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Ver la Versión Completa : RICHARD M. EBELING-CÓMO MARX SE UBICÓ EN EL LADO ERRADO DE LA HISTORIA



Jorge Corrales Quesada
06/09/2017, 11:57
Esta es la segunda y última parte de mi traducción de dos artículos del profesor Richard M. Ebeling, cuya lectura he recomendado con toda seriedad, no sólo por la profundidad del análisis que hace, sino por su capacidad para explicar con sencillez y enorme sabiduría lo que a veces se considera como difícil de interpretar. Lo he traducido en memoria de aquella notable liberal y pensadora costarricense, Cecilia Valverde Barrenechea. Q. D.D.G.

CÓMO MARX SE UBICÓ EN EL LADO ERRADO DE LA HISTORIAPor Richard M. Ebeling
Foundation for Economic Education
Viernes 16 de junio del 2017
Aquellos que hablan de estar “del lado correcto de la historia” han adoptado, a sabiendas o no, un elemento central del análisis del capitalismo que hace Karl Marx: la idea de que el capitalismo sigue un curso particular de desarrollo histórico, que está abierto a la explicación y predicción científica y que presume de colocar a la humanidad en un camino que conduce a una forma más elevada y mejor de sociedad –el socialismo. (Vea mi artículo “Los marxistas no están del ‘lado correcto de la historia’”). (Nota del traductor: lo coloqué en español en mi sitio de Facebook el pasado jueves).

El Manifiesto Comunista de Karl Marx y Frederick Engels se publicó en 1848. El primer volumen del libro de tres volúmenes Marx de, Das Kapital [El Capital], fue publicado en 1867 (los otros dos volúmenes fueron editados y publicados después de la muerte de Marx en 1883, por Frederick Engels.

Marx estaba convencido de que aquellas décadas de mediados del siglo XIX eran los años del ocaso de la época capitalista de industrialización. Sus escritos reafirmaron con claridad que él creía que la revolución socialista estaba justo a la vuelta de la esquina de su propia vida.

A partir de la perspectiva del año 2017 -casi 170 años después de que se imprimió el Manifiesto Comunista- su visión del siglo XIX parece ser nada más que el deseo de un revolucionario anti-capitalista, quien querría creer que “el estado de los trabajadores” estaba justo en el horizonte. No hay tanta emoción en ser un “socialista científico” (ni tampoco es posible que con ello usted logre muchos seguidores), si su visión del futuro con base en su teoría de desarrollo histórico, le conduce a creer que ya se acerca la revolución socialista -¡pero sólo después de 200 años!
EL FRACASO DE LAS PREDICCIONES DE MARX ACERCA DEL CAPITALISMOMarx no sólo malinterpretó a los “dolores de parto” del capitalismo como su “estertor de muerte”, sino que totalmente leyó mal en torno a cómo el capitalismo había evolucionado, considerando que, como sistema económico, apenas estaba emergiendo cuando Marx escribió, y que no estaba terminando. “Mal momento” sería la manera más respetuosa de expresar la concepción errada de Marx, acerca de en qué lugar se encontraba el capitalismo, en la línea del tiempo de la historia moderna.

Siendo directo, cada una de las “predicciones” de Marx ha fracasado en cuanto a ser verdad. En los 150 años desde la publicación del Volumen I de El Capital de Marx, se ha producido un inmenso incremento del capital de inversión, que no ha conducido ya sea a una concentración de la propiedad de la riqueza en menos y menos manos, ni tampoco ha terminado en la “miseria” creciente del público, en general. Ni tampoco ha resultado en una sociedad que está más y más polarizada en dos clases -la “clase de los propietarios” y el “proletariado sin propiedad.”

En vez de eso, el fenómeno socialmente más impactante de los últimos 200 años ha sido la ampliación y el crecimiento de una vasta “clase media”. En vez de “ricos” y “pobres”, existe una gama de los-que-están-bien y de los-que-no-están-tan-bien, con la proporción mayor de la población en la mayoría de los países industrializados, formando parte de una enorme clase media, que muestra el mayor “engrosamiento” a lo largo de esa gama.

En vez de que la acumulación del capital condujera a una concentración de la riqueza y del ingreso, ha funcionado para dispersar a la propiedad y la riqueza entre los miembros de la sociedad industrial. Al menos dos razones han existido para este desarrollo del capitalismo.
LA INTERMEDIACIÓN FINANCIERA Y LA DISPERSIÓN DE LA RIQUEZAPrimeramente, ha habido un surgimiento de los mercados financieros y de la intermediación financiera. La banca moderna y las instituciones financieras emergieron como intermediarios para recolectar y dirigir fondos prestables, desde aquellos que tienen ahorros para pasarlos a manos de aquellos que han querido invertir. Para minimizar el riesgo de perder ante una default potencial de parte de quienes piden prestado, resultó ventajoso dispersar esos fondos en un espectro muy amplio de prestatarios, de tamaños muy diversos y grados de riesgos, con cargos correspondientes por intereses y requisitos colaterales.

El flujo de fondos hacia una amplia variedad de manos inversionistas, quienes de otra manera nunca habrían estado en capacidad de empezar o expandir las diferentes oportunidades de empresas, crearon nuevas y crecientes fuentes de riqueza y de acumulación, en el grado en que la mayoría de esos fondos pedidos prestados para hacer inversiones, “dieron buenos resultados”, a través de un uso empresarial eficiente de esos ahorros. Esto es, se crearon nuevos capitalistas, nuevos dueños de propiedades y nuevas formas de acumulación del capital.

En vez de que el capital y la riqueza se concentraran, se dispersaron y ampliaron en el grado en que empresas exitosas generaron utilidades, de las cuales nuevos ahorros podían ser prestados a nuevos prestatarios, a través del mismo proceso de intermediación financiera en expansión.
LA DIVERSIDAD DE LA MANO DE OBRA, EN VEZ DE SU HOMOGENEIZACIÓNSegundo, Marx supuso que la tecnología de producción masiva resultaría en la homogeneización de las capacidades laborales requeridas para la actividad industrial, reduciéndolas al menor denominador común de las diversas tareas, en forma de salarios mínimos de “subsistencia”.

La industrialización, y ahora el “nuevo mundo” de “alta tecnología”, han funcionado, de hecho, en la dirección opuesta. La economía de mercado desarrollada ha generado una demanda de amplia variedad y espectro de habilidades y talentos laborales. El resultado no ha sido la homogeneización de la mano de obra, sino la heterogeneidad de la mano de obra, variando en valor y tipo. Por tanto, ha emergido un amplio rango de salarios; esto es, no un “nivel” común de salarios, sino una “estructura compleja” de salarios relativos, que reflejan una distinción refinada entre trabajadores y sus habilidades y talentos específicos en el mercado.

EL CAPITAL Y LA MANO DE OBRA SON COMPLEMENTARIOS

Además, Marx fracasó al no apreciar las relaciones reales de producción entre “trabajo” y “capital.” Desde una perspectiva, el capital físico y el trabajo humano son sustitutos potenciales el uno ante el otro, dentro de varios rangos y para propósitos específicos. Pero, más fundamentalmente, “el trabajo” y “el capital” son complementos en todas las formas de actividades productivas.

Primero, al ocurrir la acumulación y la inversión de capital durante décadas, el capital productivo ha tendido a incrementarse más rápidamente que el aumento de la población de la fuerza de trabajo. Así, la mano de obra se ha convertido en el factor de producción “más escaso”, en comparación con el “capital” a través del tiempo. Por ello, el valor de la mano de obra en general se elevado, en comparación con el capital.

Segundo, la mejora en las capacidades productivas a través de la inversión de capital, ha elevado el producto marginal del trabajo. Esto es, con mejores herramientas y equipos, la productividad del trabajo por hora hombre ha aumentado y, por tanto, el valor productivo de cada trabajador se ha elevado igualmente.

Tercero, si bien es verdad que, a través del tiempo, el reemplazo de algunos trabajadores por el capital de inversión resulta en la pérdida de empleos específicos (dado que con menos manos se puede obtener igual o mayor producción), eso, en última instancia, liberó a algunos trabajadores para asumir nuevas tareas que no podían ser hechas previamente. Eso crea nuevas oportunidades de empleo, al hacerse el trabajo que no se podía previamente por la sociedad. Así, una economía de libre mercado no genera un “ejército de reserva” permanente de desempleados, como lo había predicho Marx.
LA CONCEPCIÓN EQUIVOCADA DE MARX SOBRE EL CONFLICTO DE CLASESSiguiendo la dirección del economista clásico, David Ricardo, Karl Marx hizo suya la visión de que el mayor “problema económico” que debía resolverse era el entendimiento de cómo y por qué el “ingreso” era distribuido entre las “grandes clases” de la sociedad, en la forma en que lo es (en el caso de Ricardo, entre terratenientes, capitalistas y trabajadores).

Pero esta forma de plantear el “problema económico”, tácitamente agrupa o clasifica a los individuos bajo ciertos encabezados (“trabajadores” o “capitalistas”) y presupone que cada individuo clasificado de esta manera, vería (o debería ver) ver sus “intereses” en términos de su relación como miembro de una de estas “clases” sociales, con su parte de la distribución basada en su membresía en esa “clase.”
Sin embargo, una sociedad capitalista compleja no homogeneiza a los individuos de tal forma.

En efecto, un número creciente de gente es simultáneamente miembro de varias de estas “clases”. Por ejemplo, un individuo puede trabajar para otra persona (obteniendo así un “salario”), al mismo tiempo tener una cuenta de ahorros o fondos mutuos de algún tamaño (así, ganando ingreso por intereses); poseer acciones en una compañía o corporación (logrando así ingresos de utilidades “capitalistas”), o, tal vez, tener una casa o un edificio de apartamentos que él alquila (ganando rentas como terrateniente”). Si tal es el caso, ¿a que “clase”, en el sentido marxista, le debe lealtad este individuo?

Por el contrario, en un sistema desarrollado de división del trabajo, los empleados y patronos en una industria o manufactura en particular, tienden a tener más en común el uno con el otro, en vez de serlo con trabajadores o propietarios correspondientes de otros segmentos o esquinas del mercado. Su interés en común sería usar al gobierno para que lleve a cabo formas de intervención no-competitiva, para ganar una participación mayor en el mercado y ganancias de utilidades a expensas de productores rivales y consumidores, en el mismo o en diferentes mercados, para lograr una cantidad mayor de ganancias mal habidas, gracias a la intervención gubernamental, para dividirlas entre ellos propiamente

LOS ERRORES DEL MATERIALISMO DIALÉCTICO MARXISTA

Los economistas clásicos distinguieron entre lo que llamaron intereses y motivos “materiales” y “no materiales”. La base del concepto del enfoque “clásico” era que la economía, como campo de estudio, era la ciencia de la producción y de la distribución de riqueza. Esto es, las actividades materiales del hombre en la prosecución de su supervivencia y su mejoría.

La “distorsión” de Marx en cuanto a este enfoque, tal como lo hemos visto, era su argumento de que el lado material de la vida del hombre (esto es, su producción), era el ingrediente determinante para establecer y dictar todas las otras relaciones sociales, políticas y económicas en sociedad. Las “fuerzas de la producción” (la tecnología dominante y las formas físicas del capital en el cual estaba encarnada) determinaban la “superestructura” del orden social en la forma de sus instituciones y relaciones humanas. La materia y su forma en términos de las fuerzas materiales de la producción, dominan y conforman la “mente” y la formación de ideas humanas e interconexiones sociales.

A fines del siglo XIX, los economistas crecientemente llegaron a considerar al concepto de escasez como el central para el entendimiento económico. La economía fue reformulada como el estudio del principio de economizar el comportamiento, bajo la restricción de medios insuficientes para servir a todos los fines deseados.

En los años de 1920 y 1930, los economistas desarrollaron un enfoque que extendió y refinó la idea de economizar, mucho más allá. Especialmente, por medio de los escritos de un número de economistas austriacos, más notablemente, Ludwig von Mises, Hans Mayer y Richard Strigl, y del economista británico, Lionel Robbins, la economía llegó a verse como la Lógica de la Acción y de la Elección: Lo que delinea un campo de investigación para el análisis económico, no son los motivos particulares para los cuales los individuos llevan a cabo acciones -esto es, objetivos “materiales” versus otros “no materiales”- sino en las relaciones particulares que imponen un “aspecto económico” a toda acción humana: Siendo esa la necesidad de seleccionar entre todos y cada uno de los fines competitivos, cuando los medios son insuficientes para cumplir con todas las metas o propósitos para los cuales ellos pueden ser aplicados.

En esto, el individuo compara todos los tipos de bienes, independientemente de sus contenidos. Por ejemplo, la escasez de tiempo requiere de una elección entre “trabajar por plata” versus hacer algún “trabajo caritativo.” O escoger entre “pan” y “honor”. Por lo tanto, no hay nada que sea diferente acerca del “lado material” de la vida, otro que en la manera en que los medios se pueden usar para perseguir un conjunto de fines, en vez de algunos otros.

NO EXISTE UNA HISTORIA “ECONÓMICA” SEPARADA QUE DETERMINA LOS ACONTECIMIENTOS HUMANOS

Por lo tanto, no parece existir significado en una interpretación puramente “materialista” de la historia o en cualquier intento de predecir el futuro con base en ella. Tan sólo hay “historia”; es decir, la historia del hombre persiguiendo objetivos de diferentes tipos, por diversas razones, en momentos distintos, en muchos contextos diferentes de calidades y significados, por parte de actores humanos individuales. O, como lo señaló el economista británico John Jewkes (1902-1988) en una conferencia acerca de “El Economista y el Cambio Económico” (1954):

“En el sentido más general, en efecto, no existe tal cosa como el futuro económico. Tan sólo existe el futuro en el cual los factores económicos son vinculados, inexorablemente y muy sin esperanza en cuanto a una identificación separada, con la totalidad de las fuerzas del universo que determinan el curso de los acontecimientos. Este patrón de causas y consecuencias, incluso cuando se le mira después del acontecimiento, como historia, casi paraliza a la mente con su complejidad... Si, en efecto, el futuro económico puede ser descrito, ¿por qué también no el futuro científico, el futuro político, el futuro social, el futuro en cada uno y en todos los sentidos?”

Ciertamente, entre más de desarrolla una sociedad en términos de elevar los estándares materiales de vida, menos importante se hace la prosecución de los fines “materiales” en su sentido más estrecho (comida, techo, ropa). Entre más productiva es la sociedad, más de estos tipos de bienes generalmente son satisfechos para la vasta mayoría de las personas. Como resultado, los intereses y los deseos de las personas varían hacia otros “márgenes” de interés y deseos; por ejemplo, “estilos de vida”, “arte”, una amplia variedad de usos personales y cambiantes de los medios crecientemente disponibles para llenar diversos refinamientos y placeres de la “buena vida”.

Es el capitalismo, en otras palabras, el que incrementa la capacidad de un número creciente de personas para que mediten cómo asignar una parte mayor de su “tiempo libre”, entre fines deseados que pueden lograrse (tal vez, para usar la frase de Marx, para ir “de pesca en la mañana y de “cacería en la tarde”...). Así, es el capitalismo, el que brinda los medios para que la gente tenga más tiempo y más medios para lo que Marx se refirió como “acción autónoma”.

LA FALSA NOCIÓN DE QUE LAS “FUERZAS PRODUCTIVAS” DICTAN LAS IDEAS DE LOS HOMBRES

Un eslabón esencial perdido en la teoría de Marx acerca del desarrollo histórico materialista, es la aseveración de que las ideas de los hombres surgen del estado de las relaciones productivas dentro de las cuales viven. Tal como lo expresó el economista austriaco Ludwig von Mises (1881-1973), en su obra Teoría e Historia (1957), esto se acerca al antropomorfismo, la atribución de calidades humanas, conscientes, a objetivos inanimados, sin vida:

“Una máquina es un artefacto hecho por el hombre... Atribuir actividad a una máquina implica antropomorfismo... La máquina no es inteligente ni piensa, ni elige fines ni recurre a medios para la realización de los fines perseguidos. Esto es siempre obra de seres humanos...”

“En la doctrina de Marx... la técnica de producción lo es todo, la cosa material que en última instancia determina las manifestaciones sociales, políticas e intelectuales de la vida humana... Esta tesis fundamental está sujeta a tres objeciones irrefutables.”

“Primera, un intento tecnológico no es algo material. Es el producto de un proceso mental, del razonamiento y la concepción de nuevas ideas. Las herramientas y las máquinas pueden llamarse materiales, pero la operación de la mente que las creó es seguramente espiritual...”

“Segundo, el simple invento y diseño de instrumentos tecnológicamente nuevos no es suficiente para producirlos. Se necesita, además del conocimiento tecnológico y el planteamiento, el capital previamente acumulado por medio del ahorro... La relaciones de producción no son, pues, el producto de las fuerzas materiales de la producción, sino, por el contrario, la condición indispensable para que éstas existan.”

Tercero, además, debe recordarse que la utilización de las máquinas presupone la cooperación social y la división de trabajo... ¿Cómo puede, entonces, explicarse la existencia de la sociedad refiriéndose a las fuerzas materiales de la producción, que sólo pueden aparecer dentro del marco de un vínculo social preexistente?”

Las máquinas, las tecnologías y los métodos de producción emergen de hombres que, teniendo objetivos, y que tratan de figurarse formas de lograrlos, por medio del desarrollo de medios para construir esas máquinas y herramientas para los diferentes propósitos. En otras palabras, las ideas crean máquinas; las máquinas no pueden y no determinadamente crean ideas.

¿Por qué un conjunto particular de objetivos, en vez de otros? ¿Por qué el proceso creativo humano resulta en una forma específica de tecnología, y no en otra diferente? ¿Por qué su aplicación en una forma específica, en vez otra alternativa potencialmente diferente? En resumen, no lo sabemos. Todo lo que el hombre es, es materia en última instancia (como cosas físicas), pero cómo y por qué la fisiología de los hombres resulta en un conjunto de ideas en sus mentes, en vez de otro conjunto de ideas, nunca ha sido respondido.

Marx, como muchos de su generación, estaba embelesado con la idea de las ciencias físicas como una llave para todos los misterios del universo. Si tan sólo se desenterraban los “primeros principios” correctos, la historia del hombre y del mundo se desplegaría ante sus ojos –como los ruidos de clics que se dan al pasar los números de un cerrojo, que abre la puerta de una caja de seguridad.

No conocemos los orígenes de las ideas. Históricamente, el desarrollo de un conjunto de ideas dentro de un individuo en particular, puede ser trazado y la evolución de estas ideas entre individuos puede ser seguida. Pero, la forma en que una nueva idea entró en la cabeza de alguien en algún momento dado, en la forma en que lo hizo, no puede ser respondida de alguna moda determinista.

Todo lo que podemos ver es que hay una “mente” y que hay una “materia”. Ellas interactúan. Pero, la “mente”, en el tanto en que la podamos ver como seres humanos, nosotros, no es una “variable dependiente” sencilla y simplista, cuyo contenido puede ser leído en una curva, una vez que conocemos el valor particular de la “variable independiente” física, que impacta al hombre de una u otra manera.

EL CONOCIMIENTO HUMANO Y LA IMPREDECIBILIDAD DEL FUTURO

En su Poverty of Historicism [La Miseria del Historicismo], el filósofo de la ciencia Karl Popper (1902-1994), famosamente apuntó la inescapable imprevisibilidad del futuro, debido a su dependencia en el conocimiento que la gente posee y a la imposibilidad de saber hoy el conocimiento que diversas personas pueden sólo adquirir mañana:

“El curso de la historia humana está fuertemente influido por el crecimiento de los conocimientos humanos... No podemos predecir, por métodos racionales o científicos, el crecimiento futuro de nuestros conocimientos científicos... No podemos, por tanto, predecir el curso futuro de la historia humana... Esto significa que hemos de rechazar la posibilidad de una historia teórica; es decir, de una ciencia social histórica que corresponda a la física teórica. No puede haber una teoría científica del desarrollo histórico que sirva de base para la predicción histórica.”

En otras palabras, no podemos saber mañana el conocimiento de hoy; de otra forma, ya sería conocido y no es algo que es desconocido e inescrutable al frente nuestro Pero, qué curso mantiene el futuro almacenado para nosotros, no solo es dependiente del conocimiento que los individuos pueden adquirir hacia adelante en diversos momentos, sino también en cómo entienden e interpretan ese conocimiento en el contexto de todo lo que ellos saben y han experimentado hasta ese momento, y en cómo ellos ven su relevancia y utilidad dados los objetivos y propósitos que hayan decidido proseguir e intentar lograr (los que, en sí, están abiertos al cambio al pasar el tiempo y en que nuevas experiencias les enseñan cosas nuevas a todos y a cada uno).
LAS “TENDENCIAS” HISTÓRICAS NO SON NI INEVITABLES NI INESCAPABLESTampoco podemos suponer que, debido a que un acontecimiento ha precedido a algunos otros, que el primero fue la “causa” rígidamente determinista de lo que siguió –post hoc ergo propter hoc. Tal como el conocido sociólogo conservador, Robert Nisbet (1913-1996), observó en una ocasión.

“Qué tan fácil es, cuando miramos hacia atrás sobre el pasado -esto es, por supuesto, al “pasado” que ha sido seleccionado por nosotros los historiadores y los científicos sociales- ver en él modas y tendencias que parecen poseer la necesidad de hierro y direccionalidad clara del crecimiento en una planta o un organismo... Pero, la relación entre el pasado, presente y futuro es cronológica, no causal.”

¡Qué tan a menudo las tendencias del tiempo parecen ser inevitables e inescapables! A inicios del siglo XX, la mayoría de las personas tenía confianza en que, después de todos los logros económicos, sociales y políticos del orden liberal (clásico) del siglo XIX, el nuevo siglo que apenas amanecía, tan sólo podía prometer una mayor libertad personal, una prosperidad material mayor y una posiblemente segura paz para la humanidad. Pocos imaginaron las ruinas humanas y materiales que la “Gran Guerra” de 1914-1918 pronto traería sobre la humanidad.

Muchos amigos de la libertad, quienes estaban con vida a mediados de los años treinta, estaban profundamente desesperanzados, temerosos e incluso creían que la época de la liberad estaba terminando con el surgimiento del colectivismo moderno en las formas de la revolución comunista en Rusia, el movimiento fascista en Italia, el surgimiento de Hitler y los Nazis hacia el poder en Alemania, y el establecimiento del Nuevo Trato en los Estados Unidos. Y muchos estaban inquietos porque otra gran guerra estaba arribando, que terminaría con toda civilización, como la humanidad había llegado a conocerla con el triunfo del colectivismo totalitarista en todo lado. No resultó ser así.

Durante la mayor parte de la posteridad a la Segunda Guerra Mundial, época que empezó en 1945, muchos en Occidente estaban seguros de que el Marxismo, conducido e inspirado por la Unión Soviética y la China Comunista, significaba el final de la democracia liberal y de cualquier forma de economía de mercado.

Muchos de aquellos de la “izquierda” en Occidente, no podían esperar por el día en que alguna forma de planificación central socialista prevaleciera en todas partes. Aquellos en la “derecha” política temían y perdían la esperanza de si “Occidente” aún tenía el carácter y las convicciones para oponerse y triunfar sobre el comunismo, como fuerza ideológica y militar en la lucha global durante la Guerra Fría. No resultó ser así.

En los años de 1990, después de la caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética, todas las nuevas tendencias históricas parecían estar asegurando un futuro para la humanidad de sistemas de “capitalismo democrático,” incluso con algunos sugiriendo que con esta etapa de desarrollo político y económico, la humanidad había llegado “al final de la historia”, en alguna evolución Hegeliana pro-capitalista. No ha resultado ser así.

Ahora, en el siglo XXI, muchos de los lectores de tendencias de la historia están temiendo al envolvimiento de partes de Europa por el fundamentalismo Islámico o el surgimiento de China, como nuevo poder global, con un modelo ganador en la forma de capitalismo de amigotes, manejado autoritariamente o por el retroceso de los Estados Unidos bajo presiones y fuerzas del socialismo populista, de la quiebra fiscal y de la corrección política “progresista”. No tiene por qué resultar así.

No existe el “lado correcto de la historia” en el sentido Hegeliano y Marxista. Aquellos de la izquierda política quienes, hoy en día, continúan usando esta retórica de lados correctos y equivocados de la historia, simplemente usan una atractiva frase pegajosa que les brinda el sentimiento de poseer el sitio moral más alto y que fácilmente puede intimidar a aquellos a quienes se les dice, que las políticas “progresistas” -un término más gentil y bondadoso que palabras como “socialismo”, “colectivismo”, “tiranía” o “mando”- representan al progreso.

Esto se ve facilitado cuando muchos entre los conservadores e incluso en círculos liberales clásicos, algunas veces flaquean e incluso fallan en articular y defender una filosofía económica y políticamente consistente de individualismo, capitalismo de libre mercado y un gobierno estrictamente limitado constitucionalmente.

Pero, no obstante, es el caso que una noción de “un lado correcto de la historia”, es una frase vacía y sin sentido. La historia es el producto no de fuerzas misteriosas más allá del control y el poder del hombre y de la humanidad. La historia es producto y resultado de ideas –ideas acerca de la naturaleza del hombre, concepciones acerca de cómo los hombres podrían y deberían vivir juntos y del orden de cosas institucional, político y económico, que mejor beneficiará a la humanidad, como suma de lo que los individuos están haciendo.

Lo que la historia ha mostrado es que ha habido una mayor libertad humana, una mayor prosperidad humana y una mayor paz y tranquilidad humana, durante esas épocas en que las ideas de libertad individual, mercados libres y un gobierno limitado, han prevalecido mayoritariamente y que han sido instituidas en sociedad. Entre mayor sea el grado de control gubernamental, de la orden de mando y de la coerción en sociedad, menos habrían existido y florecido estas cosas.

La tarea no estar en algún mítico “lado correcto de la historia,” sino hacer que la historia refleje el triunfo y el éxito de la idea e ideales de libertad humana. Pero, esto simplemente no se da por sí solo. Requiere que cada uno de nosotros entienda el significado, valor e importancia de la libertad en ese sentido clásico y libertario, y de estar dispuesto a defenderla y a avanzarla entre los demás semejantes.
Eso es lo que haría historia.

Richard M. Ebeling es el Profesor Distinguido BB&T de Ética y de Liderazgo de Libre Empresa en La Ciudadela en Charleston, Carolina del Sur. Fue presidente de la Fundación para la Educación Económica (FEE) del 2003 al 2008.