores altruistas para algunas necesidades definidas de la sociedad como un todo.

Esto destaca una diferencia fundamental en la concepción del hombre en las cosmovisiones liberal clásica versus la socialista. ¿Tiene el hombre una naturaleza humana básica e invariable, que puede tener múltiples aristas y complejidades, pero sin embargo, fija en ciertas cualidades y características? O, ¿es la naturaleza humana una sustancia maleable, que puede ser remodelada como barro en las manos del escultor, al poner a los seres humanos en ordenamientos y marcos sociales radicalmente diferentes?

Los liberales clásicos han argumentado por lo primero, que los seres humanos son básicamente lo que son: bastante razonables, seres interesados en lo propio, guiados por objetivos de perfeccionamiento personal y de mejoramiento, al definir el individuo a aquellos por sí mismo. El dilema social para una sociedad humana, justa y ampliamente próspera es cómo promover un orden institucional político y económico, que aproveche esa invariable cualidad de la naturaleza humana de forma que avance el mejoramiento humano en general, en vez de convertirse en una herramienta de saqueo. La respuesta liberal clásica es básicamente el sistema de libertad natural de Adam Smith, con su orden de libre mercado, abierto y competitivo.

Los miembros de lo que estaba emergiendo como el movimiento socialista de fines del siglo XVIII y del siglo XIX, argumentaron lo contrario. Insistieron en que, si el hombre era egoísta, codicioso, indiferente e insensible a las circunstancias de sus semejantes, se debía a la institución de la propiedad privada y a su relacionado sistema de asociación humana basado en el mercado. Cambie el orden institucional en el cual los seres humanos viven y trabajan y usted creará a un “hombre nuevo.”

En efecto, lo elevaron al ideal máximo de la sociedad humana, un mundo en donde el individuo viviría y trabajaría para el colectivo, la sociedad como un todo, en vez de tan sólo para sus propias circunstancias mejoradas, presumiblemente a expensas de otros en la sociedad. El socialismo pregonó la ética del altruismo.

El estudiante interesado, puede revisar un enorme rango de literatura socialista de un grupo de promotores del colectivismo. Algunos suspiraban por un paraíso más agrario y rural; otros vislumbraban un futuro industrial para la humanidad, en el cual la productividad llegará a un punto en el que las máquinas hacían virtualmente todo el trabajo. La humanidad seria liberada, para usar una versión de una de las imaginaciones de Karl Marx, para cazar en la mañana, pescar en la tarde y sentarse alrededor de una chimenea, para discutir acerca de filosofía socialista con los camaradas de uno, todos los cuales habían sido liberados del trabajo y que se preocupan por la llegada de un cielo en la tierra comunista de post-escasez.

CAMBIAR LA NATURALEZA HUMANA REQUIERE DE UNA “DICTADURA DEL PROLETARIADO”

Pero, la concepción esencial de la llegada del paraíso a la tierra es que la naturaleza del hombre se debería lograr que cambie. Hay pocos lugares en los escritos de Karl Marx en los que en realidad habla de las instituciones y del funcionamiento de la sociedad socialista que vendrá después de la caída del capitalismo. Uno está en su trabajo de 1875, Critica del Programa de Gotha, la agenda política de un grupo socialista rival, con el cual Marx estaba fuertemente en desacuerdo.

El dilema, explica Marx, es que, aún después del derrocamiento del sistema capitalista, residuos del sistema previo penetrarían a la nueva sociedad socialista. Primero, estarían los restos humanos del ahora descartado sistema capitalista. Entre ellos estarían aquellos quienes quieren restaurar el sistema de explotación del trabajador, para lograr sus mal ganadas utilidades. Igualmente, un problema sería el hecho de que la “clase trabajadora,” aunque liberada de la “falsa consciencia” de que el sistema capitalista bajo el cual ellos habían sido explotados, era justo, todavía acarrearía la marca de la psicología capitalista del interés propio y la ganancia personal.

Así, una “vanguardia revolucionaria” de socialistas dedicados y de visión clara tendría que estar en su debido puesto y en el poder, la cual dirigiría a “las masas” hacia el bello y brillante futuro del comunismo. El medio institucional para hacer esto, dijo Marx, es la “dictadura del proletariado.”

En otras palabras, hasta que las masas, los trabajadores, sean liberados de la mentalidad individualista y capitalista en la que ellos habían nacido y sido hechos mentalmente para actuar dentro de ella, necesitaban ser “reeducados” por una élite política auto-nombrada, que ya ha liberado sus mentes de la falsa consciencia capitalista del pasado. En el nombre de la nueva era socialista de libertad por llegar, debe existir el reino de una dictadura compuesta por aquellos que saben cómo la humanidad debería pensar, actuar y asociarse, en preparación para el comunismo pleno que le espera a la raza humana.

Al mismo tiempo, la dictadura es necesaria para suprimir no sólo cualesquiera intentos de parte de los antiguos exploradores capitalistas, para restaurar su poder sobre la ahora socializada propiedad que ellos solían poseer. Estas voces del pasado capitalista deben también ser impedidas de expresar sus engaños y mentiras interesadas, acerca de por qué la libertad individual, egoísta, es moralmente correcta, o que la propiedad privada sirve para la mejoría de toda la sociedad, incluyendo a los trabajadores, o que libertad significa aquellas libertades “burguesas” de libertad de prensa o de expresión o de religión o de votar democráticamente. Las masas deben ser llevadas a, e indoctrinadas en, la “verdadera” consciencia de que libertad significa la propiedad y dirección colectiva de los medios de producción y el servicio altruista a la sociedad, que la vanguardia revolucionaria a cargo conoce que es cierto.

Esto también explica por qué la fase socialista de la “dictadura del proletariado” nunca puede acabarse en cualquiera de los regímenes revolucionarios inspirados en el marxismo de los últimos cien años. La naturaleza humana no está esperando para ser vuelta a moldear, como si fuera cera, en una nueva forma y contenido humano. Los seres humanos generalmente no parecen estar programados para ser altruistas, eunucos abnegados. Así, el interés propio siempre surge a la superficie en la conducta de las personas y, para que sea éticamente denegado, debe existir una fuerza política que lo mantenga reprimido y que trate constantemente de extinguirlo.

Además, en tanto existan enemigos capitalistas en cualquier lugar del mundo, la dictadura del proletariado tiene que ser preservada en los países socialistas, para asegurar que las mentes reeducadas de los trabajadores, ya suficientemente afortunados de vivir bajo el socialismo, no sean re-infectadas de ideas capitalistas provenientes del exterior al paraíso colectivista del pueblo. Por ello, la “cortina de hierro” de censura y control de pensamiento en las partes marxistas del mundo, en nombre del pueblo sobre el cual gobierna la vanguardia revolucionaria.
LA PLANIFICACIÓN ECONÓMICA SOCIALISTA ES IGUAL AL DOMINIO DEL PUEBLOAsimismo, una vez que la empresa privada fue abolida a través de la socialización de los medios de producción y que queda bajo el control y la dirección del gobierno socialista, es ahora esencial que haya un plan económico central. Si no son los empresarios individuales, motivados por las ganancias, quienes dirijan a las empresas privadas bajo su propiedad, para satisfacer las demandas del consumidor guiados por el sistema de precios competitivo, entonces, alguien debe determinar qué se produce, adónde y para qué propósito y uso.

La dirección de los medios de producción colectivizados propiedad “del pueblo” requiere de un plan centralizado en lo referente al diseño, puesta en práctica y a ser impuesto sobre todo mundo, para el bien de la sociedad como un todo. Esto significa no sólo que la madera y el acero deben ser asignados para su uso, en un lugar en particular de la sociedad socialista, sino también lo debe ser la gente. Por lo tanto, en las economías comunistas del siglo XX, las agencias estatales de planificación central determinaban quienes serían educados para qué habilidades o pericias, adónde ellos serían empleados y el trabajo que desempeñarían.

Puesto que el estado lo educaba a usted, le asignaba su empleo y servía como su único patrono en ese trabajo, el estado también determinaba adónde viviría usted; no sólo en qué ciudad, pueblo o villa, sino en cuál apartamento, en qué edifico residencial propiedad del gobierno, le seria dado como su morada. Las facilidades recreativas, los lugares para descansar y las vacaciones, los tipos de bienes de consumo a ser producidos y distribuidos adónde y para quién: estos, también, eran todos determinados centralizadamente por las agencias socialistas de planificación, siguiendo las órdenes de la dictadura del proletariado.

Ninguna esquina de la vida diaria -su forma, contenido, calidad o características- estaba libre del control y la determinación del estado socialista todopoderoso y que todo lo abarca. Su diseño y la puesta en marcha intentada, eran verdaderamente “totalitarios”. Ha de haber sido Benito Mussolini, el padre del fascismo, quien acuñó el término “totalitarismo” para dar a entender “todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado.” Pero, en ninguna parte durante el último siglo fue ello más insistente, generalizado y coercitivamente impuesto, que en los países comunistas moldeados con base en el modelo de la Unión Soviética, tal como fue creado por Vladimir Lenin y horríficamente institucionalizado por Josef Stalin y sus sucesores.

Basado en una presentación efectuada como la Conferencia John W. Pope, patrocinada por el Instituto Clemson para el Estudio del Capitalismo, en la Universidad Clemson, el 1 de marzo del 2017

Richard M. Ebeling es el Profesor Distinguido BB&T de Ética y de Liderazgo de Libre Empresa en La Ciudadela en Charleston, Carolina del Sur. Fue presidente de la Fundación para la Educación Económica (FEE) del 2003 al 2008.