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Jorge Corrales Quesada
06/09/2017, 09:10
CÓMO EL COMUNISMO SE CONVIRTIÓ EN LA ENFERMEDAD QUE TRATÓ DE CURAR

Por Richard M. Ebeling
Foundation for Economic Education
Lunes 13 de marzo del 2017

DE REVOLUCIONARIOS RADICALES A BURÓCRATAS PRIVILEGIADOSEl gran sociólogo alemán, Max Weber (1864-1920), ofreció una comprensión de la evolución de los regímenes socialistas en el siglo XX, desde un radicalismo revolucionario a un estancado sistema de poder, privilegio y saqueo, manejado por socialistas interesados en sí mismos, titulares de cargos en los soviets.

Max Weber, en su tratado monumental publicado póstumamente, Economía y Sociedad (1925), definió a un líder carismático como uno que se destaca entre la masa ordinaria de hombres, debido a un elemento de su personalidad que es visto como poseedor de poderes y calidades excepcionales. Se halla en una misión porque ha sido dotado de una chispa intelectual particular, que le permite ver lo que otros hombres no pueden ver, para entender lo que la masa de otros semejantes fracasan en comprender.

Pero su autoridad, explica Weber, no deviene de que otros reconozcan sus poderes per se. Su sentido de autoridad y destino surge de lo interno, al saber que él posee una verdad que ha de revelar a otros y, luego, al saber que esa verdad resultará en que los hombres serán liberados, y cuando otros vean la idoneidad de lo que él conoce, se hace obvio e inevitable que ellos deban seguir su liderazgo.

Ciertamente Vladimir Lenin (1870-1924) se ajusta a esa descripción. Si bien muchos quienes le trataron o le conocieron señalaron ya fuera su anonimato e incluso su apariencia y presencia no atractiva, la mayoría recalcó, al mismo tiempo, la decisión de Lenin de estar en una “misión” en la que tenía una confianza absoluta y una determinación inquebrantable y por lo que otros fueron atraídos hacia él y aceptaron la autoridad de su liderazgo.

Rodeando a Lenin, el carismático, había una variedad de discípulos y camaradas quienes eran los llamados y elegidos, y quienes se vieron a sí mismos sirviendo la misma misión: el avance la revolución socialista. Tal como dice Weber:

“El... grupo que está sujeto a la autoridad carismática se basa en una forma emocional de relación comunitaria... Es... escogido en términos de las calidades carismáticas de sus miembros. El profeta tiene sus discípulos... Hay un “llamado” a instancias del líder, con base en la calificación carismática de aquellos que él llama...”

El grupo “elegido” renuncia (al menos en principio, aunque no siempre en la práctica) a las tentaciones materiales de las circunstancias mundanas, siendo el objetivo de su “misión” derrocarlas y destruirlas. Y esto, también, marcó el a menudo conspirativo, reservado y algunas veces espartano, estilo de vida de los revolucionarios marxistas. Max Weber lo explicó:

“No hay tal cosa como un salario o un beneficio. Los discípulos o seguidores tienden a vivir originariamente en relaciones comunistas con su líder... Puro carisma... desdeña y repudia la explotación económica de los dones de la gracia como fuente de ingresos, lo que ciertamente ocurre más como un ideal que como un hecho... Por otra parte, ‘el botín’... ya sea extraído por la fuerza o por otros medios, es la otra forma típica de satisfacción carismática de las necesidades.”

No obstante, una vez que el carismático y sus seguidores llegan al poder, pronto ocurre una transformación en su comportamiento y en su relación con el resto de la sociedad. Ahora se hace imposible quedarse alejado del flujo de asuntos mundanos de la vida cotidiana. En efecto, si ellos no se involucran por sí mismos en estos asuntos, su poder sobre la sociedad se vería amenazado con la desintegración. Lentamente, el ardiente fervor de la misión ideológica y la camaradería revolucionaria empiezan a morir. Dijo Max Weber:

“Sólo los miembros del pequeño grupo de discípulos y seguidores entusiastas están preparados para dedicar sus vidas pura e idealmente a su llamado. La gran mayoría de discípulos y seguidores en el largo plazo “se ganará la vida” a partir del “llamado” también en un sentido material... Por tanto, la rutina repetida del carisma también asume la forma de la apropiación de los poderes de control y de las ventajas económicas para sus seguidores y discípulos y la regulación del reclutamiento de estos grupos...

En la misma medida, en un cuerpo político desarrollado, los vasallos, los receptores de los beneficios y los oficiales se diferencian de los ‘contribuyentes tributarios.’ Los primeros, en vez de ser ‘seguidores’ del líder, se convierten en oficiales del estado o son nombrados oficiales del partido... Con el proceso de repetición de la rutina, el grupo carismático tiende a desarrollarse en una de las formas de la autoridad cotidiana, particularmente... la burocrática.”

Sugeriría que en el análisis de Weber se ve el esquema del proceso histórico por el cual una banda de revolucionarios marxistas, convencidos de que vieron los dictados de la historia de una forma que otros simples mortales no lo hizo, asumieron por sí mismos ser las parteras de esa historia por medio de la revolución violenta.

Pero, cuando se enfriaron los miembros de la victoria socialista, como en Rusia después de la Revolución de 1917 y de los sangrientos tres años de guerra civil que le siguieron, los revolucionarios tuvieron que regresar a los asuntos mundanos de la “construcción del socialismo.” Construir el socialismo significó transformar la sociedad, y esa transformación significó observar, supervisar, controlar y dominar todo.

EL INTERÉS PROPIO Y LA NUEVA “SOCIEDAD DE CLASES” SOCIALISTA

Por tanto, en la Unión Soviética nació lo que llegó a llamarse la Nomenclatura. Empezando en 1919, el Partido Comunista estableció el procedimiento de formar listas de posiciones gubernamentales o burocráticas, que requerían del nombramiento oficial y la lista de personas que pudieran ser elegibles para la promoción hacia estas posiciones superiores de autoridad. De esta forma, nació la nueva clase gobernante bajo el socialismo.

Los ministerios necesitaban ser manejados, las posiciones en el Partido llenadas, las industrias nacionalizadas y las granjas colectivas necesitaban de administradores, asignados para supervisar la producción y ver que se cumplieran los objetivos de la planificación central, se hizo necesario establecer redes estatales de distribución, los sindicatos necesitaron directores confiables del Partido y los medios masivos necesitaban de editores y reporteros que contaran las historias propagandísticas fabricadas, acerca de las victorias que abrían el camino para la creación del nuevo Hombre Soviético, en su nueva y gloriosa sociedad colectivista.

Al contrario de las promesas socialistas de hacer un nuevo hombre a partir de los escombros del viejo orden, tal como una nueva piedra fue puesta una tras otra en su lugar y se construyó la economía socialista, de entre las grietas de las piedras brotaron, una vez más, los universales de la naturaleza humana: las motivaciones y la psicología del comportamiento con base en el interés propio, la búsqueda de avenidas rentables y oportunidades para mejorar la vida de uno mismo y de aquella de la familia y amigos de uno, por medio del intento de obtener el control y de las formas de uso personal de los “socializados” recursos escasos y bienes, dentro de las redes y las interconexiones de la burocracia soviética.

Puesto que el estado declaró su propiedad sobre todos los medios de producción, no era sorprendente que, al pasar los años y luego décadas, más y más personas se dieron cuenta de que la membresía en la Nomenclatura y en sus posiciones secundarias, era la vía para una vida más próspera y placentera. Al final de cuentas, el estado socialista no transformó a la naturaleza humana; la naturaleza humana encontró formas para usar al estado socialista en sus propios fines.

El sistema de privilegio y corrupción que creó el socialismo soviético fue explicado por Boris Yeltsin (1931-2007), el miembro del Partido Comunista Ruso, quien, más que muchos otros, ayudó a que llegara el fin de la Unión Soviética y que surgiera una Rusia independiente en 1991, que al principio trató de ser una democracia. En su libro autobiográfico, Against the Grain (1990), Yeltsin explicó que:

“La ración del Kremlin, una asignación especial de productos usualmente no disponibles, es pagada por las altas esferas a la mitad de su precio normal, y consiste de alimentos de la máxima calidad. En Moscú, un total de 40.000 personas disfrutan del privilegio de esas raciones especiales, en categorías diversas de cantidades y calidades. Hay sectores completos de la GUM -la enorme tienda de departamentos que mira hacia el Kremlin, al otro lado de la Plaza Roja- cerrados al público y reservados especialmente para lo más elevado de la élite, en tanto que para los oficiales, uno o dos escalones más más abajo de la escalera, había otras tiendas especializadas. A todas se les llama “especializadas”: talleres especializados, tintorerías especializadas, policlínicos especializados, hospitales especializados, casas especializadas y servicios especializados. ¡Qué uso más cínico de la palabra!”

La prometida “sociedad sin clases” de igualdad social y material fue, de hecho, el sistema más granulado de privilegio y poder jerárquico. El soborno, la corrupción, las conexiones y el favoritismo permearon la fábrica total de la sociedad socialista soviética. Dado que el estado poseía, producía y distribuía todo lo posible, todo mundo tenía que tener “amigos” o amigos que conocieran a la gente apropiada o quienes sabían de la persona apropiada a quien usted pudiera mostrarle qué tan apreciativo era usted, mediante sobornos o favores recíprocos, para acceder a algo imposible de obtener a través de los canales normales de distribución que para “las masas” tenía la planificación central.

Y por encima del sistema entero del poder socialista, del privilegio y del saqueo dirigido por el Partido Comunista, estaba la policía secreta soviética, la KGB, que espiaba, vigilaba y amenazaba a cualquiera y a todos los que desafiaran o cuestionaran la propaganda o los mecanismos del “paraíso de los trabajadores.”

LAS CONTRADICCIONES COMUNISTAS Y EL FIN DEL SOCIALISMO SOVIÉTICO

No es una exageración decir que todo lo que los marxistas dijeron acerca de la naturaleza del sistema capitalista -la explotación de muchos por unos pocos privilegiados; una desigualdad grosera de la riqueza y de la oportunidad, simplemente debidas a un acuerdo artificial para ejercer control sobre los medios de producción; una manipulación de la realidad, para hacer que la esclavitud pareciera como si significara libertad- fue, en efecto, la esencia y naturaleza del socialismo soviético. ¡Qué retorcida y perversa desfiguración de la realidad a través de un espejo ideológicamente distorsionado!

Por fin todo se acabó a finales de 1991, cuando el privilegio, el saqueo y la pobreza del “socialismo de la realidad” hicieron que el sistema soviético fuera insostenible. En efecto, para esa época era difícil encontrar a alguien, en alguna esquina de la sociedad soviética, que creyera, por más tiempo, en la “falsa consciencia” de la propaganda comunista. La Unión Soviética había llegado al callejón sin salida de la quiebra ideológica y de la ilegitimidad social, La “superestructura” del poder soviético colapsó. (Ver el artículo de Ebeling, “The 25th Anniversary of the End of the Soviet Union.” (https://fee.org/articles/the-25th-anniversary-of-the-end-of-the-soviet-union/) [El 25 Aniversario del Final de la Unión Soviética, el cual traduje y puse previamente en mi muro en Facebook]).
En 1899, el psicólogo social francés, Gustave Le Bon (1841-1931), observó al, en ese entonces, creciente movimiento socialista a finales del siglo XIX y del pronto por llegar siglo XX, y tristemente dijo en su libro The Psychology of Socialism:

“Al menos una nación tendrá que sufrir... para instrucción del mundo. Será una de esas lecciones prácticas que por sí sola puede ilustrar a las naciones que se ven entretenidas con los sueños de felicidad desplegados ante sus ojos por los sacerdotes de la nueva fe [socialista].”

No sólo Rusia, sino también muchos otros países en Europa Oriental, Asia, África y América Latina han sido obligados a brindar una “lección práctica” acerca de la tiranía política y el desastre económico que la sociedad socialista, en especial en su permutación marxista, le ofrece a la humanidad.

Destaca como una demostración severa de las consecuencias desastrosas que se dan cuando una sociedad abandona su filosofía de individualismo liberal clásico, un sistema económico de mercados libres y una aceptación de una naturaleza humana interesada en lo propio, funcionando dentro de un acuerdo social de asociación voluntaria y de intercambio pacífico.

Mantengamos la esperanza de que en este año, que marca el centésimo aniversario de la revolución comunista en Rusia, la humanidad aprenderá de ese trágico error y que llegará a darse cuenta y a aceptar que sólo la libertad individual y la libertad económica pueden dar lugar a la sociedad próspera, justa y buena que la humanidad puede y debe tener.

Este artículo se basa en una presentación efectuada en la conferencia John W. Pope, patrocinada por el Instituto Clemson para el Estudio del Capitalismo en la Universidad Clemson, el 1º de marzo del 2017.

Richard M. Ebeling es el Profesor Distinguido BB&T de Ética y de Liderazgo de Libre Empresa en La Ciudadela en Charleston, Carolina del Sur. Fue presidente de la Fundación para la Educación Económica (FEE) del 2003 al 2008.